Ciudad del chocolate
Sucre es reconocida como “La Ciudad del Chocolate” por turistas nacionales y extranjeros; título que hace honor al legado a la tradición que se inició en 1892 de la mano de una mujer llamada Candelaria que fundó, hace más de 100 años
Sucre es reconocida como “La Ciudad del Chocolate” por turistas nacionales y extranjeros; título que hace honor al legado a la tradición que se inició en 1892 de la mano de una mujer llamada Candelaria que fundó, hace más de 100 años, la primera fábrica de chocolate de Bolivia, cuyas preciadas barras de oro negro eran comercializadas principalmente en las minas de Potosí a donde llegaban custodiadas a lomo de mula.
Fábricas y chocolateros artesanales mantienen la tradición para que no se pierda la costumbre de los viajeros de probar los chocolates sucrenses y llevarse una muestra para las personas que aman.
Chocolates inspirados en Francia
En los documentos de la Villa de la Plata, ahora Sucre, quedaron registrados los volúmenes de producción de cacao en las misiones de Moxos y Chiquitos durante el siglo XVII, antes de exportarlo a las colonias españolas.
Durante la colonia, el chocolate se consumía caliente y líquido. No fue hasta que el consumo en barra se popularizó entre 1850 y 1914, como uno de los ingredientes principales de la repostería francesa.
Fue el tiempo en que personas acaudaladas de Sucre y Potosí viajaban a París, “la ciudad luz del mundo”, durante “La Belle Epoque”, una época dorada en la que Francia irradiaba su estilo al mundo en todas las ramas del conocimiento y de la gastronomía.
La vida de Candelaria Argandoña Revilla Vda. de Rodríguez, personaje clave de esta historia de chocolate, por ser fundadora de la primera fábrica de Bolivia en 1892, es reflejo de ese tiempo en que lo francés motivó sus negocios, como la educación de sus hijos y el legado que perdura en la ciudad del chocolate, Sucre.
“La idea de fundar una fábrica de chocolates nació a raíz de los muchos viajes que Candelaria realizaba al exterior, especialmente a Francia. Muchos de sus hijos fueron educados en la Sorbona y la fábrica (de chocolate) era su fuente principal de ingresos, ya que fue el último de los emprendimientos que tuvieron y el que más tiempo duró”, dijo la investigadora Elizabeth Rojas a Correo del Sur.
“¿Gusta una tacita de chocolate? Pero que sea Rodríguez” o “Chocolate Rodríguez, fabricado a vapor”, decían los slogans de esa primera fábrica llamada precisamente “Chocolates Rodríguez & Hnos.” donde Candelaria recreó los sabores de las barras de chocolate que probaba en París, con el apoyo sus hijos, Luis y José Rodríguez Argandoña.
Las recetas de la fábrica de Candelaria fueron de su invención. “Ella ha sido la que ha probado, degustado y ha dado el punto de partida en la producción de la fábrica”, precisó Rojas.
La fábrica comenzó de manera artesanal y en 1914 importó maquinaria de la firma G. Germann de París, como consta en los documentos que se conservan hasta la fecha.
Sus chocolates en barras tenían sabores de vainilla, chocolate blanco, chocolate con leche y amargo. Hasta antes de la incursión empresarial de Candelaria, el chocolate sólido se importaba de Europa y era muy demandado en Bolivia, sobre todo en Potosí cuya demanda giraba en torno a la actividad de las minas a donde llevaban la preciada carga a lomo de mulas custodiadas por arrieros.
La fábrica estaba ubicada en Alto Aranjuez de la ciudad de Sucre y cerró luego de la reforma agraria. Entre los documentos que conserva la familia se encuentran los pedidos de las minas de Antenor Patiño Rodríguez, magnate conocido como “El rey del estaño”, así como la contabilidad, los moldes y la casona donde funcionaba la fábrica. Existe un proyecto para abrir un museo donde se exponga este delicioso fragmento de la historia de Sucre y sus personajes.
Chocolates en el tiempo
El libro que Gastón Solares Ávila acertadamente tituló “Sucre, la ciudad del chocolate” contiene la cronología de las familias y marcas que incursionaron en el dulce negocio que ha hecho famosa a Sucre.
La primera fábrica, “Chocolates Rodríguez & Hnos.”, vendió la maquinaria a la familia Urioste que incursionó con los chocolates “La Veloz” a la cabeza de José Urioste Reynolds y su esposa, Modesta Arce, quienes continuaron la actividad desde 1925 hasta 1954. Los bombones fueron su producto estrella por su suave relleno azucarado de distintos sabores.
El negocio lo heredaron María Angela Urioste y su esposo, Carlos Seoane, con la fábrica ubicada en la calle Azurduy, actual Kínder Echeverría. La tienda estaba en la calle Audiencia, actual Hostal La Posada.
“Martinic” molía el cacao en un batán
En ese mismo periodo, entre 1932 y 1957, funcionó la fábrica de chocolates “Martinic”, de Rodolfo Martinic e hijos, que comenzó de manera artesanal, moliendo las pepitas de cacao, provenientes del Beni, en batán.
En 1939 importaron máquinas de Europa que instalaron en un inmueble de la Plazuela Zudáñez, conocida también como la plazuela de la policía. Entre sus productos más requeridos estaban los toffees bañados de chocolate o las ciruelas rellenas con fondant y bañadas con chocolate.
Taboada, pasión por el chocolate
José Taboada Moscoso, uno de los trabajadores de la fábrica de “La Veloz”, fundó en 1948 su propio emprendimiento bajo el nombre de “Chocolates Taboada”, inspirado en su abuelo, José Napoleón Taboada, un apasionado de chocolate, quien tenía el hábito de tomar todos los días chocolate caliente francés.
“Chocolates Taboada” ya cuenta con 75 años y es la más antigua. Su primera maquinaria fue fabricada en Sucre. Tuvo el mérito de conservar su sabor tradicional que no ha variado en el tiempo gracias a las recetas originales celosamente guardadas, como al cuidado en la pureza de sus ingredientes. Actualmente la fábrica es liderizada por Carlos Taboada, hijo de José Taboada y Nelly Bejarano de Taboada.
Chocolates “Chuquisaca” y “Sucre”
Una de las empleadas de Chocolates Taboada, María Concepción, decidió en 1965 fundar su propio emprendimiento chocolatero que comenzó con un kilo de mantequilla de cacao que compraba en Cochabamba y con cacao que adquiría en tiendas de Sucre.
Su primer producto estrella fueron las moneditas y huevos de pascua que popularizaron la marca. La fabrica tuvo un cierre de aproximadamente cuatro años entre 1999 y 2004. Desde entonces, su producción se realiza de forma ininterrumpida y también organiza cursos de formación de chocolateros artesanales.
“Chocolates Sucre”, con 50 años en el mercado, pertenece a uno de los hijos de María Concepción, Anacleto Paniagua, que le ha dado un nuevo impulso a la reconocida marca.
Los inolvidables “chocolates Briançon”
En 1912 llegó a Sucre el militar francés Casimiro Briançon para fundar en Bolivia el Colegio Militar. Al casarse con María Diez de Medina y fijar residencia en Sucre, decidió retomar la tradición chocolatera de su familia en Francia y fabricar “bollos” de chocolate que se vendía en centros mineros.
La familia continuó con la tradición, pero modernizando la maquinaria y la creatividad gracias a las mujeres de la familia, Angélica Briançon y su sobrina, Gloria Borja Briançon de Sánchez.
La maquinaría y recetas de esta industria fueron la piedra fundamental sobre la que se levantó “Chocolates Para Ti”.
“Para ti”, innovación y compromiso con Sucre
La sociedad SOLUR, impulsada por el emprendedor Gastón Solares, es la industria de chocolates más joven de Sucre y la que mayor expansión ha tenido. Incluso se encuentran sus productos en medio del Salar de Uyuni. Toda su producción está destinada al consumo nacional, pero apuntan a la exportación a Estados Unidos.
Su inspiración es Sucre, por eso invirtió en un producto turístico adicional en torno al fruto del cacao boliviano, como es el Museo del Chocolate que está ubicado en la fábrica de la zona de Garcilazo.
Chocolateros artesanales
Son muchas más las marcas que se pueden mencionar como parte del latente potencial chocolatero de Sucre, entre ellos “Chocolates Rojas”, “Chocolates del Sur”, “MiBombón”, “Prochi”, “Rokamer”, “Ledo” o “Late Late Chocolate”, que tienen detrás a familias amantes del chocolate que conservan tradiciones de varias generaciones, entre los que también cuentan chocolateros artesanales como “Bauer”, “Briançon”, “Gosh” de Luis Ernesto Villa, o “Viva Snacks” de Vania Núñez Manjón, entre otros; quienes producen a pequeña escala, productos de muy alto nivel, enriqueciendo la oferta de la ciudad del chocolate la cual, seguramente se apreciará en la Feria del Chocolate de Sucre, anunciada para mayo próximo y organizada por Cainco Chuquisaca.
La Unidad de Investigación de Correo del Sur y de la Universidad San Francisco Xavier, con el tema “El puente invisible que une París con Sucre”, propuso fortalecer el sector artesanal como estrategia clave para la “ciudad del chocolate” a través capacitaciones y financiamiento que logren convertir a Sucre en la “Bariloche de Bolivia”, evocando la ciudad austral en la Patagonia Argentina, donde lado a lado, artesanales e industriales, ofrecen sus productos para deleite de los visitantes •
"El puente invisible que une París con Sucre" #ParísEnSucre. Investigación realizada con el apoyo del Gobierno Autónomo Departamental de Chuquisaca GADCH @Gobernación de Chuquisaca
El chocolate en la corte francesa
El consumo del chocolate caliente se popularizó en la corte francesa en el siglo XVII cuando Ana de Austria, al casarse con Luis XIII de Francia, puso de moda el consumo de la taza de chocolate.
Los miembros de la corte le atribuían al cacao poderes afrodisiacos y el poder de la felicidad. Durante el reinado de Luis XIV, el cacao se comenzó a cultivar en las Antillas, pero hasta entonces se consumía solo de forma líquida. No fue que hasta que María Antonieta ingresó a Versalles en 1770, declarándose fanática del chocolate y por lo tanto promoviendo nuevas recetas que eran desarrolladas por el ministro del chocolate, el farmacéutico del rey llamado Sulpice Debauve.
Debauve inventó el “primer chocolate para morder” para deleite de la excéntrica María Antonieta y de su esposo el rey Luis XVI.
Debauve, como “chocolatero real”, llamó a su invención utile dulci por combinar lo útil con lo placentero y le dio al chocolate “para mascar” la forma de monedas llamadas pistole, creadas para María Antonieta quien las disfrutó hasta antes de que le corten la cabeza, luego de la Revolución Francesa de 1789. Los pistole se siguen vendiendo en París por la novena generación de los descendientes del farmacéutico y chocolatero por casualidad, Debauve.
CANDELARIA ARGANDOÑA, pionera del chocolate en Sucre
Doña Candelaria Argandoña Revilla Vda. de Fernández, mujer de negocios y avanzada para el Siglo XIX, tiene una historia que inspira por haberse desarrollado en una época en que esas actividades eran reservadas solo para los hombres. Candelaria no se amilanó y llevó adelante emprendimientos como la primera fábrica de chocolate de Bolivia, además de invertir en negocios de bienes raíces, industria y comercio.
Candelaria era potosina, hija de Mariano Argandoña Mais y María Luisa Revilla, y hermana del Príncipe de la Glorieta, Francisco Argandoña.
Su esposo, el minero Máximo Rodríguez, falleció a los 58 años dejando a su viuda con siete hijos.
La investigadora Elizabeth Rojas la describe como “una mujer de gran dinamismo, inteligente y con sentido empresarial, quien hizo importantes inversiones”.
Al enviudar, Candelaria vendió minas y propiedades que tenía en Potosí, manteniendo únicamente la casa familiar ubicada en la calle Quijarro en la Villa Imperial. Se trasladó a Sucre donde hizo importantes inversiones comprando fincas de gran productividad para cada uno de sus hijos y convirtiéndose en empresaria.
Multiplicó la fortuna familiar. Fue socia de varias minas, entre ellas Huanchaca y otras de Chile, así como de la Cervecería Boliviana Nacional, entre otras, pensando siempre en sus siete hijos: Adela, Luis, Esther, René, Máximo, José e Isabel.
Candelaria Argandoña de Revilla, falleció en 1911 en Sucre.