Casa de las Tres Portadas
Montañas ingentes cuyo perfil se recorta sobre un cielo tan limpio que reduce distancias y acerca lejanías, en un paisaje duro y terrible que semeja un océano petrificado en plena tormenta, la Villa Imperial de Potosí es un contrasentido desde el punto de vista de la geografía humana.
Montañas ingentes cuyo perfil se recorta sobre un cielo tan limpio que reduce distancias y acerca lejanías, en un paisaje duro y terrible que semeja un océano petrificado en plena tormenta, la Villa Imperial de Potosí es un contrasentido desde el punto de vista de la geografía humana.
A más de 3.800 metros sobre el nivel del mar, la naturaleza no invita a la vida en aquellas desoladas punas barridas por el aire sin freno de las alturas, donde no se encuentra la policromía de una flor o la verde nota de un árbol que rompan el tono pardo del suelo y mitifiquen la sensación de muerte que produce el paisaje.
Pero una montaña de forma cónica “de una muy hermosa hechura, que parece hecha a mano y muestra ser como un montón de trigo” fue el “único milagro de la naturaleza” capaz de transformar la geografía de la altiplanicie, haciendo surgir la aglomeración urbana postrada a sus pies.
La arquitectura habitacional potosina ha sido en general poco estudiada, subsisten pocos ejemplos del siglo XVII, siendo del siglo XVIII los más numerosos. De la inmensa ciudad que era Potosí en los principios del seiscientos poco queda.
El cronista fray Diego de Ocaña explica que el aspecto de la ciudad en su trazo urbano era as{i: “el centro del pueblo de españoles está por cuadras, las casas y las calles de los indios que llaman rancherías están alrededor de las casas de españoles de manera que por todas le tienen cercado los indios de tal manera que las casas llegan hasta las faldas del cerro”.
La arquitectura del siglo XVIII no estuvo solamente limitada al campo religioso, sino que también se extendió a las casas de habitación. Como es natural, los edificios que mejor han resistido al tiempo son los construidos con materiales nobles: palacios y residencias de gente acomodada. El esquema típico de la casa potosina dieciochesca, en cuanto a la planta, proviene del siglo anterior: estructura a menudo asimétrica, de patio con columnas y arcadas en la planta baja y galería en la alta.
La mejor casa potosina y una de las mejores de Bolivia es la llamada Casa de Recogidas o Casa de las Tres Portadas que es una amplísima casa que no responde precisamente a la clásica concepción de palacio virreinal como la Casa de los Marqueses de Otavi en Potosí. Su destino fue el beaterio para indias de la orden franciscana.
Tiene en su interior un gran patio al que se accede por medio de un zaguán. Sobre el patio hay arcadas de sencillo molduraje dispuestas en dos pisos. Los arcos de la planta alta descansan sobre pilares octogonales. El ala donde se abre el arco del zaguán carece de arcada y sobre el extenso muro ciego destaca un gran arco profusamente decorado con esa arbitraria ornamentación que puede verse en muchas partes de este edificio. El precedente más lejano hay que buscarlo en el arte plateresco.
Llama en extremo la atención, la novedosa decoración de sus tres portadas. Lo que se suele levantar columnas salomónicas de piedra tallada de estilo clásico o estilo barroco; en este caso fueron reemplazados con pilastras con rombos, una orla vegetal en la rosca y varios elementos que se desprenden del esquema arquitectónico para trepar en el muro.
La casa tiene exteriormente tres hermosas portadas, todas ellas con un diseño sumamente original, se reitera, no repiten la arquitectura religiosa, sino que dan una versión nueva dentro de la misma sensibilidad tendente a la ornamentación profusa y extraña. Esa ornamentación no busca recrearse en lo bello sino en lo curioso.
Las portadas son de ladrillo, señalándose ese declinar económico de la Villa, que va cuesta abajo a lo largo del siglo XVIII. El ladrillo y la cal que se usa para enjalbegar dan una mayor libertad a los artífices. Dos de ellas abarcan dos plantas con puerta y ventana; la tercera carece de ventana y, en su lugar, cubre el piso alto un paño muy decorado. La mayor de las tres portadas tiene dos vanos adintelados flanqueados por un curioso juego de pilastras donde alternan, de fuera hacia dentro, una “pilastra salomónica” a la manera de los proyectos de Ricci, enmarcada en una caja, sobre ella motivos florales y figuras antropomorfas.
Junto a estos motivos hay tres pilastras sucesivas: la central decorada con follaje y las circundantes cajeadas, guardan en sus cajas columnas sin capitel decoradas con estrías. Al centro los dos vanos: puerta y ventana. rematando el conjunto un cielo estrellado. Nada hay semejante, por su originalidad y gracia, en toda la arquitectura civil en Sudamérica. La segunda portada es similar, pero las “pilastras salomónicas” se han convertido en elementos colgantes desdoblándose a los lados en abanico. Persisten las tres pilastras interiores junto a los vanos, pero han desaparecido en ellas las columnas cajeadas y en su lugar hay perfiles de balaustre que ha pasado de la carpintería a la mampostería.
Tres máscaras, una sobre la ventana y dos en las pilastras interiores completan la composición. El follaje es abundante con la característica del horror vacui cubre los elementos arquitectónicos. La tercera portada, sin ventana y con solo el vano de la puerta, repite en tono menor la composición de la primera.
La Casa de las Recogidas tiene junto a la segunda portada un balcón volado de madera con tableros decorados y, sobre él, una extraña torrecilla con doble cúpula. La Casa de las Recogidas, que resume en sí todo el desborde barroco del que fue posible la sociedad mestiza, presenta una arquitectura que logra imponerse en el medio •
(*) Cristóbal Corso Cruz es presidente de la Sociedad Geográfica y de historia “Potosí”.