La chola de la petaca

El arte permanece más que la riqueza, su espiritualidad perdura en el tiempo. Las obras de arte, templos, plazas y casas coloniales de la Villa Imperial de Potosí vencen a los años y quedan como testimonio imperecedero.

El famoso cuadro de Teofilo Loayza.

El famoso cuadro de Teofilo Loayza. Foto: Cristóbal Corso Cruz

Doña Victorina Lozano de Estrada, la modelo del famoso cuadro.

Doña Victorina Lozano de Estrada, la modelo del famoso cuadro. Foto: Cristóbal Corso Cruz

Foto actual de la tienda en la que vivió la Chola de la Petaca.

Foto actual de la tienda en la que vivió la Chola de la Petaca. Foto: Cristóbal Corso Cruz

Teófilo Loayza Enríquez fue el fundador de la Academia De Bellas Artes junto a los Pintores Libres de la Sierra.

Teófilo Loayza Enríquez fue el fundador de la Academia De Bellas Artes junto a los Pintores Libres de la Sierra. Foto: Cristóbal Corso Cruz

Foto antigua de la tienda en la que vivió la Chola de la Petaca.

Foto antigua de la tienda en la que vivió la Chola de la Petaca. Foto: Cristóbal Corso Cruz


    Cristóbal Corso Cruz
    Ecos / 07/07/2022 00:49

    El arte permanece más que la riqueza, su espiritualidad perdura en el tiempo. Las obras de arte, templos, plazas y casas coloniales de la Villa Imperial de Potosí vencen a los años y quedan como testimonio imperecedero. A medida que se camina por la estrecha vereda del tiempo, irrumpen nuevos nombres y hombres de Potosí como salidos de un manantial inagotable de inteligencia y sabiduría. He aquí un filón de la riqueza potosina, que no sólo está amasada con minerales y copajira.

    En una humilde vivienda ubicada en la antigua calle de “La Herrería” y esquina del callejón estrecho “Sal si puedes”, nació el futuro artista plástico Teófilo Loayza Enríquez cuyos padres fueron don Juan Loayza y doña Escolástica Enríquez. Era un 3 de noviembre de 1895. En ese entonces, Potosí y Sucre tenían la tradición del arte, pero la República de Bolivia era aún muy joven, tiempo que era muy difícil realizar arte. En ese contexto se encontraba don Teófilo junto a sus jóvenes talentosos que deseaban producir obras de arte, muchos de ellos pensaban poseer una vocación y virtud. En la ciudad de Potosí salió a luz una generación que don Fernando Diez de Medina dio en llamar los “Bohemios del Centenario”, compuesta por mozos de cuño romántico, con sed de glorias, que se agruparon, hicieron fuerza y se impusieron, para que no se perdiera las aptitudes y vocaciones, y a fin de que los menos intrépidos no cayeran ni se aniquilaran en su marcha, pues había que conmemorar el “Centenario de la Independencia de Bolivia”. 

    Teófilo Loayza Enríquez se amolda en esta generación, pues su militancia con los grupos de Gesta Bárbara y los “Pintores Libres de la Sierra” determina la mentalidad con que encararía la realización de sus máximas obras de arte. En el año 1937 se lanzó un “Concurso de Arte Indigenista de los Andes” convocado por el grupo “Los amigos de la ciudad de La Paz” y fue la ocasión en la que el pintor Loayza Enríquez demostró su valía. En el evento participaron pintores nacionales e internacionales.

     En su obra “Barrios y Parroquias de Potosí I. San Roque” Erika Flores hace referencia a una nota de homenaje póstumo a don Teófilo Loayza que encontró en una entrevista realizada por el periodista Wilson Mendieta al artista en el año 1973. Ahí, el pintor expresaba que “en ese año (1937), pinté ‘La Chola de la Petaca’, al óleo, que mayores satisfacciones me ha dado, pues el original está en la Universidad “Tomás Frías”. Es un cuadro en el que predomina el detalle, a la vez que resulta la concepción vigorosa del tema. Muestra una mujer de esbelto cuerpo, de mirada penetrante, sentada ciertamente sobre una petaca morisca y de ahí el nombre de tan conocida obra ‘La chola de la Petaca’. En “La Revista de Bolivia” (1937), la crítica de arte Angélica Azcuilio refiere que “está trazado a la manera clásica, (quiere) evocar al Potosí legendario, lleno de emociones, de esplendidez y de tesoro. Quien ve a la garrida chola ataviada y sentada sobre una petaca, inmediatamente piensa que está repleta de plata labrada y que su dueña al tomar asiento en ella, tiene orgullo de su tesoro a la par de su belleza. ‘La Chola de la Petaca’ es la clásica chola potosina que tiene algo que no sabemos que, por su postura y por saberse terciar la manta y tocarse con gracia con aquel sombrero, su indumentaria es un resabio colonial que ha quedado arraigado en el Potosí colonial y mestizo como evocación del pasado”. 

    La modelo

    Doña Victorina Lozano de Estrada vivía en la Calle Bustillo número 563. Una encantadora y agraciada cholita quien inspiró y sirvió de modelo para la creación artística de la famosa obra pictórica denominada “La Chola de la Petaca”. Era natural de Potosí, una mujer de porte muy elegante que son su esposo, don Francisco Estrada, fue madre de tres hijos.

    Flores agrega estos datos en su investigación: “La casa de infancia de doña Victorina fue la conocida ‘T’oqo tienda’, ubicada en Calle Bustillo. Ella nació en el año 1920, estudió en el liceo Santa Rosa. Años después, aconteció la trágica Guerra del Chaco y su padre tuvo que engrosar el ejército boliviano y marchar a la guerra. A la ausencia de su padre, Victorina tuvo que dejar la escuela y debía trabajar. Por consecuencia, a los trece años de edad decide usar polleras para convertirse en una guapa cholita vendedora de papas en la Recova (hoy Mercado Central).

    Ahora veamos cómo llegó a convertirse doña Victorina en la musa de inspiración para el pintor Teófilo Loayza, que estaba buscando la modelo ideal, para plasmar en un retrato la representación de la tradicional y genuina chola potosina: Las celebraciones y tradiciones cristianas eran muy celebradas por lo habitantes con toda suntuosidad. Las solemnes procesiones a las que concurrían las cholas elegantísimas y los caballeros impecables. Es así que doña Victorina acudió a la procesión en honor a la Virgen de la Merced. Lucía con gracia una elegante pollera, una delicada blusa de seda y encajes, cubierta con una finísima manta de seda. En las orejas, caravanas de oro y el infaltable sombrero de copa alta. Mientras acompañaba la procesión, alguien la estaba observando, sin perderla de vista, incluso la siguió hasta su casa. Se trataba de un fotógrafo chileno, amigo de don Teófilo Loayza, quien después le comunicó a éste, diciéndole que ya había encontrado a la modelo ideal que esperaba, una genuina cholita. Don Teófilo recurrió a todos los medios, incluso familiares, para persuadirla a ser retratada, pues doña Victorina se resistía por timidez natural. Finalmente logró convencerla e inició el pintado de la obra artística. La modelo fue preparada y vestida con indumentaria especial de la chola potosina, confeccionada para la ocasión, con el zapato clásico, con el sombrero de hilo y de atributo una petaca, que simbolizaba la riqueza de Potosí. Indudablemente, la modelo fue una mujer sencilla y no fue sólo la imaginación del artista. Esa señora del barrio de San Roque caracterizó a la típica chola potosina, una mujer que lucha trabajando. Se hizo muy popular, conocida por sus vecinos como “la Chola de la Petaca”, quienes decían que realmente era muy hermosa y elegante. Falleció a los 71 años, dejando un legado significativo a su familia, bienes de valor sentimental y cultural, sus prendas de vestir, sus joyas y la petaca • 

    (*) Cristóbal Corso Cruz es Presidente de la Sociedad Geográfica y de historia “Potosí” 

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