Calendando el calendario
El Año Nuevo es, básicamente, el fin de un año para el inicio de otro. Se trata, por tanto, de un reinicio, del fin de un ciclo, trazado para 12 meses, y del inicio de uno nuevo.
El Año Nuevo es, básicamente, el fin de un año para el inicio de otro. Se trata, por tanto, de un reinicio, del fin de un ciclo, trazado para 12 meses, y del inicio de uno nuevo. Puestas así las cosas, el cambio de año parece algo sencillo pero, para llegar a este punto tuvo que pasar mucha agua bajo el puente, mucho tiempo en el que, sin embargo, las cosas no llegaron a estandarizarse…
El paso de un año se mide con un calendario, es decir, un “sistema de representación del paso de los días, agrupados en unidades superiores, como semanas, meses, años, etc.”. Es la manera que encontramos los seres humanos de medir el tiempo y, si lo hacemos, no es por pereza o vanidad sino por razones mucho más prácticas. Una de ellas: nuestra necesidad de producir alimentos para satisfacer una de nuestras necesidades básicas, la de comer.
Pese al tiempo transcurrido, los seres humanos todavía no tenemos un calendario único, unificado o acordado en común, y por eso aún hoy en día existen muchos calendarios. Los más conocidos son el chino, el hebreo, el hindú, el musulmán, el persa y el budista. Esta variedad no es meramente anecdótica, ya que puede ser muy importante a la hora de interpretar muchas cosas, desde la historia a los compromisos internacionales.
Así, ciertas fechas importantes —como el nacimiento y la muerte de Cristo— son interpretados de una forma en el calendario hebreo y de otra en el calendario que regía en tiempos de Jesús, que era el juliano. Cuando su territorio estaba ocupado por el Imperio romano, el pueblo hebreo era muy reticente a las costumbres romanas; una de ellas, la utilización de su calendario. Los judíos usaban el suyo, rechazando el del invasor, y reportaban las fechas importantes con ese criterio. Siglos después, eso introdujo grandes confusiones, agravadas cuando el calendario juliano fue reemplazado por el gregoriano.
Astronomía y gastronomía
Si bien los seres humanos nos alimentamos desde siempre, la gastronomía, como “arte del buen comer”, es más bien reciente a diferencia de la astronomía que, pese a su complejidad, fue una de las primeras ciencias a las que los estudiosos le dedicaron atención.
Desde los albores de la civilización, los hombres les pusieron atención a los cambios notorios de su medioambiente, comenzando por las diferencias entre los días y las noches y su duración, lo que les permitió comenzar a marcar el paso del tiempo. Pero, además, cuando se domesticó la agricultura, se advirtió en la influencia que tenían el sol y la luna sobre los sembradíos. De esa forma surgieron los calendarios solares, los lunares y los mixtos; es decir, los lunisolares.
La agricultura es el “cultivo y labranza de la tierra” y su objetivo, producir alimentos para satisfacer el hambre como una de las necesidades más apremiantes de los seres humanos; pero, además, es el conjunto de técnicas y conocimientos relativos a ese cultivo y, entre estos, están las maneras de mejorar la producción de la tierra tomando en cuenta las influencias del sol y la luna.
Por tanto, la mayoría de los calendarios estuvieron y están vinculados tanto a los ciclos agrícolas como a los solares y lunares. El más antiguo reportado es un lunisolar mesolítico encontrado en Aberdeenshire, Reino Unido, cuya antigüedad se calcula en 8.000 años antes de Cristo (a. C.). El calendario egipcio —que era solar y fijaba años de 365 días— estaba vigente en 3.000 a. C.
Calendario juliano
El calendario juliano fue el resultado de la reforma del calendario romano que, para entonces, ya había sufrido una serie de modificaciones, tanto por razones históricas como tradicionales y políticas.
Según la tradición, el calendario romano fue creado por el propio fundador de Roma, Rémulo, que fue su primer rey, y fijaba la duración de los meses en 29 días, 12 horas y 44 minutos con meses lunares de 29 o 30 días. Cuando comenzaron a contarse los años, se fijó la duración de estos en diez meses, aplicando el sistema decimal, pero luego se reajustó a 12 meses con 368 días y un cuarto del siguiente. Los meses tenían 29 y 30 días, alternadamente, y cada bienio el año duraba 13 meses.
Durante el reinado de Numa Pompilio, se introdujo cada dos años un mes, denominado intercalar, de 22 o 23 días después de febrero, con lo que el promedio de días por año era de 366 y un cuarto. Si ese sistema ya era de por sí complejo, empeoró cuando se ajustaron los años a los periodos de los cónsules.
La confusión duró hasta 46 a.C., cuando el entonces dictador Cayo Julio César introdujo una reforma que llegaría incluso hasta nuestros días. “Dedicándose, después (Julio César), a organizar la situación del Estado, corrigió el calendario, que, ya desde antiguo, por culpa de los pontífices y de su potestad para intercalar días, estaba hasta tal punto trastocado que ni caían ya en verano las fiestas de la recolección, ni las de la vendimia en otoño. Así pues, ajustó el año al curso solar de modo que constara de trescientos sesenta y cinco días y, suprimido el mes intercalar, tan sólo se añadiese un día cada cuatro años”, escribió Suetonio.
Este calendario —que era solar— se extendió incluso hasta nuestros días, puesto que todavía es usado por las iglesias Apostólica Armenia, Copta Ortodoxa, Ortodoxa de Etiopía, la de Eritrea, la Asiria del Oriente y la siro-jacobita. Por ello, los fieles de esas confesiones celebran la Navidad en su 25 de diciembre, que equivale al 7 de enero del calendario gregoriano.
Se llama juliano por Julio César que, además, le dio su nombre al mes quinto, o Quintilis. Su sucesor, Octavio, considerándose hijo del César, se autoproclamó como Augustus o Augusto y le puso su nombre al siguiente mes, Sextilis. Posteriormente se agregaría Januarius como undécimo mes y Februarius, como undécimo. Con el cambio introducido por el papa Gregorio XIII, esos dos meses pasaron a ser los primeros.
Calendario gregoriano
El calendario que se utiliza actualmente en la mayoría de los países occidentales es denominado gregoriano debido a que comenzó a ponerse en vigencia en 1582, durante el pontificado del papa Gregorio XIII.
Este calendario sustituyó al juliano, comenzando en España y Portugal, por razones religiosas: un estudio realizado en 1515 por sabios de la Universidad de Salamanca determinó que cuando se celebró el Concilio de Nicea, en el año 325, se cometió errores al fijar el momento astral de la muerte de Cristo. A raíz de eso, la Pascua se celebraba en una fecha incorrecta y eso afectaba a todo el calendario litúrgico. Lo que se pretendía, entonces, era corregir el error y, para ello, se corrigió también el calendario.
El sistema que se adoptó para el conteo de los años fue el de fijar como hito el nacimiento de Cristo que entre los años 526 y 530 había sido fijado en el 25 de diciembre del año 753 desde la fundación de Roma, que en latín era denominado Ab Urbe Condita (AUC).
Entonces, el año 753 AUC, equivalente al del nacimiento de Cristo, fue considerado año cero y, a partir de ahí, comenzó el conteo de los años denominados del Señor o Anno Domini (A. d.).
No obstante, el cambio no se aplicó de inmediato y, por el contrario, tardó años en extenderse. Por esa razón se encuentra confusiones en fechas anteriores a 1582. Cuando leemos en un libro de historia que un hecho ocurrió en determinada fecha anterior a 1582, ¿el autor está interpretando en calendario juliano o gregoriano? ¿Y qué pasa con otros calendarios, vigentes en la actualidad? Por tanto, calendar no es tarea sencilla •
Otros calendarios
Calendario chino.- Está basado en la eclíptica solar. Las cuatro estaciones se pondrán en relación con los cuatro puntos cardinales: dragón azul, tortuga negra, tigre blanco y pájaro rojo. Cada uno de estos símbolos se subdividirá en dos aspectos que representarán las ocho mutaciones: cielo, lago, fuego, trueno, viento, agua, montaña y tierra. Si se subdividen en siete, entonces representarán las 28 mansiones lunares (xiu).
Calendario hebreo.- Según la tradición, tiene el origen en la creación del mundo, exactamente 3.760 años antes de Cristo (a. C.). El cómputo está realizado principalmente a partir de las edades de los personajes y acontecimientos mencionados en la Torá. Actualmente, este calendario tiene varias variantes, de las cuales la denominada rabínica es la más extendida.
Calendario islámico.- Sigue el ciclo lunar, en el que los meses comienzan y terminan con luna nueva, así como los días comienzan y terminan con la puesta de sol. Tratándose de dos astros con órbitas diferentes, los meses lunares no siempre coinciden con los meses solares, por lo que se produce un desfase retroactivo de unos diez días por año. O sea, los meses lunares van rotando por todas las estaciones en un ciclo de aproximadamente 36 años.
Fuente: Oficina de Asuntos Religiosos del Ayuntamiento de Barcelona.