Calero no fundó el Pichincha
Documentos recientemente encontrados en el Archivo Histórico de Potosí demuestran que no hubo relación directa entre el sacerdote y la fundación del colegio.
El Colegio Nacional de Pichincha inició los festejos por su 198 aniversario con un acto que no se había visto en por lo menos cincuenta años: la presentación de un libro de más de 400 páginas en el que está la producción de uno de sus exalumnos y maestros, Mario Chacón Torres.
El libro “Mario Chacón Torres: páginas históricas dispersas” contiene 49 trabajos del historiador, además de artículos de otros referidos a él, entrevistas, un prólogo y una bio-bibliografía trabajada por Gonzalo Molina Echeverría. La compilación comienza con la reedición del opúsculo titulado “Fundación del Colegio Nacional de Pichincha” que Chacón publicó en mayo de 1968 y, ya entonces, había demostrado que ese establecimiento no fue fundado por el sacerdote Juan Manuel Calero, sino por el mariscal Antonio José de Sucre.
Ese trabajo es el puntal para cualquier historia del colegio y fue la base para una investigación donde demuestro, documentalmente, que no hay relación directa entre Juan Manuel Calero y la fundación del Pichincha y que aquel fue un rector interino que ejerció el cargo, de mala gana, por un tiempo menor al que creíamos hasta ahora. El primer rector titular, y que sí trabajó por el colegio, fue José Ignacio Sanjinés.
Entre datos adicionales desconocidos está la historia de Nicolás Moncayo, el grabador mexicano que trabajó durante años en la Casa de Moneda, hasta que lo sacaron por realista y, para contentarle, le dieron el puesto de profesor de dibujo del Pichincha. Fue el primero en ese cargo e hizo historia.
Si bien Chacón encontró siete documentos sobre los orígenes del colegio, que publicó en 1968, mi investigación identificó más de 20 y, gracias a ese trabajo, se llegó a la conclusión preliminar de que, si bien Sucre fundó el Pichincha, quien lo posicionó y consiguió que llegue hasta nuestros días, fue el general León Galindo Camacho, un libertador y héroe de la independencia, nacido en Colombia, que fue injustamente marginado de nuestra historia y es preciso recuperar. Por ahora, solo se ha publicado artículos sueltos, la mayoría de ellos en ECOS, así que está pendiente la elaboración de una historia de la fundación del Colegio Nacional de Pichincha y sus primeros años.
¿Por qué el error?
El Colegio Nacional de Pichincha fue fundado el 2 de marzo de 1826, mediante decreto de esa fecha firmado por Antonio José de Sucre, y se inauguró el 7 de mayo del mismo año; es decir, cuando Galindo ya estaba en Potosí. Es más, la documentación encontrada en 2023 demuestra que el coronel colombiano ya estaba a cargo del mando militar del Departamento de Potosí cuando el colegio estaba abriendo sus puertas.
El primer rector del Pichincha fue el cura Juan Manuel Calero y, a fines del siglo XIX, ese hecho dio lugar a la presunción de que también pudo ser uno de sus fundadores. Es más, por esos fenómenos que son propios de la construcción social, alimentados por la escasa verificación científica, en esos tiempos se llegó a creer no solo que haya sido uno de sus fundadores, sino EL fundador, y su figura fue puesta encima, incluso de la Sucre, y terminó por opacar a todos los demás.
¿De dónde sale la versión de que el cura Calero fue el fundador del Pichincha? Chacón afirma que todo se originó en 1895, cuando Modesto Omiste publicó el tomo IV de sus “Crónicas Potosinas” en las que incluye un trabajo de José David Berríos titulado “Provecho de un buen sermón. Origen tradicional del Colegio Pichincha” (pp. 272 a 280) en el que se afirma que todo comenzó cuando Bolívar llegó a Potosí; es decir, en octubre de 1825. En fecha que Berríos no precisa, pero que los “Anales” de Potosí fijan en el 11 de octubre de ese año cuando el sacerdote de referencia ofició una misa en el templo de Nuestra Señora de las Mercedes, que cumplía papel de matriz, y a la que asistieron los libertadores.
En la tradición, se afirma que Calero comenzó la misa con un “¡Viva la libertad!” y que después pronunció un sermón tan lisonjero para los libertadores que, cuando Bolívar le ofreció “darle lo que pidiese, (Calero) no deseaba otra cosa que un colegio en que sus paisanos se educasen” (p.278). Pero Chacón, con documentos en mano, señaló que, cuando Bolívar llegó a Potosí, el 5 de octubre de 1825, “las autoridades locales ya tenían en manos el asunto del colegio, así (que) el pedido del padre Calero, al que alude la tradición, no sería sino la ratificación de un anhelo popular”.
Tal vez por exigencias literarias, el relato va más allá ya que asegura que “el Dr. Juan Manuel Calero aprovechó de los claustros abandonados por los bethlemitas, dirigió personalmente la rápida obra de apropiación de ese edificio al fin que se proponía, e instaló el Colegio, como su primer Rector” (p.279). Lo único cierto de estas líneas es lo del cargo de rector ya que Calero no tenía atribuciones para disponer de bienes que no estaban a su cargo, como el templo y convento de Belén. La idea de que los betlemitas abandonaron su convento, que debió estar vigente a fines del siglo XIX, colapsa con la versión de que, en realidad, esa orden religiosa habría sido expulsada por Sucre, al igual que los dominicos y agustinos. En un documento fechado el 11 de abril de 1826 se puede ver un detalle de los bienes que les fueron incautados a esas órdenes.
Su nombramiento como rector, cuyas copias encontré en los fondos Banco de Rescates y Cajas Reales del Archivo Histórico de Potosí, tiene fecha del 10 de abril de 1826 y está firmado por Casimiro Olañeta, entonces de prefecto de Potosí, así que no fue una instrucción de Bolívar, que estuvo en Potosí medio año antes. Hay un detalle llamativo en estas copias: la del Banco de Rescates lleva fecha del 16 de junio de 1826 mientras que el de Cajas Reales es del 9 de mayo. Ambas se hicieron del original, que fue devuelto a Calero en esas fechas. Si tomamos como referencia la más remota la del 9 de mayo de 1826, esta vendría a ser la del inicio de sus funciones como rector, pues se trata del registro en Cajas Reales, la entidad que le pagaría el sueldo. En otras palabras, comenzó a ejercer dos días después de la inauguración del colegio.
La verdad histórica
Este dato explica una verdad histórica de la que poco se ha hablado, pese a que existen dos pruebas impresas al respecto: Calero, que no fundó el Pichincha, tampoco estuvo en la inauguración, el 7 de mayo de 1826. Si revisamos lo que publicó el inglés Edmond Temple en el capítulo XVII de su famoso libro “Viajes por varias partes del Perú con un año de residencia en Potosí”, con el epígrafe “Opening of the College of Pichincha”, comprobaremos que Calero no aparece por ninguna parte. Si eso pudo ser una omisión por desconocimiento de un viajero europeo, revisemos la crónica que se publicó el 18 de mayo de 1826 en “El Cóndor de Bolivia” con la firma de Manuel Antonio Tapia y confirmaremos que tampoco se lo nombra. En la nota periodística, los nombres que más se menciona son los de Casimiro Olañeta, que seguía ejerciendo de prefecto, y de León Galindo, comandante militar: “A las once de la mañana se dirigieron las corporaciones y los más distinguidos vecinos a la Casa Municipal donde estaba los augustos retratos de los Libertadores —dice uno de los párrafos. Con una religiosa veneración, que inspira el respeto a la virtud, tomaron el del libertador BOLÍVAR el Sr. Prefecto Casimiro Olañeta, y el Sr. Coronel Galindo el del Gran Mariscal”. Tampoco se nombra a Calero por una razón elemental: no estuvo en el acto. Comenzó a ejercer, en el mejor de los casos, el 9 de mayo, si no consideramos el otro documento, que es del 16 de junio de 1826.
Solo un cuentito
¿De dónde sale la versión de que Calero fundó el Pichincha? Lo único que pude encontrar con alguna relación al relato de Berríos son cuatro líneas que aparecen en la página 26 del tomo V de los “Anales de Potosí”, y que los lectores pueden encontrar en la página 255 del tomo II de la edición que hizo la Casa Nacional de Moneda. Según esos “Anales…”, estos son algunos hechos que habrían ocurrido el 11 de octubre de 1825, cuando Simón Bolívar visitaba Potosí:
“Día 11. Hubo bailes públicos en la plaza y fuegos artificiales por la noche. Se lucieron los indios con su vistosa indumentaria y alegre música.
“Concurrieron los libertadores á la festividad de La Merced, don predicó el cura Calero; llamó la atención y gustó mucho este discurso oportuno y elocuente…”
Eso es todo. En el resto del documento no hay nada más… nada de “¡Viva la libertad!” ni nada de Bolívar felicitando al cura. La única explicación para la versión aparecida 70 años después es que, cuando se divulgó los textos de los “Anales…”, estas líneas inspiraron a José David Berríos para que, como literato, pero no historiador, arme un atractivo relato que caló hondo y fue tomado, por cierto.
Es preciso poner atención a los años ya que la tradición de Berríos fue publicada en 1895 y, apenas tres años antes, la Monografía del Departamento de Potosí, que fue dirigida por Modesto Omiste, afirmaba, al referirse a la instrucción secundaria, que “esta se da únicamente en el Colegio Nacional de Pichincha, que existe en la ciudad de Potosí, fundado por el Gran Mariscal de Ayacucho y que funciona en el local que antiguamente sirvió de Convento à los religiosos Betlemitas”. Entonces, en 1892 se publicó que Sucre fundó el Pichincha y en 1895 salía el tomo IV de las Crónicas Potosinas, también dirigidas por Omiste, en la que aparece la pintoresca versión de Calero pidiendo un colegio. Aquí tenemos un indicio de que el equívoco efectivamente pudo haber sido motivado por la tradición de Berríos.
Hay que recordar, entonces, que una cosa es Literatura y otra, muy diferente, es la Historia. Con la Literatura se puede fantasear, porque utiliza tanto la realidad como la ficción, pero, tratándose de la Historia, solo se puede trabajar con la realidad, o no-ficción, y, para probar un hecho, hay que presentar pruebas.
Un Calero diferente
Las pruebas que tengo sobre el verdadero papel de Calero en los primeros meses del Pichincha son documentos que no solo demuestran que no fue fundador, ni estuvo en la inauguración, sino que, cuando se desempeñó como rector interino, no le puso interés a su trabajo porque, para empezar, delegó funciones en el vicerrector, Manuel Anselmo Tapia, como se puede leer en una carta que le dirigió al prefecto, León Galindo, el 30 de mayo de 1826, cuando no había cumplido ni un mes como rector.
Debido a que Calero no se ocupaba del Pichincha, Galindo tuvo que entenderse directamente con los maestros del colegio para atender sus mínimos requerimientos. En una carta del 26 de abril de 1827, dirigida al tesorero de moneda, Galindo pide que sea “atendida la urgencia de la cartilla de dibujo que representa este profesor (el mexicano Nicolás Moncayo), líbrense los 50 pesos de su importe contra la tesorería de la Casa de Moneda y Rescates, participando esta disposición al S. Rector del Colegio de Pichincha”.
El desinterés de Calero no pasó desapercibido. En una carta escrita en Chuquisaca el 1 de septiembre de 1826, Antonio José de Sucre le dice lo siguiente a León Galindo:
“No sé qué se haga del Dr. Calero: tengo muchos informes contra su conducta moral. Vea V. cuanto es preciso averiguar los procederes de los hombres antes de proponerlos al Gobierno pª los destinos públicos. Si no se le hubiera hecho Rector, no habría tenido por q. quejarse; p ahora se tendrá si lo quitan. Sirva á V. este error de su antecesor como una buena lección. Iré pensando q. haré con ese Señor, pª q . quede bien”.
Este documento, que redondea la conducta del cura Calero respecto al colegio Pichincha, figura entre las cartas de Sucre a León Galindo y se publicó por primera vez en 1918, en la página 80 del libro “Cartas del General Antonio José de Sucre Gran Mariscal de Ayacucho”, de Carlos Blanco Galindo, y se volvió a publicar en la página 556 de “El sueño frustrado”, de Eudoro Galindo Anze.
Finalmente, el 25 de julio de 1827; es decir, mucho antes de lo que cuenta la historia oficial, Sucre reemplazó a Calero por José Ignacio Sanjinés que asumió el cargo de “Rector propietario”; es decir, se convirtió en el primer rector titular del Pichincha.
Calero debió protestar, pero Sucre ya no le hizo caso. El 20 de octubre de 1829, el entonces presidente Andrés de Santa Cruz lo nombró “director de huérfanas”, cargo que él asumió nueve días después •
(*) Juan José Toro es fundador y vicepresidente de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí (SIHP).