El mejor agricultor de Maragua
No por nada Carlos Mamani, nacido en 1931 en Maragua y ahora residente de Sucre, tuvo la fama de ser el mejor agricultor de Maragua.
No por nada Carlos Mamani, nacido en 1931 en Maragua y ahora residente de Sucre, tuvo la fama de ser el mejor agricultor de Maragua. Ahora con 92 años, habla sobre su vida a ECOS desde su casa de Sucre donde nos recibe su nieta Miriam Mamani. Poco después aparece su abuelito caminando velozmente para unirse a nosotras y conversar a la sombra de una vid. Su vida no es de reposo ni mucho menos; él trabaja todos los días ya sea atendiendo su pequeña huerta donde siempre hay tareas pendientes por hacer como desyerbar, podar, sembrar o cosechar, o cuidando sus sembradíos en Maragua, a donde va regularmente.
Sus recuerdos más antiguos se remontan a cuando tenía 6, acompañando a su mamá desde Maragua hasta Sucre para vender sal. “Me asusté de ver a los leones, nunca antes había visto y me puse a llorar”, dice en su idioma nativo el quechua, refiriéndose las esculturas de los dos leones franceses fundidos en hierro patinado y bronce que están en la Plaza 25 de Mayo, a los pies de la estatua del Gran Mariscal, puestos ahí en torno a la celebración del Primer Centenario de Bolivia. Los policías alarmados por los llantos del niño se aproximaron para preguntarle a su mamá “por qué lo haces llorar”. Era 1937 cuando ese niño asustado no sospechaba que su vida iba a ser larga y plena.
Recuerda que dejó de llorar cuando su mamá, Francisca Mamani, lo llevó a vender la sal que habían traído a la ciudad a un lugar que él recuerda como la “aduana”. Contó que la sal la obtenían de “los llameritos” que llegaban a Maragua desde Potosí cargando chuño y bloques de sal en una fila de llamas que luego intercambiaban por maíz y trigo. En esa incursión al mercado de Sucre, su mamá le compró “chanclas” hechas íntegramente de cuero de vaca, ya que en “ese momento la goma no era conocida”, aclara. También obtuvieron algunos utensilios de cocina de madera. Apuntó que en esa época no tenían ollas de fierro, solo de barro. Dice que su mamá vestía una “aymilla” tejida en telar y un sombrero de lana de oveja.
El amor de su vida
Carlos Mamani conoció a Leonarda Saigua Romero en la fiesta grande de Maragua que se celebra cada 24 de septiembre para congregar muchos jóvenes de las comunidades vecinas para asistir al baile de los T´anta Morenos con sus máscaras de abuelos y disfrutar de las fiestas de boda o bautizos. Leonarda venía de la comunidad de Th'ontorka y se fijó en él.
En una siguiente fiesta, cuando Carlos la vio, dice que “se la ha agarrado” para no dejarla ir y casarse. Tuvieron cuatro hijos: Ciriaco, Margarita, Tomasa y Felipe (+), *14 nietos y 24 bisnietos.
Orgulloso Carlos Mamani cuenta que se destacaba entre los demás jóvenes por su cuidado personal, tanto así que lo llamaban el "indiecito blanco" porque era limpiecito y le gustaba vestirse de blanco, de pies a cabeza, con la indumentaria de Jalk'a.
Otro recuerdo
En su juventud Carlos y sus amigos se escondían para evitar ser reclutados por los soldados que venían a Maragua. Temían ser enviados a la guerra porque la del Chaco (1932-1935), estaba aún fresca en la memoria colectiva. Tal vez si hubiera hecho el servicio militar, no hubiera conocido a su Leonarda. Ella falleció hace 12 años y Carlos la sigue recordando todos los días. Dice que por eso no quiere deshacer el primer cuartito que construyó en su casa de Sucre con ella ni tocar lo que queda de los fue el horno donde su mujer hacía pan. Ese rincón de la casa es el refugio donde revive los recuerdos de su mujer mientras contempla la higuera que plantaron juntos y sigue dando frutos.
Los patrones
Carlos, de niño, vivía en la casa de hacienda con su mamá y sus abuelos, trabajando para los patrones Filiberto y Vicenta Mayán. Su abuelo Gerónimo Mamani era el mayordomo, lo que les otorgaba privilegios. Recuerda que los “comunes” o comunarios trabajaban como arrenderos y trabajaban duro para cultivar sus parcelas a cambio de servicios para el patrón como pastear ovejas, cuidar a los caballos y las vacas, o ayudar en la cocina, dice que se turnaban las tareas. Esto cambió con la Reforma Agraria de 1952.
La escuela
Cuando era niño, Carlos estudió solo tres meses en la escuelita de la hacienda debido a su carga de trabajo. Luego, se volvió autodidacta y tenía mucha inquietud por leer. Finalmente, entre los 12 y 15 años asistió a los programas de alfabetización en Maragua y desde entonces hasta ahora una de sus actividades diarias, es la lectura.
El mejor agricultor
Carlos se enorgullece de haber sido conocido como "el mejor agricultor de Maragua". Su nieta Mirian Mamani confirma que producía papas enormes, del tamaño de la cabeza de un niño y mazorcas de maíz de gran tamaño con un rendimiento de hasta cuatro por tallo. “Las K´ateras o caseritas se “quitoneaban” lo que llevaba para vender en el mercado”, testifica Mirian.
Carlos atribuye su éxito como agricultor por usar guano de sus ovejas y vacas en lugar de abonos químicos: “Cuando la papa esta como de 30 cm. lo aporcaba con guano, planta por planta armando como un cono alto alrededor. Esa tierra que había producido, la dejaba descansar un año. Después hay que ´k´arpirla´ para que este blandita”, recomienda.
También habla del Ayni donde daba y recibía la cooperación de sus vecinos para las tareas agrícolas, siguiendo el modelo de reciprocidad heredado de sus antepasados.
Siempre menciona a sus 10 burros y mulas porque le servían de yunta para abrir surcos, para trillar el trigo y separarlo de la paja o para trasladar el trigo a los molinos de piedra y agua de Sacopaya.
Ese tiempo dice que hizo mucho dinero vendiendo la harina de su trigo. Uno de sus principales clientes era fideos La Paloma. Con su plata compró terrenos de los herederos de los patrones en El Tapial “que es muy buena tierra”. En ese tiempo también compró el terreno donde es su casa con el objetivo de traer a sus nietos a que estudien la escuela en la ciudad. El resto de su plata la colocó en un banco hasta que lo perdió todo con la hiperinflación que devaluó el dinero de los bolivianos hasta en un 60% entre 1982 y 1985.
El líder
Carlos también fue un líder comunitario. Cuando Víctor Paz Estenssoro asumió la presidencia en su segundo mandato, se involucró en el liderazgo de su comunidad, tiempo en el cual contribuyó a mejorar la escuela haciendo gestiones con ayuda del Padre Mauricio Bacardit. A esa escuelita iban a estudiar niños de las comunidades cercanas como son Niñu Mayu, Humaca, Majada, Socapampa, Mergalayoj, Irupampa, Tumpeca y Ulupica.
Con sus gestiones también logró completar el camino para unir Chaunaca con Maragua que se abrió con pico y pala: “El mismo día se ha inaugurado la escuela y el camino a donde ha ido el prefecto y ha entrado en auto”, recuerda Mamani. Antes de eso, llegar a Sucre tomaba medio día de trayecto de caminata por el río, cuando no llovía. Ahora se llega en algo más de una hora, en auto.
“Antes yo trabajaba mucho, ya no tengo la misma fuerza ni el mismo estómago que antes”, dice mientras contempla las uvas de su parral con sus pequeños ojitos que con los años han adquirido un tono gris y que iluminan su rostro tallado por surcos profundos y perfectos, como los de sus chacras.
El secreto de su longevidad
A sus 92 años, Carlos Mamani sigue trabajando la tierra en Maragua. Su rutina diaria incluye cuidar de su huerta y mantener la conexión con sus recuerdos y su familia.
En cuanto a su alimentación dice que nunca come comida guardada. Los sabores de su infancia y juventud son el mote de maíz, la lagua (sopa espesada con harinas de trigo o de maíz), la quinua, el “chapitu” que se hace a partir del trigo tostado y molido. En su casa también tenían queso de cabra y de oveja. Comía carne, pollo y huevo. Las verduras las compraban de la ciudad porque eso no producen en Maragua.
Hoy sigue comiendo de todo, pero en su horario. Su desayuno normalmente está compuesto de api, avena con leche, quinua con leche. Durante el día toma de dos a tres litros de agua hervida. En el almuerzo siempre se sirve sopa ya sea de trigo, de arroz, de lenteja o de quinua. El segundo plato es igual para todos en casa, como por ejemplo un asado con choclo, papa, arroz o trigo cocido; comida sencilla.
Cuando hay mondongo o picante de pollo se sirve y, cada día, come un chocolatito chuquisaqueño. Lo que sí evita, es comer fideo y se limita con el pan. A las 5 de la tarde, hora inglesa, se sirve su tecito con pan y queso y se prepara para irse a dormir, alrededor de las 9 de la noche ya está descansando para levantarse a las 5:30 de la mañana •
Cuentos bajo la luna
Sus nietos aman mucho a su abuelito, especialmente Miriam Mamani Flores quien me contactó para recuperar una parte de las memorias de su abuelito, de su “Tatitu”. Mirian se acuerda que su abuela llamaba a las nietitas a desgranar el maíz de noche, iluminadas por la luz de la Luna de Maragua. Allí tenían que separar los granos grandes para el mote, los del medio para comer y la punta de la mazorca para los chanchos. En medio de la faena venía su abuelito que en quechua les decía “pobrecitas mis Juch'uy kharquitas o reqhecitos” que quiere decir "pequeños cerditos" y se sentaba para contarles cuentos y leyendas que ella recuerda hasta ahora y que me relata, los cuales son motivo de otra publicación.
Los documentos más importantes
Carlos Mamani se levantó abruptamente para traer los documentos más importantes de su vida: 1) El certificado de asistencia al 1er Ampliado de Trabajadores Campesinos de Chuquisaca que se celebró en Redención Pampa del 20 al 23 de octubre de 1964; en la tapa aparece un dibujo del ex presidente Víctor Paz y de su segundo, René Barrientos Ortuño. 2) La Credencial que lo reconoce como Secretario General de Maragua, otorgado por la Federación Departamental de Campesinos de Chuquisaca (1964). 3) La papeleta de sufragio de su esposa que data de 1966.