Tupiza de antaño

Una revisión a su pasado, sus tradiciones y costumbres.

Tupiza de antaño

Tupiza de antaño

Feria de la Manka Fiesta en La Quiaca donde alfareros tupiceños asisten para el trueque.

Feria de la Manka Fiesta en La Quiaca donde alfareros tupiceños asisten para el trueque.

Tupiza, 1900, muestra el centro urbano con sus dos calles.

Tupiza, 1900, muestra el centro urbano con sus dos calles.

Tupiza, 1920, con una población aproximada de 3.000 habitantes.

Tupiza, 1920, con una población aproximada de 3.000 habitantes.

Tupiza, Casa Isidoro Kohn, instalada a principios del siglo XX.

Tupiza, Casa Isidoro Kohn, instalada a principios del siglo XX.


    Cristóbal Corso Cruz
    Ecos / 16/05/2023 02:42

    Narrar el pasado, en tiempos de los vinos y el tranvía; evocar el tiempo de la   empresa de diligencias de don Leandro Borja y los finos licores importados de Impora. Esta Empresa cubría la carretera de herradura desde la ciudad de La Quiaca, pasando por Tupiza, hasta llegar a la Villa Imperial de Potosí. Como referencia a principios del siglo XX, en este tiempo la Comisión Costa - Ichazo iniciaba los estudios para tender los rieles del ferrocarril La Quiaca- Uyuni, puesto que, hasta ese tiempo, tan sólo se viajaba en carretas, caballos y mulos.

    La ciudad de Tupiza, durante los primeros años de 1900, contaba con 2.300 habitantes, tan sólo tenía dos calles: la una se denominaba “calle Izquierda” y por el lado contrario la otra era la “calle derecha”. Las puertas de las casas no tenía números. 

    Había dos médicos y uno de ellos hacía viajes a caballo a visitar a los pacientes, que vivían en pueblos alejados. Iniciaba el viaje por la calle “Derecha”, hoy denominada “Chorolque”. Los galenos fueron profesionales muy capacitados, a pesar del poco avance científico de la medicina. La única botica, denominada “Wilde”, ofrecía sal inglesa, belladona, láudano, jalapa, yodo y ruibarbo. El boticario no tenía inconveniente en vender por diez centavos una porción de cocaína. Se practicaba la medicina tradicional: por ejemplo, la enfermedad denominada popularmente “costado” (neumonía) se trataba con ventosas sajadas y embrocaciones de yodo; la fiebre tifoidea (tabardillo) con enemas, baños de malva, cataplasmas de enjundia de gallina y linaza al vientre. La farmacopea casera y popular estuvo basada en hierbas medicinales usadas desde tiempos remotos.

    No había panaderías. Cada semana, las familias tenían el trabajo de elaborar sabrosos panes caseros que hasta el día de hoy se conocen como “pan de mujer”. Fermentaban la masa de harina en un “wirkji” con “llejue” un derivado de la chicha; el horno de barro se calentaba atizando “th’ola”. La leña siempre era escasa, había que ir a juntar a quebrada de Santa Elena. 

    Es interesante recordar en los tiempos de antaño; al referir la tradicional repostería; las roscas de doña Fructuosa, los bollos con corazón de doña Virginia, las k’aspas de doña Petrona, los panes dulces de doña Gabina, las masitas de doña Ilica, los mazapanes y alfeñiques de doña Pilar y otras golosinas variadas. El maíz, abundante en el lugar, del que se preparaba exquisitas variedades de platos; como la “jarwi lagua”, el “phiri” y “phatasqa uchú”. La carne siempre era escasa, reemplazada con el charque, cecina y chalona traída desde Mochara y Talina.

    El culto religioso fue de emocionante devoción: la Semana Santa, con la procesión del Viernes Santo, para la que se preparaba los calvarios en las esquinas de las calles. El domingo de Pascua, precedido por una gran cruz adornada con las tradicionales “pascua th’ikas” y ramas de albahaca, acompañaban coros con bellas canciones de hondo fervor religioso. 

    Tan solo existía una pequeña fábrica de soda y los vecinos aplacaban la sed, con aloja de cebada de don Lindor Arroyo, un argentino radicado en Tupiza.

    Siempre retrocediendo al pasado, las investigaciones afirman que esta región chicheña, en referencia a su producción alfarera, data de tiempos precolombinos. Las técnicas artesanales y el empleo de materiales cerámicos de la región le otorgaron su propio estilo e identidad, El área de trabajo abarcaba inclusive hasta el extenso territorio actual de la provincia Omiste; que fue recién fue fundada en el año1958; en esas poblaciones originalmente de Tupiza. La producción alfarera se extendía a las comunidades antiquísimas de Berque, Chagua, Chipihuayco, Casira y Sarcari; donde aún se muestra el potencial de la producción artesanal de la cerámica. Perduró la herencia milenaria con las “mujeres alfareras”, donde prevalece la sociedad matriarcal en la distribución del trabajo, por sus cualidades innatas, tan sólo las mujeres pueden ser las encargadas de producir los objetos cerámicos, bellamente acabados en su forma y estética admirada; los varones cumplen un rol secundario de mano de obra bruta, porque son acopiadores de una variedad de arcillas de la zona, además de preparar las diferentes pastas arcillosas y reunir el combustible para la cocción. Luego de haber logrado buena producción de objetos cerámicos, participaban en las ancestrales fiestas culturales, “ferias de trueque”, que se realizan aún en el presente tiempo en el Sud de Bolivia, comunidad de “Talina” y Norte Argentino, La Quiaca. Se destaca hasta hoy “La Manka Fiesta”.

    La significativa Fiesta de Reyes celebrada en la población de Remedios, originalmente en la ciudad de Tupiza. Los recuerdos fluyen: se comenta, el día 6 de enero empezaban a llegar los jinetes en sus caballos; que con tiempo les hacían engordar para que resistieran los cuatro días de fiesta. Se encontraban en la quebrada de Remedios, empezaba el paseo, al galope, cerca de la quebrada se levantaba una “feria popular”, ocasionalmente se armaban “carpas” para vender su deliciosa gastronomía y bebidas espirituosas. En los antiguos tiempos, especialmente en época de lluvia, el río crecía, era muy caudaloso puesto que dividía la ciudad de Tupiza con el pueblo de Remedios (en ese tiempo aún no existía el puente). Cruzar el río era una hazaña: los jinetes lo hacían a todo galope, recuerdos no gratos de esos tiempos, muchas veces los fiesteros eran arrastrados por las aguas turbulentas, cabalgaduras y todo. En una tertulia, una señora anciana comentaba: “tuve la oportunidad de presenciar el choque de caballadas entre los jinetes de Chifloca, rivales con jinetes de Chaco Pampa, por pleitos de terrenos, la pelea era inevitable, se agarraban a lazo y ‘pechadas’ y quedaban malheridos. Los jinetes vencedores avanzaban cantando sus coplas especiales al son de una ‘cajita’”. 

    Esta tierra chicheña conserva relativamente las tradiciones y costumbres de su pasado, esta tierra bendita, con su asombroso paisaje policromado, su pasado histórico, hace que Tupiza sea inolvidable •

    (*) Cristóbal Corso Cruz es Presidente de la Sociedad Geográfica y de historia “Potosí”

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