Un santo ignorado

El 20 de agosto de 1619, el Cabido Secular de Potosí aprobaba un acuerdo por el que se elegía como abogado de la Villa a San Ignacio de Loyola, con el declarado propósito de que la defienda de enfermedades como el sarampión y la peste.

Aprobación del voto a favor de San Ignacio de Loyola.

Aprobación del voto a favor de San Ignacio de Loyola. Foto: SIHP

Devotos le prenden velas a San Ignacio de Loyola.

Devotos le prenden velas a San Ignacio de Loyola. Foto: SIHP

Encabezamiento del acuerdo del 20 de agosto de 1619.

Encabezamiento del acuerdo del 20 de agosto de 1619. Foto: SIHP

Martín García de Loyola y su esposa, Beatriz Ñusta.

Martín García de Loyola y su esposa, Beatriz Ñusta. Foto: SIHP


    Juan José Toro Montoya
    Ecos / 03/08/2022 00:29

    El 20 de agosto de 1619, el Cabido Secular de Potosí aprobaba un acuerdo por el que se elegía como abogado de la Villa a San Ignacio de Loyola, con el declarado propósito de que la defienda de enfermedades como el sarampión y la peste.

    El documento revela que, ese año, el sarampión, o alfombrilla, había causado una gran mortandad. Fue el propio corregidor, Francisco Sarmiento de Sotomayor, que propuso el tema pues, para entonces, “han muerto mucha gente”. No se proporcionaba cifras, pero sí se advertía que existía “notable riesgo de las vidas”. No se explicaba los motivos por los que se elegía al fundador de la orden de la Compañía de Jesús, aunque se expresaba confianza en el efecto que tendría la intercesión “de temprano santo”. 

    Para aquel año, apenas habían transcurrido 63 años de la muerte de Ignacio de Loyola, pero su orden había crecido notablemente y tenía templo y convento en Potosí. En el acuerdo de 1619 se decidió sacar en procesión a su imagen, “de su casa a la plaza mayor”, lo que hace suponer que el trayecto fue bastante corto. Se dispuso, además, que el 31 de julio, día de su fallecimiento, sea declarado día de guarda. A continuación del documento figura el juramento de lealtad que los regidores hacían ante Ignacio.

    El detalle, que los capitulares no tomaban en cuenta es que, para entonces, Ignacio de Loyola todavía no era santo, puesto que fue canonizado tres años después, el 12 de marzo de 1622.

    Los documentos no dicen qué efecto tuvo la primera procesión, realizada el 31 de julio de 1619, pero al año siguiente se aprobó l acuerdo, se ratificó el nombramiento de abogado contra la peste y se puso el caso a consideración del Arzobispado de La Plata, hoy Sucre (ver detalle en el recuadro). También se confirmó que cada 31 de julio se celebraría a San Ignacio, pero, curiosamente, no existen evidencias en las actas de 1621 que la fiesta haya continuado. Aparentemente, las procesiones y rogativas se limitaron a solo dos años.

    En la aprobación del acuerdo, los regidores seguían llamando santo a Ignacio, pero los representantes del arzobispado, entre ellos fray Jerónimo Méndez de Tiedra, son más precisos al llamarle simplemente beato.

    SIN MÁS APARICIONES

    A partir de 1621, ya no hay más referencias a Ignacio de Loyola, ni siquiera en 1622, cuando fue canonizado. No existen evidencias de que se haya festejado la noticia, lo cual es poco menos que llamativo si se toma en cuenta la gran influencia que tuvieron los jesuitas en Potosí.

    Según Arzáns, hubo “solemnísimas fiestas” en 1590, con motivo de la inauguración del templo de la Compañía de Jesús, que habría sido edificado durante 10 años. El festejo corrió a cargo de don Antonio Zores de Ulloa y en ellos se pudo ver imágenes de la vida de Ignacio de Loyola, en bultos. En ese mismo año, el jesuita Joseph de Acosta publicaba, en España, su “Historia natural y moral de las Indias” en la que incluía la versión de Luis Capoche sobre el descubrimiento de la plata del Cerro Rico de Potosí.

    Pero la relación de los jesuitas con Potosí era aún anterior. Cuando el virrey Francisco de Toledo no podía ubicar el escondite en Vilcabamba de Tupaj Amaru I, el sobrino de Ignacio de Loyola, Martín García Oñez de Loyola, logró seducir a la hija única de Sayri Tupaj, Beatriz Clara Coya, quien develó el secreto. Con esa información, Oñez logró ubicar al inca rebelde, al que capturó y puso a disposición del virrey, quien lo mandó a decapitar. Con esa acción, se apagó definitivamente la mayor rebelión contra los españoles así que la corona estaba en deuda con el sobrino de Ignacio de Loyola, que se casó con Beatriz. El premio que pidió por su acción fue tener un cargo en Potosí y de esa manera es que llegó a la Villa Imperial en 1579, como justicia mayor.

    Además de Acosta, también llegó a Potosí uno de los principales extirpadores de cultos, el también jesuita Pablo Joseph de Arriaga. Fue él quien recomendó eliminar el culto que tenía lugar en Mullu Punku, hoy conocido como “la cueva del diablo”, y, atendiendo esa recomendación, allí se colocó a San Bartolomé. Pese a eso, no existe ningún documento que haga referencia a que también se colocó la imagen de San Ignacio de Loyola, que sería incorporada mucho después, recién en tiempos republicanos.

    Como se vio, hubo el intento de instaurar el culto a San Ignacio de Loyola, pero no se consiguió

    (*) Juan José Toro es vicepresidente de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí (SIHP).

    Aprobación del voto del glorioso San Ignacio de Loyola 

    En este Cabildo se leyó una petición que presentó ante el señor […] Luis de Saavedra en razón del voto que se ha hecho acerca de la pestilencia que su tenor de todo sacado a la letra es como se sigue:

    Ilustrísimo señor, el […] señor Luis de Saavedra, en nombre del Cabildo, Justicia y Regimiento de la Villa Imperial de Potosí y en virtud del poder especial que sus diputados le otorgaron, dice que habiendo visto y considerado el dicho Cabildo la seguridad con que Dios nuestro señor se sirve de tratar su república, afligiéndola con pestes y otras enfermedades que se han hecho continuas en ella, procurando aplacar su ira eligió por medio eficaz nombrar por su abogado y de la dicha pestilencia y enfermedades al Santo Ignacio de Loyola, patriarca y fundador de la religión de la Compañía de Jesús en la forma y con las calidades que el dicho Cabildo lo hizo en el Acuerdo y parecer que para ello tuvo que es este que presenta, el cual pretende guardar y cumplir por todos los días de la vida y para que se haga con la solemnidad y celebración que tal fiesta y devoción requiere.

    A vuestra señoría ilustrísima pide y suplica sea servido de aprobar y confirmar la elección, voto y acuerdo hecho por el dicho Cabildo en el dicho santo Ignacio de Loyola, teniendo por bien que el día que se celebra su santa fiesta se guarde en la dicha Villa y sea día festivo y que se le pueda hacer una procesión solemne según y como por el dicho Cabildo se acordó y juró dándole vuestra señoría para ello la licencia y recaudo que para su efecto sea necesario, que en ello recibirá particular gracia y merced. Con justicia que pide, etcétera. Luis de Saavedra.

    Nosotros el maestro don fray Jerónimo Méndez de Tiedra, por la gracia de Dios y de la santa sede apostólica Arzobispo de La Plata, del consejo de Su Majestad y su predicador, etcétera; por cuanto por parte del Cabildo y Regimiento de la Villa Imperial de Potosí ante nosotros fue presentado un acuerdo que se hizo en el dicho su Cabildo en veinte días del mes de agosto de este presente año de mil seiscientos y diez y nueve años y juntamente el voto que hicieron en el dicho día los dichos capitulares de guardar la fiesta del beato Ignacio el día de su fiesta, teniéndole por devoto y abogado con Dios nuestro señor en la presente enfermedad de peste y en la que en adelante hubiere haciéndole fiesta con procesión y por el dicho Cabildo nos fue pedido y suplicado mandásemos conformar lo susodicho, y por nosotros visto y ser en servicio de Dios nuestro señor y utilidad de la dicha Villa, lo tuvimos por bien; por tanto, confirmamos y aprobamos todo lo arriba contenido según y como en ellos se contiene por el tiempo que fuere nuestra [tachado: señora] voluntad y mandamos en virtud de Santa obediencia así se cumpla y guarde lo prometido y doctado (sic) por el dicho Cabildo y Regimiento. Dado en La Plata a veinte y dos de septiembre de mil seiscientos y veinte años. Fray Jerónimo Méndez de Tiedra, arzobispo de La Plata, el licenciado Fernando Vázquez Escoto, secretario.

    Y visto mandaron que se guarde y cumpla y se publique y pregone públicamente para que se tenga en toda la villa por festivo, para que venga a noticia de todos y el pregón sea hecho días antes.

    Y con esto se cerró y [¿acabó?] este Cabildo.

    Francisco Sarmiento de Sotomayor

    Juan Núñez de Anaya 

    Francisco de Burgos

    Juan Briceño 

    Manuel de Zamudio 

    Antonio de Rueda

    Pedro de Ballesteros 

    Francisco de Noboa Villamarín 

    Ante mí, Alonso de Santana, escribano de Cabildo

    Transcripción de manuscrito: María del Carmen Thompson

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