Así es la ch’alla
El calendario agrícola, el gregoriano y los rituales de los pueblos andinos se amalgamaron en el Carnaval y dieron como resultado una serie de prácticas que giran en torno al denominado Martes de Ch’alla.
El calendario agrícola, el gregoriano y los rituales de los pueblos andinos se amalgamaron en el Carnaval y dieron como resultado una serie de prácticas que giran en torno al denominado Martes de Ch’alla.
Los pueblos andinos desarrollaban sus actividades con los ciclos agrícolas, así que eran importantes los tiempos de siembra y cosecha. En esta última, además, se tomaba en cuenta la maduración de los productos de la tierra. Cuando llegaron los españoles, fueron los sacerdotes, especialmente los jesuitas, hábiles extirpadores de cultos, quienes se ocuparon de hacer coincidir las celebraciones agrícolas con las del calendario gregoriano.
Jesús Lara (2001) dejó dicho en su Diccionario que “ch’allaku” es el “Estreno de una casa” y, a continuación, describe brevemente la ceremonia: “Se empieza rociando bebida por los rincones como ofrenda a Pachamama. Luego se hace fiesta con manjares, bebida y baile”. Agrega que “ch’allay” es “rociar, asperjar” mientras que “ch’allu” es “maduro, listo para la cosecha” y esto último parece tener más sentido si se toma en cuenta que Guamán Poma de Ayala (1992) ubicó dos grandes fiestas, el Hatun Pucuy y el Pachay Pucuy en los meses de febrero y marzo del calendario gregoriano. En estas celebraciones abundaban los sacrificios de animales, particularmente de llamas, y las ofrendas de oro y plata a las wak’as.
Pablo Joseph de Arriaga (1920) fue quien hizo una de las descripciones coloniales más detalladas de los sacrificios de llamas que todavía son ejecutadas hoy en día con el nombre de “wilanchas”: “esto suele ser siempre en las fiestas más solemnes de las Huacas, y las sacan enramadas de flores. Atan la llama de una piedra grande, házenla dar cinco o seis vueltas a la redonda, y luego la abren por el lado del corazón, y se le sacan, y le suelen comer crudo a bocados, y con la sangre asperjan la Huaca”. Y, como se ha visto líneas arriba, asperjar es “ch’allay” o, como se dice más ahora, “ch’allar”.
Tan temprano como en 1535, Gonzalo Fernández de Oviedo (2012) se refirió a la “ch’alla” al señalar que “el sacrificio que hacen es de ovejas, y hacen chicha para verter por el suelo”. Un año antes, el secretario de Francisco Pizarro, Pedro Sancho de la Hoz, ya había apuntado que “al ídolo Tichicasa ofrecen oro, plata y otras cosas” y que “las mujeres hacen chicha para echarla sobre aquella piedra”.
La utilización del oro y la plata para las ofrendas se debe al carácter espiritual que esos elementos tenían para los pueblos andinos. Se trataba de minerales, productos de las entrañas de la tierra, del “ukhupacha”, del mundo de adentro o de las profundidades. El oro estaba destinado al Inti o sol y la plata se destinada al culto lunar.
Como se puede ver en las crónicas coloniales tempranas, existen elementos comunes que se conservan hasta hoy y forman parte de los elementos de la “ch’alla”: sacrificio de llamas, que en tiempos virreinales eran denominadas como “carneros de la tierra”, ofrendas de oro y plata a las wak’as y rociar o asperjar con bebida espirituosa.
Las llamas eran ofrendas del reino o mundo animal, el oro y la plata del mineral y fueron agregadas hierbas aromáticas y otras del reino vegetal. La principal, que llegó a darle el nombre a las ofrendas de las denominadas “mesas” es la qwa o khoa, que es el nombre nativo de la muña.
“CH’ALLAR”
El Carnaval es una fiesta con orígenes en ritos del imperio romano, como las bacanales y lupercales, e incluso las que se celebraban en Egipto en honor al dios Apis. La Iglesia Católica la acomodó a sus propios ritos y lo acomodó antes de la Cuaresma. En el calendario gregoriano, es una fiesta movible que cae en febrero y, eventualmente, en los primeros días de marzo. Coincide, pues, con el Hatun Pucuy y el Pachay Pucuy de los que nos habla Guamán.
En lugares en los que hubo una wak’a mayor, como fue la wak’a P’utuxi, hoy conocido como el Cerro Rico de Potosí, se realizaban sacrificios de llamas y ofrendas de oro y plata que eran entregas por los qaraqara, que habitaron estas sierras desde mucho antes que floreciera el denominado imperio incaico. Si se acepta la versión de que el consumo de chicha se extendió en el Tawantinsuyu, entonces es probable que el rociado o asperjado, que hoy conocemos como “ch’alla”, sea de esos tiempos.
Actualmente, la “ch’alla”, que tiene su práctica central en el martes de Carnaval, reúne los elementos de los tres reinos porque se incluye la khoa o muña, el pan de oro y pan de plata, y el sacrificio de animales es la “wilancha”. Cuando no se sacrifica llamas, entonces se utiliza fetos de ese animal, que son llamados “sullus”.
La preferencia por la llama no es gratuita. Según explica la naturista Luis Quispe, ese auquénido es un animal de carga, capaz de soportar el duro clima del altiplano y largas jornadas sin agua ni alimento. Se la considera, entonces, capaz de sobrellevar las cargas más difíciles, incluido el destino del ser humano •
(*) Juan José Toro es presidente 2018-2020 de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí (SIHP).
Lo importante es la fe
Si vas a ch’allar el martes, lo primero que debes tomar en cuenta que este es un acto de fe así que, si lo vas a hacer solo por cumplir o ser parte de la tradición, pero sin creer en lo que estás haciendo, es mejor que no lo hagas porque puede ser contraproducente.
La ch’alla es, como repiten todos, una ofrenda a la Pachamama, la Madre Tierra, pero se debe tomar en cuenta que los pueblos andinos no solo miraban a la Pachamama en el suelo y en la extensión territorial sino en la naturaleza en su conjunto, así que la ofrenda tiene un significado distinto, dependiendo del tiempo en el que se realiza.
En febrero, y coincidiendo con los carnavales, comienza la cosecha así que la ofrenda, o ch’alla, es tanto por los bienes recibidos como por los que se pide o se espera recibir. Así, si alguien está estrenando algún bien, sea mueble, como los vehículos; o inmuebles, que tales son las casas, entonces la ofrenda es para agradecer por esa posesión y, de paso, pedir que dure.
Si lo que se pretende, más bien, es pedir algo, como prosperidad en un negocio o estabilidad laboral, entonces la ofrenda va en ese sentido y el tiempo del inicio de cosecha es el más propicio.
Los médicos naturistas, las herbolarias o qapachakeras, se han especializado en la preparación de ofrendas o “mesas” que son elaboradas dependiendo de lo que uno quiere: agradecer o pedir. Por eso es que existen elementos como casas, negocios y vehículos en las figuras denominadas “misterios”. Los bienes, recibidos o por recibir, forman parte del kay pacha; es decir, el lugar en el que estamos.
Cuando se va a ch’allar en una mina del Cerro Rico de Potosí, que es una wak’a de tiempos inmemoriales, se está retornando al culto primitivo, así que las conductas y “mesas” son distintas. Es cuando generalmente se recurre a la “wilancha”, o sacrificio de llamas vivas, con cuya sangre se riega las bocaminas, mientras que en los “misterios” hay elementos como el diablo, que es una deformación del culto al “Tío” de la mina, y la víbola o Katari, a la que se considera buscadora de prosperidad. Al ser la minería una actividad de extracción de minerales de las profundidades de la tierra, se considera que es el contacto con el ukhu pacha.
Si la ch’alla va a ser para salud, entonces se busca contacto con la hanan pacha, en el reino de las divinidades, así que se recurre a los misterios del Inti (sol) y Killa (luna).