Una deuda del Estado con las mujeres

El día que dejó por primera vez a su niño de tres años en un centro infantil de la ciudad de El Alto, Beatriz se levantó a las 5.00 de la mañana para cocinar y lavar ropa pendiente.

Centro infantiles

Centro infantiles

Guardería de Sucre.

Guardería de Sucre.


    Anahí Cazas Álvarez
    Ecos / 20/12/2024 07:56

    El día que dejó por primera vez a su niño de tres años en un centro infantil de la ciudad de El Alto, Beatriz se levantó a las 5.00 de la mañana para cocinar y lavar ropa pendiente. Había peregrinado semanas para acceder a un cupo en una  guardería pública, y por un instante pensó que no conseguiría el espacio al ver la hilera de solicitudes y se imaginó otro año más de cargar en su espalda a su hijo mientras vende en las calles, pero al final recibió la confirmación de la inscripción.

    “Fue difícil conseguir un espacio para inscribir a mi hijito”, dice Beatriz, quien primero aclara que está agradecida por tener un lugar dónde dejar a su niño mientras trabaja. Ella prefiere guardar su verdadero nombre en reserva, porque no quiere tener problemas o excusas para perder el espacio ganado.

    Considera, al igual que otras madres, que es importante revelar la peregrinación que viven a la hora de conseguir un cupo en un centro infantil público. “Deberían abrir más (guarderías)”, dice y reniega contra las autoridades del Estado por no resolver este problema, por no saldar la deuda del trabajo de cuidado, una responsabilidad que se ha impuesto a las mujeres y es una de las principales causas de la desigualdad entre hombres y mujeres.

    En Bolivia, las cifras reflejan esta deuda sin resolver. Solo hay 196 centros infantiles públicos en Santa Cruz de la Sierra, El Alto, La Paz, Cochabamba y Sucre, las ciudades más pobladas del país, de acuerdo con un registro elaborado por el equipo periodístico de este reportaje, con base en datos recolectados de los gobiernos municipales.

    En las cinco urbes, estos 196 centros infantiles públicos atienden en total a 7.705 niños y niñas menores de cuatro años. Sucre amplía el servicio hasta los cinco años y El Alto acepta a menores de esa edad solo en casos excepcionales (Ver infografía 1).

    Esta cantidad de guarderías públicas solo beneficia al 1,9% de la población menor de cuatro años en las cinco ciudades analizadas, según un cálculo  basado en la cantidad de beneficiarios del total de los centros infantiles (7.705) y los datos del Censo de Población y Vivienda de 2012 (398.864 niños y niñas de 0 a cuatro años).

    Para las usuarias, este porcentaje es una evidencia de la deuda que tiene el Estado con las mujeres, la deuda del trabajo de cuidado. “Es difícil”, “Hay que tener paciencia”, “Dos años he esperado para inscribir a mi hijito”, “Es una preocupación para las mamás”, “No alcanza la plata para una guardería privada, son carísimas” y “Deberían abrir más centros”. Estas son algunas frases de las mujeres, quienes coinciden en reiterar que la falta de cupos en los centros infantiles es un problema sin resolver de las autoridades de los municipios, las gobernaciones y el Gobierno central.

    Sucre, Cochabamba y El Alto son las ciudades que más centros infantiles públicos tienen, mientras que La Paz es la que menos tiene, de acuerdo con un registro elaborado por un equipo periodístico, con base en información de los gobiernos municipales. Las 196 guarderías atienden de lunes a viernes y la mayoría ofrece un servicio de ocho horas.

    La larga espera

    De los 30 testimonios de madres y usuarias de centros infantiles públicos en Santa Cruz de la Sierra, El Alto, La Paz, Cochabamba y Sucre, 20 revelaron que peregrinaron para conseguir un cupo. En 10 casos, tuvieron que esperar hasta un año para acceder a un espacio.

    Daniela, de 24 años, cruzó los dedos durante semanas para conseguir un cupo en el Centro Infantil La Morita de la ciudad de Santa Cruz. Antes, en enero, dejó los papeles de solicitud de un espacio para su niña de dos años y medio. “No me llamaban. Decidí venir a averiguar y me dijeron que tenía que esperar”, cuenta.

    Esperó la confirmación en medio de incertidumbre y preocupación, hasta que recibió la llamada de la administración del centro infantil. Le preguntaron si podía solventar el costo de la cuota mensual, además le pidieron los certificados de trabajo de ella y de su esposo. “Yo trabajo en cocina de 10.00 de la mañana a 4.00 de la tarde. Y estar con mi hija en la cocina es peligroso”, explica.

    Para Yola, mamá de una niña en un centro infantil de El Alto, conseguir un cupo para una guardería es una preocupación de las mujeres. Al ser consultada sobre el padre, ella relata que él no se encarga del cuidado de sus hijos. “Es la realidad”, agrega.

    Explica que desde niña en casa vio cómo su mamá se encargó de cuidar a sus cinco hermanos, además de cumplir las labores de casa. Asegura que de alguna manera ella asumió ese rol, que también lo vio cumplir en sus hermanas, tías, primas y amigas. Dice que hoy, con los años, esa situación no ha cambiado mucho.

    Una muestra clara de lo que relata Yola se da al ver quiénes en su mayoría hacen las solicitudes para conseguir un cupo en los centros infantiles. “Somos las mujeres, las mamás”, agrega.

    Esta realidad se refleja en datos e investigaciones. Las “mujeres bolivianas dedican cerca de siete horas diarias a trabajos de cuidado, casi el doble que los hombres, con consecuencias en su derecho al trabajo y la educación”, según el estudio “Tiempo para cuidar. Compartir el cuidado para la sostenibilidad de la vida”, de Oxfam en Bolivia.

    ¿Y por qué ocurre esta situación? “En Bolivia, las tareas de cuidado han sido asignadas exclusiva e históricamente a las mujeres debido a la cultura, a las tradiciones o la religión, por las estructuras patriarcales arraigadas en nuestras dinámicas históricas y sociales”, asegura la periodista, feminista e investigadora en temas de género Patricia Flores. 

    La especialista explica que estas responsabilidades se asignan a las mujeres porque son ellas quienes llevan el embarazo, amamantan y se desvelan desde que nacen sus hijos, pero además endosan las tareas del hogar, desde lavar pañales hasta cuidar a la pareja, darles de comer e “incluso estirar los magros recursos para que nada falte, lo que a menudo implica una carga laboral desproporcionada para las mujeres, incluso de triple o cuádruple jornada laboral”.

    Ana Paola García, directora de la Casa de la Mujer en Santa Cruz de la Sierra, explica que todavía cuesta entender que existe una responsabilidad compartida a la hora de hablar sobre el trabajo del cuidado, esto también ocurre con el Estado. 

    Afirma que, tras el nacimiento de un hijo, la normativa otorga solo tres días de permiso al padre para que participe en el cuidado del bebé. En octubre, el Senado aprobó una ley que incrementó a diez los días de licencia laboral para los papás. Pasado ese período, según García, la mujer asume por completo la responsabilidad del cuidado del niño y, además, se encarga de las tareas del hogar. “El problema es quién ve esa situación”, se pregunta. 

    Hasta 10 requisitos

    Al contar con cupos limitados, los centros infantiles públicos de las cinco ciudades exigen una serie de requisitos, que van desde el certificado de trabajo de las madres y/o los padres de familia hasta la fotocopia del carnet de vacunas de los niños o niñas. Santa Cruz de la Sierra, La Paz y El Alto son los municipios que piden hasta 10 requisitos.

    En las cinco urbes, al inicio de cada gestión, los responsables de los centros lanzan la convocatoria. Luego, la unidad o el área de trabajo social hace una preselección y principalmente se basa en un ítem: los grupos más vulnerables, es decir niños o niñas de familias de escasos recursos, en situación de riesgo (sobreviviente de violencia, migrante y que tenga familiares con discapacidad) o hijos e hijas de madres solteras. 

    “No son guarderías”

    “Los llamamos Centros Municipales para el Desarrollo Infantil, ya no usamos el término de guardería. Damos apoyo integral de primera infancia, es decir (atendemos)  a niños desde los seis meses hasta los cuatro años en etapa no escolarizada”, asegura Jacques Alcoba, secretario municipal de Educación y Desarrollo Social de La Paz. Con una mirada similar, Isabela Moscoso, responsable de PAN-Manitos de El Alto, explica que en la urbe alteña se implementa este programa municipal de desarrollo infantil que trabaja en cuatro componentes: nutrición, salud, atención a la primera infancia y pedagogía para que los niños y las niñas puedan ingresar preparados a un pre kínder o un kínder.

    El funcionamiento de los centros infantiles depende en su mayoría de la administración de los municipios. En tres de las cinco ciudades, hay establecimientos que operan a través de convenios con las gobernaciones o instituciones sin fines de lucro.

    Tal es el caso de Sucre. Según las autoridades municipales, la capital tiene 48 centros infantiles, pero en la lista oficial de los establecimientos con direcciones suman 47. Del total de guarderías públicas, cuatro son administradas de forma directa por el Municipio y las demás funcionan a través de un convenio con la Gobernación.

    “Los menores de edad ingresan a los centros infantiles desde los nueve meses hasta los cinco años, cuando ya deben ingresar a la educación regular. En estos centros integrales reciben educación, salud, alimentación y apoyo social a través de una trabajadora social y psicólogo”, explica Fabiola Rosales, responsable de los Centros Integrales de Desarrollo Infantil de esta urbe.  Destaca que las niñas y los niños “tienen un alto nivel de cuidados”, porque se cuenta con 210 educadores, quienes se capacitan de forma regular. 

    Cuota “mínima” y alimentación 

    Al ofrecer el servicio de 8:00 a 16:00, en los 43 centros infantiles de El Alto, los niños reciben desayuno, merienda de media mañana, almuerzo, merienda de media tarde y té. Estas comidas diarias también se dan en las guarderías de las otras cuatro ciudades, en algunas varían en el número de entregas, tres o cuatro. 

    En la urbe alteña, el Gobierno municipal se encarga de asignar los recursos para la contratación del personal (educadores, facilitadores y administradores, entre otros funcionarios que forman parte del equipo multidisciplinario) y la dotación de alimentos secos. Además, tiene un convenio con las madres y los padres de familia del pago de una mensualidad de menos de 100 bolivianos.  

    En La Paz, la mensualidad es de Bs 125. “Eso incluye toda la alimentación y los cuidados de psicomotricidad, atendemos de 8:30 a 16:00. Este es un costo subvencionado porque (en realidad) nos cuesta alrededor de Bs 800 cada niño, pero cobramos Bs 125 por ser una política social”, asegura Jacques Alcoba, secretario municipal de Educación y Desarrollo Social de La Paz. 

    Santa Cruz de la Sierra tiene la cuota más alta que es de Bs 150. “Lo llamamos aporte voluntario, este aporte está contemplado para la compra de alimentos frescos (verduras, frutas, algunos abarrotes y gas), para complementación del menú”, explica Rosa María Romero Rojas, responsable del programa de Centro Municipal Infantil de Santa Cruz.

    En los establecimientos de la ciudad de Cochabamba no se cobra una mensualidad, pero las madres y los padres deben llevar alimentos secos para la preparación de las comidas de sus niñas y niños. 

    La mayoría de los funcionarios consultados consideran que la mensualidad por el servicio de los centros infantiles es mínima, porque los gobiernos autónomos municipales subvencionan gran parte de la atención. Sin embargo, casi las 30 usuarias consultadas creen que el servicio debería ser totalmente gratuito, en especial ahora que el país vive una crisis económica y el encarecimiento de precios de varios alimentos básicos.

    Ante la falta de cupos en los centros infantiles públicos en la ciudad de La Paz, Sonia optó por una guardería privada, pero su presupuesto alcanzó para cubrir los tres primeros meses. “La más barata y para el cuidado de todo el día cobra hasta 1.500 bolivianos al mes”, explica y sostiene que por eso, espera para el 2025, conseguir un cupo en una guardería pública •

     

     

    * Este reportaje fue realizado por un equipo la Red de Periodismo Feminista con la subvención del Fondo de Mujeres Bolivia - Apthapi Jopueti.

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