Amantes y presidentes
El sexo es una debilidad en la que caen más los hombres que las mujeres y, si ejercen poder, se aprovechan de este para satisfacer sus bajos instintos. Pasa ahora, pero también ocurría en el pasado.
Como en todos los países, la historia de Bolivia bulle de episodios en los que las relaciones entre hombres y mujeres han tenido —y tienen— una inevitable influencia en los hechos que marcan el devenir de las sociedades. Los amoríos suelen marcar a los seres humanos y eso es más notorio cuando los protagonistas son los gobernantes.
Un presidente es un ser humano y, por lo tanto, está expuesto a las mismas tentaciones que los demás. La diferencia entre uno y otros es que, por el poder que ostenta, un presidente puede tener lo que se le antoja con más facilidad que los demás seres humanos. Un caso paradigmático de la actualidad, el del expresidente Evo Morales.
La historia de la humanidad está plagada de gobernantes involucrados con mujeres que, generalmente, se enredaban con aquellos por los beneficios que obtenían. Los ejemplos van desde Cleopatra y sus amoríos con Julio César y Marco Antonio hasta Marilyn Monroe y sus romances con los Kennedy.
Bolivia no es la excepción. Por el contrario, el machismo y la misoginia que imperan en nuestra sociedad dieron lugar a que varios presidentes aprovecharan su poder para tener acceso a muchas mujeres, algunas incluso casadas.
En esta nota ampliada apuntaré algunos casos notables de relaciones extramatrimoniales de presidentes que, por ser tales, son consideradas fuera de lo normal, aunque, para no caer en hipocresías, habría que decir que estas forman parte de la normalidad clandestina de nuestro país.
Existe una larga lista de mujeres que jugaron papeles decisivos en la historia de Bolivia, pero es menos conocida aquella en la que figuran las que influyeron en los acontecimientos de su época al convertirse en amantes de los presidentes.
Los libertadores
Un caso célebre, pues figura en varios libros que se ocupan de los amoríos del libertador, es el romance que Simón Bolívar tuvo en Potosí, en octubre de 1825, con una mujer de nombre María Costas, y no Joaquina, ni María Joaquina, como se la sigue denominando hasta el presente. Se trató de una relación extramatrimonial por parte de la mujer pues supuestamente se hallaba casada con otro héroe de la Guerra de Independencia, el rioplatense Hilarión de la Quintana, y, según pude determinar, cuando el Libertador llegó a la Villa Imperial ella tenía un hijo de siete años, bautizado como Felipe Hilarión de la Quintana Costas (2016, 95). Como resultado del romance, María tuvo un segundo hijo, José Costas, que se convirtió en el único caso documentado de un hijo de Bolívar (2024, 212). No se sabe si Manuelita se enteró de esto.
Para Carlos Hugo Molina, el romance entre Manuela Sáenz y Bolívar habría sido determinante en la autorización del Libertador para el surgimiento de Bolivia. Algo más fácil de probar es la relación que Antonio José de Sucre tuvo con la tarijeña Manuela Rojas, pues habría sido la razón para que Casimiro Olañeta, que también pretendía a la dama, desatara una feroz campaña contra el mariscal de Ayacucho, movido por el despecho.
En criterio de Mariano Baptista, Rojas se convirtió en una de las causas para el motín del 18 de abril de 1828, que fue el principio del fin del gobierno de Sucre. Fue “Manuela Rojas quien, sin quererlo, provocó todo el embrollo. Manuela era una moza tarijeña de singular belleza, prometida años atrás en matrimonio a (Casimiro) Olañeta. Tan pronto llegó el Mariscal de Ayacucho a Sucre, precedido de su gloria, Manuela, como otras tantas muchachas, perdió la cabeza por el galante mandatario, pero con más suerte que las demás, fue inmediatamente correspondida, viviendo un tórrido romance, a consecuencia del cual, tuvo un hijo. Pedro César, nacido precisamente dos meses después de que se produjera el motín. Sucre reconoció a la criatura y actuó de padrino, su edecán colombiano, el coronel Ramón Molina. Pese a estar casado ya con María Santiesteban, Olañeta no podía olvidar a la seductora Manuela y juró vengarse. Expulsado Sucre del escenario boliviano, Olañeta volvió a frecuentar a Manuela con la que tuvo un niño en 1831, al cual, el político, fiel a su voluble carácter, hizo bautizar con el nombre de Jano, el dios de las dos caras” (1989 [1983], 249).
El cuerno de belzu
Otro caso digno de estudio es el de Juana Manuela Gorriti, la escritora y feminista argentina más conocida en nuestro país por haber sido la esposa de Manuel Isidoro Belzu.
Juana Manuela nació en Horcones, Rosario de la Frontera, Salta, el 15 de junio de 1818 (2023, 58), emigró con su familia a Bolivia en 1831 y el 19 de agosto de 1823 se casó, en Tarija, con Manuel Isidoro Beluz (Ídem, 65). Si hacemos números, veremos que llegó al altar con solo 14 años.
Según Baptista, Gorriti conoció a José Ballivián cuando este era presidente y ya estaba rodeado por el aura gloriosa de la batalla de Ingavi. Ambos se enamoraron pese a estar casados, aquella con Belzu y el mariscal con Mercedes Coll. Su relación habría sido descubierta por el futuro “Tata”, quien llegó al extremo de agredir al Presidente en el Palacio de Gobierno y ganarse así un arresto (1989 [1983], 253 a 257). Como consecuencia de ese triángulo amoroso, Belzu se convertiría en el más enconado enemigo de Ballivián y el país se dividiría en dos bandos que protagonizaron una guerra civil de baja intensidad.
El de Juana Manuela es un asunto relevante no solo por sus efectos sino por la personalidad de aquella mujer que, más allá del adulterio, se destacó por su cultura, personalidad y talento, y ahora forma parte de la galería de célebres de Argentina. Es muy distinto del de otra Juana, la Sánchez Campos, amante que ejerció influencia notable en Mariano Melgarejo.
Melgarejadas
Hasta antes de Morales, el caso más representativo de mezcla de sexo y poder era el de Mariano Melgarejo, que pasó a la historia por encabezar un gobierno de excesos, soberbia, despotismo, violaciones a la ley y un alto grado de autoritarismo. Aunque casado con Rosa Rojas, Melgarejo fue un mujeriego empedernido que, según se dice, tuvo varios hijos ilegítimos. Entre sus muchas amantes se incluye a Gertrudis Antezana, esposa de José María Achá.
Ignorante, promiscuo e impío, este hombre estaba convencido de que había nacido para gobernar Bolivia y hasta atribuía su fecha de nacimiento, en un Domingo de Resurrección, a un designio divino. Decía que Dios lo había escogido justo cuando resucitaba. Por ello, creía que él era el único que podía gobernar el país y no tenía intenciones de dejar el poder. Tantos fueron sus excesos que varios autores se ocuparon de ellos. Caudillista y rodeado de zalameros que lo alentaban a hacer lo que hacía, Melgarejo creía que podía hacer cuanto se le antoje y eso incluía tomar a cualquier mujer, sin importar su condición o edad.
Tuvo muchas mujeres y a casi todas les hacía espléndidos regalos para premiar sus favores sexuales.
La amante más conocida que tuvo Melgarejo fue Juana Sánchez Campos, peruana y hermana del capitán José Aurelio Sánchez quien había sido condenado a muerte por actos de rebeldía. El tirano la conoció precisamente cuando ella, con apenas 18 años, fue a verlo a rogar por su vida. Su edad es un estimado ya que, al haber nacido en Perú, su partida bautismal debe estar en ese país. Diversas versiones dicen que la muchachita tenía una belleza brutal y el presidente se impactó tanto con ella que no solo perdonó a su hermano, sino que lo incorporó al Ejército boliviano en el que, gracias a los favores presidenciales, llegó hasta el grado de general.
La relación de Melgarejo con Juana Sánchez se hizo tan pública como el súbito enriquecimiento de la familia peruana. Por años, los Sánchez tuvieron influencia y recibieron múltiples favores del gobierno hasta poco antes de la caída de su protector.
Los excesos del presidente fueron tales que el pueblo boliviano no pudo más. En 1870 se levantó Potosí y, aunque Melgarejo aplastó la revuelta con violencia, otras ciudades siguieron su ejemplo poco después. El 15 de enero de 1871 fue derrocado por el pueblo paceño y tuvo que huir hacia Chile. Cuando se enteró de que su examante vivía en Lima, partió en su búsqueda secretamente.
La ubicó en una lujosa vivienda y, al percatarse de ello, se alegró pensando que podría recibir ayuda de aquella familia que tanto le debía. Golpeó a la puerta y el que le abrió fue José Aurelio Sánchez, aquel a quien había perdonado la vida y hecho general del Ejército boliviano. Preguntó por Juana e intentó entrar, pero el exgeneral le dio el mayor agradecimiento por sus favores: dos balazos (1922, 313 y 314).
De la pedofilia al incesto
Su sucesor, Agustín Morales, no fue precisamente un dechado de virtudes. Según el argentino Dámaso E. Uriburo, el presidente que reemplazó a Melgarejo lo superó en todas sus desviaciones sexuales ya que llegó al extremo de convertir a su propia hija en su amante:
“El suelo se estremecía bajo las plantas del tirano, ebrio de licor y de lujuria, a cuyos antojos había cedido hasta la voz de la naturaleza, ley que pone en reparo y respeto a la hija, de las solicitaciones sensuales del padre y a la madre de las de sus hijos.
“Morales profanó el lecho filial, convirtiéndole en tálamo de torpe mancebía.
“El pueblo de La Paz, escandalizado, veía continuamente atravesar sus calles en poderosos palafrenes y con escoltas suntuosas, a la hija y al padre, con esa repugnancia con que se mira la inmoralidad impune en el poder y la mancha del crimen en el primer magistrado de la Nación” (1899, 87).
Evadas
Los excesos de Melgarejo y Morales corresponden al siglo XIX, un tiempo en el que la sociedad boliviana tenía diferencias con la actual. Una de las más notables es que no existía el concepto de mayoría de edad y, por tanto, las mujeres —que carecían de derechos— eran prácticamente forzadas a casarse desde los 13 años.
De Bolívar se publicó que “a la temprana edad de doce años” ya era “un activo practicante sexual” (2015, 33) y que existía “presencia de muchachas adolescentes en su séquito de sultán” (2004, contratapa) pero el caso que he destacado en esta nota es el de Juana Manuela Gorriti, puesto que su partida bautismal, que me fue proporcionada por Elías Vacaflor Dorakis, confirma que se casó con Belzu con solo 14 años. Pero eso cambió en el siglo XX, cuando la mayoría de edad fue fijada a los 21 años. Posteriormente, esa edad se bajó a los 18 y, ese es el parámetro que se tomó para tipificar el delito de estupro. Según el artículo 309 del Código Penal, “quien mediante seducción o engaño, tuviera acceso carnal con persona de uno y otro sexo mayor de catorce (14) y menor de dieciocho (18) años, (y, por ello,) será sancionado con privación de libertad de tres (3) a seis (6) años”. Si esa norma hubiera estado vigente en 1831, Belzu no habría podido casarse con Juana Manuela ya que, al aplicarla, no se toma en cuenta si las relaciones fueron consentidas o no. Si la mujer está en ese rango de edad, se considera estupro y se aplica la ley.
El estupro viene persiguiendo a Evo Morales desde que se supo de su relación con Gabriela Zapata, pues varias versiones decían que esta se inició cuando ella era menor de edad, pero esto se descartó al verificar la edad que ella tenía cuando nació su hijo Ernesto Fidel.
En 2020, una investigación del periodista español Alejandro Entrambasaguas para su medio OKDiario reveló que Morales, entonces de 60 años, mantenía una relación amorosa con Noemí Meneses, en su momento de 19. La joven acompañaba a Evo en sus viajes, incluidos a los lugares donde pudo refugiarse cuando se fugó del país, tras el levantamiento popular de 2019. El caso se convirtió en un escándalo porque, según el medio español, la relación se había iniciado hacía entonces cinco años, cuando la muchacha tenía 14 años, lo que ajustaba la conducta del expresidente al delito de estupro.
El último caso también es de 2020, pero se reactivó este año cuando la fiscal departamental de Tarija, Sandra Gutiérrez, emitió una orden de aprehensión contra Morales que en febrero de 2017 inscribió como su hijo a una niña nacida de Cindy Saraí Vargas, por entonces de 17 años, lo que confirma que, cuando la procreó, tenía solo 16.
El círculo se cierra, por ahora, con una acusación en contra del actual presidente, Luis Arce, que señala que el gobernante tuvo una relación sentimental de seis meses con una joven, en ese momento, de 21 años. Esa es la versión de la mujer, una militante del MAS que, según dijo, cedió sus favores sexuales por la oferta presidencial de ser nombrada viceministra de Deportes, algo que nunca se concretó •
Fuentes: 1899 URIBURO, Dámaso E. Guerra del Pacífico. Episodios 1879 a 1881. Compañía Sudamericana de Billetes de Banco. Buenos Aires. 1989 [1983] BAPTISTA Gumucio, Mariano. Otra Historia de Bolivia. Editorial Educacional del Ministerio de Educación y Cultura. Segunda edición. La Paz. 2004 GARCÍA Hamilton, José Ignacio. Simón, vida de Bolívar. Artes Gráficas Piscis S.R.L. Buenos Aires. 2015 LOZANO Torres. Bolívar mujeriego empedernido. Las batallas amorosas del Libertador. Intermedio Editores S.A.S. Bogotá. 2016 DELGADO Jorge, Guillermo Carlos y TORO Montoya, Juan José. Sangre de Bolívar en Bolivia (el misterioso hijo del Libertador). Grupo Editorial Kipus. Cochabamba. 2023 TORO Montoya, Juan José. Una empanada llamada “salteña”. Grupo Editorial Kipus. Cochabamba. 2024 TORO Montoya, Juan José. Literatura y Coloniaje. Tomo II. Guerra de la Independencia. Grupo Editorial Kipus. Cochabamba.
* Este artículo es una ampliación y actualización de los que el autor publicó en 2016 en su columna “Surazo”.