Vicente Camargo, el héroe que sublevó a los Cintis

Vicente Camargo sublevó la Republiqueta de Cinti entre 1814 y 1816, en el marco de la Guerra de la Independencia de Bolivia, hasta ser considerado “el más fuerte entre todos los caudillos” por el comandante general del Ejército de España en el Alto Perú

Cuadro de Vicente Camargo en la Casa de la Libertad.

Cuadro de Vicente Camargo en la Casa de la Libertad. Foto: Luis Alberto Guevara

Firma de Vicente Camargo en una de las tantas cartas que escribió.

Firma de Vicente Camargo en una de las tantas cartas que escribió. Foto: Luis Alberto Guevara

Quisquira, municipio de Villa Charcas, uno de los lugares donde Vicente Camargo luchó.

Quisquira, municipio de Villa Charcas, uno de los lugares donde Vicente Camargo luchó. Foto: Luis Alberto Guevara


    Luis Alberto Guevara
    Ecos / 08/08/2024 04:29

    Vicente Camargo sublevó la Republiqueta de Cinti entre 1814 y 1816, en el marco de la Guerra de la Independencia de Bolivia, hasta ser considerado “el más fuerte entre todos los caudillos” por el comandante general del Ejército de España en el Alto Perú, Joaquín de la Pezuela, quien, incluso, posicionó su cuartel general en Cotagaita para dirigir desde ese lugar su plan de lucha contra el patriota que después se convertiría en héroe nacional.

    Escasa referencia histórica a lo largo de más de 200 años desde que se suscitaron los hechos gloriosos en lo que hoy se denomina la región de los Cintis da cuenta de la existencia de un tal José Vicente Camargo, cuando en realidad su nombre propio siempre fue Vicente Camargo. Esto se corrobora en las cartas que firma y por cómo le llamaban los comandantes realistas en sus informes de guerra, según una investigación que está reflejada en el libro ‘Revolución en los Cintis 1810-1820’, del autor de este artículo.

    Camargo nació en el cantón de Moro Moro, provincia de Chayanta, hoy municipio de Ravelo del departamento de Potosí; eso es lo que siempre se vino diciendo, aunque el historiador Benjamín Torres, en su libro ‘Vizente Camargo, el héroe de Cinti’, sostiene que “nació en la Villa Imperial de Potosí, dato consignado en el documento que indica la dota aportada por Nicolasa Acosta a su matrimonio”.

    Su matrimonio

    Por otra parte, Torres afirma que Camargo se casó con Nicola Acosta, viuda, “cuando él tenía entre diecinueve y veinte años. De ahí se infiere que nuestro personaje nació cerca de 1763, no así en 1780”. Sin embargo, su vida la desarrolló en el cantón Moro Moro de la provincia Chayanta.

    ¿Camargo tuvo familia? A sus alrededor de 20 años se casó con Nicolasa Acosta, de 47 años de edad y “viuda del gobernador y cacique principal del pueblo de Moromoro”, relata el mismo historiador, que dice también que quedó en posesión de sus bienes y empleo como gobernadora. Se divorciaron en 1797.

    Todo indica que Camargo, después de divorciarse, no formó una nueva familia y cuando se posesionó en Cinti para sublevar a ese priorato, en ninguna de sus cartas de guerra menciona a una mujer como su esposa ni tampoco habla de hijos. 

    Con estos datos se puede afirmar que Camargo sublevó al partido de Pilaya y Paspaya, hoy provincias de Nor y Sud Cinti, cuando tenía alrededor de 50 años de edad.

    Fue gran amigo del héroe nacional Manuel Ascencio Padilla y junto a su esposa Nicolasa actuaron como testigos del matrimonio de Padilla con Juana Azurduy, según constató el autor de este artículo.

    Semblanza

    Carlos Romero V., en su libro ‘Apuntes bibliográficos del Coronel José Vicente Camargo’, sostiene que este “era de raza española, con alguna mezcla de sangre quichua. De tamaño regular, ancho de espalda, bien proporcionado, de mirada fuerte y expresiva. (…) Era un notable orador popular, cuya elocuencia apasionaba a su auditorio y ejercía particular influencia sobre la raza indígena”.

    Esto se complementa con la descripción de Josep Barnadas en su ‘Diccionario Histórico de Bolivia’: “Fue cobrador de tributos de Muru Muru (Moro Moro) e intérprete de guitarra”.

    En la región

    Al igual que Padilla, Camargo estableció su foco de insurrección armada lejos de Chayanta, en la Republiqueta de Cinti, un lugar estratégico que era clave para la comunicación de los realistas entre las Provincias Unidas del Río de la Plata y el Alto Perú. “Comenzó luchando al mando de José Ignacio Zárate a principios de 1814 y se estableció en los curatos de Santa Elena y La Loma”, narra el autor de este artículo en su mencionado libro.  

    Desde esos lugares hizo diversas incursiones armadas por toda la región y se extendió a Tarija por el sur y por el noreste hasta Segura, hoy municipio de El Villar, donde Padilla le “confirió el título de Comandante de los lugares de Santa Elena”, según Torres.

    Durante su presencia en la región de los Cintis recibió los títulos de comandante de Santa Elena y La Loma y después el de comandante de Cinti, como una muestra del crecimiento de su liderazgo.

    Compromiso

    “Los hijos de la Patria han depositado sus intereses y su propia vida al Comando y gobierno de nosotros”, escribió en una oportunidad Vicente Camargo, lo que refleja que abrazó la causa de la libertad con responsabilidad, pasión, convicción y consecuencia, a tal punto que denominaba su lucha como “la sagrada causa”.

    Camargo se consideraba un hijo de la patria y por ella decía que “ha padecido y seguirá padeciendo”. Su relación con la gente del lugar, especialmente con los de Santa Elena, Cañahuayco y La Loma, fue de confianza y no dudaba en decir que los vecinos se hallaban comprometidos con la causa de la independencia.

    Liderazgo

    Su relación de mando comenzó dependiendo de José Ignacio Zárate en 1814, pero muy rápidamente sus palabras y acciones adquirieron la fuerza necesaria para ganarse el respeto y la admiración de los jefes argentinos, con quienes mantuvo una relación de dependencia militar directa.

    Por ello, no dudaba en recordarles su esperanza de que en breve estuvieran por esa región “para sacarlos de la opresión del enemigo y que ese pedido no sólo era de él sino también de los clamores de sus vecinos” •

    Un hombre de fe

    En el libro ‘Revolución en los Cintis 1810-1820’, del autor de este artículo, se da cuenta de que una de las cualidades del Comandante de Santa Elena y La Loma era la de ser previsor. Por más que recibiera una orden, si las condiciones de lucha no eran las adecuadas para ejecutarlas, no hacía caso.

    El análisis de contexto era fundamental cuando decía que no le interesaba ingresar a Cinti por “haber quedado en entre dichos” debido a la conducta dual de sus vecinos y porque el enemigo espera esta entrada para dar otro golpe a satisfacción”. 

    Según sus cartas, Camargo fue un hombre de mucha fe en Dios y creyente de la Virgen de las Mercedes a quien tenía como su patrona y la llamaba “nuestra generala”. Con la bendición de ambos, tenía la esperanza de salir de la opresión de los enemigos.

    Estando en Santa Elena, en octubre de 1814, recibió de parte del coronel comandante José Antonio Álvarez de Arenales, el título de Coronel a quien a través de una nota le dijo: “Tengo el honor de besarle a Vuestra Señoría sus manos” como muestra de agradecimiento. 

    En la misma carta, le confesó que hace mucho tiempo que había deseado merecer ese honor, pero reconoció que la suerte no le había favorecido. Sin embargo, ese nombramiento nunca fue solicitado y menos reclamado.

    En la guerra

    Vicente Camargo no era un hombre de luchar bajo la estrategia de las guerrillas, es decir, de andar sorprendiendo al enemigo para causar pequeños daños, algo que le generó cuestionamientos de parte de José Ignacio Zárate, quien lo acusó de “huir a la sola noticia de que el enemigo se aproxima”.

    Camargo generalmente optaba por la batalla, por atacar o defenderse con decenas de hombres de infantería y caballería y con miles de honderos indígenas, por lo que siempre fue considerado el más peligroso de la región, según se rescata en el libro ‘Revolución en los Cintis 1810-1820’.

    Joaquín de la Pezuela ordenó que “hiciesen la guerra al infame Camargo, que era el más fuerte entre todos los caudillos”, cuando se habían sublevado “Ascencio Padilla, en La Laguna; José Miguel Lanza, en Ayopaya; Ramón Rojas, en Tarija; José Ignacio Zárate y Miguel Betanzos, en Porco; el cura Muñecas, en Larecaja, y otros numerosos caudillos en diversos pueblos del Alto Perú”, de acuerdo al relato de Carlos Romero.

    Por estrategia, sus posiciones de ataque o defensa siempre las fijaba en las cimas de las montañas desde donde hacía huir a los enemigos o huían ellos, pero casi nunca bajó a combatir en los planos. Curiosamente, como queriendo el destino sustentar esta teoría, el ejército de Camargo fue aniquilado en el plano de Arpaja el 3 de abril de 1816, sostiene Guevara en su libro.

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