Las dos carasde la moneda

Varios de los cortes de billetes de la nueva familia monetaria del Estado Plurinacional de Bolivia, que están en circulación ya varios años, son un testimonio de la devaluación política de la historia.

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Las dos carasde la moneda Foto: BCB

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    Teresa Torrico Espinoza
    Ecos / 01/02/2022 03:03

    Varios de los cortes de billetes de la nueva familia monetaria del Estado Plurinacional de Bolivia, que están en circulación ya varios años, son un testimonio de la devaluación política de la historia.  Si los billetes expresan un valor monetario, el valor histórico que estos billetes quieren representar está más que devaluado.  

    Los billetes de 10 Bolivianos rinden homenaje al líder indígena guaraní Apiaguaiki Tumpa. A pesar de los esfuerzos del Banco Central de Bolivia hizo para justificar que Tumpa se puede escribir sin “m” y con diéresis, la cultura oral guaraní referencia su nombre tal como sus padres, abuelos y bisabuelos lo pronunciaron y lo mantuvieron vivo en su recuerdo histórico, con “m”, de memoria.   

    Tumpa, en la cultura guaraní, no solo significa jefe, líder o caudillo; significa algo asociado a lo divino, los nativos lo consideraban como un ser superior, místico, un predestinado, un semidiós, así era la devoción que le tenían y así lo expresaban al llamarlo Tumpa. Lo correcto, a mi entender, es el Tumpa Apiaguaiki, o Apiaguaiki Tumpa.

    El indómito pueblo guaraní resistió ante el imperio inca, ante la corona española y, finalmente, ante un Estado republicano colonial y opresor.  Así lo testimonia la masacre de Kuruyuki, que tuvo lugar el 28 de enero de 1892, cuando fuerzas militares de la República aplacaron una rebelión indígena liderada por Apiaguaiki Tumpa en la provincia Luis Calvo del Departamento de Chuquisaca. Se estima que murieron 2.700 guaraníes y que 1.200 sobrevivientes fueron esclavizados, la mayoría mujeres y niños.  Así terminó una guerra desigual del pueblo guaraní que duró 332 años, de 1560 a 1892. Los nativos defendían su libertad, su cultura, tierra y territorio.   

    Sofocada la rebelión, Apiaguaiki Tumpa fue apresado y encadenado, lo llevaron a los Sauces, hoy Monteagudo, donde fue torturado y fusilado en la plaza del pueblo por el ejército republicano. El aeropuerto de la ciudad de Monteagudo lleva precisamente el nombre del caudillo, orgullo guaraní.  

    Zárate Willka

    Por su parte, los billetes de 50 Bolivianos hacen honor a Pablo Zárate Willca, personaje que, lejos de ser una figura de valor y de consenso histórico para el conjunto de los bolivianos, representa en la memoria profunda y verdadera, una parte oscura, triste y fratricida de nuestra historia.  Es como si en Israel imprimieran billetes con le efigie de Caín, que mató a Abel. 

    En 1899, una fracción del país enarboló las banderas del liberalismo como modelo de Estado para gobernar al país desde el occidente que demandaba poder político. No en vano, dicho movimiento llamado Federal, liderado por José Manuel Pando, fue apoyado por las élites económicas y jerarquías eclesiales de La Paz, Oruro y Cochabamba, al que Pando sumó como milicia de choque a las huestes del líder altiplánico, Pablo Zárate Willca.

    Por otra parte, en términos geográficos, Chuquisaca, Potosí y la mayoría de las fuerzas militares, integraban el bando conservador, comandado por el entonces presidente, Severo Fernández Alonso (1896-1899), que pretendía más bien mantener al Estado unitario con el que había nacido la patria en Sucre, donde se gobernaba desde 1825.  

    Ante el arrebato del gobierno que Pando hizo al trasladar de facto los Poderes del Estado a La Paz, se constituyeron tropas conservadoras que buscando revertir tal situación emprendieron marcha al norte.  Militares, jóvenes de distintos estratos sociales, muchos de ellos universitarios de Charcas, conformaron tales tropas. Luego de una larga y penosa travesía por tierras del valle, llegaron al extenso altiplano de La Paz, donde se dieron duros enfrentamientos. Heridos, en huida, ante a la descomunal desproporción de fuerzas y la brutalidad de sus oponentes, se refugiaron en la iglesia del pueblo de Ayo Ayo. En un acto de humanidad, el cura abrió las puertas de la iglesia para que los heridos fueran socorridos, con la ingenua idea que sus perseguidores habrían de respetar la vida y la fe.

    Las hordas de Zárate Willca no tardaron en llegar al pueblo, cercar la iglesia, asesinar al cura ante la cruz y el campanario, abrirse paso entre los Santos y los heridos, y comenzar una  horrenda orgía canibalesca en la que bebieron sangre humana en los cráneos de las víctimas, no sin antes extraer órganos de personas aún vivas, los torturaron hasta la muerte en un frenesí de odio y salvajismo.  Fue una masacre, la masacre de Ayo Ayo del 24 de enero de 1899.

    El líder de una matanza fratricida de proporciones infernales no merece homenaje, no merece valor monetario, y menos aún que se le otorgue valor histórico para todos los bolivianos, tal vez sí para una parte, pero no para todos, como se supone debe simbolizar una moneda nacional.  ¿Acaso los descendientes de Abel deben rendir honores a la memoria de Caín?  

    A diferencia de Apiaguaiki Tumpa, cuyo nombre a mi entender está mal escrito en el papel moneda, no siento ningún orgullo por el forzado homenaje en el billete de 50 Bolivianos, que lo único que ostenta es la distorsión de la historia, la imposición y el etnocentrismo con el que se gobierna a un país diverso.  Los macabros sucesos de Cosmini y Ayo – Ayo, son una vergüenza histórica, escrita con sangre chuquisaqueña en las páginas más oscuras de la historia de Bolivia y de la humanidad.

    Quienes tuvieron a su cargo tan importante y delicada tarea de determinar los símbolos de la emisión de los nuevos billetes, no estuvieron a la talla, no fueron justos al glorificar la abominación y al privilegiar una cara de la moneda sobre la otra.  

    En el monumento funerario, erigido en el Cementerio General de Sucre, en memoria de los caídos en Cosmini y Ayo Ayo, se yergue una estatua a la madre patria, una columna rota que representa una juventud truncada, en la parte superior una leyenda dice: “Lugentes Campi”,  campos de dolor. 

    Los nombres de los chuquisaqueños que murieron defendiendo tu tierra figuran en una placa conmemorativa. 

    El presidente Severo Fernández Alonso renunció a raíz de la derrota y la junta tuitiva del nuevo gobierno trasladó de Sucre a La Paz los poderes ejecutivo y legislativo.

    Nunca se llegó a establecer el ideal del estado federal, por el que se cegaron tantas vidas, dejando dolor  y luto. 

    José Manuel Pando se hizo de la Presidencia de la República, persiguió y encarceló a su aliado Pablo Zarate Willca, a quien le había prometido que si destruía al “hombre blanco del sur” gobernaría con él y lo haría el “segundo presidente”.   En 1905, el líder aimara fue enjuiciado y ejecutado por ser considerado un peligro para la estabilidad nacional.   

    Con esa moneda se le pagó a Zárate Willca.  Más allá de los desaciertos de los nuevos billetes del Estado plurinacional, esas son las dos caras de la moneda, porque, al final de cuentas, la historia es implacable •

    (*) La autora, de 82 años de edad, es maestra jubilada, escritora y poetisa chuquisaqueña.

     

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