La Virgen más rica
Los cronistas e historiadores del periodo colonial español de la Villa Imperial de Potosí narran la forma en la que se realizaba las procesiones en veneración a Dios y a la Virgen María.
Los cronistas e historiadores del periodo colonial español de la Villa Imperial de Potosí narran la forma en la que se realizaba las procesiones en veneración a Dios y a la Virgen María. Según la tradición oral, desde el siglo XVIII, los devotos de las Vírgenes del Rosario y de las Mercedes estaban organizados en “cofradías” cuya rivalidad “hacía que noche a noche aparecieran en las calles potosinas ciudadanos apuñalados, degollados o colgando de los balcones”. Según unos, podría tratarse de la rivalidad entre vicuñas y vascongados, que causó muchas muertes, o con el hecho de que cada una de las imágenes pudiera haber sido elegida como patrona de un bando u otro. Otras versiones aseveran que, si bien existió rivalidad entre los devotos de las diferentes imágenes veneradas en la Villa Imperial, ésta no llegó alcanzar contornos que conduzcan al derramamiento de sangre. Sea una u otra la verdad, lo cierto es que hasta hoy se efectúa las dos procesiones en el orden señalado con sus correspondientes “visitas y retribuciones” en medio del recogimiento y la fe de miles de devotos.
Se sabe, gracias a la tradición oral de una informante que recuerda que las niñas de su generación (primeros años del siglo XX) asistían a las procesiones con vestidos blancos que el comercio importaba del exterior para esas ocasiones. Las familias que vivían en las casas por donde pasaban las procesiones de las Vírgenes; de la Merced, Rosario y del Carmen invitaban a otras familias para que juntas echen flores y canastillas de papel con mixturas desde los balcones adornados con gran gusto y, después de la procesión era costumbre servir un té con masitas a las personas invitadas”.
RICA, LA MÁS RICA
Otro informante, que fue presidente de la Cofradía de Nuestra Señora de La Merced, explicó que “la Virgen de la Merced es rica, la más rica seguramente; tiene anillos de oro, chorros de esmeraldas, perlas como maíz, rubíes, topacios, brillantes, collares y de todo, de todo… cuando yo era miembro de esa cofradía existía un inventario… todas las joyas estaban guardadas en un lugar secreto que solo conocían las autoridades religiosas y 14 miembros de la cofradía: siete señoras y siete caballeros; cada uno guardaba una llave de manera que, para sacar las joyas para la procesión, había que reunir las 14 llaves o, de lo contrario, no se podía abrir el lugar… así debe seguir siendo, ahora me imagino”…
Recogiendo más datos de la tradición oral, los informantes de la Cofradía de la Virgen relatan: “Sin lugar a duda, la Virgen de las Mercedes es ‘la más rica’ de la Villa Imperial. Sus joyas son celosamente guardadas en un cofre con llaves cuyos custodios radican en la ciudad y el interior del país. Se reúnen solamente tres horas antes de la procesión para verificar la coincidencia entre inventarios y existencias, así como escoger las piezas con las cuales será engalanada la Virgen. En su corona, que pesa cinco kilos y es de oro macizo, destaca una perla negra ‘neta’ de seis centímetros de tamaño, además de muchas piedras preciosas. Centenares de perlas ‘netas’ forman parte de su ‘collar de cinco vueltas’. Su casulla le cubre el cuerpo desde el cuello a los pies. Esmeraldas, topacios, aguamarinas tachonan sus vestiduras o están engastadas en objetos ornamentales que le dieron sus devotos”. Por sus dimensiones y delicadeza del repujado y la pureza del metal es único en Bolivia su arco de plata de dos metros de diámetro, que data del año 1787 y remata en una corona Imperial del mismo material.
Al referirse a la procesión, agregan: “las procesiones de la Virgen de la Merced, eran las más concurridas y suntuosas. Había que ver cuánta gente asistía llenando cuadras y cuadras… Antes de entrar al templo de espalda y mirando a la muchedumbre, los que llevaban la imagen la hacían bailar…nuestra cofradía tenía 200 miembros que eran muy activos porque antes, había no solamente verdadera fe católica, sino también responsabilidad, y alguien que deseaba ser miembro de una institución lo hacía porque tenía deseos de trabajar y de servir…”.
Testimonios de más informantes explican: “A las tres de la tarde del primer domingo de octubre sale la procesión por un trayecto que es tradicional deteniéndose en los altares preparados por los devotos. Queda aún en la memoria de mucha gente el hecho de que durante la colonia y los primeros años de la República la preparación de los altares estaba a cargo de los azogueros y devotos ricos que hacían ostentación de sus fortunas exhibiendo tapices y alfombras, así como ‘piñas’ de plata y objetos ornamentales labrados en oro y plata”. Cuando la procesión se aproxima a Santo Domingo, los cofrades de la Virgen del Rosario sacan hasta el atrio la imagen de la Virgen, para que reciba a su amiga. Verificado el encuentro, ambas imágenes son introducidas a la nave central “para que charlen un rato”; mientras un coro entona cánticos religiosos y el párroco anfitrión dice plegarias en loor de ambas imágenes. La imaginación popular ha “fabricado” este comienzo de diálogo, con una alusión a que la Virgen del Rosario lleva una criatura en la mano y no así la Virgen de la Merced.
—Mechita, gracias por visitarme…—Es una obligación mía, Charito…—Yo lo haré el próximo domingo si mi wawita no se enferma. Esta wawa no me deja un minuto libre con sus achaques y travesuras…—En cambio, yo estoy sola y me aburro todo el tiempo...
EL BAILE
El último tramo es realmente todo un espectáculo, el más esperado y tal vez único en el país: el baile de la Virgen “que vuelve feliz después de haber visitado a su amiga”. En un alarde de sincronización de movimientos y fortaleza física, “los anderos” más fuertes y diestros —porque tienen que recorrer toda una cuadra llevando un peso superior a los 300 kilogramos— rompen la marcha al compás que marca “el jefe mayor” golpeando con martillo una pieza de fierro. Unos pasos adelante y otro atrás le imprimen un vaivén a la imagen que parece flotar suavemente sobre los fieles que la contemplan extasiados… “La Virgen está bailando…la Virgen está bailando de felicidad…vean, véanla, la Virgen baila”. Volverá a hacerlo el primer domingo de octubre del año venidero y de los años subsiguientes. Es todo un espectáculo •
(*) Cristóbal Corso Cruz es Presidente de la Sociedad Geográfica y de historia “Potosí”