Relojeros en retroceso

Los relojes son tan necesarios para el ser humano que, sin ellos, sería muy difícil medir el tiempo.

Un oficio en extinción.

Un oficio en extinción. Foto: Cristóbal Corso Cruz

El 28 de octubre de 2013, el especialista Guillermo Mitri reparó el reloj de la catedral potosina.

El 28 de octubre de 2013, el especialista Guillermo Mitri reparó el reloj de la catedral potosina. Foto: Cristóbal Corso Cruz

El oficio del relojero era una herencia de abuelos a padres e hijos.

El oficio del relojero era una herencia de abuelos a padres e hijos. Foto: Cristóbal Corso Cruz

En el siglo XVIII, los herreros forjaban rejas artísticas, fundían armas y, a la vez, eran excelentes relojeros.

En el siglo XVIII, los herreros forjaban rejas artísticas, fundían armas y, a la vez, eran excelentes relojeros. Foto: Cristóbal Corso Cruz


    Cristóbal Corso Cruz
    Ecos / 17/12/2022 23:50

    Los relojes son tan necesarios para el ser humano que, sin ellos, sería muy difícil medir el tiempo.

    El relojero es un artesano de servicio, con pulso firme y vista aguda, encargado de proveer el artefacto tan útil para la vida diaria. Cuántas veces había que visitar al relojero para solicitarle su atención para el reajuste, cuando se descomponía su maquinaria de perfección asombrosa. 

    El seguimiento de relojeros rasos y la ubicación de practicantes del oficio en América permiten ampliar la definición de un relojero según el punto de vista de la sociedad de los siglos XVIII y XIX. Si bien el oficio del relojero es el arte de la reparación, en el mundo hispánico se logró que un sinnúmero de personas entendiese la forma correcta de portar y consultar un reloj. En la Villa Imperial de Potosí, dada su fama y grandeza; vivieron un gran número de artesanos que dominaban el trabajo de transformación del hierro y existieron importantes forjadores de rejas artísticas, maestros armeros, entendidos en la aleación de metales para lograr excelentes espadas, lanzas y cuchillos. 

    Claro que no faltaron los artesanos relojeros. En esa época se sabe que llegaron relojeros vascos, aparecieron suscribiendo contratos unas veces como maestros relojeros y otras como rejeros. Padre, hijo y nietos fueron importantes forjadores de rejas artísticas para iglesias, catedrales y casas reales, así como hábiles fabricantes y reparadores de relojes, trabajos que realizaban en sus fraguas, donde fundían cañones, armas de fuego. Asimismo, construyeron relojes para iglesias y ayuntamientos, con mecanismos de ruedas dentadas, esferas, incluyendo armazones para las campanas. 

    En tiempos pasados, los relojeros, y más tarde de los fotógrafos, tenían negocios ambulantes, pues pocos tenían asentado su taller en la ciudad de Potosí. Eran expertos que sabían componer y conocían todos los secretos de esa delicada y diminuta maquinaria. En la ciudad de La Paz aún se recuerda los nombres de extranjeros como el francés Nardín, el alemán Shohaus; en Sucre tuvo mucha fama la familia Auza, como excelentes relojeros. A mediados del siglo XIX, en la ciudad de Potosí estaba en actividad un relojero muy notable: Don Eugenio Hochkofler, de procedencia alemana, cuyo taller fue instalado en una esquina de la Plaza Central, llamaba la atención un enorme letrero prendido a la puerta que anunciaba: “Se compone y arregla relojes”, el mencionado artesano, comentan las abuelas, “era muy bello”, sus ojos parecían dos esmeraldas. Claro que, como era alemán, posiblemente de raza aria.  Se hace referencia a otro relojero de esa época, Don Eugenio Villavicencio, que había llegado a Potosí trayendo diversa cantidad de relojes de oro y plata de primera clase. Instaló su taller en una calle principal, anunció sus servicios en los periódicos que circulaban en la capital. Con el pasar del tiempo, contrajo matrimonio con una potosina, hasta que entregó su alma a Dios.

    Los relojes miden el tiempo que es implacable, no se detiene. Lastimosamente, en la ciudad de Potosí, en la actualidad pocos son los artesanos relojeros que sobreviven. Algunos se encuentran instalados en un ambiente y un kiosco en el Mercado Central. Ellos aprendieron el oficio de sus padres que también eran relojeros. Comentan que todos los que nos visitaban se quedaban impresionados con la mecánica en miniatura con la que se trabaja, con pequeños engranajes, las agujillas, palancas y una serie de formas mecánicas, que eran revisadas y controladas con una infaltable lupa de muchos aumentos. Evidentemente se nota la nostalgia de una tradición.

    Los relojes antes eran mecanizados y era todo lujo tener uno, quizá un equivalente a un celular de alta gama de hoy. Ahora ya casi no hay, quedan unos cuantos de reconocidas marcas japonesas y suizas como Citizen, Seiko y Orient o Rolex, Omega, Longiness, respectivamente y tienen un costo muy elevado. Según la opinión del señor Hans Jochen Kaftfsack; año 1988, los relojes suizos volvieron a dar la hora. La tendencia del comprador pudiente y consiste de la moda al cronómetro carísimo. Las exportaciones de la industria relojera suiza superaron al récord de los años 1985 y 1986, cuando se exportó relojes por un valor de 4.300 millones de francos suizos. En ese tiempo, la relojería suiza afirmó su posición como líder mundial en el rubro de los relojes caros. Tanto el Rolex como el Omega aún están de moda como producto de prestigio de alto quilate o como accesorio de moda, o como obra maestra de la manufactura suiza. El valor de estos relojes no se cuantifica por su longevidad o su estética, “son catalogados por el trabajo que conlleva repararlo”. Algunos son heredados de abuelos a padres y a hijos,  el valor que tiene es sentimental.

    Ya en pleno siglo XX, los ciudadanos potosinos vivieron durante algunos años sin que el reloj de su Catedral anuncie la hora, se preguntaban el por qué… posiblemente las autoridades ediles notaron la falta y, luego de varios intentos de reparar el mencionado reloj, finalmente la población observó con beneplácito y satisfacción el funcionamiento y los tradicionales sonidos de las campanas del reloj de la Catedral, que anuncian la hora. Las autoridades de la Alcaldía de ese entonces, habían dado paso al proceso de contratación de un especialista después de conocer un informe técnico y descriptivo de la revisión a la estructura y estado de la maquinaria del reloj y sus características. El 28 de octubre de 2013, el especialista Guillermo Mitri comenzó un trabajo de reparación, previo el diagnóstico, e hizo la calibración del sistema central de función y los relojes exteriores. El 11 de diciembre de ese año funcionó en calidad de prueba para alegría de la población.

    En la actualidad, al conversar con relojeros, instalados en sus talleres en casetas del Mercado Central; opinan que los tiempos pasados fueron los mejores en cuanto a clientela y el declive de su oficio con los cambios sufridos en las últimas décadas, con la llegada de relojes desechables, a pila de cuarzo o la incursión del celular, en el que la mayoría de las personas consultan la hora, lastimosamente en la presente época muy pocos utilizan un reloj pulsera •

     

    (*) Cristóbal Corso Cruz es Presidente de la Sociedad Geográfica y de historia “Potosí”

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