Plagio de la diablada
Concluidas hace poco en Bolivia las fiestas de Carnaval, hacemos un breve análisis y estudio antropológico, etnológico y musicológico de lo ocurrido en Bolivia, Perú, Chile y Argentina respecto a las ya famosas y masivas “entradas folclóricas” que acompañan
Concluidas hace poco en Bolivia las fiestas de Carnaval, hacemos un breve análisis y estudio antropológico, etnológico y musicológico de lo ocurrido en Bolivia, Perú, Chile y Argentina respecto a las ya famosas y masivas “entradas folclóricas” que acompañan, en este caso; la Fiesta de la Candelaria que se celebra el 2 de febrero y a las Fiestas de Carnavales de fecha movible.
Fiestas en la que en los últimos tiempos (en sectores populares de Perú, Chile y Argentina) han hecho gala y al mismo tiempo se han hecho más famosas y populares la presencia de danzas de origen boliviano en las que hoy por hoy no solo participan residentes, emigrantes o inmigrantes bolivianos en esos países, sino que ahora la organizan, bailan, cantan y disfrutan ciudadanos oriundos del lugar y donde multitud de extranjeros turistas asisten a esos países, principalmente para disfrutar y hasta participar de las diferentes entradas folclóricas que se realizan.
Se hace notar que estas manifestaciones de danzas bolivianas, como parte de la idiosincrasia boliviana y con un muy fuerte apego a sus orígenes; se las realiza en casi todos los países del mundo donde habitan un número considerable de residentes bolivianos.
Pero en este artículo nos referimos especialmente a Perú, Chile y Argentina, porque en menor o mayor medida, el ciudadano común, varios medios de comunicación, gerencias de turismo, historiadores, personalidades públicas, y hasta algunas autoridades estatales de esos países, indican y hasta hacen propaganda refiriendo que dichas danzas son suyas en origen, incurriendo en claro plagio y apropiación indebida del patrimonio cultural e inmaterial de Bolivia, aun sabiendo, dicho sea de paso, que muchas de estas manifestaciones han sido reconocidas como parte del patrimonio cultural e inmaterial como propias de Bolivia, por instituciones acreditadas como la Unesco.
El caso de Puno-Perú
Resulta increíble que gran cantidad de ciudadanos peruanos de varias localidades y ciudades de su extenso territorio, sobre todo en fechas de Carnaval, manifiesten por todos los medios, como suyos y de origen conocidas danzas folclóricas como Morenada, Diablada, Tobas, Tinku, Llamerada, Waca Waca, Pujllay, Caporales y muchas otras, que tienen indudable y comprobado origen en diferentes sectores de Bolivia.
El argumento que repiten constante e incesantemente son los siguientes:
“Que Bolivia fue parte como provincia del Perú”, “que Bolivia y el Perú comparten el sector de los Andes y su cultura”, por lo tanto, todas estas manifestaciones son compartidas y que por estos argumentos estas danzas y manifestaciones culturares pertenecen a ambos países.
Los más extremos iracundamente indican: “Que todas esas danzas son de origen peruano porque nacieron allí y que los bolivianos son los que copian sus danzas”. Así, sin fundamentar nada más, respecto a su extrema postura.
Tanto en Chile como en Argentina ha existido intentos de apropiación, pero en los últimos años, por ejemplo, en Arica-Chile, donde en fecha de carnaval se efectúa una masiva entrada folclórica, se ha visto que se ha respetado y anunciado al público el origen boliviano de estas danzas.
Diablada
A continuación, a modo de ilustración presentamos un ejemplo referente a la danza de la diablada, que es una de las más controversiales en razón a que muchas regiones vecinas de Sud América se disputan su origen.
Es de sobra conocido que en muchas partes del mundo existen danzas de diablos o por lo menos donde participan como personajes uno o más diablos dentro de una danza.
En los Andes, desde la llegada de los españoles, los aborígenes al ser adoctrinados con la religión católica recién tuvieron conocimiento de diablos, demonios y del infierno católico. Los indígenas los asimilaron de acuerdo a su cosmovisión, su idiosincrasia y de cómo percibían ellos el mundo que conocían.
Y en distintas manifestaciones, posiblemente teatrales, con fines de adoctrinamiento o evangelización, se realizaron representaciones del diablo, de ángeles, arcángeles, etc., y con el tiempo derivó en danzas, con estos ingredientes tanto católicos como andinos.
Asimismo, con la llegada de la independencia de esta parte de América, que derivó en varios países libres y soberanos, ya sin la atadura de la inquisición o la extirpación de la colonia, es que aborígenes y mestizos, sobre todo, dieron rienda suelta a la creación o a la manifestación en danza, coreografía y música de estas danzas diablescas, incluyendo parte de la liturgia y hagiografía católica entre otros ingredientes culturales. Y estos proliferaron en distintos sectores con danzas de diablos. Aunque por los datos documentales existentes; el danzante disfrazado de diablo era más un personaje dentro de otras danzas y no se presentaba en grupos exclusivo de diablos. Hasta el momento, no se han hallado datos de danzas en donde exclusivamente participaran diablos, por lo menos no en la colonia, ni a comienzos, ni a mediados de la república.
Pero lo cierto es que existieron y existen aún danzas donde uno o varios personajes personifican al diablo, todas estas con sus particularidades y diferenciaciones y con las características que le otorgan el entorno telúrico y cultural de sus regiones.
En Bolivia, de igual manera, en varias de sus regiones aún se pueden apreciar a personajes diablescos formando parte de una danza, que, aunque tiene bastante parecido en sus vestimentas, no son la diablada boliviana actual.
Diablada boliviana actual
Sobre la danza de la diablada boliviana se han realizado ya varios estudios muy documentados en los que se establece sus orígenes, por lo que a continuación vamos a puntualizar ciertos aspectos generales para ofrecer una idea más clara y un panorama más amplio sobre el origen de la diablada en Bolivia.
La danza de la diablada, como se la conoce en la actualidad, con ciertas modificaciones, ha sido establecida desde fines del siglo XIX y, sobre todo, en el siglo XX, por los danzantes o fraternos del carnaval de Oruro-Bolivia. Si bien es cierto que esta danza tiene origen en la misma región minera y campesina de Oruro, también tiene origen en la región minera de Potosí, donde existen registro de su representación por lo menos igual a la de la ciudad de Oruro, como por ejemplo en la cercana región de Aullagas y Uncía con la denominada danza los Tinku Diablos, de la que ha hecho conocer ampliamente Freddy Arancibia en varios artículos, libros y publicaciones. Pero no es solo esta manifestación, sino que existen muchas otras; sin embargo, como ya hemos manifestado, lo que se conoce como diablada orureña o boliviana es fruto de o consecuencia de estos orígenes e influencia, más su configuración y establecimiento actual es atribución de los grupos, artesanos y danzantes orureños.
Por lo que es a la ciudad de Oruro con su Carnaval, a la que se atribuye haber formado y establecido la famosa danza de la diablada tal cual se la presenta hoy.
Pese a todo ello, algunos ciudadanos peruanos se empecinan en manifestar que la danza de la diablada tiene origen en Puno-Perú, al argumentar que desde hace muchos años o siglos poseen una danza de diablos y que de esta derivaría la diablada.
Pero no toman en cuenta, como ya hemos indicado, que en todos los Andes han existido y existen danzas de diablos o personajes de diablos que integran alguna danza, que fue lo más común, eso no se niega, que tengan cierto origen común en la doctrina católica, tampoco se niega, pero eso no atribuye ni significa que la danza de la diablada que se baila en el carnaval de Oruro, haya tenido influencia directa con la danza de diablos de Puno, porque no existe evidencia alguna de ello. La misma música que acompaña a esta famosa danza, tiene compositores identificados que son bolivianos.
Y es con esta música tradicional boliviana que se baila y danza la diablada, tanto en Perú, Chile Argentina y en la misma Bolivia •
(*) José Luis Pérez es socio de número de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí (SIHP).