Adiós al gran Rolando Costa Arduz
Como forense, fue el encargado de la autopsia de Luis Espinal y, además, logró determinar que Marcelo Quiroga Santa Cruz había sido torturado antes de su muerte
Escritor y médico cirujano especializado en Neurología y Medicina Legal, notable historiador de la Medicina, había nacido el 1 de agosto de 1932 en la ciudad de La Paz. José Rolando Costa Arduz, fallecido el pasado 13 de noviembre, será recordado por su multifacética actividad intelectual y por sus inestimables aportes profesionales.
Precisamente como forense, fue el encargado de la autopista del sacerdote asesinado Luis Espinal (ver recuadro aparte). Además, durante el juicio de responsabilidades contra el general Luis García Meza, nombrado perito para estudiar las fotografías del crimen de Marcelo Quiroga Santa Cruz, “y logró determinar que el líder del Partido Socialista-1 había sido torturado antes de su muerte, dando un giro al proceso”, cita en un artículo-homenaje el presidente de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia, Luis Oporto Ordóñez, quien también lo recuerda como dirigente sindical de los médicos.
“Hombre de ideas progresistas, fue perseguido por las dictaduras de Hugo Banzer (1971-1978) y Luis García Meza (1980), viéndose obligado a salir al exilio”, agrega él.
El propio Oporto menciona en su recuento biográfico que fue hijo de Arturo Costa de la Torre, “el bibliógrafo más importante del siglo XX, del que heredó su monumental biblioteca con 60 mil volúmenes, que fue vendida a la Alcaldía de La Paz, con la que creó la Biblioteca Patrimonial ‘Arturo Costa de la Torre’.
Heredó más de 200 manuscritos y documentos históricos de La Paz, que los vendió al Archivo Nacional de Bolivia”.
Conocido en Bolivia como un infatigable hombre de los archivos y también como formador de talentos en los campos de las letras y de la investigación, Costa Arduz fue varias veces vicerrector de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) y creó la revista “Crónica aguda”, de la que se publicaron 155 números, tal como lo destacó hace poco, al darle su último adiós pluma en mano, como corresponde a un hombre de su talla intelectual, el escritor y cineasta Alfonso Gumucio.
Entre otras instituciones que integró, Costa Arduz fue presidente de la Sociedad Geográfica de La Paz, primer vicepresidente de la Sociedad Boliviana de Escritores, vicepresidente del Instituto Panamericano de Geografía e Historia, y miembro fundador de la Sociedad de Genealogía, de la Academia Boliviana de Historia de la Medicina y de la Academia de Ciencia Genealógicas y Heráldicas de Bolivia.
Además, investigador del Centro de Investigaciones Antropológicas “Tiwanacu”. (CEINANTI).
Al margen de su prolífica actividad literaria e investigativa, tuvo un corto paso por la política como prefecto de La Paz entre el 31 de agosto de 2005 y el 13 de septiembre de aquel mismo año, durante el gobierno del presidente Eduardo Rodríguez Veltzé.
Además, se desempeñó como vocal de la entonces Corte Nacional Electoral en 1997.
Su amistad con Jorge Suárez
Mirella Suárez Urquidi, con inmenso cariño, desde la misma casa de Costa Arduz y acompañada de la esposa de toda la vida del médico y literato, Ana María Pottilli Sardone, recuerda para ECOS que él y su padre, Jorge Suárez –periodista y escritor, exdirector del diario CORREO DEL SUR–, fueron mejores amigos desde la niñez.
Y lo guarda en su memoria en tiempo presente: “Rolando Costa Arduz tiene una biblioteca de 40.000 tomos plus. Así como una hemeroteca de periódicos bolivianos, colecciones completas de revistas, enciclopedias como Espasa Calpe del tomo uno al final, la obra histórica completa de Arnold Joseph Toynbee, y muchos otros. Todo catalogado”.
Suárez Urquidi no deja de ponderar que “es una eminencia médica. Publicó 55 libros de Historia de la Medicina y aún tiene 35 inéditos, sin contar con lo que no está catalogado, y la biblioteca de Arturo Costa de La Torre”.
Reconocimientos
Su extraordinaria obra intelectual fue considerada por la Cámara de Senadores en 2017, cuando se le otorgó la Declaración Camaral en reconocimiento a “su invalorable contribución a la cultura, investigación científica y médica en Bolivia, su valioso aporte a la educación universitaria en la formación de profesionales médicos, odontólogos y abogados bolivianos y extranjeros”, y también lo condecoró con la medalla Franz Tamayo.
Habiendo sido docente universitario durante 40 años, “alcanzando la condición de Docente Emérito en las Facultades de Medicina, Derecho y Ciencias Políticas; desempeñó docencia en las carreras de Sociología y Odontología”, Oporto recuerda además que la Facultad de Medicina de la UMSA –su Alma Mater– lo reconoció el año pasado como “Maestro de la Cultura Médica en Bolivia, en mérito a su larga y brillante trayectoria humana y profesional de investigación” •
La autopsia a Lucho y un libro (*)
(…) Rolando tuvo bajo su responsabilidad profesional la dolorosa tarea de hacer la autopsia de su amigo Luis Espinal, torturado y asesinado salvajemente en marzo de 1980 por esbirros enviados por el excomandante Jaime Niño de Guzmán. Lucho era entonces director del semanario Aquí, donde denunciábamos los actos de corrupción de los militares y los aprestos golpistas. Más de tres décadas después, en enero de 2017, se le ocurrió a Genaro Quenta, un fiscal despistado, mal informado y mal intencionado, que se debían exhumar los restos de Espinal para una necropsia. Me encontraba fuera de Bolivia cuando Rolando me contó eso por correo (por intermedio de Anita. NOTA DEL EDITOR: En referencia a la esposa de Costa Arduz, Ana María Pottilli Sardone, nacida en Argentina), angustiado porque no encontraba el protocolo de la autopsia que él había realizado 37 años antes. Le recordé que habíamos publicado el protocolo completo en el libro Luis Espinal, el grito de un pueblo, libro que me tocó coordinar para la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia (APDHB) y que fue publicado en 1981 en Lima y un año más tarde en Barcelona. Le envié la copia del protocolo y de esa manera se pudo detener a fines de enero la orden de ese fiscal.
En febrero, a mi regreso, nos juntamos a conversar en el café Urbano y cuando tocamos el tema, caí en cuenta de que a pesar de las dos ediciones mencionadas, el libro no se había publicado nunca en Bolivia. Delante de Rolando llamé a Xavier Albó, que ya residía en Cochabamba, y le pregunté si los jesuitas estarían interesados en cofinanciar una edición boliviana de la obra. Entusiasmado, el P’aqla dio su aval inmediatamente, lo que me permitió llamar a José Antonio Quiroga, director de Plural, y plantearle el desafío: “¿Puedes publicar un libro en un mes?” José Antonio contestó afirmativamente: siempre y cuando se le entregara el texto en Word en unos diez días. Nueva llamada a Xavier, quien me dijo que los colegas de la fundación que lleva su nombre se encargarían de transcribir el libro, ya que no existía (obviamente) una versión digital. El original lo escribí a máquina, no teníamos computadoras entonces. Mientras se hacía la transcripción acudí a la casa de los jesuitas para revisar una vez más la caja de fotos de Luis Espinal que había tenido oportunidad de examinar más de tres décadas antes. Dicho y hecho, la nueva edición del libro (Plural, 2017) salió pocos días antes de que se cumpliera el 37 aniversario del asesinato de Lucho. Rolando fue testigo y cómplice, ese 8 de febrero de 2017, de las llamadas de teléfono que permitieron concretar la aventura editorial (...)
* Extracto del artículo de Alfonso Gumucio Dagron titulado “Rolando” y publicado en Brújula Digital el 16 de noviembre pasado.
Carta de una nieta a su abuelo (*)
Amigos, colegas y familiares, es un honor para mí compartir unas palabras en memoria de mi querido abuelo Rolando Costa.
En esta ocasión nos reunimos para despedirnos de una persona ejemplar, un hombre cuya vida dejó una huella profunda en cada uno de nosotros y en la sociedad. Mi abuelo no solo fue una figura pública destacada, fue ante todo un ser humano con corazón lleno de generosidad y sabiduría.
Su impacto fue mucho más allá de sus logros visibles, ya que solía darse el tiempo para escuchar y compartir un consejo eficaz a quien lo necesitaba.
Hoy recordamos no solo sus logros, sino la persona que fue en cada pequeña acción. Recuerdo sus enseñanzas, su ejemplo y su inquebrantable dedicación a sus ideales. Nos mostró que el verdadero éxito no solo se mide en reconocimientos, sino en la relación teñida de amor que se crea con la familia.
Mi abuelo fue un pilar para la familia y una inspiración para muchos de la misma. Él, junto a su hija María Eugenia Costa, dejan un vacío enorme pero también un legado imborrable. Aún más importante, nos deja a todos una responsabilidad: la de seguir su ejemplo, la de superarnos a nosotros mismos cada día, la de apoyarnos unos a otros y esforzarnos por contribuir al mundo.
Gracias, abuelo, por todo lo que nos diste y enseñaste. Te recordaremos con el amor y respeto que te mereces.
Azul Pando Yáñez Costa
* Transcripción de la revista ECOS del manuscrito con el que Azul Pando Yáñez Costa, nieta de Rolando Costa, despidió a su abuelo. Ella tiene 19 años de edad.