Una exploradora de 14 años
La historia de la humanidad nos detalla que, en la Antigüedad, mientras los hombres exploraban, conquistaban nuevos territorios y descubrían nuevas fronteras, las mujeres permanecían inmóviles en sus hogares.
La historia de la humanidad nos detalla que, en la Antigüedad, mientras los hombres exploraban, conquistaban nuevos territorios y descubrían nuevas fronteras, las mujeres permanecían inmóviles en sus hogares. En la Edad Media a las mujeres se les otorgó una forma limitada de viaje, es decir la peregrinación a los lugares sagrados. Entre los siglos XV y XVII, las mujeres solo podían desplazarse como acompañantes de sus maridos desde un lugar a otro. Sin duda, el desplazamiento les abrió nuevas perspectivas que se transformaron en enriquecedoras narraciones que dieron como resultado diarios de viaje, diarios de vida, autobiografías, testimonios, confesiones, cartas, biografías y otros.
Durante la conquista de América, las crónicas oficiales apenas mencionan a mujeres, pero también estuvieron allí compartiendo su vida y cohabitando con los primeros exploradores españoles, pero su protagonismo quedó en el olvido.
Entre los siglos XVIII e inicios del XIX, la participación de la mujer procedente de Charcas incluyó nuevos espacios de liberación como los primeros movimientos de Independencia y revolución. En este contexto, recordamos a Bartolina Sisa, Gregoria Apaza, Vicenta Juaristi de Eguino, Simona Josefa Manzaneda, Leonor de Vasconcelos de Ibáñez, Ana Barba, Juana Azurduy de Padilla y las heroínas de la Coronilla, entre otras.
Así, paulatinamente las mujeres ya no estuvieron aisladas en sus hogares o monasterios y se liberaron rompiendo con ciertos derechos exclusivos de los varones; escritoras como Juana Manuela Gorriti, Lindaura Anzoatégui Campero, María Josefa Mujía y Adela Zamudio incursionaron en la literatura.
La escasez bibliográfica no es solamente numérica sino también informativa sobre la participación de mujeres como parte de tripulaciones de las exploraciones a las zonas gomeras. De esta manera, en la presente investigación rescatamos el texto inédito titulado “De La Paz a Villa Bella y de Villa Bella a La Paz. Relación de Viaje” y escrito por Rosa Oporto.
Relación del viaje de rosa oporto
En la década de 1890, en pleno auge gomero, muchos viajeros y aventureros registraron en informes, memorias de viaje y apuntes sus experiencias personales sobre exploraciones y viajes a la región amazónica.
Sobre ello, el fundador de Puerto Alonso, José Paravicini, señaló: esforzados bolivianos —se lanzaron a lo desconocido— sin medir vuestras fuerzas, sin pensar en los inmensos sacrificios que os debía imponer una campaña legendaria, transponiendo cordilleras elevadísimas y abruptas, atravesando selvas solitarias, navegando ríos caudalosos llenos de obstáculos, luchando con las fieras, con los insectos venenosos, con el clima mortífero, con toda una naturaleza bravía y salvaje, pero con la sonrisa en los labios, porque teníais en la mente y en el corazón la hermosa imagen de la patria.
En este contexto, citamos los principales diarios intitulados: Exploración de don José Agustín Palacios, realizadas en los ríos Beni, Memoré y Madera y en el Lago Rogo-aguado, durante los años 1844 al 47. Descripción de la Provincia de Mojos; Viaje desde la ciudad de La Paz hasta el pueblo de Reyes de la provincia de Mojos, con observaciones generales sobre la de Caupolicán de José de Borja; Ligeros apuntes de viaje por el R.P. Fr. Fernando de M. Sanjinés Misionero del Colegio de San José de La Paz; Expedición del Coronel Don José Manuel Pando al Inambary; Diario de una expedición del Madre de Dios al Acre de Víctor Mercier y Exploración al río del Acre de Timoteo Mariaca, entre otros.
Sin embargo, la participación femenina en dichos viajes fue poco citada por los personajes referidos y desconocida por la historiografía actual. En esta oportunidad Rosa Oporto, desde una perspectiva singular, nos presenta una realidad más amplia de la vida de las viajeras, siringueros y dueñas de barracas.
Sobre la incursión de paceños, recordamos que procedían de Coroico, Sorata, Apolo y Chulumani, además de la misma ciudad de La Paz, muchos de ellos ya tenían experiencia en la selva como cascarilleros.
En este primer grupo, la historia recuerda a Manuel Cárdenas, Faustino Belmonte, Uvaldo Antezana, Fidel Endara, Teodoro Ramírez y los hermanos Joaquín, Angelino y Marcelino Farfán, entre otros. Sobre ello, el historiador Hernando Sanabria Fernández apuntó: “cooperándose los unos a los otros, los paceños fueron sucesivamente estableciendo sus barracas de trabajo por arriba de Genechiquía, sobre ambas márgenes del Madre de Dios”.
Originaria de la ciudad de La Paz, la bitácora de Rosa, escrita a la edad de 14 años, nos invita a apreciar desde una mirada diferente la geografía, considerada en la época como heredades misteriosas, habitadas por poblaciones originarias y animales legendarios. Sin duda, la imagen que emerge sobre los indígenas refleja una perspectiva eugenista y clasista de la época:
…Nuestros tripulantes eran indios de Santa Ana (Movimas) gente muy cobarde, que acostumbran arrojarse al agua al menor ruido desconocido abandonando todo, pero esta vez permanecieron quietos, lo que fue para nosotros un indicio de que no había peligro… Cuando ya se anunciaba el alba volvimos a sentir otro ruido en la rivera derecha, que creímos fuera producido por los salvajes, pero los indios de la tripulación reconocieron que eran de los chanchos del monte.
Esta visión da a entender dos clases de habitantes: los “salvajes”, representados en repetidas ocasiones como “bárbaros asechadores” y los “civilizados”, más sumisos y complacientes a las labores de navegación. Pero esta impresión no será ajena, muchos años después el periodista y colonizador Juan B. Coimbra, los describirá de igual manera en el apartado intitulado: “Los Barbaros”, en el libro Siringa. Memorias de un colonizador del Beni’.
En consonancia temporal, la narración de Oporto muestra una interesante red fluvial-comercial, el funcionamiento del mismo territorio y población, vinculado por embarcaciones artesanales, como fueron el batelón, callapo y la montería: “Cada balsa se compone de siete palos gruesos, que sirve para hacer el viaje aguas arriba; tres de estas balsas unidas sirven para viajar aguas abajo…”, apuntó.
Expresado en largos trayectos inseguros y peligrosos, la autora relata tres naufragios: dos los sufrió como tripulante y otro, donde perecieron los tripulantes de un batelón: “… fue atraído por la corriente que no dio tiempo a que retrocediera y fue inevitable el naufragio, sepultando entre sus aguas al joven Víctor Ballivián, a B. Pérez, a tres extranjeros y nueve individuos entre hombres y mujeres…”
El auge cauchero (1880-1910) impulsó una gran expansión económica en la región Amazónica boliviana, caracterizada por la proliferación de barracas gomeras, el desarrollo de las vías de comunicación fluviales y terrestres, la migración interna y externa, y una estratificación social diferente. En este escenario, las mujeres efectuaban tareas cotidianas y a su vez, contribuían a la economía doméstica fabricando bolsas, zapatos y ponchos. En otros casos, realizaban el trabajo de la pica. El diario de Oporto rescata de la anonimidad algunos nombres como: Cornelia Saravia e hijas, Josefina C. V. de Roca y Manuela V. de Boguer, entre otras.
Sobre el itinerario y ritmo de viaje, se puede tener en cuenta que responde a la ruta empleada en la región. Geográficamente la Amazonia boliviana, situada en el centro de América del Sur, se encontraba cubierta en su mayor parte por la selva virgen y zonas apantanadas.
Sobre la autora, desconocemos casi totalmente sus datos biográficos, debido a la carencia de información •
* José Pradel es socio correspondiente de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí (SIHP) en La Paz.
** Fragmento del artículo “Diario de viaje de Rosa Oporto a las zonas gomeras de Bolivia (1891-1893)” publicado en el número 168 de la Revista de Historia de América. pp. 233 a 252.