Primeras letras republicanas

Desde un comienzo, en la naciente República de Bolivia emergió entre su gente y entre sus representantes.

Habitantes de Potosí en 1826. Ilustración coloreada del gráfico de Edmond Temple.

Habitantes de Potosí en 1826. Ilustración coloreada del gráfico de Edmond Temple. Foto: SIHP

Portada de la Memoria Biográfica del Gran Mariscal de Ayacucho.

Portada de la Memoria Biográfica del Gran Mariscal de Ayacucho. Foto: SIHP

Retrato pintado al óleo de Bartolomé Mitre.

Retrato pintado al óleo de Bartolomé Mitre. Foto: SIHP

Carátula de la novela de Bartolomé Mitre.

Carátula de la novela de Bartolomé Mitre. Foto: SIHP


    José Luis Pérez Coro
    Ecos / 02/07/2024 11:29

    Desde un comienzo, en la naciente República de Bolivia emergió entre su gente y entre sus representantes; ese carácter dual entre un caudillismo feroz y un carácter político que abarcaba casi la totalidad del ambiente cultural que, para bien o para mal, las ha caracterizado hasta nuestros días.

    Y es que, a comienzos del siglo XIX, con la nueva república instaurada, los ciudadanos bolivianos que gozaban plenos derechos, además de ciertos privilegios, tenían pocas opciones de elección, pues tenían que elegir entre la vida militar, la abogacía y la vida religiosa, y en todas estas, con las debidas influencias, padrinazgos y parentescos, podía ascender hasta los más altos cargos si se lo proponían. Todo esto, claro está, giraba en torno a pocas familias o élites que esperaban impacientemente su turno, hasta que, por uno u otro motivo, se disputaban el poder y mando de la república. En todo este entramado, recurrían sin escrúpulos a la intriga, el complot, la traición, la sangre, el asesinato y hasta a las más disparatadas alianzas, sin escatimar al mismo diablo o enemigo, para conseguir su objetivo, que no era otro que el poder y mando de la república.

    Todo esto que mencionamos, no parecería demasiado extraño por estas partes de América, porque precisamente responde a nuestra idiosincrasia, por lo que estamos acostumbrados en cierta medida a que aparezcan de tanto en tanto caudillos populares o populistas que se baten entre la democracia y la dictadura, con todas esas características, y esto desde inicios de la república. 

    Con esos antecedentes, en definitiva, no lideraba el país el más probo, el más capacitado, el más culto, el más honesto, el hombre heroico, etc., ni siquiera el que había ganado la presidencia en elecciones democráticas. No. El que ganaba el poder era el hombre de agallas, el que tenía ambición, el hombre sin escrúpulos que podía hacer todo lo inimaginable y aborrecible para hacerse con el poder. Por esos motivos, en ese ambiente cultural primaban los asuntos políticos y “revolucionarios” y cada cual se colocaba en uno y otro bando a conveniencia.

    La cultura relegada

    En ese ambiente cargado de violencia y desorden estatal, lo cultural, lo artístico, lo literario, el pensamiento filosófico, la ciencia, etc., estaban relegadas.

    Si bien la república en un comienzo fue creada bajo las directrices de los letrados o doctores de Charcas, hombres cultos y educados, muy pronto fueron relegados por los caudillos militares que dominaron prácticamente todo el siglo XIX y gran parte del siglo XX inclusive. Con ello no queremos decir que los letrados eran mejores que los militares, de ninguna manera, lo que sucedió es que simple y llanamente se impusieron las armas sobre la pluma.

    En esa gran y nueva sociedad boliviana, los pocos hombres cultos, estaban relegados a servir a conveniencia a estos caudillos rudos y agresivos, que poco o nada les importaba forjar una cultura intelectual en provecho del país.

    Por ello, el país no producía más que revoluciones y golpes de Estado, guerras internas, etc. No había cabida para la producción intelectual, no se creaba ni publicaban obras históricas, científicas o literarias de relieve que enaltecieran el nombre de la república, no había lugar o ambiente propicio para los emprendimientos tecnológicos y de ciencia, para el arte, ni para la formación de una cultura elevada o digna entre sus ciudadanos, en fin, nada, o casi nada, salvo algunas raras excepciones que, aunque muy poco se haya producido, ahora se constituyen en el orgullo de Bolivia.

    Lo que en contraparte si se producía y publicaba; era masiva propaganda política, y en ello invertían o desperdiciaban sus talentos los intelectuales bolivianos. Por ello muchos, que tenían sobresalientes dotes intelectuales y de creación, a más de dejar algunas muestras impresas, publicadas o inéditas como muestra de su talento, muy luego se dedicaban a la vida pública y a la política, donde invertían todo su tiempo, energía y hasta su vida, para lograr un curul de diputado, embajador, de ministro o hasta la misma presidencia. Pero como el ambiente era extremadamente inestable, con revoluciones y golpes de estado de tanto en tanto acompañadas de sublevaciones, magnicidios, destierros, guerras internas, guerras civiles, etc., por lo que estas aspiraciones eran bastante fugaces y poco provechosas, tanto de manera personal como para el país.

    Dentro de ese ambiente y sociedad, se perdía para siempre al hombre que tal vez iba a legar al país la obra inmortal de la que estaríamos orgullosos y agradecidos, sin embargo, allí quedaba a medio camino, o “Chaupi punchaipi tutayarka”, como antes señalaran Jaime Mendoza y Carlos Medinaceli en la sociedad de sus respectivas épocas en que identificaron estos aspectos que se repiten aun hoy.

    De esas épocas tan lejanas, por lo repetitivas en sus vicios, hoy todavía no superados, muy poco ha perdurado y ha llegado en obras significativas como legado para el patrimonio cultural de nuestra nación.

    Esperemos que las mentes de hoy, superen estas taras y complejos que han hecho mucho daño a Bolivia.

    Obras notables

    A continuación, anotamos las obras creadas y publicadas en ese margen de periodo, no sin antes hacer notar que el ámbito periodístico fue el más difundido y el periódico fue la plataforma ideal y real en el que se publicaban obras de toda índole, pero como hemos advertido; sobre todo de índole política partidaria.

    Literatura: En 1834 se escribe y ¿publica? en Londres el libro intitulado “Recreos Juveniles” en el que está el cuento que lleva por título “Zoloida y Bizancio” y la novela “Claudio y Elena” de Vicente Ballivián y Roxas. En 1847 se publica en periódico boliviano la novela “Soledad” por Bartolomé Mitre (argentino exiliado en Bolivia). En 1855 se publica en imprenta Paceña” la novela “Claudina” de José Simeón de Oteiza. En 1861 se publica la novela “Los Misterios de Sucre” de Sebastián Dalence. Poesía: en el año de 1835 se publicó “Victoria del lago negro, canto a Santa Cruz”; en 1850 “Opúsculo poético-latinos”; en 1855 “Canto lírico en memoria de los constantes y heroicos esfuerzos del Alto Perú durante la guerra de los 15 años por la independencia americana” de José Manuel Loza. En 1850 se publica “Canto heroico al 16 de Julio de 1809” por Ricardo José Bustamante.

    Historia: En 1834 se publica Memorias Histórico-Políticas por Vicente Pazos Kanki. En 1854 se publica “Memoria biográfica del gran mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre, primer presidente de Bolivia” y “Memoria Biográfica de Bolívar”, por José Manuel Loza. En 1855 se publica “Apuntes para la historia de la revolución del Alto Perú hoy Bolivia” por Manuel María Urcullu.  En 1861 se publica “Apuntes para la historia de Bolivia” de Manuel José Cortes.

    Estas son las obras más notables o las publicadas por ese periodo (36 años desde la creación de Bolivia). En otros ámbitos y géneros como arte, filosofía, derecho, pintura, arquitectura, ciencia, etc., la producción es de igual manera reducida, semejante a la presentada en literatura e historia, como ejemplo, en el presente estudio, como muestra del ámbito cultural e intelectual que se vivía respecto a su producción.

    A partir de mediados de la década del sesenta del siglo XIX, la producción intelectual se irá incrementando en cantidad, calidad y variedad; sin embargo, aún va a ser bastante reducida la producción artística e intelectual, frente a la producción de corte partidario y político •

    * José Luis Pérez es socio de número de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí (SIHP).

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