Asesinato de Sucre
Sus últimas palabras fueron “¡Ay, balazo!”, lo que da una idea de cómo pudo ser su último instante de vida. El disparo lo sorprendió y no lo mató instantáneamente, porque le dio tiempo de sentir dolor.
Sus últimas palabras fueron “¡Ay, balazo!”, lo que da una idea de cómo pudo ser su último instante de vida. El disparo lo sorprendió y no lo mató instantáneamente, porque le dio tiempo de sentir dolor.
Antonio José Francisco de Sucre y Alcalá, cuya intercesión ante Bolívar fue fundamental para la fundación de Bolivia, fue asesinado en La Jacoba, paraje El Cabuyal de la encrucijada de Berruecos, 80 kilómetros al norte de Pasto, Colombia, el 4 de junio de 1830.
Con el paso del tiempo, el impacto del crimen se atenúa, pero, en su tiempo, no solo se tradujo en un terremoto político de consecuencias que los asesinos no habían previsto, sino que dio lugar a uno de los juicios más sonados de la historia continental.
Para tener idea de los ríos de tinta que corrieron sobre el caso, baste decir que Juan Bautista Pérez y Soto le dedicó nada menos que cuatro tomos en la obra titulada “El crimen de Berruecos – Asesinato de Antonio José de Sucre” que es modestamente presentada como análisis histórico – jurídico pero, en realidad se trata de un ejemplar trabajo de investigación historiográfica que usa fuentes primarias, como cartas de personajes que vivieron en los tiempos del asesinato, y publicaciones periodísticas que desglosa en indiscutible ejercicio de interpretación. De esta obra, editada en Roma en 1924, presentamos, en recuadro, un extracto de la relación que el general Luis Urdaneta hizo sobre la muerte de Sucre a solo un mes de sucedido el crimen (pp. 211 y 212). El valor de esta relación radica en que el militar, que llegaría a ser fusilado después, intento reposicionar el sueño integrador de Bolívar, publicó esta relación en un folleto impreso en el que acusaba a José María Obando y José Hilario López de ser los autores intelectuales del crimen.
Los cuadros
Así como el asesinato de Sucre inspiró varios libros, no fue ajena a las artes plásticas y son célebres los cuadros que fueron pintados con este episodio histórico.
Probablemente uno de los más famosos sea “La muerte de Sucre”, óleo sobre tela firmado en 1836 por Pedro José Figueroa. Forma parte de la colección de Arte del Museo de Arte Miguel Urrutia (MAMU) del Centro Cultural de Bogotá y muestra al mariscal tendido en el suelo de La Jacoba. Por detrás está un jinete emponchado que parece afroamericano y encima, sobre una meseta que parece atalaya natural, están cuatro hombres: uno lleva un catalejo en la mano, dos están armados con fusiles y el cuarto parece señalar al segundo jinete. En medio del cuadro está un jaguar lamiéndose una pata y hay flores alrededor de su cabeza. En la información sobre la pintura, el MAMU dice que en esa simbología hay una denuncia ya que Obando era conocido como “el tigre de Berruecos” mientras que otro de los acusados como autor intelectual era el general venezolano Juan José Flores.
Existe dos versiones de esta pintura en museos bolivianos. Uno está en la Casa de la Libertad y el otro en la Casa de Moneda (**). El primero tiene 116 por 126 centímetros; es decir, es casi cuadrado y está catalogado con el nombre de “Encrucijada de Berruecos”. Su fecha de ingreso al museo es 16 de septiembre de 1988 y su procedencia la Sociedad Geográfica y de Historia Sucre. El segundo, que está en Potosí, tiene el título de “Asesinato al Mariscal Sucre” y es atribuido a Saturno Porcel, con el año 1863.
Por la fecha del cuadro potosino, se puede colegir que las obras que están en los museos bolivianos son copias del de Figueroa y, por la firma, se ve que fueron hechas por el mismo autor, Porcel. Existen notorias diferencias con el original porque los asesinos no son cuatro, sino tres, y ya no se copió al jaguar.
El otro cuadro está en la Casa de la Libertad y es una joya por doble motivo, su representación y su posible autor, que sería nada menos que el escritor potosino Armando Alba.
En la ficha de catálogo dice que se trata de una "Acuarela (de) doble cara que ilustra el asesinato del mariscal Antonio José de Sucre en Berruecos. Al lado de su cuerpo, el sargento Canicedo, asistente del mariscal quién lo enterró provisionalmente después del crimen". Lo de "Canicedo" puede ser un error de tipo o transcripción puesto que el único de la reducida comitiva de Sucre con un nombre parecido es el sargento Lorenzo Caicedo que, según la versión tradicional, ratificada con las declaraciones tomadas en el proceso por la muerte de Sucre, volvió al día siguiente al lugar del crimen para enterrarlo.
En esta edición presentamos ambos cuadros con la advertencia de que el segundo va doble, ya que tiene dibujos en anverso y reverso. •
(**) El autor agradece públicamente la colaboración recibida por el personal de la Casa de la Libertad y de la Casa de Moneda para la redacción de este artículo.
La versión de Urdaneta
De manera inédita, el lanzamiento de la Feria Personas respetables de Popayán, a quienes por ahora no me es permitido nombrar en razón de hallarse aquel país bajo el mando de los Generales José María Obando y José Hilario López, me hicieron esta narración: Que los llamados liberales cuando supieron la llegada del General Sucre a aquella ciudad, y con el objeto de preparar la opinión pública contra él, habían corrido la voz de que en el encuentro que tuvo en Paniquitá con S. E. el Presidente Mosquera, había llenado de insultos a este señor; pero que esta farsa fue desmentida por haberse alojado el señor General Sucre en la casa de los señores Mosqueras, y tratádose con ellos con la misma familiaridad que tenía de costumbre. Que en la noche del día en que el señor General Sucre llegó a Popayán, despacharon los liberales un posta dirigido (sic) al General Obando; que hicieron demorar cuatro días al General Sucre en aquella ciudad, con el pretexto de que no había bagajes. Que el General Obando mandó de Pasto al Comandante Juan Gregorio Sarria, su íntimo amigo, antiguo guerrillero del Patía, y que había ido a Pasto en su compañía, con el pretexto ostensible de participar su llegada a aquella ciudad; que el 30 de Mayo último salió de Pasto el citado Sarria a llenar su comisión con una partida de patianos, y que sin embargo de la velocidad con que era de esperarse que viniese, el 4 de Junio aún no había llegado a Ventaquemada (distante de Pasto sólo dos jornadas con cargas en aquella estación). Que el mismo día 4, habiendo salido el señor General Sucre de la expresada Venta, se encontró con Sarria en la boca de la montaña de Berruecos, el cual trayendo solamente uno o dos hombres de los que había sacado de Pasto, se paró a dar conversación al General y a esperar que el señor Andrés García, diputado por Cuenca, y los peones que lo acompañaban, se adelantasen, como se verificó; que pocos momentos después de haberse separado Sarria del General Sucre, recibió este una descarga que le privó de su preciosa vida. Que de Ventaquemada a Popayán (que hay triplicada distancia que de Pasto a la Venta) empleó. Sarria dos días para traer ambas noticias, la entrada de Obando a Pasto y la muerte del General Sucre. Que habiendo sido reconvenido Sarria en Popayán por algunos particulares sobre por qué no había vuelto atrás al oír la descarga, contestó que él no creyó hubiese sido para ofender al señor General Sucre, sino que serían tiros hechos por cazadores o desertores. Que una mujer de las que en Popayán son conocidas con el nombre de napangas, había insultado en las calles públicamente a Sarria, tratándole de asesino del General Sucre, y que él no se había quejado a ninguna autoridad por semejante ofensa. Que lamentándose algunas personas de la pérdida del General Sucre, un liberal de la gavilla de López había dicho: Qué!... un venezolano menos tenemos,.. Que el General José Hilario López dijo públicamente (y esto se lo repitió al señor Comandante José Ramón Soto), que por haber sido asesinado el General Sucre en el Cauca, no daba un baile por su muerte.
Fuente: El crimen de Berruecos, de Juan B. Pérez y Soto.