Flamencos rosa

Los flamencos de la Laguna Colorada representan un gran potencial para la población humana pues, con su presencia, hermosos colores y elegancia, embellecen el paisaje de su entorno, potenciándolo para la actividad turística.  

Parina chica o flamenco de james (Phoenicoparrus jamesi) y Parina grande o flamenco andino (Phoenicoparrus andinus).

Parina chica o flamenco de james (Phoenicoparrus jamesi) y Parina grande o flamenco andino (Phoenicoparrus andinus). Foto: Omar Rocha

Laguna Colorada y los flamencos altoandinos que habitan ambientes extremos.

Laguna Colorada y los flamencos altoandinos que habitan ambientes extremos. Foto: Omar Rocha

El equipo de guardaparques del Área Protegida arrea a flamencos juveniles para su anillado.

El equipo de guardaparques del Área Protegida arrea a flamencos juveniles para su anillado. Foto: Omar Rocha


    Evelyn Campos López ECOS
    Ecos / 26/01/2023 00:34

    Los flamencos de la Laguna Colorada representan un gran potencial para la población humana pues, con su presencia, hermosos colores y elegancia, embellecen el paisaje de su entorno, potenciándolo para la actividad turística.  

    La Laguna Colorada es uno de los principales atractivos turísticos de la Reserva Nacional Eduardo Abaroa (RNEA). Está en la provincia Sur Lípez del Departamento de Potosí, al suroeste de Bolivia. Es un lugar de cría para los flamencos andinos y está a 4.300 metros sobre el nivel del mar. 

    El paisaje del lugar es una fiesta de colores que seduce a los ojos humanos: Por un lado está el espejo de agua de la Laguna Colorada y, por otro, los volcanes, fumarolas y cientos o miles de flamencos con fantásticas tonalidades rosas, que apacibles buscan alimento en las profundidades de las aguas. Cada año van un promedio de 100 mil visitantes. 

    Este lugar tiene uno de los ambientes más hostiles del planeta: es árido, con precipitaciones escasas, radiación solar intensa y vientos fuertes. 

    Con sus altas y bajas temperaturas y su extrema radiación ultravioleta, parece ser el lugar menos adecuado para que esta especie de ave habite y, sin embargo, es su hogar ideal. 

    Programa de Conservación

    María Sol Aguilar Ariñes estudió Biología en la Universidad Mayor de San Andrés de La Paz. Cuenta que empezó a trabajar con aves cuando hacía prácticas en su carrera, de esa manera se involucró con el Programa de Conservación de Flamencos Altoandinos. 

    En el mundo hay seis especies de flamencos y tres de ellas se distribuyen en cuatro países de la región alto andina de Sudamérica: Argentina, Chile, Bolivia y Perú. 

    Científicos de esos países coordinaron acciones para realizar el primer censo simultáneo internacional de esas aves en la región altoandina. 

    Aguilar dice que producto de ese esfuerzo se tiene una idea más clara sobre la población y distribución de las tres especies de flamencos que hay en la región altoandina: la Parina chica, james o Phoenicoparrus jamesi (de 90 centímetros, pico, cuello y patas cortos con leves estrías rosadas en el pecho), el andino o Phoenicoparrus andinus (de 110 centímetros de alto, pico negro y patas amarillas) y el chileno, austral, tococo o Phoenicopterus chilensis (de 100 centímetros, plumaje de tono salmón con coberteras rojas). 

    Los científicos recibieron apoyo de universidades de sus respectivos países y en otros casos del Servicio Nacional de Áreas Protegidas, luego crearon el Grupo de Conservación de Flamencos Altoandinos. 

    En Bolivia el experto Omar Rocha, que por entonces trabajaba en Wildlife Conservation Society (WCS-Bolivia), funda el Grupo de Conservación de Flamencos Altoandinos y tiempo después crean el Centro de Estudios en Biología Teórica y Aplicada (Biota). 

    Censos de monitoreo 

    En este contexto, deciden hacer censos simultáneos, es decir, en un mismo periodo durante cuatro años seguidos: en 1997, 1998, 1999 y 2000. Después se hicieron censos cada cinco años de manera simultánea: en el 2000, 2005, 2010, 2015 y 2020.  

    Actualmente, siguen realizándose los censos anuales nacionales, pero con cierta flexibilidad en las fechas. 

    El grupo fue avanzando y fortaleciendo, después se integraron otras instituciones y personas; ahora es más grande. 

    Según Aguilar, antes del censo se desconocía la distribución de flamencos, solo se sabía que algunos estaban en peligro o categoría vulnerable por la cantidad de individuos, por la destrucción de su hábitat o por algún tipo de amenaza. 

    Son grupos gregarios, a estas aves les gusta vivir en comunidades grandes; hay grupos con cientos de individuos y otros con varios miles. 

    Las especies parina chica y andino, de la categoría amenazadas y en peligro, tuvieron un leve incremento de sus poblaciones, gracias a los esfuerzos de conservación que hicieron los cuatro países en las últimas décadas. 

    Aguilar dice que el objetivo del Grupo de Conservación de Flamencos Altoandinos es garantizar la conservación de esas especies. Los resultados se conocen a través de los censos de monitoreo para ver si la población es estable y crece. 

    Asimismo, evalúan los lugares de reproducción y trabajan con otra herramienta importante que ayuda a determinar qué áreas son importantes para la conservación de flamencos, basándose en el periodo que maneja el Convenio de Ramsar, relacionado con la Convención Relativa a los Humedales de Importancia Internacional, especialmente como Hábitat de Aves Acuáticas, para determinar si hay sitios prioritarios para estas especies.    

    En Bolivia, la distribución de los flamencos de james y andino es más restringida. Están especialmente en el sudoeste de Potosí, en el complejo de lagunas que forman parte de la Reserva Nacional Eduardo Abaroa (RNEA) y la región de los Lípez, donde hay más de 60 cuerpos de agua con diferentes cantidades de flamencos. 

    Algunos de esos cuerpos de agua llegan hasta el lago Poopó y Uru Uru del Departamento de Oruro en tanto que la distribución del flamenco austral o chileno es más amplia: puede llegar a las costas de Sudamérica. En Bolivia llegan hasta el lago Titicaca e incluso un poco más allá. 

    Amenazas  

    La principal amenaza para poblaciones de flamencos en vida silvestre es la destrucción de su hábitat por la actividad extractivista minera que puede resecar los cuerpos de agua donde habitan las aves, el drenaje de lagunas para usar el agua en alguna actividad antrópica y el cambio climático. 

    La última causa produce una evaporación más rápida de los cuerpos de agua (son muy superficiales), los flamencos pierden su hábitat y, en casos extremos, los lugares en los que se puedan reproducir.  

    En Bolivia, el lugar más importante para la reproducción de flamencos es la Laguna Colorada, que forma parte de la RNEA, es el principal centro de anidación anual de flamencos james. 

    En los lagos Poopó y Uru Uru, otro problema para estas hermosas aves es la basura depositada en estos embalses que genera contaminación orgánica y química, provocando la pérdida de su hábitat. La presencia de ganado también afecta a las poblaciones de flamencos.  

    Hace siete años fue noticia mundial que el Poopó, el segundo lago más grande de Bolivia, se secó por falta de lluvias, por el desvío de aguas del río Desaguadero, por la colmatación de actividades mineras y por la elevación de temperaturas. Las aves rosadas se fueron perdiendo y degradando.  

    Los flamencos son especies “paraguas” o “sombrilla”, que requieren de grandes extensiones de tierra para subsistir de manera natural. Además, funcionan como un canal para la conservación de todo el ecosistema asociado: si la especie está bien, es seguro que su entorno tiene buena salud. 

    Como son consumidores primarios y secundarios, ya que se alimentan de algas, plancton y diatomeas, contribuyen a un buen equilibrio del ecosistema mediante el ciclo de nutrientes, ya que son presas de varios depredadores como el zorro andino, gaviotas, aguiluchos, halcón María y otras aves de presa.   

    Componentes del programa 

    El programa que está a la cabeza del biólogo Omar Rocha tiene varios componentes: monitoreo de población de flamencos, censos anuales en todos los humedales o por lo menos en lugares prioritarios y de reproducción. 

    Dependiendo de los años, alguna vez hicieron seguimiento a la época de reproducción, analizando su comportamiento reproductivo, apareamiento, conformación de guarderías y cuidado de las crías. 

    Asimismo, desarrollaron un proyecto para seguir la migración de flamencos, rumbo a la Argentina, en busca de humedales con mejores condiciones ambientales. Ya que en La Laguna Colorada las condiciones climáticas de invierno son extremas: el frío puede llegar a -23ºC. 

    Para ver cómo es el desplazamiento de las aves, les colocaron transmisores satelitales. El proyecto fue apoyado por un programa de anillado de las aves que nacieron en la Laguna Colorada, con el fin de conocer parte de la ecología de las especies (desplazamientos y longevidad). 

    “Colocamos anillos de plástico en sus patitas. Sirve como un carnet de identidad porque al revisarlos nos informamos sobre cuándo y dónde nacieron, si es macho o hembra o si está nidificando”, detalla la experta. 

    Otro componente es el trabajo de educación ambiental. Lo hacen con los estudiantes de secundaria de la unidad educativa de Quetena Chico, está a 45 minutos de la Laguna Colorada. Son hijos de comunarios y guardaparques. 

    Por otra parte, abordan ampliamente el tema de estado de conservación del hábitat de flamencos y de los humedales alcalinos, que se degradan de a poco. Recolectaron la información durante 30 años. 

    Otro proyecto surgió cuando los pobladores de Quetena Chico, amparándose en los usos y costumbres de naciones originarias (tradiciones memorizadas y transmitidas desde generaciones ancestrales, sin necesidad de un sistema de escritura), intentaron usar los huevos de flamencos de las colonias de nidificación de la Laguna Colorada, para su consumo y para hacer artesanías. 

    Sin embargo, los comunarios, de manera responsable solicitaron al Biota hacer un monitoreo sobre qué efectos tendría la cosecha de huevos en la colonia de flamencos. 

    Así lo hicieron junto con el Bioparque Vesty Pakos de La Paz. El proyecto consistió en la recuperación de huevos con embriones desechados por los comunarios en el campo para incubarlos. 

    Recibieron el apoyo y asesoramiento de expertos criadores de flamencos provenientes de Estados Unidos quienes les enseñaron a cuidar y alimentar a los polluelos. Consiguieron la eclosión de nueve huevos. “Ahora los guardas están preparados para cuidar y manejar a los flamencos de manera eficiente”, expresa. 

    Flamencos en apuros 

    Alguna vez ocurre, fortuitamente, que en plena migración un flamenco se desorienta y desciende en un lugar donde no puede volar.  

    Alguien lo encuentra y lo rescata con mucho amor y las mejores intenciones; empero, carece de conocimientos técnicos para hacerlo. Así, en vez de ayudarle lo dañan porque los flamencos no pueden comer lo que les dan, ya que son filtradoras, solo se alimentan de algas y diatomeas que están suspendidas en el agua.  

    Si esto pasara alguna vez, lo primero que se debe hacer es entregar al flamenco a la Policía Forestal y de Protección al Medio Ambiente (Pofoma), ellos saben cómo proceder en estos casos.  

    “Debemos respetar la vida, cuidar su hábitat y no degradarlo. Estas especies cumplen una función en el ecosistema, no hay que pensar que por ser muchos son una plaga. Los seres humanos solo somos una especie en el ecosistema, no somos dueños y señores para destruir y degradar los hábitats como se está haciendo”, reflexiona Aguilar •

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