Mariano Moreno y su rivalidad con Cornelio Saavedra
Datos poco conocidos de este personaje de las revoluciones de mayo: algunos historiadores afirman que Saavedra lo mandó a envenenar.

Mariano Moreno nació en Buenos Aires en 1779, el mismo año que José de San Martín. Hijo de padre español (originario de Santander) y madre porteña.
Estudió en el jesuita Colegio de San Carlos (actual Nacional Buenos Aires), al igual que Manuel Belgrano pero, a diferencia de este y de Marcelo T. de Alvear, que completaron su formación en Derecho en la Universidad de Salamanca, hasta donde solían llegar los jóvenes americanos de familias pudientes, él, de clase media, partió para Chuquisaca a estudiar en la también prestigiosa Universidad de Charcas.
El de Moreno fue el mismo derrotero que siguieron Juan José Castelli, Juan José Paso y, uno más conocido por nosotros, Bernardo Monteagudo. Todos ellos graduados, como era de rigor, en la exigente Academia Carolina, según Clément Thibaud, “una escuela de dirigentes para la independencia”.
Tuvo 13 hermanos, de los que murieron seis; él era el mayor. A los ocho años sobrevivió a una feroz viruela que le dejó marcas en el rostro; a los 21, en Tucumán, rumbo al Alto Perú, a su primera crisis de fiebre reumática (estuvo quince días sin poder moverse); y a los 24, a un segundo ataque que lo mantuvo postrado en cama, dos meses, en Chuquisaca, según relata Felipe Pigna en su libro “La vida por la patria: una biografía de Mariano Moreno”, basado en fuentes primarias y secundarias.
Chuquisaca
Los Moreno no tenían dinero para enviar a su hijo a Chuquisaca. Entonces, reciben la ayuda de dos sacerdotes: primero, de Felipe Antonio de Iriarte, quien les colabora económicamente y lo recomienda ante su amigo el canónigo Matías Terrazas, deán de la Catedral y secretario del Arzobispado de Charcas, considerado uno de los clérigos más influyentes y ricos del Alto Perú y posiblemente del Virreinato para que se instale en su casa. Así es que Mariano, con 20 años, se ubica en la vivienda de la actual calle Bolívar, donde se encuentra Impuestos Nacionales, en Sucre.
Su padre Manuel quería que su hijo ingresara a la vida eclesiástica y le costea el viaje a La Plata con esa ilusión. Dice la literatura que entre Buenos Aires y Chuquisaca se debía recorrer una distancia de 570 leguas (2.800 km que tomaban alrededor de cinco semanas en buenas condiciones meteorológicas por un camino de postas que, a Moreno, le demandó casi el doble de tiempo; hoy, con mayor precisión, son 2.252 km).
Manuel Moreno, su hermano, dice en la primera biografía que se escribe de Mariano (1812) que este “fue a Charcas para ordenarse sacerdote, pero tropezó con Rousseau en la nutrida biblioteca del canónigo Terrazas y su profunda fe cambiará de objetivo, la puso en las reformas políticas y no se hizo eclesiástico sino abogado”.
Rousseau
Descubre a Jean Jacques Rousseau, y a otros pensadores de la Ilustración, en la imponente biblioteca del sacerdote Terrazas. Allí pasa horas interminables leyendo y allí mismo pudo haber encarado la traducción del famoso “Contrato Social”, la primera en América.
Munido de las ideas de los pensadores de la Revolución Francesa —que, racionalismo mediante, se hace en nombre de los derechos del hombre y no de Dios—, Moreno pasará más adelante de cuestionar el aparato o la administración colonial, sin pedir la desconexión con el rey y el territorio español, a legitimar la Revolución de Mayo de 1810, exactamente un año después del primer levantamiento de América, que se dio en Chuquisaca.
Las Minas de Potosí
Moreno en Chuquisaca no solo completa su formación intelectual, sino que muy cerca, en Potosí, entra en contacto con la realidad de los mineros/mitayos y del yanaconazgo que le conmueve tanto que sobre ella basa su tesis doctoral, titulada “Disertación jurídica sobre el servicio personal de los indios” (1804), una especie de denuncia —revolucionaria— con la que desafía abiertamente a las Leyes de Indias en plena época de la colonia:
“Se ven precisados a entrar en conductos estrechos y subterráneos, cargando sobre sus hombros los alimentos y herramientas necesarias después de los metales que han excavado sobre sus propias espaldas con notoria infracción de las leyes, que prohíben que aún voluntariamente puedan llevar cargas sobre sus hombros. Padecimientos que, unidos al maltrato que les es consiguiente, ocasionan que de las cuatro partes de indios que salen de la mita, rara vez regresen a sus patrias las tres enteras”.
Ya como abogado, sus clientes son mayoritariamente indígenas que trabajaban en las minas, lo cual le significa una persecución por parte de sectores conservadores de Chuquisaca y decide volver a Buenos Aires. Pero antes, encontraría al amor de su vida, María Guadalupe Cuenca, una jovencita de 14 años con quien tuvo un retoño en Chuquisaca y cuya partida de bautismo, según consta en la Biblioteca de la Casa de la Libertad, dice que es “hijo del doctor Mariano Moreno, natural de Buenos Aires, y de María Guadalupe Cuenca”. Está fechada el 27 de marzo de 1805 y el hecho se produjo en el Sagrario de San Miguel de La Plata; él pequeño había nacido dos días antes.
A su vez, el historiador Benjamín Torres compartió para esta investigación la partida de matrimonio de Moreno y Cuenca, que se encuentra en el Archivo Arquidiocesano Monseñor Taborga, de Sucre, y según la cual se casaron en la iglesia San Miguel.
Buenos Aires
Con 26 años, en Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata, trabaja como abogado del Cabildo. Por entonces, ya era un letrado-político con ideas reformistas, pero influido de los aires revolucionarios de Chuquisaca. Noemí Goldman, la biógrafa más exhaustiva de Moreno, dice que fue el primero en hablar de “emancipación”.
A los 31 años se constituye en el Secretario de Guerra y Gobierno de la Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata, a nombre de Fernando VII, más tarde “la Primera Junta de Gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata”, que era un gobierno colegiado, el primero de las Provincias Unidas del Río de la Plata cuyo presidente fue Cornelio Saavedra.
Estuvo solo siete meses en ese cargo, entre mayo y diciembre de 1810, tiempo suficiente para cambiar la historia hasta ese momento: Fundó escuelas; apoyó la educación de los indígenas; promovió la enseñanza religiosa, enfatizando en la importancia de la moral y la ética en la formación de los jóvenes; se preocupó especialmente por la instrucción de los militares del Ejército patriota: “Buenos Aires no quiere hombres extranjeros a las virtudes”.
Fundó la “Gazeta de Buenos Aires”, por eso se lo considera periodista y, en honor a la creación de ese medio, el 7 de junio de 1810, hoy, en esa fecha, cada año se conmemora el Día del Periodista en Argentina. En ese semanario, del que era su principal redactor, difundía las ideas de la libertad; los derechos individuales; el desarrollo de la ciencia y el conocimiento; el poder político derivado de la voluntad del pueblo; un gobierno justo; igualdad y justicia.
Pero Moreno, que tenía de aliado incondicional a Manuel Belgrano y otros patriotas imbuidos en la causa revolucionaria como Monteagudo, poco a poco iría encontrando resistencia, primero, en “contrarrevolucionarios” como Santiago de Liniers (francés, exvirrey) y, después, en conservadores como Saavedra, su enemigo principal.
Siendo él de carácter “nervioso”, según lo describe el historiador José María Rosa, crítico de Moreno al que llama “dictador”, se atreve a impulsa medidas radicales cuando redacta, por encargo de la Primera Junta, un “Plan de Operaciones” que incluye expansionistas hasta Brasil. Lo hace junto a Belgrano, según algunas versiones, pero hace pocos años Ariel Bauzo, médico neurólogo apasionado por la historia, escribió un libro donde muestra que se trata de un documento apócrifo, en varias partes una copia textual de una novela contrarrevolucionaria que circuló por la América hispana desde principios de 1811.
Sin embargo, sus detractores, aprovechándose de ese plan, más algunas malas decisiones políticas, le hicieron fama de parecerse a un “maldito Robespierre”, como dice la literatura que le puso Saavedra, y no tanto a un “Burke de América del Sur” (por el padre del conservadurismo) como lo llamó su hermano Manuel.
La disputa política central era que Moreno quería convocar a un congreso con los diputados del interior para que redacten la Constitución, tener un Órgano Legislativo, porque creía que “un pueblo sin ley está condenado a ser un pueblo bárbaro”. Mientras que Saavedra planteaba que los diputados se incorporasen a la Junta (o sea, al Ejecutivo). A la hora de votar, Moreno y Paso, solo apoyados a la distancia por Belgrano y Castelli, quedaron en minoría y esto llevó a Moreno a renunciar.
El final
Lo mandaron a Londres (aliada de España, no podía apoyar a una colonia rebelde), en misión de compra de armamento. El contrato tenía un dato curioso: En caso de fallecimiento del Dr. Moreno, el comerciante deberá entenderse directamente con un funcionario de la Junta.
Muere, según Manuel, su hermano, que iba en el mismo barco con él, después de que el capitán a bordo, George Stephenson, le da “un vaso de agua con cuatro granos de antimonio tartarizado” cuando, según el hermano del afectado, solo hubiese podido soportar medio gramo. La historiadora Goldman cree que eso no lo mató; dice que era un emético, no un veneno. Pero la teoría del envenenamiento, supuestamente por encargo de Saavedra, sigue en pie, al punto de que hay varios testimonios que lo sugieren.
Entre ellos los de Monteagudo y de “Mariquita” Cuenca, como llamaba cariñosamente Moreno a su esposa quien, en alguna de las 14 cartas que le escribió y envió, deja entrever las feroces intrigas que se tejían contra el ausente exsecretario de la Junta.
En la última le dice esto: “Por vos mismo puedes sacar lo que cuesta esta nuestra separación y si no te parece mal que te diga que me es más sensible a mí que a vos, porque siempre he conocido que yo te amo más que vos a mí. Perdóname, mi querido Moreno, si te ofendo con estas palabras”.
No sabía, Mariquita Cuenca, que su marido estaba ya muerto, en el fondo del mar, hace cuatro meses. Y que nunca llegó a leer ni una línea de esas cartas.
Las ideas de Mariano Moreno, pese a sus enemigos, siguieron vivas por mucho tiempo y hasta ahora gracias, en gran parte, a Bernardo Monteagudo, quien continuó la tarea morenista fundando la denominada “Sociedad Patriótica”, a la que se adheriría el Gran Jefe, José de San Martín, “padre de la patria argentina” y uno de los grandes libertadores de América •
* Oscar Díaz A. es periodista y escritor, socio de número de la Sociedad Geográfica y de Historia Sucre. Este texto es un resumen de la conferencia “Mariano Moreno: De abogado en Chuquisaca a reformista devenido en revolucionario en Buenos Aires”, que dictó esta semana en la Casa de la Libertad.