La historia está cargada de mentiras
Un resumen sobre el Primer Encuentro Nacional de Historiadores por el Bicentenario que se realizó durante tres días en Cochabamba.
La historia boliviana está cargada de mentiras: esa es la opinión generalizada que tiene la mayoría de los investigadores que fueron invitados al Primer Encuentro Nacional de Historiadores por el Bicentenario que se realizó durante tres días en Cochabamba. Sus opiniones fueron presentadas públicamente y, como era de esperar, causaron polémica. En un caso, el de la conferencia sobre Tomás Barrón, incluso motivó que una de las participantes pidiera la palabra solo para expresar su indignación por lo que había escuchado.
Los títulos de las conferencias no anticiparon lo que iba a suceder. Salvo la ponencia sobre la batalla de Canchas Blancas, presentada con la duda intencional de “mito o realidad”, las demás no parecían aparejar nada polémico, pero, al final, la mayoría de los expositores opinaron que la historia boliviana tiene vacíos, está llena de mitos y, por tanto, necesita revisarse.
Los “amarres” de 1825
Mi conferencia, que versaba sobre la primera amonedación republicana, fue la primera del programa, así que comencé con discreción. No obstante, al hablar de la asamblea de diputados de las provincias del Alto Perú, reunida a convocatoria del mariscal Antonio José de Sucre, no pude resistirme a la tentación de decir que muchos de los asuntos importantes de aquel entonces fueron resueltos en las sesiones secretas y las deliberaciones públicas fueron pura pantomima. Entre estas se encuentran nada menos que la declaración de independencia y la fundación de Bolivia.
También dije que Bolivia nació endeudada, puesto que los diputados aprobaron un millonario pago al ejército libertador y un empréstito de dos millones de pesos.
Barrón, un oportunista
Si yo fui algo tímido, el investigador que se presentó después, Eduardo García Echeverría, no tuvo ningún empacho en calificar al considerado líder de la sublevación del 6 de octubre de 1810 en Oruro, Tomás Barrón, como un funcionario realista que simplemente se acomodó a los hechos y, en esas circunstancias, formó parte de las personas que se adhirieron a la junta de Buenos Aires en la fecha señalada.
Mostró documentos originales que respaldaban sus afirmaciones y, sobre esa base, dijo que, una vez que José Manuel de Goyeneche recuperó el control de Oruro, Tomás Barrón volvió a ser un funcionario realista.
Al terminar esa conferencia, la viuda de Alfonso Gamarra Durana se declaró indignada por lo que escuchó, ya que su esposo fue una de las personas que publicó artículos sobre Tomás Barrón, así que anunció un juicio contra el investigador y abandonó el encuentro.
Canchas no tan Blancas
Otra conferencia que sacó ronchas fue la ofrecida por el representante de Santa Cruz, el general Eduardo Paz Campero, sobre la batalla de Canchas Blancas.
Lo que hizo, en resumen, fue señalar que la batalla, que se habría librado el 12 de noviembre de 1879 en Canchas Blancas, jurisdicción del hoy municipio de Colcha K, Potosí, en realidad no ocurrió ya que existen documentos originales que prueban que uno de sus supuestos protagonistas, el coronel Ezequiel Apodaca, se encontraba en Tomave el día en el que se supone que se libró la batalla.
Paz dijo que Canchas Blancas es una construcción histórica que comenzó en Tarija, con el fin de sublimar la participación del coronel Mariano Lino Morales y echar lodo a la memoria del general Narciso Campero.
Esta ponencia fue de las más criticadas por los asistentes, la mayoría de ellos militares en retiro, quienes defendieron la veracidad de la batalla citando el diario de Apodaca que, en los papeles de Paz Campero, firma como “Ecsequiel”, no “Ezequiel”. Acusaron al expositor de intentar limpiar la imagen de su antepasado, Narciso Campero.
Juana y Wallparrimachi
En representación de Chuquisaca estuvo Norberto Benjamín Torres quien presentó un trabajo sobre José Mariano Serrano como la primera de las 48 biografías de los diputados que fueron elegidos para la asamblea de 1825.
Al paso que exponía, Torres dijo que la existencia de homónimos ha planteado problemas para los investigadores y mencionó el caso de Juana Azurduy de Padilla cuyo nacimiento se celebra erróneamente cada 12 de julio debido a que la primera partida de bautismo en encontrarse fue de una homónima suya, nacida el mismo año de 1870.
El historiador lamentó que, pese a que se envió varias cartas a las autoridades de Sucre, se sigue manteniendo al 12 de julio como fecha de nacimiento de la heroína.
También solo como comentario, señaló que existen muchos mitos en la historia de Bolivia que son difíciles de erradicar, como la del inexistente poeta guerrillero Juan Wallparrimachi, una figura que se forjó en el ideario popular, pero pasó a los libros de historia debido a que fue biografiado a fines del siglo XIX e inspiró una novela que fue un éxito editorial tras ser publicada.
A estas alturas, la documentación subsistente de los esposos Padilla, que habrían sido sus padres adoptivos, ha sido ampliamente estudiada pero no se ha encontrado ni siquiera un indicio de la existencia de Wallparrimachi.
País sin padrino
También de paso, Torres señaló el episodio cuando el diputado potosino Martín Cruz habría propuesto ponerle el nombre de Bolivia al país, cambiando el de Bolívar, con la frase “Si de Rómulo vino Roma, de Bolívar será Bolivia”, tampoco está documentada, así que la conclusión lógica es que no sucedió.
Incluso el nombre de Martín Cruz está errado, puesto que el sacerdote que fue elegido entre los diputados para la asamblea de 1825 firmaba simplemente como Manuel Martín, como se puede ver en todas las actas. La propuesta para cambiar el nombre del país no aparece ni siquiera en las actas secretas.
Los decretos y el cañón
Al terminar el programa de ponencias, el presidente de la Comisión de Historia del Bicentenario de Bolivia, Augusto Villarroel, presentó un trabajo en el que hacía notar las diferencias entre los originales y las publicaciones de los decretos fundacionales del país. Así, mi teoría de los “amarres” se vio confirmada.
Pero cuando había terminado de exponer, Eduardo García presentó una “yapita”; es decir, un trabajo que no estaba previsto en el programa: el de un cañón que él encontró en el municipio de Sica Sica, muy cerca de donde tuvo lugar la batalla de Aroma del 14 de noviembre de 1810 (en la provincia Aroma del Departamento de La Paz).
Cada 14 de noviembre se realiza un desfile en el lugar, en honor a la Batalla de Aroma, y se le rinde homenajes al cañón porque, según refieren algunos de sus pobladores, este fue fundido en Sica Sica para entregárselo a Esteban Arze para que este lo use en dicho combate.
No obstante, García le ha tomado fotografías al cañón que muestran que este tiene ruedas metálicas completas, sin radios de madera, y por sus características, que incluyen su número de serie, sus tornillos hexagonales, personas, tuercas y roscas, parece ser una pieza que corresponde a la Segunda Guerra Mundial, librada entre 1939 y 1945 •
Batalla de Tumusla
Aunque el tema no estaba incluido en el programa del encuentro nacional de historiadores, las últimas revelaciones sobre la Batalla de Tumusla ocuparon lugar protagónico y provocaron polémica en Cochabamba.
El autor del libro “Tumusla: necropsia de un fraude”, Valentín Abecia López, presentó en el encuentro una ponencia sobre el diálogo entre el ex canciller boliviano José Fellmann Velarde y el chileno Conrado Ríos Gallardo.
Resumió lo que ya se había difundido: que 14 cartas del coronel Carlos Medinaceli acerca de la batalla de Tumusla habían sido falsificadas con la intención de magnificar su figura, pero la controversia no fue en el encuentro, sino fuera de él, en un conversatorio organizado por la Universidad de San Simón y Editorial 3600 para hablar del contenido del libro.
Comenzó bien y casi terminó mal. Algunos de los asistentes al conversatorio tuvieron duras palabras para el libro y uno de ellos llegó a decir que, cuando se trata de historia, “hay que tener cuidado con estas cosas (las verdades) porque daña nuestra autoestima de bolivianos”.
El ex comandante en jefe de las fuerzas armadas, general Edwin Lafuente, protestó contra el libro por poner en duda una batalla que, en su concepto, supera en importancia a la de Ayacucho y señaló que se puso el nombre de Tumusla a un batallón luego de estudios históricos que demostraron la validez de la batalla.
Se aclaró que la batalla no se pone en duda, sino las 14 cartas. Augusto Villarroel fue más cauto al señalar que opinará sobre el libro cuando lo termine de leer.
(*) Juan José Toro es fundador y vicepresidente de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí (SIHP).
(**) La foto del cañón de Sica Sica es de Eduardo García.