Momias: muertos prehispánicos
Durante el incario se tenía la idea de que el poder y la riqueza que ostentaban los incas, las familias reales, los sacerdotes, etc.
Durante el incario se tenía la idea de que el poder y la riqueza que ostentaban los incas, las familias reales, los sacerdotes, etc. habrían sido otorgados por designios divinos; en consecuencia, los pobres y enfermos no gozaban del mismo aprecio por parte de las divinidades del mundo andino. Es más, la muerte no cambiaba en mucho la situación económica y poderío social de las personas pues las familias de escasos recursos construían pequeñas cámaras funerarias, realizaban modestas ceremonias rituales y, en virtud de sus posibilidades, procuraban satisfacer las necesidades de alimento, vestimenta y bebida de sus difuntos. En tanto, a la muerte de un inca o persona poderosa, el lujo y la abundancia eran una constante de las ceremonias rituales, ofrendas, etc. Según Polo de Ondegardo (1559), “cuando moría el inca ninguna cosa de sus tesoros, y ropa heredaba el sucesor, mas todo se aplicaba para los sacrificios, y servicios, y sustento de sus ministros. Y el día que morían mataban a las mujeres a quien tenían afición, y criados y oficiales para que les fueren a servir en la otra vida”.
Acotando a este punto, Bartolomé de las Casas (1892) señala que, a la muerte de Pachacuteq Inca Yupanqui, se realizaron tal número de honras funerales que duraron entre seis a ocho meses, llegando continuamente comitivas de todas las provincias a entregar ofrendas al inca. Por lo tanto, los incas seguían disfrutando de sus bienes y lujos aun después de muertos, además de contar con sirvientes y sacerdotes quienes se encargaban exclusivamente de su cuidado.
Las momias incas
Al igual que los egipcios, los incas procuraban preservar el cuerpo de sus difuntos de la mejor forma posible, recurriendo a diversos métodos y técnicas de momificación. Según Sentinella (2006), “en el antiguo Perú las momias se preparaban con bálsamo del Perú, mentol, bálsamo de Tolú, sal, tanino, diversos alcaloides, saponinas y resinas”. Era tal la destreza y conocimientos de los embalsamadores que los cuerpos de las momias incas podían durar siglos. “Estaba el cuerpo tan entero y bien aderezado con cierto betún, que aparecía vivo. Los ojos tenían hechos de una telilla de oro, tan bien puestos que no le hacían falta los naturales… Estaba sano y no le faltaba cabello, como si muriera aquel mismo día, habiendo más de 60 u 80 años que había muerto” (De Acosta, J., 1589).
La mayoría de las momias de los incas se encontraban en los templos pertenecientes a las familias reales o panacas, aunque muchas de las momias de los Sapa Incas se encontraban en el templo de Q’uri Cancha, en el Cuzco, donde tenían sus altares respectivos.
La vida social de las momias
Se consideraba que las momias de los incas se encontraban en un plano intermedio entre el mundo de los vivos y el mundo espiritual, pudiendo ser mediadores de los vivos ante los dioses, o una especie de oráculos. Por ende, las momias de los incas ocupaban un lugar especial en las prácticas religiosas y sociales del mundo andino, siendo algo común el sacarlas de sus templos para convivir con el resto de la sociedad. Nuevamente Polo de Ondegardo (1571) sostiene que, cuando se posesionaba a un inca como supremo gobernante, se realizaban varias ceremonias en presencia de las momias, “se sacaban los cuerpos todos de los Incas a la plaza, y allí se les hacía su fuego, muy cubiertos y envueltos en mucha suma de mantas ricas sobre cantidad de algodón, y estaban debajo sentados en sus sillas, y allí delante se les hacía su fuego como al propio Inca vivo”. Es así que las momias de los incas llegaban a tener una muy ajetreada vida social, llegando incluso a liderar a sus ejércitos en las campañas bélicas, en las que comunicaban sus órdenes a través de mediadores o médiums.
El Aya Markay Killa
Para los incas, el mes de noviembre se constituía en un espacio - tiempo en el que los muertos volvían a habitar sus inertes cuerpos, y así lograr compartir con los vivos de manera recíproca. Los muertos eran tratados con singular atención, atribuyéndoles las virtudes y necesidades propias de los seres vivos. Por lo cual, los difuntos podían ser partícipes de las fiestas, comer alimentos, beber y conversar en un dialogo simbólico con los vivos.
El cronista indígena Guamán Poma de Ayala (1936) señala que, para los quechuas, el mes de noviembre era conocido bajo el nombre de Aya Marcay Killa o mes de cargar a los difuntos. Según el autor, este mes se sacaba a los difuntos de sus bóvedas funerarias llamadas “Pucullo” y se les daba de comer, beber y se les vestía con las indumentarias más ricas, también se les ponía plumas. El cuerpo momificado del difunto era llevado por las calles, la plaza y de casa en casa, donde las personas, les ofrecían comida y bebida mientras cantaban y danzaba con los difuntos. Después de esta celebración, los difuntos eran nuevamente llevados a sus “Pucullos” (cámaras funerarias), depositándolos con alimentos y bebidas.
Esta singular celebración de culto a los muertos fue prohibida por las órdenes religiosas durante las campañas de extirpación de idolatrías, llegando a un proceso de sincretismo cultural y religioso cuyo resultado más visible es la actual celebración de Todos los Santos en Bolivia; donde se recuerda y comparte agradables momentos con aquellos seres queridos que nos siguen guiando desde el más allá •
(*) Flores Peca es presidente 2020-2022 de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí (SIHP).
Bibliografía
De las Casas, Bartolomé (1892). De las antiguas gentes del Perú. Madrid-España; Editorial Maxtor.
De Acosta, Josef (1589 -2008). Historia Natural y Moral de las Indias. Madrid; Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Guamán, Poma de Ayala, F., (1936 -1992). El primer Crónica y Buen Gobierno. México; Siglo XXI.
Polo de Ondegardo, Juan (1559 - 1906). Tratado y averiguación sobre los errores y supersticiones de los indios. Revista Histórica. Órgano del Instituto Histórico del Perú. Dirigida por Carlos Alberto Romero. Volumen (tomo origen) 1, Lima, 1906.
Polo de Ondegardo, Juan (1571- 1990). El mundo de los incas. España; HISPASAT.
Sentinella, David (2006). El enigma de las momias, Claves históricas del arte de la momificación en las antiguas civilizaciones. Madrid; Nowtilus S. L.