La tradición de “El Manchay Puito”

El verdadero cuento del Manchay Puito fue escrito por el tradicionista peruano, erudito escudriñador de anécdotas de antaño Ricardo Palma

Tocadores del Manchay Puito en Cusco, Perú.

Tocadores del Manchay Puito en Cusco, Perú.

El doctor Gaspar de Angulo y Valdivieso era cura era de Yanaquihua de la doctrina de Andavay.

El doctor Gaspar de Angulo y Valdivieso era cura era de Yanaquihua de la doctrina de Andavay.

Ricardo Palma, tradicionista peruano.

Ricardo Palma, tradicionista peruano.


    Cristóbal Corso Cruz
    Ecos / 16/04/2024 11:20

    El verdadero cuento del Manchay Puito fue escrito por el tradicionista peruano, erudito escudriñador de anécdotas de antaño Ricardo Palma y cuyo resumen es como sigue:

    El cuento

    Tal cuento popular en Indoamérica, lo sitúa el autor acaecido en la misma ciudad del Cuzco... “El doctor D. Gaspar de Angulo y Valdivieso, pero sí diré que el señor cura era de Yanaquihua, de la doctrina de Andavay, en la diócesis del Cuzco; era un buen pastor, que no esquilmaba a sus ovejas, que por su reputación de sabio iba a la par de su moralidad, disfrutaba de una fama de hombre de ciencia. El cura Angulo y Valdivieso vivía en su casa parroquial acompañado de su sacristán y un pongo a su servicio. Contaba con treinta y cuatro años de edad, de bello rostro y vigoroso de cuerpo. El estudio absorbía por completo el alma y los sentidos del cura. Pero llegó un día fatal, probablemente el de San Bartolomé, en que el diablo anda suelto, tentando al prójimo. Una linda muchacha de veinte pascuas muy floridas, con una boquita como azucarillo y unos ojos como el lucero del alba y una sonrisita de Gloria in excelsis Deo, y una cintura cenceña, y un piecito como el de la emperatriz de la Gran China, se atravesó por el camino del  doctor Angulo, y desde ese instante anduvo con la cabeza a pájaros y hecho un memo. Anita Sielles, que así se llamaba la doncella, lo traía hechizado. El pastor de almas empezó a desatender el rebaño, y los libros estaban sin abrir. La muchacha abandonó una noche el hogar materno y fue a hacer las delicias de la casa parroquial con no poca murmuración de las envidiosas comadres del pueblo. Medio año llevaban los amantes los arrullos amorosos, cuando el doctor Angulo recibió un mañana carta en que se exigía su presencia en Arequipa para realizar la venta de un fundo que en la ciudad poseía. El cura tuvo que emprender viaje; la despedida fue de lo más romántico que cabe. Dos semanas era el tiempo mayor que debía durar la ausencia. Hubo llanto y tristeza. El doctor Angulo entró en Arequipa, con ventura. En un par de días terminó sin fatiga el asunto y, después de emplear algún dinerillo en collares de brillantes, gargantilla de perlas, vestidos y otras frioleras, para emperejilar a su sultana, enfrenó la mula y calzó espuelas y volvió camino a Yanaquihua. Ya se hallaba a dos jornadas distante del curato, cuando le salió al encuentro un indio y le puso en sus manos una carta; ¡Ven! El cielo o el infierno quieren separarnos. Mi alma está triste y mi cuerpo desfallece. ¡Me muero! ¡Ven amado mío! Tengo sed de un último beso.

    Al otro día, a la puesta del sol se apeaba el doctor Angulo en el patio de la casa parroquial  gritando como frenético; ¡Ana! ¡Ana mía!... Pero Dios había dispuesto que el infeliz no escuchase la voz de la mujer amada. Hacía poco que el cadáver de Ana había sido sepultado en la iglesia. El doctor  Gaspar se dejó caer sobre una silla y se entregó a un dolor mudo. No exhaló ninguna imprecación. Pero cerrada la noche, abrió una puertecilla, penetró con un candelabro en la mano, tomó un azadón, se dirigió a la fosa y removió la tierra, ¿Profanación? El cadáver de Ana quedó en breve sobre la superficie. Don Gaspar lo cogió entre sus brazos, lo llevó a su cuarto, lo cubrió de besos, rasgó la mortaja, la vistió con un traje de raso carmesí, le puso al cuello el collar de perlas y engarzó en sus orejas las arracadas de piedras preciosas. Así adornado sentó el cadáver en un sillón y se puso a tomar mate. Después tomó su quena, ese instrumento misterioso. Flauta sublime de una voz extraña que llena el corazón de amarga pena. Lo colocó dentro de un cántaro y la hizo producir sonidos lúgubres, verdaderos ecos de una angustia sin nombre e infinita, armonías indefinibles solemnemente tristes, improvisó el yaraví que el pueblo del Cuzco conoce con el nombre de Manchay Puito (Infierno aterrador). Los perros aullaban lastimosa y siniestramente alrededor de la casa parroquial y aterrorizados los indios de Yanaquihua abandonaron sus chozas. Las dolientes notas de la quena y las palabras tremendas del haravicu impresionaron a los vecinos. Así pasaron tres días sin que el cura abriese la puerta, al cabo de ellos enmudeció la quena y entonces un vecino español se atrevió a escalar las paredes y penetrar en el cuarto del cura. ¡Horrible espectáculo! Tal es la popularísima tradición. La iglesia fulminó excomunión mayor contra los que cantasen el Manchay Puito o tocasen quena dentro de un cántaro. Esta tradición es muy respetada por los indios del Cuzco....”

    Refutación

    “Lewis Hanke es un historiador norteamericano, plantea la importancia de la historia de la Villa Imperial de Potosí de Bartolomé Arzans Orsúa y Vela como un nuevo tipo de historiografía globalizadora. Por su parte, Ángela Robledo, en la obra de Arzans, atribuye su discreción, al cuidado con que mantuvo su trabajo escondido de sus objetores. De manera sutil el trataba de socavar el discurso del poder del periodo en el cual vivió”.

    “Manchay Puito, el amor que quiso ocultar Dios”, de Néstor Taboada Terán, en su   novela utiliza textos de Arzans para crear un nuevo valor, que se lo puede calificar de “neobarroca”. Severo Sarduy, quien cita a José Lezama, de que el barroco latinoamericano es “la desfiguración de una obra previa”. Siguiendo a Bajtín, Sarduy llama la carnavalización del barroco, puesto que aparece “la mezcla de géneros, la intrusión de un tipo de discurso en otro”.

    En su novela, Taboada Terán, crea y sustituye personajes; crea al protagonista cura Antonio de la Asunción, en vez del cura Gaspar Angulo de Valdiviezo y la doméstica Ana Sielles por María Cusilimay. Además aparece un tal Bigardo, el negro Bienvenido Catanga y el Ñauparuna; el novelista se identifica con este personaje.

    Más esta obra parece relacionar el trajín intenso al que se vio sometido el autor en su ajetreada vida política intelectual, pues la obra, según refiere Taboada Terán, ha sido concebida como una denuncia contra la dictadura del Cnl. Hugo Bánzer Suárez. Continua su comentario, que llama la atención que dice: “...decidí escribir una obra literaria de denuncia... a través de una leyenda potosina del siglo XVIII; armándome de valor, eché mano a la amistad que me unía, desde mis primeros años con el cronista potosino Bartolomé Arzáns de Orsúa y Vela. Taboada Terán nació en el siglo XX, año 1929, y Arzáns durante la colonia española: nació en el siglo XVII, año 1676 •

    * Cristóbal Corso Cruz es miembro de la Sociedad Geográfica y de historia “Potosí”.

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