25 años del río San Juan

El 10 de noviembre de 1999 llegó, por fin, al Cerro Rico de Potosí… el agua potable del río San Juan. 

El acueducto atraviesa la serranía.

El acueducto atraviesa la serranía. Foto: Daniel Arturo Oropeza Echeverr

El chorro inaugural.

El chorro inaugural. Foto: Daniel Arturo Oropeza Echeverr

En una de las inspecciones.

En una de las inspecciones. Foto: Daniel Arturo Oropeza Echeverr

Mostrando el caudal.

Mostrando el caudal. Foto: Daniel Arturo Oropeza Echeverr

Solo una persona de menudo tamaño podía ingresar al ducto para pintarlo.

Solo una persona de menudo tamaño podía ingresar al ducto para pintarlo. Foto: Daniel Arturo Oropeza Echeverr


    Daniel Arturo Oropeza Echeverría
    Ecos / 13/11/2024 03:00

    El 10 de noviembre de 1999 llegó, por fin, al Cerro Rico de Potosí… el agua potable del río San Juan. 

    Tuvieron que pasar más de 70 años para que este servicio se ponga en funcionamiento, iniciándose una nueva época en la historia de la Villa Imperial.

    ¡Cuántas promesas tuvo que soportar la paciencia de la gente puesto que, ya sea con gobiernos civiles o militares, la frustración era la misma hasta que, venciendo incontables dificultades, incluso por parte de algunos “paisanos”, se coronó por fin… con el funcionamiento de este proyecto!

    Llegó el día maravilloso en que el agua del río San Juan se dejó ver, al mediodía del 10 de noviembre, como si hubiera estado escrito en su destino, que justamente en esa fecha pueda gozar de tan enorme felicidad.

    En aquel tiempo, cuando asumí la segunda administración prefectural que me tocó cumplir, se sufría una prolongada sequía en la región, que nos obligaba a distribuir agua en cisternas. Las lagunas reportaban cada día menos volumen en sus embalses, puesto que el sol inclemente evaporaba lo poco que quedaba en el Kari Kari.

    El gobierno anterior había contratado una empresa constructora que le prometió entregar el servicio antes de la conclusión de su periodo constitucional. Se cumplió fatalmente ese plazo y el agua estaba aún bastante lejos de llegar. Ya bien entrado el nuevo gobierno, tuvimos que tomar en la Prefectura una decisión serena y valiente para resolver definitivamente este enorme problema social.

    Entonces, con mucha discreción trazamos un plan que fue secreto por varias semanas, puesto que había “peligros” permanentes en la conducta de cierta gente, que no solamente deseaba que fracasemos en este honrado afán, sino más bien que cuidaban con mala fe algunas nimiedades que les brindaban beneficios individuales. Con certeza que quienes lean estas líneas de homenaje al agua potable del río San Juan, aquellas personas mezquinas, se reconocerán instantáneamente y tal vez hasta se sonrojen un poco.

    Debemos recordar al programa PIAF, puesto que bajo esa supervisión estaba la construcción del acueducto, y al ingeniero Dulfredo Zambrana, con quien decidimos prescindir de la empresa constructora y convocar a medio millar de trabajadores cooperativistas del Cerro Rico, que no tenían trabajos mineros por los bajos precios. Ellos se volcaron inmediatamente con su maquinaria y con su valiosa fuerza laboral, pudiendo atacar la obra por distintos frentes de frenética tarea constructiva.

    Se conformaron numerosas brigadas de 24 horas, de día y de noche; supervisadas por ingenieros potosinos, construyendo sendas de apertura, excavando en roca dura, transportando e instalando tubería de hierro fundido de 600 milímetros de diámetro y 250 kilogramos de peso, vaciando cámaras de hormigón para las enormes llaves y válvulas; soldando juntas de acero que soportan ahora las más altas presiones del flujo de agua, revisándolas con rayos X, una por una, para que no falle ninguna en ningún momento de su vida útil.

    La obra de toma se encuentra a 52 kilómetros de la ciudad y la línea de aducción, con 160 litros/segundo, pasa por puntos incluso más altos que la misma toma; que son vencidos por artificios hidráulicos, según diseño, y tal vez esos detalles técnicos llevaron a preguntar, inclusive a algunos ingenieros ajenos al proyecto; ¿dónde se encontraban instaladas las estaciones de bombeo?, ¿en qué puntos intermedios del acueducto?

    Anecdótica e históricamente debo decir con la fe de mi palabra; que el hecho de prescindir de aquella empresa y de incorporar a nuestros hermanos cooperativistas mineros en la conclusión del acueducto, inclusive llegó hasta el mismo Palacio de Gobierno en La Paz, “ordenándome” el entonces Presidente, por intermedio de uno de sus ministros, que debía restituir a la empresa constructora, que había llegado con su queja hasta esa alta instancia de poder, pese a tener injustificados retrasos en su lento avance que ya llevaba varios años.

    Aún recuerdo esa airada conversación telefónica, cuando todo indignado respondí más o menos con estas palabras: “dile al Señor Presidente que, si quiere agua en Potosí, durante su gobierno; me deje actuar… o que me cambie… y que no defienda una empresa que él no contrató”.

    Mi destino político y administrativo estaba echado con esta furibunda respuesta. Pudieron haberme cambiado inmediatamente del cargo de prefecto de Potosí, en aquella época en que los prefectos éramos designados… pero mi condición honesta de solvencia profesional quedaría intacta. Aún están activos algunos protagonistas de aquellas discusiones que, al leer este mi homenaje al agua del río San Juan, seguramente se reconocerán nítidamente.

    También recuerdo que luego se presentó en mi oficina un conocido abogado que no pertenecía al foro potosino. Dijo que venía en representación de la empresa a iniciar un juicio y con todo desplante subrayó que nunca había perdido un caso. 

    Reaccioné indignado y también levantando la voz le dije: “entonces le aconsejo que abandone este encargo, porque este caso sí lo perderá”. Nunca más se lo volvió a ver, tal vez la fuerza de mis convicciones le hizo meditar serenamente.

    Si las cosas hubieran salido mal con el acueducto, estoy seguro que varios compañeros de gobierno habrían asistido “compungidos” a mi inmolación política. Y aquí estamos… recordando gracias a Dios, con profunda satisfacción los 25 años de servicio ininterrumpido del agua del río San Juan. 

    En el presente, la ciudad de Potosí ha crecido en población y en actividad económica. El acueducto atiende, según diseño, a la parte baja de la ciudad y las lagunas del Kari Kari deben seguir haciendo su trabajo histórico, de atender con eficiencia a la parte antigua y superior.

    El acueducto merece un permanente mantenimiento y el uso honrado del flujo de agua, cuya principal misión es el consumo humano. Deberá complementarse todo el sistema con una acción imprescindible: evitar fugas de su vieja red y hacer mantenimiento de las presas que almacenan agua de lluvia en las lagunas, evitando filtraciones cuantiosas. 

    Obligatoriamente deben ejecutarse nuevas tomas de agua, en plena armonía con el medio ambiente y el consenso adecuado con las comunidades que rodean a la ciudad de Potosí, para resolver la demanda humana e industrial que cada vez va en aumento y debe cuidarse el acueducto, que en esas condiciones durará 70 años más.

    Mis respetos al departamento de Potosí en su CCXIV aniversario revolucionario y mi homenaje a los 25 años del funcionamiento ininterrumpido del río San Juan, nuestra mama yacu •

     

    * Marcia Romero es socia aspirante de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí (SIHP).

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