Tres famosos “tapados”
Los tesoros escondidos se mantienen en el imaginario de los habitantes de los pueblos, en sitios donde habitaron los españoles durante la época virreinal. Existen muchos de esos casos en la Villa Imperial de Potosí.
Los tesoros escondidos se mantienen en el imaginario de los habitantes de los pueblos, en sitios donde habitaron los españoles durante la época virreinal. Existen muchos de esos casos en la Villa Imperial de Potosí.
De cuentos a leyendas, se difunde muchas historias, algunas veces confirmadas, o suposiciones de que existían tesoros escondidos en baúles llenos de joyas y objetos religiosos de mucho valor. Varios de esos relatos se basan en el hecho de que, durante los albores de la Independencia de América, los españoles potentados empezaron a huir hasta Europa, dejando guardadas ingentes cantidades de tesoros.
Veamos tres de las versiones más difundidas:
EL TAPADO DE ROCHA.- Es la crónica más conocida en Potosí. Se data en el siglo XVIII al descubrimiento casual del “Tapado de Rocha” por la confesión de un mayordomo del ingenio de Occopampa llamado Guanea, muy conocido en la Villa Imperial. Su relato es como sigue: “Al volver una mañana del pueblo de Cantumarca, me sorprendió una tormenta en la falda del cerro y me obligó a refugiarme en un hueco formado por las grietas, me llamó la atención una piedra sobresaliente, comencé a excavar y descubrí un socavón, me aventuré por él y descendí al fondo de un sótano y forcé una puerta de hierro. Hallé una bóveda. A la luz de una mecha de sebo que llevaba mi esposa descubrimos con asombro las inmensas riquezas que allí habían encerradas. Pocos días después, volvimos y logramos forzar la segunda puerta y quedamos yertos al presenciar un horrible cuadro: pendía del techo el esqueleto de una mujer, cuyos abundantes cabellos caían por delante hasta las rodillas. Conservaba aún y adheridos al cuello collares de diamantes y de perlas. Al frente y asentado en dos cojinetes se hallaba el esqueleto de otra mujer cuyos vestidos parecían de rica lama de oro. La relación de Guanea quedó interrumpida; una fuerte tos que pareció desgarrarle el pecho le hizo arrojar escupitajos de sangre y expiró sin determinar el lugar, ni dar señal de derrotero alguno”. Pero la tradición señala el sitio de la Eslabonería como el lugar donde se encuentra el socavón de Rocha. Desde principios del siglo XX se han organizado muchas sociedades con fuertes capitales para buscar los tesoros de Rocha, pero hasta ahora quedan sepultados en el misterio más profundo.
EL TAPADO DE LA CALLE DE “LA OLLERÍA”.- Los misteriosos hallazgos de “tapados” con fortunas invalorables provocaron muchos comentarios, tal como ocurrió en una inmensa casona de la calle Quijarro (números 73 al 77), antigua calle denominada “de la Ollería”. Ese edificio colonial erigido con arquerías de piedra y ladrillo, con bóvedas de cañón corrido, tenía habitaciones donde vivían muchas familias españolas. En el año 1964, el Estado boliviano adquirió dicho inmueble con motivo de establecer en él un centro educativo que se denominaría Liceo de Señoritas “Potosí”. Luego empezaron los trabajos de restauración de la vieja casona. Allí trabajaron varios albañiles. Don Pedro, que era uno de los obreros, fue el afortunado que encontró un “tapado”, en una alacena de un salón ubicado en el segundo piso del patio principal. El hallazgo ocurrió cuando don Pedro se enfrascó en retirar un tumbado del techo y de pronto descubrió en la pared un marco de madera con revestimiento de estuco donde encontró una pequeña portezuela en cuyo interior el curioso albañil sorpresivamente halló una petaca de cuero repujado, conteniendo monedas de plata. Por el sello que mostraban las mismas, se suponía que fueron acuñadas en la Casa Real de Moneda. Aquél hallazgo turbó la mente del obrero. Fue un suceso muy comentado el misterio del “tapado” en la ciudad de Potosí. Se sabe también que otras personas encontraron “tapados” de tesoros de manera fortuita o inesperada en una u otra casa antañona de esta ciudad enigmática, emporio de riquezas mil.
UN TAPADO EN EL COLEGIO PICHINCHA.- Lo propio ocurrió en los primeros años de la vida republicana en pleno centro de esta ciudad enigmática y el relato es como sigue: Muchas historias se han tejido en torno al artista pintor Cecilio Guzmán de Rojas y una de ellas se refiere al descubrimiento de un “tapado de joyas” cuya venta habría servido para pagar el viaje de estudios del artista a España. Iván Guzmán de Rojas se refiere a la historia que sucedió a través del relato de su propia abuela: Cuando ella esperaba a mi padre y estando avanzado su embarazo, en el zaguán de la casa contigua al Colegio Pichincha, donde vivían, se le aparecía la figura de un pequeño monje vestido de blanco, que le pedía insistentemente que se introduzca en la pared. Al principio pensó que estaba desvariando por el embarazo y optó por no contar a nadie sobre estas apariciones. Un día, después de que el monjecito le insistía con lo de la pared señalándole un determinado lugar, quedó pálida de espanto. Esta vez el aparecido le habló con vocecita de niño y le dijo que allí estaba el tesoro que ayudaría al tesorito que estaba en el vientre materno. El pongo de la casa la vio así y le preguntó qué le pasaba. Ella finalmente optó por hablarle de las apariciones. El pongo no se hizo problemas y la ayudó a perforar la pared. Para su sorpresa, en ese lugar había solamente un tabique que se desplomó y dejó al descubierto una fosa. Bajaron con un lamparón y allí encontraron un tapado; un cofre en el que estaban joyas de un obispo, por los anillos con brillantes, un crucifijo de oro y el rosario de nácar, además de otras piezas de piedras preciosas. Aquellas apariciones se repitieron hasta que ella presentó el cofre a la iglesia. Como era tradición en Potosí, en el caso de hallazgos de tapados, entregó el anillo y el crucifijo, quedándose el resto en su propiedad. Tiempo después de este suceso, Cecilio Guzmán de Rojas nació en Potosí el 24 de octubre de 1899. La influencia de su madre había sido decisiva en su formación artística. Años más tarde (1912), en Cochabamba, inicia su formación artística con el maestro Avelino Nogales. Después de muchas décadas dedicados al arte, un 14 de febrero de 1950, el artista se encaminó a Llojeta de donde por voluntad propia partió a la eternidad •
(*) Cristóbal Corso Cruz es presidente de la Sociedad Geográfica y de Historia “Potosí”.