Bailar como devenir
Maque Pereyra, bailarina sucrense, piensa la danza como práctica que posibilita engendrar y amplificar formas más libres y menos juzgadoras para habitar nuestros cuerpos.
Maque Pereyra, bailarina sucrense, piensa la danza como práctica que posibilita engendrar y amplificar formas más libres y menos juzgadoras para habitar nuestros cuerpos.
Especulamos cómo la relación entre baile, sensualidad y el poder erótico, habilita subjetividades mutantes, lugares de metamorfosis que permiten buscar, y encontrar, otras coordenadas hacia nuevas éticas corporales.
Ser otra, con nosotras
Maque conoció y estudió danza contemporánea en La Paz. Además de técnica, la nombra como forma de expresión, inquietud con el entorno, habilidad para compenetrarse con preguntas sociales y políticas.
“Por primera vez dejé de ser la princesa o el hada del ballet clásico”, relata explicando el inicio de mutación.
Conoció cómo el movimiento y las maneras en que reconocemos los cuerpos mediante el baile son espacios donde es posible salir de la represión y el dogma conservador hacia cómo deben ser –o no ser- las mujeres. En ese camino, experimentó por primera vez el pole dance, el baile en tubo.
“Vi mi imagen en una sensualidad poderosa. Fue una imagen incómoda. El tubo hacía sentirme como serpiente. Sentí mucho poder”, dijo.
Esta tensión fascinante entre imagen seductora y sensación de incomodidad provoca una incipiente exploración. Pensar las identidades como experiencias fijas es, justamente, un dispositivo útil a la violencia, al disciplinamiento sobre ser sujetos que no cambian y, a partir de eso, juzgar y rechazar a quienes salen de categorías naturalizadas.
Reconocer la sensualidad de los cuerpos se ha hecho, ante todo, desde una mirada masculina. La desnudez de las musas en el arte. La pornografía como dominación del cuerpo. La publicidad que complace una visión de perfección femenina. ¿Cómo pensar una sensualidad que complazca nuestro propio atisbo?
La experiencia del baile es un camino, si comprendemos el baile como devenir, como un constante “llegar a ser”. La palabra devenir proviene del latín devenire, que significa venir-bajando, caer-en, llegar-a, como el cuerpo cuando baila hasta abajo y se transforma.
No es coincidencia que la historia del pole dance devenga del deporte de la India Mallakhamb, exclusivo para guerreros y ver sus movimientos, es asistir a una honra al cuerpo humano, a su habilidad milagrosa para ser ave, felino y reptil. Los bailes en tubo también encontraron inspiración en ritos a la diosa sumeria Innana, una deidad que, a través del amor y la sensualidad, conducía también la vida política.
Lo erótico, nos han dicho varias autoras afro-descendientes como Audre Lorde y bell hooks, es una forma de producción de saberes más allá de lo racional y constatable.
Lorde en su ensayo “Usos de lo erótico”, comenta: “Lo erótico es una fuente de fuerza provocativa y renovadora para la mujer que no teme su revelación ni sucumbe a la creencia en que la sensación superficial es suficiente”.
Y Maque apunta al erotismo, al conocimiento intenso del cuerpo y de las múltiples corporalidades, para reencontrar su poder-serpiente. No obstante, según Lorde, la visión masculina clasifica la inferioridad femenina a través de hacer sentir a las mujeres despreciables y sospechosas por la existencia de lo erótico. Este desprecio en Bolivia brilla por su presencia. Los comentarios en las redes sociales en la entrevista que El Deber le hizo a Maque, también con fotografías de Paola Lambertín, clasifican la publicación como vulgar, vergonzosa y obscena. Los emoticones son de risas denigrantes, y existen comentarios de hombres sobre las ganas de “degustar” el cuerpo como si fuera objeto.
Ante momentos así, le surge la pregunta: “¿Por qué lo hago?”.
Su respuesta es que su proyecto artístico le ha permitido entrar en contacto con su propia agencia, aprendiendo a que su hacer no sirve para satisfacer miradas violentas. Existe una decisión consciente de continuar un camino que explora otras maneras de estar en el mundo distintas a insultos y prejuicios, que representan la dureza con la que ha sido fecundado ese modo de comprensión.
Maque menciona que, al poder ampliar sus propios límites y registrase desde otras geografías íntimas, ha comenzado a reconocer con más potencia el valor de otras personas. Al final, lo erótico es una forma de encuentro con el otro, ya sea un sujeto, una práctica, un territorio. El otro nos apasiona, pone en cuestión sobre los límites de la individualidad, nos vitaliza.
¿Qué es lo vulgar?
Durante su adolescencia en Sucre, Maque bailaba sin prejuicios reguetón, lo disfrutaba. Cuando se mudó a La Paz para estudiar psicología y danza, comenzó a desafiar su relación con este ritmo, clasificándolo como música simple e ignorante. Pero en nuevas mutaciones, volvió a amarlo, entendiendo que su rechazo provenía de no querer estar en contacto con la sensualidad que propone este baile.
“Dejé de juzgar este baile como vulgar porque el movimiento me dio otras verdades, me atravesó. Mover la pelvis hace que todo mi cuerpo sea parte mía, me hace sentir más segura. Lo vulgar es visto como el cuerpo, lo salvaje, aquello que no está controlado bajo los límites de la sociedad racional”, relata Pereira.
Si el reguetón es indecente, nosotras las mujeres sabemos cuánta intimidación se oculta en los afanes de la decencia. Lo conservador no sabe dialogar y en ese silencio se ejerce violencia. Maque cuenta que lo más fuerte de volver a Sucre es ver la doble moral a nivel sexual.
—Ver las cosas permitidas que no se dicen y atentan contra la vida, por ejemplo, normalizar el rol de servicio de la esposa, la infidelidad, o no poder hablar sobre los deseos porque hay mucho miedo en comunicar. Necesitamos redefinir lo que entendemos como vulgar. La mentira es vulgar. La violencia sexual es vulgar. El baile es lo bello, lo deseable.
Liberar al silencio de su violencia permite abrir conversaciones sobre búsquedas para encontrar cómo los cuerpos desean ser habitados y explorar mejor los saberes que nos ofrecen, sin hacer parte de un mapa donde las identidades son naturales y fijas.
Estas memorias de mutación nos presentan un devenir donde caemos en un encuentro, llegamos a habitar nuestros cuerpos desde una mirada “abrazadora” como dice Maque.
Tránsitos migrantes
El baile y sus alianzas con lo erótico permiten explorar posibilidades de ser otra, tejiendo un vínculo entre movimiento y pensamiento: cómo somos mujeres, cuánto y qué nos es permitido y prohibido. En estas indagaciones, mudamos de piel. El baile dota a los cuerpos la suerte de poder indagar el poder que ellos contienen. Esta experiencia de metamorfosis que ofrece la danza puede ser vista como reflejo a la de ser migrante.
Ser migrante también es ser metáfora, un constante espejo de pasados vivos. Somos memoria de lugares distintos, reconocemos en la distancia límites e inmensidades de cada geografía, deseamos crear hogar en el tránsito. Siempre estamos en tránsito.
La migración para Maque ha sido fuente de inspiración para escribir canciones. C4r4col, que salió hace poco, dice así:
Selva y asfalto, mi sudor y llanto
y las horas que paso feliz también
la casa conmigo, caracol he sido
siento que me sienta muy bien
aunque no tenga trabajo carajo
brilla mi alma si escucho un charango
himno de afuera que anhela la tierra
y que busca el lugar donde encajo
…el Sur sigue siendo mi encanto
por todo lado ando ya tanto
y este gran mundo if I want to
será mi cuna y mi campo santo
Para Maque irse ha sido, en sus términos, “explorar el placer de una manera abrazadora, proponiendo, ver gente intentando, y no estar sola en el proceso”.
Migrar, así como escribir, son maestras para despojar las identidades fijas, porque son intentos. Montaigne narra la escritura de ensayos como el acto de contemplar un “así puede ser”, y saber que ese “puede ser” es incompleto y provisional.
Nos encontramos con desconocidos de quienes no sabemos todas sus historias, ni con cuántas maletas del pasado cargan, ni cuán pesadas o livianas éstas son.
Nos encontramos con nuevas extrañas, próximos conocidos, ojalá que amigas, atravesando la búsqueda del caracol-hogar y la soñada calidez. El baile-migrante es escribir ensayos. •