Napo

Una mirada a la última producción cinematográfica de Ridley Scott.

Presentación de la película en España.

Presentación de la película en España. Foto: EFE

El 2 de mayo de 1808 en Madrid o La lucha con los mamelucos.

El 2 de mayo de 1808 en Madrid o La lucha con los mamelucos. Foto: EFE

Malasaña y su hija se baten contra los franceses en una de las calles que bajan del parque a la de San Bernardo (2 de mayo de 1808).

Malasaña y su hija se baten contra los franceses en una de las calles que bajan del parque a la de San Bernardo (2 de mayo de 1808). Foto: EFE

Una escena de la película.

Una escena de la película. Foto: EFE


    Juan José Toro
    Ecos / 12/12/2023 03:42

    Por muy épica y bien adaptada que esté una película basada en hechos reales del pasado, siempre tendrá inexactitudes históricas.

    Aprendí eso a fuerza de mirar todas las superproducciones estrenadas en Bolivia con temas históricos.

    Comencé a muy tierna edad, cuando vi “Quo Vadis” proyectada desde el celuloide y observé que unos de los fondos repetidos de esta exitosa cinta de 1951 era una famosa estatua de Rómulo y Remo bebiendo de las mamas de la loba Luperca. Resultó que, apenas unas semanas, había leído que la escultura de la loba era etrusca, pero databa de la Edad Media, mientras que los gemelos fueron añadidos posteriormente, en 1471. Entonces, esas figuras no estuvieron juntas desde el principio y, por otra, para el tiempo en el que transcurría la película —el imperio romano de Nerón—, la estatua ni siquiera existía. Y es que, para 1951, el rigor histórico era un concepto más abstracto que ahora. No importaba tanto acertar en la adaptación espacio-temporal sino convencer a la gente de lo que veía en la pantalla a través de asociaciones de ideas. En el caso de “Quo Vadis”, mostrar la escultura, famosa hoy en día, ayudaba a convencer al espectador de que la acción transcurría, en efecto, en la antigua Roma.

    Con esa excusa, nos tragamos muchos datos históricos inexactos gracias al séptimo arte. Ahí están, como pintoresco ejemplo, las “pantis” que Errol Flynn usó para personificar a Robin Hood en 1938 o uno de los mitos más famosos de nuestros tiempos, la creencia equivocada de que los vikingos llevaban cuernos en sus cascos.

    Es precisamente Ridley Scott quien anotó su nombre en uno de los últimos éxitos de películas épicas como lo fue “Gladiador”, protagonizada por Russell Crowe en el papel del general hispanorromano Máximo Décimo Meridio. La producción fue tan deslumbrante, que pocos, o casi nadie, habló de sus errores históricos. 

    Pero no todo son números negros. Hubo una cinta que no solo se ciñó a los hechos, sino que ofreció interpretación histórica y es orgullosamente boliviana. El título es “Amargo mar”, una película en la que el director, Antonio Eguino, mostró el resultado de las investigaciones sobre la influencia de los barones de la plata, centrada en la figura de Aniceto Arce, y su accionar entre bambalinas para favorecer sus intereses. La propuesta del cineasta era atrevida pero estremecedora: planteaba que Arce manipuló los hechos en torno a la Guerra del Pacífico para sacar a Bolivia del conflicto y posibilitar la construcción del ferrocarril desde su mina, Huanchaca, para exportar sus minerales. La propuesta cinematográfica fue confirmada hasta documentalmente; entonces, Eguino no solo no falseó la verdad, sino que la presentó al público a través de una historia sencilla como para que todos entiendan.  Eso sí, no es una obra perfecta y la historia de amor que se inventó entre el ingeniero Manuel Dávalos y Alcira, “La Vidita”, no ayudó precisamente a motivar el interés del espectador; un romance que, al final, no le importó a nadie. La inclusión forzada de Agar Delós fue otra nota en contra.

    Pero entre una y otra película, el interés cinematográfico por las películas de época y épicas, se reactivó destacando “Troya”, por ejemplo, que si bien no es una película histórica, se basa en la más famosa pieza literaria de Homero. La espectacularidad de esa cinta no tapó los errores de adaptación como la presencia de Aquiles en la toma de Troya, que no ocurre en la novela, puesto que el semidiós muere antes de que eso ocurra. 

    Y, así, llegamos a la peli que motivó esta nota “Napoleón”

    Mucho ruido…

    Como toda película que se respete, “Napoleón” sembró intriga con sus tráileres en los que se veía al corso inmortal protagonizando algunas de sus más famosas batallas. La seducción de Josefina y el aire misterioso que Joaquín Phoenix explotó en “Joker” hicieron el resto: de pronto, todos queríamos ver la película.

    La magia funcionó bien hasta que apareció Josefina. La mujer, en efecto, altera la vida de Napoleón, pero él logra manejar su influencia y evita que se convierta en un factor desestabilizante. Lo que ocurre, entonces, es algo difícil de entender, Josefina influye, pero no determina, mientras que Napoleón termina haciendo lo que le da su imperial gana. Eso sí, al personaje le falta fuerza. Si comenzó imponente, ambicioso y respetable, con el transcurso de la narración se torna en pusilánime y hace lo que Josefina le pide. Se le quita, entonces, lo león y apenas queda un Napo, como bien nos mostró Chespirito en su memorable entremés sobre este personaje histórico.

    …y cascanueces

    ¿Tiene errores históricos la película de Napoleón? ¡Desde luego que sí! Pero estos no son tan evidentes en los hechos como en el entorno y las omisiones. Para empezar, está el mal manejo de la heráldica. Si le pone atención a la película, verá que se utiliza al águila bicéfala en los fondos, como si hubiera sido parte de la heráldica de los Bonaparte. Si se observa, encontraremos que el águila usada por los franceses tras la invasión de España fue la de San Juan, que fue símbolo de Isabel la Católica.

    Y es España, precisamente, la que tendría que sentirse ofendida por la actitud de Scott respecto a la historia de Napoleón y la invasión de aquel país.

    La versión oficial dice que el poder de Napoleón empezó a declinar tras su fracaso en Rusia, pero la verdad es que su primer contratiempo lo experimentó en España, país que se sintió no solo invadido sino, especialmente, ofendido debido a que, hasta entonces, se consideraba un imperio poderoso que no podía ser invadido fácilmente. Pero ocurrió y los españoles debieron aliarse a otros países para rechazar al invasor. Al final, lo derrotaron y Napoleón debió obligar a su hermano José a que abdique a su corona de España. Como se lee, hay mucho para explotar de ese hecho, pero las películas sobre Napoleón ni siquiera rozan el tema.  

    El colmo de la paradoja fue cuando Scott, Phoenix y el equipo de “Napoleón” se presentaron en el Museo del Prado, en las salas de Goya, para presentar la película, aquella en la que España no es ni siquiera mentada. 

    Para España, en cambio, la invasión napoleónica fue un hito, puesto que les dio motivos a sus súbditos en América para rebelarse y, finalmente, independizarse. Con su país ocupado por los franceses, y su rey encerrado en Valençay, España tuvo que librar su propia guerra por la independencia mientras sus territorios de ultramar, los de América, se sublevaban como reguero de pólvora.

    La influencia de aquel hecho, y la resistencia española, se reflejan todavía ahora en obras tan importantes como las de Goya o Eugenio Álvarez Dumont. Los cuadros muestran hechos heroicos, como los del 23 de Mayo que se han convertido en iconos de la pintura universal.

    Así de importante fue el suceso que Ridley despreció para siempre • 

     

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