Patrona de Bolivia

En el siglo XVI se impone la Escuela Sevillana y el Estilo Manierista. En ese contexto aparece el indio Tito Yupanqui, que sabe leer y escribir y redacta su autobiografía, que es la única que existe en el Virreinato.

Escultura original de la Virgen de Copacabana.

Escultura original de la Virgen de Copacabana. Foto: Cristóbal Corso Cruz

Escultura de Tito Yupanqui en Copacabana.

Escultura de Tito Yupanqui en Copacabana. Foto: Cristóbal Corso Cruz

La Virgen de la Candelaria de Santo Domingo.

La Virgen de la Candelaria de Santo Domingo. Foto: Cristóbal Corso Cruz

Santuario de la Virgen de Copacabana a orillas del Titicaca

Santuario de la Virgen de Copacabana a orillas del Titicaca Foto: Cristóbal Corso Cruz


    Cristóbal Corso Cruz
    Ecos / 09/08/2022 23:52

    En el siglo XVI se impone la Escuela Sevillana y el Estilo Manierista. En ese contexto aparece el indio Tito Yupanqui, que sabe leer y escribir y redacta su autobiografía, que es la única que existe en el Virreinato. Es hombre duro y empeñoso, que cuida de su trabajo buscando la crítica de los entendidos, pero no se deja llevar por la moda. Su imagen de la Virgen, calificada por el Obispo como “una mona con su mico”, ha perdurado por su fuerza, su dignidad y su empaque. Yupanqui sigue a la Escuela Sevillana, ya que de allí toma su modelo, consigue un estilo diferente, duro y muy suyo. 

    De la imagen de la Virgen de Copacabana se ha escrito mucho a través del tiempo, abundan las relaciones y monografías, pero desde el punto de vista de la historia del arte no existen documentos escritos. Tan solo se conoce su autografía, donde relata la odisea que fue para él la realización de la imagen de la Virgen. Al parecer, el documento fue escrito en Arequipa donde Yupanqui pasó los últimos años de su vida como lego agustino. Tito Yupanqui era lupaca, oriundo de Copacabana. En su relato, el escultor dice, refiriéndose a la colocación en el templo de su primera imagen de barro: “lo dijo (el cura) poneldo in altar in donde lo estaba (léase estuvo) más de su año con medio”. Se puede pensar que el padre Almeida, a quien se refiere Yupanqui, tuvo parte en su vocación de escultor, pues lo alentó poniendo en el altar mayor la imagen de barro que éste había hecho. Lastimosamente no compartió este criterio su sucesor, el cura Montoro, quien mandó a retirar del altar la primera imagen. Dice el cronista Ramos Gavilán “que en medio de esa reyerta popular salióse (Yupanqui) callado para la Villa Imperial de Potosí”. Discurrieron entonces, con su hermano León Felipe, el marcharse a Potosí el año 1581. Al encontrarse con su pariente don Alonso Viracocha Inca, y luego de contarle su “enojamiento”, Yupanqui le ruega que le ponga de aprendiz de escultor. Colocó a su protegido en el taller del maestro Diego Ortiz de Guzmán, donde permaneció muy poco tiempo. El escultor indio dice que: “dispois de cuando lo sabíamos un poco di algo de entalladora” en cuanto sale del taller se dirige al cacique Viracocha para anoticiarlo de que a su juicio ya sabe lo suficiente y que “lo impizaría un hechora del Vergen”.

    El indio Yupanqui, con su hermano, el cacique y otros naturales, salen a ver las iglesias de Potosí en busca de un modelo para realizar la talla “para sacallo de allí pareciendo bueno”. Eligieron la Virgen de la Candelaria de la iglesia de Santo Domingo. Comenzó a hacer su imagen el día 4 de junio de 1582. No fue empresa fácil su realización, por lo poco experto del novel artista. Según sus propias declaraciones, el modelo quebró cuatro veces. Perdida la tradición de la técnica de la talla de maguey, hizo un molde con la ayuda de su hermano León Felipe, que también era escultor. Una vez realizada la talla que fue obra al parecer exclusivamente suya, se la llevó al taller de su maestro Diego Ortiz para que éste le diera su opinión. Según el artista indio, “estaba el imagen acabado e blanqueado que no le faltaba sino ponerle oro”. Con el objeto de sacar autorización del Obispo de La Plata para llevar la imagen a Copacabana y fundar la cofradía de la Candelaria, se fue a Chuquisaca. Junto a esta intención era pedir licencia al Obispo para “ser pentor y hacer boltos”. Parece que había alguna prohibición para que los indios realizaran trabajos de pintura y escultura. Una vez en La Plata, el obispo responde: “no lo quiero dar licencia para que lo seais pintor, no lo hagáis los hechuras del Vergen ni boltos si lo quereis ser pintor, e si vos pentais y lo haceis boltos del Vergen, que yo lo castigaré muy bien…”  Pero este contratiempo, aunque duro, no desalentó totalmente al escultor. Tito Yupanqui hace un relato conmovedor de este episodio, se transcribe así: “me lo dexeron no estaba bien el imagen, é qui lo parece como hombre, y lo está con sus barbas, que no es buena, é me lo dexeron que no lo haga, e dispoes di cuando lo tenían con sus manos, cada español, e lo rian di merarlo é me lo dexeron que los naturales no puede hacer el imágenes del Vergen, ne boltos y luego estove medio desmayado” De allí se fue Yupanqui a la iglesia a rezar y pedir a Dios que le diese mano para hacer bultos y ser buen pintor. Después del desgraciado suceso con el Obispo de Charcas, Yupanqui decide ir a La Paz, buscó alguien que lo ayudara a estofar y pintar la imagen. ¿Por qué no permaneció en Chuquisaca o Potosí donde podía encontrar maestros pintores de categoría? Tan sólo quería alejarse del lugar de su fracaso. En La Paz se dirige al convento de San Francisco. El ardor artístico de Yupanqui lo llevó a un encuentro con el escultor español Vargas, el indio artista le ayudaría en la conclusión de un retablo y, a cambio, el español Vargas estofaría y encarnaría la talla de la Candelaria. Ya en 1583, la obra estaba concluida.

    La imagen de la Virgen de Copacabana, de un metro de altura, modelada con “maguey y tela encolada”. Posición frontal, cuya anatomía se encuentra oculta por un manto, que cae sobre la cabeza en forma de velo hasta los hombros; en la mano izquierda sostiene al Niño Jesús y con la derecha coge la canastilla y la candela. El rostro es sereno en majestad y belleza. Es copia de una imagen europea, pero hay que advertir que hay una gran distancia entre la Virgen de Santo Domingo de Potosí que le sirvió de modelo y, sin embargo, en la Virgen de Copacabana hay un fondo sui-géneris, personalísimo del autor y algo de rasgos indígenas.

    Viendo próxima la festividad de la Candelaria se apersonó en el pueblo y mandó al cacique que enviase a La Paz gente suficiente para llevar la imagen. Se hizo el traslado y después de haber pernoctado en Tiquina llegó a Copacabana el 2 de febrero de 1583 donde, dicha la misa solemne, se declaró por patrona, en general contentos Anansayas y Urinsayas. Con ello comenzó la gloria y la fama para el artista Yupanqui, que después de una odisea de varios años  triunfó gracias a su profunda fe y a su decidida vocación artística •

    (*) Cristóbal Corso Cruz es Presidente de la Sociedad Geográfica y de historia “Potosí”

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