¡Toma, Fernando VII!

La revolución del 25 de mayo de 1809 es uno de los episodios más conocidos de la Guerra de la Independencia y fue una de las consecuencias directas del alzamiento del 1 de enero de ese año que ocurrió en Buenos Aires.

Estatua de Jaime de Zudañez.

Estatua de Jaime de Zudañez. Foto: Correo del Sur

¡Toma, Fernando VII!

¡Toma, Fernando VII! Foto: Correo del Sur

En estos documentos no se menciona a la campana de San Francisco.

En estos documentos no se menciona a la campana de San Francisco. Foto: Correo del Sur


    Juan José Toro ECOS
    Ecos / 23/05/2022 03:49

    La revolución del 25 de mayo de 1809 es uno de los episodios más conocidos de la Guerra de la Independencia y fue una de las consecuencias directas del alzamiento del 1 de enero de ese año que ocurrió en Buenos Aires.

    La descomposición política ocasionada por la invasión de Napoleón a España, y el encarcelamiento del rey Fernando VII, provocaron una situación de caos en los territorios de ultramar y, para colmo, en Sudamérica, la hermana de este último, Carlota Joaquina de Borbón, que era reina de Portugal por su matrimonio con Juan VI, se había instalado en Brasil y había comenzando a maniobrar para reemplazar a su hermano. 

    Envió cartas en ese sentido a Charcas y el presidente de la Audiencia, Ramón García de León y Pizarro, tuvo la mala idea de mandárselas a la universidad San Francisco Xavier, pidiendo la opinión del claustro de doctores. Esa actitud motivó que se le acusara de traidor y los oidores actuaran en consecuencia. La autoridad realista reaccionó mandado arrestar a varios de ellos y ese fue el principio del fin.

    ¿Cómo ocurrieron los hechos de aquel 25 de Mayo? El relato transcrito en el álbum del primer centenario dice que transcurrieron de noche puesto que “entre seis a siete de la tarde se arresta a don Jayme Zudañez que es conducido por las calles más públicas por seis soldados y un oficial, entre armas cortas, blancas y de fuego, sin capa agarrado de ambos brazos, y le apuntaban con una pistola. Lo llevaron primero al cuartel de los veteranos y luego a la casa pretorial. Estas medidas de fuerza hicieron estallar la revolución”. 

    Como se notará, el texto anterior no habla de campanas a rebato y, al revisar otro texto, el de los realistas, tampoco se encuentra ese dato. En este bando, el documento más conocido es la “información de testigos” que fue labrada entre el 27 de junio al 14 de septiembre de 1809 por el síndico y procurador de La Plata, Domingo Urrutia. El documento fue encontrado por Gabriel René Moreno en el volumen “Manuscritos Históricos del Alto-Perú en 1808 y 1809” de la Biblioteca del Instituto Nacional de Santiago de Chile y publicado en “Últimos días coloniales en el Alto Perú”, en 1896.

    En este documento se puede ver la versión realista de aquellos sucesos, que reproducimos con ortografía actualizada:

    “al anochecer el veinticinco de Mayo empezaron á ejecutarse las prisiones de los Señores Ministros Don Agustín Ussoz, Don José Vasquez Ballesteros, del Señor Fiscal, Don Miguel Lopes Andreu, de los Regidores Don Domingo Anibarro, y el Doctor Don Manuel Zudañez, y del Abogado de Pobres el Doctor Don Jayme Zudañez, y á vista de que el ultimo era conducido por las calles más públicas, por cuatro soldados, y un oficial entre armas, cortas, blancas, y de fuego, sin capa, agarrado de ambos brazos, encarada una pistola, y trasladado de una en otra prisión, hasta ponerlo en la más inmediata a la vivienda del Excelentísimo Señor Pizarro, se alarmó la Ciudad persuadida de que era dada la seña para realizar el proyecto subversor de que estaban impresionados los Vecinos, a que siguió que junto el Pueblo, pidió la libertad de los Presos, y después de sufrir una furiosa descarga de fucilazos, consiguió la de Zudañez por mediación del Muy Reverendo Arzobispo: respecto a que los demás se escondían y refugiaban en varias Casus y Conventos.

    “Si conseguida la libertad del Doctor Zudañez, y persuadido el Pueblo de que los demás no habían sido arrestados, volvió á inquietarse por haber faltado la persona del Señor Fiscal, recelándose todos de que ya estaría muerto hasta que últimamente les aseguraron de su indemnidad, y para que su Excelencia no siguiera en sus hostiles descargas contra el Pueblo indefenso como para cerciorarse de que no estaba preso el Señor Fiscal pidió la entrega de Armas haciéndose cargo de su custodia el Señor oidor Don José Vásquez Ballesteros y concedida se recogieron cinco cañones des cargados, y los más sin cureñas, los que se mandaron conducir por dicho Señor a la Casa del Ayuntamiento.

    “Si con este hecho acreditó el Pueblo no era su ánimo otro, que desarmar á Su Excelencia para que no le hiciera mal, como ya lo tenía experimentado y sin obstante que la mayor parte de los Cañones de la Plaza, quedaron en in Presidencia, disimuló por evitarle desconfianzas al Señor Pizarro, y solo trató de asegurar los fusiles, y para hacerlo entro la gente necesaria a la Casa Pretorial sin Arma alguna acompañado de los Magistrados. y de cuantos solicitaban la quietud, y a este tiempo mandó su Excelencia hacer fuego cerrando la Puerta, y asegurando a muchos infelices para el más inhumano sacrificio, de que resultaron varios muertos, y muchos heridos.

    “Si por esto se encarnizó la gente, quebrando las Puertas de Cabildo, sé apodero de la Pólvora, y se hizo de los cinco Cañones, que los asestó a la Presidencia cargándolos con piedras hasta haber pedido o la cabeza del Señor Pi zarro o su destitución, diciendo à voces que era un traidor al Rey y a la Patria”.

    Y en esta parte del documento se puede advertir que no existía unanimidad respecto al apoyo al rey preso:

    “Si cuando el Pueblo no tenía otra expresión que la de ‘Viva Nuestro Rey Don Fernando VII’, los soldados apostados en las Ventanas de la Presidencia, contestaban con descargas de fusil, acompañados del insolente insulto de ‘¡toma, Fernando VII!’.

    “Si quedó el Pueblo lleno de contento al haberse propagado la noticia de que el Tribunal de la Real Audiencia tomaba el mundo, y que el Señor Pizarro quedaba sin él, respirando solo venganza por su inhumanidad, y miras traidoras según lo explicaba sin cesar, y aunque insistía en el ánimo de matarlo y de criticar a todos los soldados que hicieron fuego esa noche, al amanecer se aplacó à vista del Retrato del Señor D. Fernando VII, que el mismo Pueblo pidió se colocase en la Plaza Principal y Portales de Cabildo, acompañado de música, guardias y vivas continuas de todo el vecindario.

    “Si en toda esa Confusión el Pueblo no se condujo, sino por el preciso objeto de asegurar la Corona, el Reyno, y la Patria con la libertad de los Vecinos condenados a la muerte y a las prisiones, sin notarse un robo, una venganza, un insulto, ni el menor exceso contra las personas, ni sus bienes, y aun se contuvo en su furor contra los Soldados que les tiraron, contentándose con unos palos que le dieron al soldado nombrado Poroto y con que los tuviesen presos a los demás hasta formarles su Causa.

    “Si así se mantuvo el Pueblo en la mayor paz, con las órdenes del Tribunal, y con las precauciones de la propia plebe, que amenazó de muerte a los que cometieren el menor delito hasta el día veintiocho en que se consternó nuevamente la Ciudad y se puso sobre las Arnas con la proximidad del auxilio de tropa que conducía el Señor Intendente de Potosí, à instancia del Señor Pizarro, lo que igualmente calmó con la entrada de dicho Señor á esta Ciudad, y las públicas satisfacciones que se dieron”.

    […]

    Además de Urrutia, el documento está firmado en La Plata el 30 de junio de 1809 por José Vásquez Ballesteros, del Consejo del rey, como juez comisionado para formalizar las diligencias •

    (*) Juan José Toro es presidente 2018-2020 de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí.

     

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  • Guerra de la Independencia
  • 25 de Mayo
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