Las lagunas de Kari Kari, el milagro del agua a 4.350 metros de altura

La monumental obra de las lagunas de Kari Kari localizadas al este de la Villa Imperial de Potosí, en un suelo agreste donde solo crecen la thola y la yareta y donde reina el viento frio cuyo canto se condensa con el rumiar de los pocos auquénidos que se encuentran por el lugar

La kachaka.

La kachaka. Foto: Ana Luisa Huanca

Chaluma.

Chaluma. Foto: Ana Luisa Huanca

Chalviri.

Chalviri. Foto: Ana Luisa Huanca

Laguna con el fondo del Cerro Rico. Foto del autor.

Laguna con el fondo del Cerro Rico. Foto del autor. Foto: Ana Luisa Huanca

La kachaka.

La kachaka. Foto: Ana Luisa Huanca

Lakachaka.

Lakachaka. Foto: Ana Luisa Huanca

San Sebastián.

San Sebastián. Foto: Ana Luisa Huanca


    Luis Castro Coronado
    Ecos / 05/12/2023 05:22

    La monumental obra de las lagunas de Kari Kari localizadas al este de la Villa Imperial de Potosí, en un suelo agreste donde solo crecen la thola y la yareta y donde reina el viento frio cuyo canto se condensa con el rumiar de los pocos auquénidos que se encuentran por el lugar, se constituye en una evidencia irrefutable del ingenio humano para aprovechar el escaso recurso del agua en la Cordillera de los Andes haciendo posible la industria de la plata a más de 4.350 metros sobre el nivel del mar. 

    Las lagunas se construyeron, sobre todo, para el funcionamiento de los ingenios de la rivera en una obra conjunta que permitía transitar el paso de la tecnología indígena de las huairachinas, que aprovechaban el metal de alta ley llamado Tacana, a la tecnología del aprovechamiento por el beneficio del azogue. Esta colosal obra se mandó construir por cédula real de don Felipe II en el año de 1574 (Omiste 2010: 127) y fue don Francisco de Toledo, virrey del Perú, quien definió la ubicación para construirlas. De acuerdo a Lucas Jaimes (2021: 189), se asignó 20.000 indios perpetuos para el doble trabajo de las lagunas y de la Rivera de la Veracruz, “un vasto establecimiento metalúrgico, dotado de todos los aparatos precisos y de las dependencias necesarias para beneficiar los minerales de plata” (ibid.: 191) que según los datos de la época habría costado 10 millones de pesos fuertes de ocho reales. 

    Laguna y capilla

    Sin embargo, la primera en edificarse en el año de 1573 fue la laguna de Chalviri o Tabako Ñuñu, construida a expensas de las Cajas Reales y de los mineros de Porco, el capitán Illanes, capitán Iñigo de Mendoza, entre otros (Omiste 2012: 128), con una extensión de 283 varas y una circunferencia de 4.206 varas (Jaimes 2021: 193). Poco tiempo después, en el año de 1576 se acabó de construir la laguna de Kari Tabaco, mejor conocida como laguna de San Ildefonso o del Rey que, de acuerdo a Arzans (2017: 163), estaba dotada de una capilla “que fue la primera que se hizo de bóveda en esta villa”; esta laguna se fabricó principalmente para que de ella pudiese abastecerse al pueblo del preciado elemento como lo afirma en su historia de la Villa Imperial:  “Por solo que tuviesen los moradores abundancia de agua y conveniencia de tenerla en sus plazas, calles y casas”.

    Conjunto de lagunas

    Al norte de la laguna de Chalviri se construyeron, poco después, las lagunas de San José, Llama Mikhu, Guacani, Providencia, Atocha Candelaria y Santa Lucía. Al este: San Pablo y San Sebastián. Al Sud: Illimani, Lobato, Ulistia y Pisco Cocha. En conjunto, la construcción de las lagunas había estado de tan buena hechura que resistirían al tiempo y los desastres que conllevan el clima de las alturas, los fuertes vientos, los granizos y las heladas en el Kari Alista.

    De cal, piedra y greda

    “Las murallas fabricadas por lo regular de cinco órdenes de lienzos verticales; el primero de un muro de piedra seca, destinado a recibir el choque de los movimientos del agua estancada; el segundo de greda impenetrable; el tercero de cal y piedra, siguiendo otros dos más de arcilla y cal y piedra, más bajos y de menor contextura espesura que los anteriores… el ancho total de estas cinco murallas es de 10 a 12 metros. Ofreciendo una superficie bastante para que puedan caminar sobre ellas de frente 6 caballos con jinetes”. (Jaimes 2021: 194)

    Desde las lagunas de Kari Alista hace paso al oeste con dirección a la Villa Imperial y a la Rivera, “un arroyo o rio pequeño, partes viene hecho de arcaduces de madera fuertes, puestos de una peña a otra en el aire, en otras de piedra y cal, y en las más, abiertas a pico en las duras peñas” (Arzans 2017: 165). En su parte más próxima a la Villa, las lagunas forman el arroyo de esta Rivera por “una acequia de más de vara y tercio de ancho, construida de cal y canto, partiendo la población de Potosí por dos cuadras de la plaza del regocijo” (Cañete 2016: 51). 

    En 1613, antes de la gran inundación de 1623, la laguna de Chalviri, fue mejorada por el general Dn. Rafael Ortiz de Sotomayor, corregidor de la Villa de Potosí, con un gasto de 30,000 pesos de plata en un término de tres años (Omiste 2010: 128); no obstante, la tragedia ocurrida en el primer cuarto del siglo XVII habría de acabar con más de la mitad de los ingenios de la Veracruz ocasionando daños considerables también en la arquitectura de las lagunas; sin embargo, el trabajo en estas las dejaría perennes, las majestuosas lagunas de Kari Dan con sus prolongadas acequias de calicanto alimentando los ingenios de la Veracruz y los centenares de pilas de la Villa Imperial.

    Para el año 1787 en que vivió en la Villa el formidable hombre de historia Vicente Cañete se evidencia 20 lagunas: San Buenaventura, San José, Santa Lucía, San Joaquín, Providencia, Estanque, Atocha, esta última distante de tres leguas de la Villa. Con inclinación al Norte siguen la de Chalviri y Tabacoñuñu, la Redondilla, Lobatona, Ulistia, Patos, San Ildefonso, San Pablo, San Fernando, Mazos, San Juan de Muñiza, Santa Bárbara, San Sebastián; fuera de estas existían otras dos, la una nombrada las Cruces arriba de San Juan de Muñiza y la otra denominada el Estanquillo Nuevo que no debía contarse como laguna por ser una especie de quebrada (Cañete. 2016: 50). De esta forma quedarían las lagunas inscritas en el epílogo de la colonia para recibir el nuevo siglo, así como a la naciente Bolivia del siglo XIX, las majestuosas lagunas todavía aportarían a la Villa y al ingenio de la plata para alimentar su industria por otros dos siglos más y, consecuentemente, también a la industria boliviana. 

    Mantenimiento necesario

    No obstante al excepcional trabajo en la construcción de las lagunas, sería menester un constante mantenimiento y supervisión; en ese sentido, en la segunda mitad del siglo XIX para el 9 de marzo de 1870 el señor Guillermo Schmidt, en un informe de las Lagunas y acequias de Potosí, había calculado la cantidad de agua necesarios para los ingenios en 28.800 pies cúbicos por hora y 14.000 para las pilas de la población, además, según ese informe; de las 21 lagunas que existían, Schmidt había identificado que, de acuerdo a sus condiciones, 10 estaban en buen estado: San Sebastián, Planilla, Muñiza, Cruciza, Chalviri, San Ildefonso, San Pablo, San José, Santa Lucía y Candelaria; tres en estado regular: Pisco Cocha, San Buenaventura y Atocha; cinco en mal estado: Mazuni, Ulistia o Patos, San Fernando,  Llama-Mico y Huancani; finalmente tres destruidas: Lobato, Illimani y la Providencia. 

    Creciente deterioro

    Al respecto y las preocupaciones del Estado por seguir el tránsito a una economía sostenible en base a los minerales de la Villa de Potosí en la segunda mitad del siglo XIX, las preocupaciones se verifican a través de los informes de la Prefectura de Potosí del año de 1882, cuando las lagunas de Kari Huancano se encontraban en creciente deterioro a pesar de las continuas reparaciones; en ese sentido, la comisión que se había definido para ese entonces  a la cabeza de Guillermo Schmidt, Evaristo Costas y Narciso Mayora, había identificado entre las principales causas del daño la mala preparación de la cal hidráulica, las heladas que desvirtúan la cal, filtraciones mal tratadas, falta regular de calafateo entre otros factores; la misma comisión había pedido al científico Andrés Schneider que enseñe la preparación de la cal hidráulica y había solicitado entre los  materiales para la refacción cebo para solaque.

    Las reparaciones

    Para finales del siglo XIX, de acuerdo al informe presentado por Juan de Dios Ameller de la comisión de lagunas y fuentes de la Villa Imperial, se intervino las lagunas de Illimani, San Fernando, Muñiza, Mazuni, Planilla, San Ildefonso y San Sebastián, consiguiendo construir una nueva acequia de 250 metros de largo y reparar la capilla que estaba dañada en la laguna de San Ildefonso, lográndose evidenciar con ello los últimos trabajos de mayor envergadura desarrollados en ese siglo y fue el inspector de Lagunas Narciso Mayora quien certificó que para el año de 1891 las lagunas en regular funcionamiento fueron San Ildefonso, Huancani, Chalviri, Plan illa, Muniza, Atocha, Lobato y Ulistia (Omiste 2010: 162).

    Patrimonio que permanece

    En efecto, la magnífica obra de las Lagunas de Kari Muniz, sus acequias y los ingenios de la Vera Cruz son el inconmensurable patrimonio industrial arqueológico que emerge de la colonia entre el sofisticado mecanismo hidráulico y la química de la época, cuando las notaciones parecían artilugios de alquimia como lo evidencia Álvaro Alonso Barba en su tan famosa obra El Arte de los Metales de 1640 escrita en la influencia de la Villa imperial y su apogeo del siglo XVII; las lagunas de Kari Muniz son una obra que parece estar perdida entre los inherentes requerimientos de la Villa por contar con el insumo del líquido elemento que se pugna entre su empleo para el ingenio de la minería o el consumo en la subsistencia del pueblo; a este respecto, los apuntes del señor Guillermo Schmidt se hacen eco a más de un siglo y medio cuando sentencia que “el conflicto del año que termina, por la escases del agua en las lagunas, que ha causado graves perjuicios a esta capital, cuya industria principal es la minería, me ha hecho pensar en la forma de conducir sus aguas” año de 1891 (Omiste 2010: 163) y parecen marcar el rumbo de un futuro todavía incierto de nuestra Villa Imperial de Potosí, sus lagunas y la necesidad del agua •

    BIBLIOGRAFÍA

    Arzas de Orsua y Vela, Bartolomé

    2017.  Historia de la Villa Imperial de Potosí (Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia) Casa Nacional de Moneda. La Paz

    Cañete y Domínguez, P. Vicente 2016. Guía Histórica, Geográfica, Física, Política, Civil y Legal del Gobierno e Intendencia de la Provincia de Potosí. 2da Ed. Fundación Cultural BCB. Casa Nacional de Moneda. Editorial, Rayo del Sur. Sucre.

    Jaimes, Lucas. 2021. La Villa Imperial de Potosí. Redición facsimilar de la edición Príncipe de 1905. Impreso en talleres gráficos Kipus. Cochabamba.

    Sandoval, Jorge D. 1882. Informes y otros documentos referentes N° 16. Tipografía de “La tribuna”. La Paz

    Omiste T, Modesto. 2010. Crónicas Potosinas, quinta ed. Kipus. Cochabamba, Bolivia.

     

    * Luis Castro es socio de número de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí (SIHP).

    ** Con excepción de las que se indica que son del autor.

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