América antes de América

La versión de que Cristóbal Colón descubrió América pierde cada vez más terreno. Hoy en día, solo los ingenuos creen que ese marinero fue el primer europeo en llegar a América y la verdad es que las series audiovisuales sobre vikingos ayudaron mucho a superar el mito.

El conocimiento del mundo no era tan limitado.

El conocimiento del mundo no era tan limitado. Foto: SIHP

Imagen de la serie sobre vikingos que fue un éxito mundial.

Imagen de la serie sobre vikingos que fue un éxito mundial. Foto: SIHP

La tradición de los viajes es milenaria.

La tradición de los viajes es milenaria. Foto: SIHP

Los antiguos viajaron mucho más de lo que se cree.

Los antiguos viajaron mucho más de lo que se cree. Foto: SIHP

Los cartagineses fueron aún más poderosos que los romanos.

Los cartagineses fueron aún más poderosos que los romanos. Foto: SIHP


    Juan José Toro
    Ecos / 24/07/2024 02:44

    La versión de que Cristóbal Colón descubrió América pierde cada vez más terreno. Hoy en día, solo los ingenuos creen que ese marinero fue el primer europeo en llegar a América y la verdad es que las series audiovisuales sobre vikingos ayudaron mucho a superar el mito. Por tanto, no es novedad decir que los vikingos llegaron mucho antes que Colón, sino que muchos otros llegaron mucho antes que esos vikingos.  

    El caso más conocido de los precursores de Colón es el de Eirík Thorvaldsson, más conocido como Erik el Rojo, probablemente por el color de su cabello, quien habría colonizado Groenlandia, una gran isla ubicada en la zona nororiental de América del Norte, entre el océano Atlántico y el océano Glacial Ártico, que actualmente es una región autónoma perteneciente al Reino de Dinamarca. Su historia figura en la “Saga de Eirík el Rojo”, una de las muchas “Sagas islandesas” que son obras fundamentalmente literarias, pero constituyen la principal fuente para los estudios de la colonización vikinga en América. La presentación de la edición digital de esa obra señala que “es una de las sagas islandesas del siglo XIII, de autor anónimo, en la que se narra el viaje de unos vikingos, entre ellos Eirík el Rojo, que parten desde Islandia y descubren Groenlandia y la colonizan. Más tarde viajarán hasta Vinlandia, lo que demostraría que los vikingos llegaron a América en el año 1000, unos cinco siglos antes que Cristóbal Colón”.

    Su hijo, Leif Erikson, es quien, según la saga, se habría establecido en Vinlandia a la que le dio el nombre por su abundancia en vinos. Sin embargo, la misma saga hace referencia a un navegante anterior que habría llegado a estas tierras, Gunnbjörn Ulfsson, que habría avistado Groenlandia entre los años 876 a 932. 

    No obstante, no llegó a desembarcar en ellas, pero quien sí lo hizo fue Snaebjörn Galti quien partió en 978 hacia Groenlandia con la intención de establecerse allí. Las sagas refieren que fue asesinado. La siguiente expedición fue la de Eirík el Rojo, en 982. Las dos expediciones partieron a sabiendas del lugar que buscaban. La saga de Eirík dice que, antes de partir, “les dijo que pensaba buscar la tierra que vio Gunnbjörn, hijo de Úlf el cuervo, cuando fue arrastrado por el viento hacia poniente y encontró Escollos de Gunnbjörn”.

     Pero estos datos no son nuevos. Ya en 1851, Mariano Eduardo de Rivero y Juan Diego de Tschudi publicaron en sus “Antigüedades peruanas” que “hace doce años que el secretario de la Sociedad de anticuarios de Copenhágue, Don Carlos Christian Rafa, describió, según manuscritos escandinavos publicados en las antiquitates americanae, los primeros viages que hicieron á la América los Escandinavos en los siglos décimo y undécimo que consignó probablemente en el siglo duodécimo el sabio obispo Thorlak Runolfson, autor del más antiguo derecho eclesiástico de Islandia, y biznieto de Thorfinn Karlsefne, que acaudillaba una de las más considerables expediciones dirigidas al hemisferio occidental”.

    En el índice de su obra, estos estudiosos incluso proporcionan un listado de las expediciones vikingas con los nombres de quienes las encabezaron: 1) Bjarne Herjnifson, 2) Leif Erikson, 3) Thorwald Erikson, 4) Thorstein Erikson, 5) Thorfinn Karlsefne y Snorri Thorbrandson, 6) Helge y Finneboge, 7) Are Marson, 8) Bjoern Asbrandson y 9) Gudleif Gudlaugson. “Nos consta, que en el año 1121 pasó á Vinland el obispo groenlandés Erik; mas nada sabemos de un modo positivo relativamente al tiempo que moró allí, como tampoco al estado de esas colonias, ni á su extensión, ni á su grado de progreso ó decadencia”, agregan.

    “Las colonias escandinavas en estas tierras fueron prósperas —apuntan los Mesa—. Ya en el siglo XI se contaba en ellas con granjas, iglesias y monasterios. El tráfico entre las nuevas tierras y las tierras nórdicas del antiguo continente fue intenso, al decir de las crónicas del siglo XII. Pero, poco a poco, estas colonias fueron decayendo; en el siglo XV ya se habían extinguido pues el último obispo de Groenlandia murió en 1385”.

    Rivero y Tshudi también mencionan las teorías de Manase ben Israel, Gregorio García y Adair quienes afirman que los habitantes de América son descendientes de los israelitas. “Entre otras merece particular mención la que atribuye el origen de las razas americanas á las tribus componentes del antiguo reino de Israel, esto es las nueve y media tribus vencidas y conducidas cautivas á Samaria, mientras aún permanecían en el reino de Judá y en las ciudades en la orilla opuesta del Jordán, las tribus de Judá, Benjamín y la mitad de la tribu de Manase”, señalan.

    Después de una polémica de décadas, los historiadores ya acordaron que el origen del hombre americano está en las oleadas migratorias que pasaron a lo que hoy es América a través del Estrecho de Bering. Mucho antes de llegar a esa conclusión, estos dos historiadores publicaron que “no concuerdan entre sí los autores, que atribuyen una estirpe hebrea á las razas americanas, en lo concerniente á la entrada de los Israelitas en el Nuevo Mundo: unos opinan que llegaron directamente de oriente á occidente, estableciéndose en la parte central y meridional de este hemisferio; pero los más piensan, que atravesaron la Persia, la frontera de la China, y entraron por el estrecho de Behring en el continente occidental”.

    En las crónicas coloniales existen indicios de que también los españoles conocían de la existencia de este continente mucho antes de los viajes de Colón.

    Gonzalo Fernández de Oviedo, que fue nombrado “primer cronista de las Indias recién descubiertas” por el emperador Carlos V, publicó hacia 1535 el primer tomo de “La historia general de las Indias” que refiere lo que sigue:

    “Quiero decir lo que en este caso escribió Aristóteles. El cual dice que después de haber salido por el estrecho de Gibraltar hacia el mar Atlántico se dice que fe halló por los Cartaginenses mercaderes una grande isla que nunca había sido descubierta ni habitada de nadie: sino de fieras y otras bestias: por lo cual ella estaba toda silvestre y llena de grandes árboles y ríos maravillosos y muy aparejados para navegar por ellos: muy fértil y abundosa en todas las cosas que se pueden plantar y nacer: y nacidas crecer en grande libertad: pero muy remota y apartada de la tierra firme de África / y por muchos días de navegación. A la cual como llegasen algunos mercaderes de Cartago / como por ventura movidos de la fertilidad dela tierra y por la clemencia del aire / comenzaron allí a poblar y asentar sus familias:  o pueblos lugares. Por lo cual movidos los cartagineses y su senado mandaron pregonar so pena de muerte que ninguno de ahí (en) adelante a aquella tierra osase navegar: y que a los que habían ido a ella los matasen: por razón que era tanta la fama de aquella isla y tierra que si esta pasase a otras naciones que la sojuzgasen o a otro de más imperio que los cartaginenses recelaban que les sería muy gran contrario / y inconveniente contra ellos y contra su libertad”.

    Como se puede leer en esa crónica temprana, en España había conocimiento de la versión de Aristóteles quien señalaba que los mercaderes de Cartago habrían encontrado una gran isla “pero muy remota y apartada de la tierra firme de África”, cuya fertilidad era tal que el senado decidió prohibir que se viaje a ella con el fin de que otras naciones no se enteren de su existencia porque, de hacerlo, se corría el riesgo de que se vuelvan más ricos y poderosos que los propios cartagineses.

    Más adelante, el cronista afirma que esas tierras serían aquellas que son referidas en la mitología griega como Islas Hespérides:

    “Estas gorgades según Tholomeo y todos los verdaderos cosmógrafos son las que ahora se llaman de Cabo Verde generalmente / y en particular se dice por los modernos / Isla de mayo / Buena Vista Isla dela sal: la del fuego. Isla brava. Re (¿?). Pues si desde las gorgades en navegación de cuarenta días están / o se hallan las Hespérides / no pueden ser otras: ni las hay en el mundo sino las que están  al Oeste / o poniente del dicho Cabo Verde que son las de estas nuestras Indias; las cuales están derechamente al occidente de las gorgades”.

    En esta parte, el cronista habla de las Islas Gorgades que, según Ptolomeo, corresponderían a Cabo Verde, vinculadas a las Islas Canarias. A cuarenta días de navegación de esta, al oeste o poniente, se encontrarían las Hespérides que, en su criterio, serían las Indias Occidentales.

    En su versión en inglés, la enciclopedia en línea Wikipedia dice que “se puede hacer referencia a Cabo Verde en las obras ‘De Chorographia’ de Pomponio Mela y la ‘Naturalis Historia’ de Plinio el Viejo. Llamaron a las islas ‘Gorgades’ al recordar el hogar de las míticas Gorgonas asesinadas por Perseo y después, en eufemismo típicamente antiguo, interpretaron (en contra del enunciado original escrito) el sitio donde el cartaginés Hanno el Navegante mató a dos gorilas femeninas y trajeron sus pieles al templo de la deidad femenina Tanit (el Juno cartaginés) en Cartago”.

    La versión de las gorilas recuerda el mito de las Górgades que, según Plinio, eran un pueblo mítico compuesto por mujeres de aspecto peludo. Agrega que “el Jenofonte griego de Lampsacus declara que los Gorgades (Cabo Verde) están situados a dos días de ‘Hesperu Ceras’ - hoy llamado Cabo Verde, la parte más occidental del continente africano. De acuerdo con Plinio el Viejo y su cita de Gaius Julius Solinus, el tiempo de viaje por mar desde Atlantis cruzando las Gorgades a las islas de las Damas del Oeste (Hespérides) es de alrededor de 40 días.

    En la imprecisa y mitológica historia que se practicaba en la antigüedad, las Hespérides eran más conocidas por el jardín de Hera que, ubicado en su territorio, albergaba a un árbol que daba manzanas de oro. Estrabón sitúa a las Hespérides en Tartessos, en el sur de la península Ibérica, mientras que Apolonio de Rodas, por su parte, situaba el jardín cerca del lago Tritón, en Libia. Robar las manzanas de ese jardín fue el penúltimo de los doce trabajos de Heracles o Hércules.

    Aunque sumido en mitos y creencias falsas, el conocimiento de los europeos de la antigüedad llegaba hasta las referencias de tierras más allá de los mapas de navegación así que el hallazgo de Colón no fue, precisamente, una novedad.

    Más aún, los escritos de Colón y su diario de a bordo dan referencias sobre los mapas que manejaba ya que no es cierto que se lanzó a la mar, a ciegas, sin cartas de navegación a la mano. Entre las que usó estaban las de Paolo dal Pozzo Toscanelli que tenía referencias de ciudades asiáticas como Cipango y Quinsay la isla Antillia supuestamente ubicada en el Océano Atlántico, al oeste de España, a la que versiones antiguas intentaban vincular con la Atlántida.

    Como se ve, la historia en la edad antigua y el medioevo estaba notoriamente influenciada por la Literatura, en la que se incluye a la mitología, y así llegó a América, en los libros y creencias de los invasores, que no tuvieron problemas en creer las versiones fantasiosas de los cronistas sobre los lugares ocupados

     

    * Juan José Toro es fundador y socio de número de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí (SIHP).

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