Medio siglo tomando el pelo
Jaime Solís Soria cumplió sus Bodas de Oro como peluquero. Aprendió el oficio a plan de cocachos y eso le motivó a convertirse en uno de los mejores de la capital de Bolivia. Su legado continuará.
Jaime Solís Soria cumplió sus Bodas de Oro como peluquero. Aprendió el oficio a plan de cocachos y eso le motivó a convertirse en uno de los mejores de la capital de Bolivia. Su legado continuará.
La peluquería es una forma de vida para su familia desde hace varias generaciones: Jaime heredó el oficio de manera innata. Es nieto de Benedicto Solís Saravia, que tenía su peluquería en la calle España 19, al lado de Mutual La Plata, e hijo de Jaime Solís González, dos connotados peluqueros de Sucre.
“Mi papá se iba al trabajo, mi mamá salía al mercado y yo me quedaba con un hermano que tenía la cabecita con forma de huevo al que siempre andaba metiéndole tijera. Cuando lo veían, mis papás me pegaban porque su cabello era un desastre; me hacían prometer que no lo haría nunca más, pero cuando le crecía su cabello volvía a meterle tijera”, relata sonriente.
Un buen día, su abuelo Benedicto se enteró de los problemas que Jaime tenía con las tijeras y le dijo a su padre “que lo lleve porque sería peluquero, y uno de los mejores”.
Así, un 13 de enero de 1973, cuando tenía 13 años, empezó a ir a la peluquería de su abuelo, conocido por su carácter enérgico.
Jaime aprendió rápidamente el oficio, a plan de cocachos. A los dos meses empezó a “peluquear” a los niños. Su primer cliente fue Julio Bedregal con el que tiene amistad hasta ahora.
Mientras conversa con ECOS recuerda a su abuelo que solía decirle: “Si tienes un oficio o una profesión, nunca seas uno más del montón. Tienes que ser el mejor”.
“La práctica hace al maestro”
En la década de los 70 estaba de moda el corte romano, romano largo, firpo, firpo medio pelo y la media melena. No había exclusividad de cortes, luego se impuso el corte Sandro.
“En el transcurso de 50 años, la peluquería evolucionó mucho. Ahora vienen jugadores con la cabeza marcada o tatuada con diferentes cortes y diseños. Traen una fotografía y me dicen si les puedo hacer ese corte y les digo que sí; pero dudan un poco, piensan que no voy a poder porque no ven certificados de trabajo colgados en las paredes”, detalla.
Otra vez menciona a su abuelo quien le decía que “el buen peluquero es aquel que maneja la tijera, el peine y la navaja, el que así lo hace tiene arte en su trabajo. La práctica hace al maestro”. “Nunca tuve a gente descontenta con mi trabajo”, asegura.
Algunas veces pasó cursos de actualización en Sucre y Santa Cruz; no obstante, participó más como jurado calificador.
Sigue relatando su vida “tijera en mano” mientras le iguala el cabello a un cliente improvisado. Se jacta de haber tenido como clientes a muchas personalidades de Sucre cuando su peluquería estaba en la calle Real Audiencia. Les “tomó el pelo” a prefectos, ministros de justicia y a los presidentes Gonzalo Sánchez de Lozada y Eduardo Rodríguez Veltzé, a los que hacía cortes clásicos.
Incluso cortó el cabello a cinco generaciones de la familia Caballero procedente del Beni.
Por otra parte, Jaime no rompió con la tradición de los peluqueros y peluqueras. Además de cortar el cabello, funge como confidente, consejero, “doctor corazón” y psicólogo de sus clientes.
Logró sellar amistades entrañables. Además, es un avezado seguidor de noticias, está bien informado. Cuando alguien quiere saber lo último, acude a su persona.
La gentileza es primordial
Gracias a su carácter afable, Jaime lidió con todo tipo de clientes, algunos de carácter difícil, “se les nota en el semblante el carácter que tienen, algunos son histéricos”, manifiesta.
Una vez un cliente le dijo: “¡Ah, no! En La Paz me cortan en cinco minutos” Jaime le respondió “nosotros aquí trabajamos en 15, 20 o 30 minutos”. Al ver esa reacción segura, el cliente contestó: “Por favor hágame lo más rápido que pueda…”.
Tampoco falta la gente impaciente a la que no le gusta esperar o estar sentada, dice que más bien la situación cambió con la pandemia, las personas se acostumbraron a reservar hora para su atención.
Un lema que Jaime maneja es: “El estilo es muy personal, no tiene nada que ver con la moda. La moda pasa rápido, el estilo es para siempre”.
“Me ha tomado el pelo”
Mientras conversamos con Julio en su barbería, aparece en la puerta el arzobispo emérito de Sucre, monseñor Jesús Juárez, vestido de civil, y Jaime le dice “Monseñor como está, no lo reconocí, se lo ve atlético” y él responde en quechua “yo, wallejlla”.
Jaime de inmediato le pregunta con tono de broma “¿le vamos a rapar?” recibiendo un rotundo ¡no!
Juárez le cuenta que estuvo celebrando sus 50 años como sacerdote, a lo que Jaime contesta “y yo de peluquero, por eso la entrevista”. Así inicia una charla corta pero amigable entre el religioso y el peluquero.
Cuando Juárez se despide, con el buen humor que le caracteriza, le dice a ECOS con voz queda en el oído: “Este me ha tomado el pelo mucho tiempo…”.
Vida familiar
Jaime es padre de seis hijos, cuatro mujeres y dos hombres, es abuelo de 12 nietos y bisabuelo de un bisnieto.
Se califica como un padre imperfecto que comete errores, pero, ¿quién es perfecto? Sin embargo, siempre estuvo presente para sus hijos, hasta ahora está al tanto de su salud, alimentación y vestimenta. En cambio, de la enseñanza y educación se hizo cargo su esposa.
“La verdad (es) que la peluquería me ha dado de todo. Primero está Dios, luego la familia, llegaron los hijos, han crecido, los he sacado profesionales uno por uno; estoy agradecido con Dios, con mi abuelo y mi profesión”, confiesa.
Abogado en puerta
Jaime siempre tuvo la intención de estudiar una carrera académica, sin que importe su edad. En 2014 ingresó a la carrea de Historia de la Universidad San Francisco Xavier, pero se vio obligado a dejarla por motivos de salud.
Finalmente, en 2018 optó por la carrera de Derecho que acaba de culminar exitosamente. Ahora se prepara para comenzar un diplomado mediante el cual podrá titularse. Así, dentro de seis meses, Sucre contará con un abogado más, después de aprobar una monografía. No piensa dejar su peluquería, seguirá hasta que no pueda más, anuncia.
“Agradezco a la clientela que tengo desde hace 50 años, así como a la gente nueva. Decirles que, si no fuera por ellos, no hubiese cumplido estos 50 años. Que Dios les guarde y bendiga a ellos y a sus familias” expresa emocionado.
El legado continúa…
Barbería Soliz queda en el Multicentro Céspedes, frente a la plaza 25 de Mayo, planta baja, ambiente 8. En el ingreso, en un rincón a la mano izquierda está un poste con colores azul, blanco y rojo; no es un accesorio de decoración sino un símbolo que refleja la historia de la profesión de la peluquería que tiene origen medieval.
Cada tono tiene un significado histórico para el barbero, quien en la época de guerra era el encargado de hacer curaciones y cirugías menores: el rojo representa la sangre arterial, el azul simboliza la sangre de las venas y el blanco representa el vendaje.
Jaime cuenta emocionado que su legado continuará, “ojalá otros 50 años más”, expresa. Su hijo Jesús Gabriel y su nieto Ariel Jaime ahora atienden la Barbería Soliz que está en la avenida Emilio Mendizábal 811. También hay una sucursal de la calle Grau donde atiende Pablo Callejas, fiel colaborador de Jaime •