Universos desquiciados
Y, finalmente, se estrenó “The Flash”, una película que estuvo a punto de cancelarse y, al llegar a los cines fue un fiel reflejo de lo que está pasando con la multinacional que tiene los derechos para explotar los personajes de DC en los medios audiovisuales, Warner Bros. Discovery (WBD).
Y, finalmente, se estrenó “The Flash”, una película que estuvo a punto de cancelarse y, al llegar a los cines fue un fiel reflejo de lo que está pasando con la multinacional que tiene los derechos para explotar los personajes de DC en los medios audiovisuales, Warner Bros. Discovery (WBD).
La película ha conseguido reacciones disímiles: positivas, gracias a la melancolía que inevitablemente causa ver a personajes del pasado como el Batman de Michael Keaton, y de rechazo, entre quienes ven los esfuerzos de WBD por intentar alcanzar a Marvel, que le lleva una indisimulable ventaja.
“The Flash” es, entonces, un espejo de lo que pasa en WBD: sus cambios de ejecutivos se tradujeron hasta en el “reset” o reinicio de su división audiovisual, que se llamaba DC Films y ahora es DC Studios, pero lo más notable es el cambio del capitán del equipo que debía construir el universo extendido de DC (DCEU, por sus siglas en inglés). Zack Snyder, que ofreció el mejor Superman desde Crhistopher Reeve, el de Henry Cavill, fue sustituido por James Gunn, con la intención de que sus historias no sean tan oscuras.
El resultado es la ensalada que vemos en la película del velocista escarlata: por una parte trata de igualar el universo extendido de Marvel y, por otra, intenta romper con el legado de Snyder. Por eso es que el Superman de Henry Cavill solo aparece como imagen fija y el Batman de Ben Afleck se despide para siempre.
Universos, universos, universos… en las teorías que se encuentra tanto en los argumentos de Marvel como en los de WBD, se plantea la existencia de varios universos alternativos que terminan conectándose entre sí por manipulaciones del espacio-tiempo. De esa manera es que vimos juntarse a los Spiderman de las últimas películas en una sola y, ahora, “The Flash” recupera a un Batman del pasado. De paso —o, mejor, de carrera— vemos a versiones anteriores de los personajes de DC, incluido el Superman fallido de Nicholas Cage.
Son distintos universos que plantea el cine, pero, sin necesidad de ponerse frente a las cámaras, los actores que estuvieron involucrados con los personajes de DC tuvieron sus propios universos, reales, en los que la vida superó a la fantasía.
Aquí les presentamos los casos más conocidos:
“Santas orgías, Batman”
Adam West, el actor que interpretó al Batman más famoso de la TV es un personaje digno del cine para adultos.
Solía tener sexo con sus fanáticas en el estudio de grabación, incluso con el disfraz puesto. Estuvo con ocho mujeres al mismo tiempo e inició a Burt Ward, (Robin), que era un joven inexperto. “En los 60, épocas del amor libre, se tiraban sobre nosotros”, explicó.
Mucho antes de los Batman actuales, oscuros, retorcidos, posmodernos, Adam West nos deleitó con uno cómico, kitsch, colorido y pop, casi de Andy Warhol. A seis años de la muerte del actor, a los 88 años, el 9 de junio de 2017 en Los Ángeles, su superhéroe sin superpoderes brilla como una luminosa anomalía televisiva entre los Batman de DC Comics y de los grandes estudios cinematográficos. Hasta el cuerpo de West —comparado con los Hombres Murciélago que lo sucedieron— tenía cierta indefinición sedentaria y un traje que no lo reforzaba con prótesis pectorales y abdominales: apenas le remarcaba el volumen genital. Este tema parece menor, y tal vez lo sea, pero le provocó un escandalete con una liga de madres católicas y la vaga envidia de Robin (Burt Ward), que denunció que a Batman le rellenaban los slips y las calzas mientras que a él querían darle una imagen de eunuco y hasta le pidieron que hiciera un tratamiento hormonal para reducir el tamaño de su pene.
Y ya que abordamos la genitalidad del dúo dinámico de los 60, recordemos que —más allá de ligas guardianas de la moral— estuvo en la mira de prejuicios ridículos. Absurdos no porque fueran falsos —que lo eran— sino por su condición de prejuicios. Se decía que West/Bruno Díaz/Batman y Ward/Ricardo Tapia/Robin eran pareja. Si lo hubieran sido, ¿cuál habría sido el problema? Ninguno, obvio. ¿Y en qué se basaban para considerarlos gays? ¿En que Batman ignoraba las provocaciones sensuales de Gatúbela? ¿En que no mostraba el suficiente ímpetu hacia la casta Batichica? ¿En que Robin carecía de la virilidad de Superman? Ouch, la realidad indica que West y Ward fueron dos mujeriegos que aprovecharon su fama y los albores de una revolución sexual para convertir al set en un edén de desenfreno y lujuria del que solo quedaban afuera —hasta donde sabemos— Alfred, el mayordomo, y la tía Harriet.
Buscando el “trío dinámico”
Según el diario británico Daily Mail, West y Ward tenían sexo exprés con fanáticas a las que les permitían entrar al estudio en donde se grababa la serie. Incluso, ambos actores practicaban el “touch and go” con los disfraces puestos: a veces porque, entre escena y escena, no tenían tiempo de quitárselos; otras, porque se adaptaban a las fantasías de ciertas chicas. “Por las limitaciones del disfraz, tenías que practicar rapiditos”, especificó West, mucho después de terminada la serie, que tuvo 120 capítulos plagados de diversión, acción, comicidad —no siempre entendida— y onomatopeyas.
Para envidia de muchos ex niños que seguían el programa, West contó: “Burt y yo éramos como dos chicos en una pastelería. Estábamos en los 60, épocas de amor libre, swingers y mujeres lanzándose sobre nosotros. Me acuerdo de una noche en que tuve sexo con ocho mujeres. Orgía es una palabra dura, pero en esa ocasión fueron ocho. Tenía a compañeras actrices esperándome en el camarín desde las 7.45 de la mañana”. En una fiesta sexual, West y Frank Gorshin, El Acertijo, uno de los villanos de la serie, vieron la tarjeta roja poco después de haber llegado por (sobre)actuar en lugares indebidos. “Entramos e inmediatamente me metí en el personaje de Batman, y Frank se metió en el personaje de El Acertijo. Nos reímos mucho. Fue tan divertido para nosotros que nos expulsaron de la orgía”, recordó.
Iniciador de Robin
Adam West le llevaba 17 años a Ward y, desde el comienzo de la serie, lo guió en su iniciación sexual como un padre antiguo a su hijo. Sólo que el Joven Maravilla no era un adolescente: tenía 21 años y una experiencia limitada o nula. En su libro de memorias, titulado “Boy Wonder. My Life in Tights” (“Joven Maravilla. Mi vida en calzas”), Ward escribió: “Hasta la serie sólo había salido con unas pocas chicas, pero no había pasado nada. Adam me arrastró a las mayores aventuras sexuales que se pueda imaginar. De nada a todo. Sexo salvaje, y sin parar. Eran los años 60. En medio de la revolución sexual, nosotros teníamos un éxito televisivo”.
En el mismo libro, el actor, hoy de 77 años, confirmó lo que West había contado en algunas pocas entrevistas: “En el estudio de grabación sucedían cosas mágicas. A las siete de la mañana estábamos maquillándonos y un alud de mujeres nos invadía, nos rodeaba. Teníamos sexo detrás de los decorados, entre escena y escena, en nuestros trailers, en todos lados. Y, los días en que no rodábamos, hacíamos presentaciones promocionales, y en esos momentos todo se potenciaba. No parábamos nunca”. En su autobiografía, incluso reveló que una de las fantasías de West era hacer un batitrío con Yvonne Craig, la actriz de Batichica.
Otro universo:
Un verdadero Superman
45 años han transcurrido desde que se estrenó en cartelera la película “Superman”, dirigida por Richard Donner.
Basada en el cómic del escritor estadounidense Jerry Siegel, quien lo dibujó por primera vez en 1938, la película fue un éxito en taquilla, por lo que no dudó en repetir en 1980, 1983 y 1987, con la segunda, tercera y cuarta parte, respectivamente.
Gran parte de este éxito se lo debemos al actor que encarnaba al superhéroe: Christopher Reeve. Es curioso, pues poco antes de ser el elegido, estuvo a punto de retirarse de la actuación, debido a los insuficientes ingresos que le proporcionaba el cine.
Quién le diría entonces que poco después se convertiría en la imagen de Superman, el hombre de acero: “más rápido que una bala, más poderoso que una locomotora, capaz de saltar altos edificios de un solo salto”. Desde que vimos esta película, al observar a Christopher Reeve ya sólo veíamos a Superman y a Clark Kent, personajes envueltos en un halo especial, que habían venido al mundo para hacerlo un poco mejor.
El accidente de Cristopher Reeve
En efecto, Superman y el actor que le daba vida estaban destinados a ayudar a la gente con sus superpoderes. Unos superpoderes que el 27 de mayo de 1995 se transformarían para siempre. Este día, Reeve se encontraba compitiendo en una carrera hípica en Culpepper (Virginia), cuando cayó de su caballo al intentar superar un obstáculo, sufriendo una lesión medular tras fracturarse las dos primeras vértebras cervicales. Fue sometido a una peligrosa operación, tras la cual sólo pudo recuperar la movilidad de dps dedos de su mano izquierda. Su cerebro, no obstante, no resultó dañado.
Como él mismo confesó tiempo después, en un primer momento le comentó a su mujer, Dana Reeve, que tenía tentaciones de suicidarse. Sin embargo, el amor incondicional de su esposa le inyectó fuerzas para salir adelante.
El título de su autobiografía «Still me» (sigo siendo yo) nos lleva a la deducción de que Reeve comprendió que no había perdido sus superpoderes, sino que éstos habían cambiado. Probablemente ya nunca más podría sobrevolar edificios, pero ahora tenía en su mano una grandiosa tarea: ayudar a los demás.
Y así lo hizo. Se volcó en la causa y colaboró con la Unesco, para luchar por causas similares a la suya. Además, elaboró un emotivo discurso de vida y se convirtió en orador motivacional, en un icono de la superación y del esfuerzo ante la adversidad. Pero sin duda, su gran contribución fue la Fundación Christopher y Dana Reeve, nacida para ayudar a las personas con lesiones medulares, ya sea naturales o sobrevenidas, a través de la investigación de las células madre.
Christopher Reeve nos dejaría el 10 de octubre de 2004, tras sufrir un ataque cardíaco provocado por uno de los antibióticos que tomaba. Pero nosotros siempre lo recordaremos como Superman, como alguien que llegó al mundo para hacerlo un poco mejor, y lo consiguió.
En efecto, un año después de su muerte, su Fundación consiguió reparar lesiones medulares de ratones, a través de células madre del tejido nervioso de seres humanos.
El próximo 25 de septiembre nuestro héroe cumpliría 71 años, y la Fundación que creó sigue ayudando a miles de personas en todo el mundo. No fue un Superman de película, sino uno de verdad.. •
La “supermaldición”
Se dice que el nombre de Superman está maldito desde que sus creadores, Jerry Siegel y Joe Shuster, vendieran los derechos de su personaje por unos cuantos dólares y acabaran en la miseria.
La leyenda agrega que a todo aquel actor que interpreta a Superman le espera un infausto destino.
Hechos empíricos: Tras dos series en las que encarnaba el personaje, Superman (1948) y Atom Man vs. Superman (1950), el primer Superman, Kirk Alyn, no consiguió más papeles destacados y murió de Alzheimer a los 88 años en el anonimato. George Reeves, que dio vida al superhéroe en Superman y los hombres topo (1951) y la serie Las aventuras de Superman (1952-1958) murió de un disparo en la cabeza, sin que se haya determinado si se trataba de un suicidio o la obra de un asesino contratado por su ex amante despechada. La historia dio lugar al film “Hollywoodland”. Christopher Reeve ganó apenas 200.000 dólares por su trabajo, cuando Marlon Brando recibió millones por actuar unos minutos. Después, sufrió un accidente cuando montaba a caballo que le dejó atado a una silla de ruedas. Falleció a los 52 años tras entrar en coma por paro cardíaco.
Dean Cain (Las aventuras de Superman) y Brandon Routh (Superman Returns) pueden dar las gracias de que hasta ahora la maldición de Superman sólo ha provocado que no vuelvan a trabajar (al menos siguen vivos).
Henry Cavill ha quedado fuera del universo extendido de DC, pero no puede quejarse. Ganó 500.000 dólares por solo aparecer en “Black Adam” y “The Flash”.