Atuendos cuentan historias

“Puntadas del Tiempo” es un viaje al pasado, fruto de la restauración minuciosa de atuendos antiguos durante casi un año, que posibilitó la muestra de verdaderas reliquias que tomaron nuevo vigor y frescura. 

Atuendos cuentan historias

Atuendos cuentan historias Foto: Evelyn Campos ECOS

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    Evelyn Campos López ECOS
    Ecos / 04/12/2022 23:06

    “Puntadas del Tiempo” es un viaje al pasado, fruto de la restauración minuciosa de atuendos antiguos durante casi un año, que posibilitó la muestra de verdaderas reliquias que tomaron nuevo vigor y frescura. 

    La maestra y coreógrafa Amparo Silva, directora del Estudio de Danza que lleva su nombre, nos brinda detalles sobre su colección de prendas antiguas que “cuentan” cómo era la vida durante la “época de oro” en la sociedad sucrense. 

    Los habitantes de lo que ahora es Sucre, hombres y mujeres, estaban al tanto de los acontecimientos suscitados en el mundo y, por supuesto, de las tendencias en la moda que era seguida por las clases altas. 

    En la impecable muestra presentada con éxito en los salones de la Casa de la Libertad se exhibió 11 atuendos originales que datan aproximadamente de los siglos XVIII, XIX y albores del XX, que Silva adquirió de Lourdes Meyer de Torricos. 

    Además, hay diez prendas que refaccionó en persona usando telas y delicados materiales de costura recolectados de otras piezas antiguas. También costuró nuevos atuendos inspirados en tendencias antiguas completando así su colección. 

    “En mi estrecha relación diaria con estos más que atuendos, mientras mi mente y manos obraban, mi corazón sentía a quienes los vistieron. Mujeres más limitadas en el movimiento, eslabones de unión, amor y fortaleza en el hogar, con tantas batallas internas que nunca perdieron glamour. Hoy no es diferente: el glamour se destella a raudales en cada mirada, sonrisa, palabra, lucha y conquista por un espacio más justo y equitativo”, expresa Silva. 

    Características de las prendas 

    Silva explica a ECOS que los vestidos son de lino, seda, terciopelo, satén y otras telas de diferente procedencia; llevan adornos con tul, encajes, calados, moños, lazos, cintas, volantes, bellos bordados con hilos de oro y plata, perlas, pedrería fina y mostacilla. 

    El objetivo era comprimir el talle y cubrir con postizos el cuerpo femenino: frágil cintura y exuberante parte superior e inferior, con cuello alto, estrecho y rígido. 

    Hay sombreros coquetos de ala ancha y angosta, de diferentes tamaños y modelos, adornados con plumas, cintas y delicados bordados. La mayor parte de los zapatos y botines son puntiagudos y se sostienen sobre medios tacones barrocos. 

    Los complementos indispensables son mantas, mantillas, capas, medias de seda, guantes ajustados, falsos cuellos, carteras, abanicos, peinetas, broches y sombrillas para mantener el tono blanco de la piel. 

    En un gesto desprendido, la familia Arandia Davezies prestó para la muestra algunos accesorios que atesoran, como sombreros y finas pieles de la época. 

    Cabe mencionar que, a finales del siglo XIX y principios del XX, se puso de moda para hombres y mujeres, como signo de riqueza y rango en la sociedad, el uso de accesorios de pieles originales de castor, zorro y visón. 

    Se hacía sombreros, abrigos, bufandas y orejeras; también había cuellos, puños y bandas en todo el ruedo de piel. Incluso se usaba como accesorio la piel entera de pequeños animales como visones, con la cabeza y los pies incluidos, llamada estola •

    Evolución de la moda femenina 

    Datos históricos afirman que en los últimos siglos la vestimenta femenina evolucionó de manera contundente, claramente inspirada por los acontecimientos mundiales y progresos económicos, cambios políticos y sociales que se fueron dando. 

    Desde hace mucho tiempo se conoce a París, Francia, como la “meca de la moda” o la “capital de la moda”. 

    La historia da cuenta de que los miembros de la realeza eran los que marcaban tendencias con su exquisito gusto y poder económico, y los diseñadores seguían al pie de la letra las indicaciones que recibían. 

    Durante los últimos años del reinado de Luis XIV predominaron los vestidos austeros, de colores oscuros, reflejo del rigor moral que quiso imponer el monarca anciano, pero a su muerte todo cambió. 

    Los rigurosos tonos severos, como el negro o marrón pasaron a la historia y se exaltaron colores más llamativos; los vestidos se caracterizaban por sus extravagantes escotes y faldones grandes con piezas más recatadas. 

    Varias investigaciones muestran que, durante la “época victoriana” (desde 1837 a 1901), se impuso con fuerza, a nivel mundial, el corsé, que acentuó las curvas femeninas dándoles la figura de reloj de arena. Los vestidos eran largos, tapados y pomposos. 

    Había una clara diferencia entre los vestidos de día y de noche: los primeros se confeccionaban con telas más ligeras, con mangas largas y cuello alto; los segundos eran más osados, presentaban ricos adornos, con brazos descubiertos y generosos escotes. 

    Referencias históricas afirman que durante la Belle Époque seguían vigentes esas tendencias con leves variaciones. 

    Durante los primeros años del siglo XX, la moda fue cambiando: se estableció líneas más cómodas y flexibles con el corte imperio, con talle bajo el busto, así se eliminó definitivamente el apretadísimo corsé y apareció el sujetador. 

    También se impuso el traje de falda, chaqueta y blusa, desaparecieron los miriñaques y polisones. Aparecieron tejidos más livianos como la muselina, la batista, el tul, las gasas y las sedas. 

    No obstante, fue durante la primera Guerra Mundial cuando el rol preestablecido de la mujer en la sociedad se precipitó por la falta de hombres, y les obligó a tomar el mando y dirección de diferentes actividades. Eso revolucionó los códigos de la vestimenta, imponiéndose otras tendencias y la funcionalidad de los pantalones. 

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