No es noticia… y no sé si es verdad (Una historia de Luisín)
Hoy se la puede encontrar por todo lado: en la Alcaldía, en algunos colegios o en el Jardín de Niños Andrea Arias Cuiza, en versión miniatura.
San Bartolomé, imagen.
Hoy se la puede encontrar por todo lado: en la Alcaldía, en algunos colegios o en el Jardín de Niños Andrea Arias Cuiza, en versión miniatura. En la plazoleta Mejillones, de donde salen las fraternidades que bailan en las entradas folklóricas, está una en tamaño natural, dotada de un motor, así que gira de cuando en cuando, y de cuando en cuando provoca julepes en los borrachitos que se duermen a sus pies. Por él, esa ya no es la plaza Mejillones, sino “donde el santito”.
Pero a principios de los ’90 del siglo XX no era fácil conseguir una imagen de San Bartolomé y la más conocida era la que, hasta hoy, es venerada en el santuario de La Puerta, que depende de la Alcaldía de Yocalla. Por aquellos días, el alcalde de allá se había enojado con el de acá. Y el de acá era Gonzalo Calderón, el alcalde ch’utillo.
Al día siguiente comenzaba la festividad de los Ch’utillos y, como el mismo Ch’utillo había impuesto, esta debía arrancar con una procesión encabezada por San Bartolomé. El San Bartolomé de La Puerta no iba a venir porque el Yocalla… perdón… el alcalde de Yocalla decidió no autorizar su salida. El alcalde Ch’utillo decidió imponer la voz del amo: “solucionen el problema”.
El secretario general de la Alcaldía era Luis Velásquez Pareja, “Luisín” para los amigos. Era socio de Gonzalo en la radio “Patrimonio”, al igual que Ricardo Gonzáles Alba, que era el oficial mayor administrativo y financiero. Pero a él no le llegó la orden porque estaba ocupado marcando puestos a lo largo del trayecto y encabezando el operativo de venta de localidades, que iba a arrancar pronto. El encargo le cayó también a Walter Zavala, que por entonces ya estaba trabajando en la Oficialía Mayor de Cultura.
El conflicto era sencillo: se necesitaba una imagen de San Bartolomé y la Alcaldía de Yocalla se negaba a prestar la que tenía en La Puerta, que era supuestamente la original.
“Una macana también ese Gonzalo”, decía el “Luisín” cuando se acordaba de aquel conflicto. Él, su mano derecha, y Walter Zavala, ya para entonces reconocido como historiador, literalmente tenían que inventarse una imagen para encabezar la procesión.
“Y nos fuimos a (l templo de) Jerusalén porque el Waltico me dijo: ‘ahí están botadas imágenes’. Y nos fuimos, ps, a Jerusalén. Y ahí estaban imágenes de todo tipo. Vimos a uno, barbudo como el Mauro Goitia, y yo dije ‘este’ y el Waltico me dijo ‘creo que es San José’ y lo le contesté ‘Total… todos se parecen’. Y, así, nos llevamos la imagen, le pusimos sombrerito, su ropita, su espadita, su librito, y al día siguiente tuvimos nuestra procesión. Nadie se dio cuenta. Y si alguien se dio cuenta fue por muy Bartolo”.
No sé, hasta hoy, qué tan cierta es esa versión porque, cuando el “Luisín” contaba sus historias, no sabías cuándo estaba hablando en serio o cuándo se estaba burlando. Es cierto: al ser socio y amigo de Gonzalo Calderón, sabía muchos de los secretos de las entradas de Ch’utillos que para los primeros años de los ’90 estaban en franco crecimiento, pero… ¿realmente se cambió al santo para la procesión?
Con esa experiencia, al año siguiente se mandó a hacer una imagen de San Bartolomé y se la entronizó en una gruta en el patiecillo de la Alcaldía. Después se decidió construir la urna para la imagen giratoria de la plazoleta Mejillones. De pronto, las imágenes de San Bartolomé comenzaron a abundar y nunca más hubo que rogarle al alcalde de Yocalla.
Pasaron los años y Gonzalo dejó de ser alcalde, así que el “Luisín” también dejó de ser secretario general. Volvió a la radio, a la Kollasuyo, donde comenzó a difundir su columna sarcástica “Esto no es noticia, pero es verdad”, que lo hizo famoso.
Tenía el don natural del humor y, cuando estaban presente, no pasaban unos minutos sin que hiciera reír a todos. “Te pasas”, decían unos. “Eres un maldito”, señalaban otros entre carcajadas. Y, como su pluma era una de las más aceradas de la ciudad, hubo un tiempo en que sus críticas, y las mías, fueron consideradas a la par. Fue entonces cuando hablamos de cuándo nos íbamos a morir.
“Yo voy a vivir 99 años, porque no hay mal que dure 100 años”, dijo arrancando risotadas. Entonces pactamos vivir hasta los 99. “Pero que nuestras lenguas se entierren aparte —agregó él— porque, si no, los gusanos se van a envenenar”.
Me acordé de esta charla el 26 de julio de 2023. Al medio día de ese miércoles, Luis Velásquez Pareja, el “Luisín”, “el Criticón”, dejó de existir. “Pucha, ‘Luisín’, te pasaste —pensé—. Me fallaste. Habíamos quedado que viviríamos 99 años”. Y lo imaginé sonriendo con sorna detrás de sus bigotes mientras me decía “vos en vez de Toro pareces toronjil. Si crees que hay Toro que vive 99 años eres un gil”. Y tuve que resignarme.
Ahora el “Luisín” se ha ido, igual que una vez se fue Walter Zavala, igual que una vez se fue el Gonzalo, el alcalde “Ch’utillo”. Se quedan las entradas folklóricas, los concursos de culinaria y repostería y esa ya larga lista de imágenes de San Bartolomé, a lo largo del centro histórico de Potosí.
Del “Luisín” quedan su ironía, su sarcasmo y esa su habilidad natural para hacer reír, porque es fácil hacer llorar, pero hacer chistes es una cosa tan seria como las imágenes de los santos.
Potosí, julio de 2023 •