La disciplina en el Pichincha

El Imperio Español se enraizó especialmente en Potosí por la ambición y saqueo de su riqueza argentífera. Pero no sólo esa fue su herencia porque también dejó enraizada la religión católica.

Templo Convento de los Betlemitas y primer Hospital en la colonia, actual Colegio Nacional Pichincha.

Templo Convento de los Betlemitas y primer Hospital en la colonia, actual Colegio Nacional Pichincha. Foto: RRSS

Bachilleres del año 1908 con el Profesor Luis Subieta Sagárnaga en el patio del Pichincha.

Bachilleres del año 1908 con el Profesor Luis Subieta Sagárnaga en el patio del Pichincha. Foto: RRSS

Antiguo plantel de profesores.

Antiguo plantel de profesores. Foto: RRSS

Bachilleres del Colegio Pichincha, año 1929.

Bachilleres del Colegio Pichincha, año 1929. Foto: RRSS


    Cristóbal Corso Cruz
    Ecos / 09/05/2022 00:52

    El Imperio Español se enraizó especialmente en Potosí por la ambición y saqueo de su riqueza argentífera. Pero no sólo esa fue su herencia porque también dejó enraizada la religión católica. En el periodo llamado “guerra de guerrillas”, con grandes sacrificios logró fulminar al poder español, y tuvo en la Villa Imperial un epicentro de trascendencia, “la guerra de la Independencia”.

    En su paso triunfal de Lima a Chuquisaca, el Libertador Simón Bolívar se encontró en la ciudad de Potosí en el mes de octubre de 1825; que coincidió con la fiesta religiosa de Nuestra Señora de las Mercedes. Ese año, con la visita de los libertadores Sucre y Bolívar, las fiestas cobraron brillo. Fue dado en la Villa Imperial de Potosí a 10 de octubre de 1825. – Simón Bolívar - Por orden de S.E. - Felipe Santiago Estenos - Autoriza al cura Calero a buscar un local, para acondicionar y que funcione un Colegio Secundario y éste escogió el convento de Belén, que data del siglo XVIII, año 1753; donde actualmente es el Colegio Nacional Pichincha. 

    Durante la primera década del siglo XX, el edificio del ex templo y convento de Belén aún se encontraba conservado. Los arcos del patio estaban cerrados con mamparas y portezuelas, se mantenían los corredores del claustro, también las fuentes de piedra y los jardines con verjas de hierro; donde se cultivaba plantas ornamentales.

    Las aulas estaban todas en la planta baja, una para cada clase. Solo los laboratorios y salón de actos se encontraban en la planta alta. El interior de las aulas estaba empapelado y sin mancha alguna, los zócalos con patinados, imitando la madera. Ningún vidrio faltaba en las ventanas. No existían pupitres, tan sólo poyos o patillas que se extendían en las tres paredes del aula, los pichincheños pasaban clases sentados en patillas; escribían en sus cuadernos apoyados en las rodillas y a mano alzada; en la cuarta pared estaba el lugar del maestro con una mesa y sillón. Los asientos  enumerados; los tres primeros debían ser ocupados por los de calificación sobresaliente y se distinguían por estar adornados, en la parte que servía de espaldar, con coronas de flores azules pintadas. Para cada asiento había una colchoneta de cotín listado y embutido de paja.

    El año escolar era de 10 meses, de enero a octubre, no había vacación invernal, la vacación final duraba dos meses. Los días sábado se pasaba clases regulares, solamente los días feriados se declaraba asueto. En carnavales y Semana Santa se tenían siete días de feriado. Los exámenes eran dos por año; en junio era colectivo y escrito; el de octubre era el final, se daba individual y oral. La mesa examinadora estaba formada por la totalidad de los profesores; sólo había desquite para los reprobados en el examen escrito. Aún persistía la educación jesuita de la colonia; que tomaba en serio el mundo circundante, ayudaba a la formación integral de cada alumno, promovía el diálogo entre fe y cultura. Animaba a ser proactivo, el respeto por la vida. Se insistía en la colaboración en una labor educativa común y se basaba en un espíritu de comunidad. Los maestros eran profesionales de diferentes ramas del saber, pero ninguno en Pedagogía, razón de que la Escuela Normal de Maestros aún no había sido fundada.

    En el mes de enero era el ingreso al Colegio. En la puerta principal de la entrada se encontraba una autoridad superior llamada “Cancelario”, de aspecto imponente, serio, severo y sereno; se situaba en la entrada armado de una palmeta y castigaba personalmente a los alumnos retrasados.

    El desarrollo de la gestión escolar se hallaba regida mediante una disciplina severa, similar a un cuartel de militares, con castigos corporales. La hora de inicio de las clases era a las siete de la mañana en el verano y a las ocho en la época invernal. Los alumnos debían estudiar los textos hasta saber de memoria. Los auxiliares de guardar la disciplina eran los alumnos del curso superior, los que tenían la denominación de “distributarios”, pasantes y bedeles, que actuaban como autoridades incluso en los cursos, muchas de las veces estos aprovechaban para maltratar a palmetazos a los demás alumnos. En los corredores del claustro del ex convento era obligatorio estudiar paseando, sin detenerse; los pasantes se encargaban de vigilar e impedir tomar asiento o conversar, bajo pena de recibir un palmetazo. La enseñanza bancaria y el estudio nemónico estaban en vigencia en los primeros años del siglo XX. En esta concepción bancaria, el sujeto de la educación es el profesor, el cual conduce al alumno en la memorización mecánica de las lecciones. En el Colegio Pichincha de los primeros años del siglo pasado no había “regente”; los docentes se turnaban semanalmente para el servicio de las referidas funciones. Les servían como auxiliares en esas tareas alumnos del curso superior los que tenían la denominación de Distributarios, Pasantes y Bedeles; estos últimos actuaban con autoridad en sus propios cursos. El nombre de “Distributario” ha debido derivarse del verbo distribuir, pues lo único que ellos distribuían eran los palmetazos.

    Queda en la historia los nombres de maestros vocacionales que por propia iniciativa se prepararon en las ciencias de la educación; entre ellos don Mariano Benjamín Arrueta, quien fue uno de los más queridos y venerados por los estudiantes a causa de su carácter íntegro, sencillo y afectuoso. Luego el Profesor don Luis Subieta Sagárnaga, reemplazó en la cátedra de Historia Universal y Nacional a Don Benjamín, fue igualmente respetado por sus discípulos. Otros grandes profesores como don Daniel Zambrana, Néstor Denevil Morales, don Manuel Berdecio, gran músico; Alfredo Rivas un excelente artista plástico y otros renombrados intelectuales •

    (*) Cristóbal Corso Cruz es Presidente de la Sociedad Geográfica y de historia “Potosí”

     

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