Contra viento y gusanos
Una muestra de la lucha de los productores de oleaginosas para trabajar sin respaldo de los gobiernos.
“El suelo es un ser vivo”. Escuchamos esa frase tantas veces que por lo menos yo perdí la cuenta.
Se acaba la primera semana de febrero y un grupo de periodistas de diferentes partes del país llegamos hasta el centro experimental que la Asociación Nacional de Productores de Oleaginosas (Anapo) tiene en Cuatro Cañadas, provincia Ñuflo de Chávez del departamento de Santa Cruz. Para muchos no es la primera vez. Fundada hace ya más de medio siglo, Anapo se ha preocupado de mostrar su trabajo a la prensa nacional desde por lo menos diez años. Participé en uno de esos viajes hace más o menos una década, al norte integrado cruceño, y, gracias a eso, tomé conciencia de su aporte a la alimentación boliviana. En este 2025 vi grandes avances.
Los principales enemigos de la agricultura son las plagas y en el norte cruceño eso no es una excepción. Hace diez años, en el que fue mi primer viaje a aquellas latitudes, ya escuché la queja de los soyeros por el gusano cogollero, un insecto que, cuando está en su fase larvaria, o de oruga, puede alimentarse de más de 80 especies de cultivos, incluyendo el maíz, algodón, granos pequeños, soya, sorgo, pimiento y tomate. Muchos de estos son producidos en Santa Cruz, así que el gusano puede causar grandes daños.
En otros países, como Brasil, se ha desarrollado insecticidas y variados productos para fumigar los cultivos, y evitar al gusano, y, en casos extremos, eliminarlo, pero estos requieren autorizaciones de los gobiernos y ahí es donde Bolivia lleva las de perder.
El trámite de una autorización puede tardar años y, entretanto, las especies varían así que, cuando por fin sale la autorización, los productos ya no sirven porque el insecto ha mutado y se ha hecho resistente. ¿Por qué el retraso? Por una parte porque la burocracia parece ser el segundo nombre de la función pública en Bolivia y, por otra, creo —y esta es una opinión personal— que los funcionarios se han acostumbrado a hacer avanzar los trámites solo cuando hay sobornos de por medio. Sin “aceite”, los trámites tardan en nuestro país, pero la agricultura no se detiene ni descansa.
Biotecnología
Como los productores bolivianos no pueden utilizar los productos creados artificialmente para eliminar plagas, Anapo decidió combatirlas de manera natural, mediante cultivos de servicios y rotación de cultivos.
Los cultivos de servicio son los de plantas que se siembra entre las cosechas normales con el propósito de mejorar las condiciones del suelo mientras que la rotación de cultivos es una técnica agrícola que consiste en alternar distintos cultivos en el mismo terreno. Uno de los efectos de estas prácticas es que, como los cultivos cambian constantemente, muchas veces el gusano cogollero se queda sin qué comer y muere. Los que quedan son eliminados con productos autorizados.
Otra técnica es la siembra directa, una técnica que consiste en sembrar sin arar la tierra, lo que parece poco menos que imposible, pero se ha hecho común gracias a la biotecnología; es decir, la combinación de la biología y la tecnología para desarrollar productos y procesos que no afectan a la tierra ni al medio ambiente.
Para la agricultura tradicional, que es la que se practica en el occidente del país, las técnicas antes mencionadas parecen cosa del otro mundo. La rotación de cultivos y los cultivos de servicio ameritan que la tierra trabaje todo el tiempo, que no descanse, y, hasta hace poco, se creía que esa era una práctica dañina.
No obstante, el fomento a la biotecnología por parte de Anapo ha permitido confirmar que, en realidad, la tierra no debería descansar ya que, al hacerlo, los procesos naturales que se desarrollan en su interior son interrumpidos así que hay que comenzar de nuevo. En cambio, cuando la tierra no descansa, está produciendo nutrientes y tiene suficiente espacio para la penetración del agua de lluvia y sus infiltraciones.
¿Cómo se reemplaza el arado de la tierra? Al cosechar los cultivos y alternarlos con otros, la tierra se queda abierta para las semillas y lo único que hay que hacer es sembrar. Por tanto, no es necesario dañarla nuevamente ya que, a diferencia de lo que se creía en el marco de la agricultura tradicional, el arado se suma a los elementos que causan la erosión y degradación de los suelos.
En la siembra directa, se procede a depositar las semillas y esperar los resultados. Esta técnica ha permitido subir los volúmenes de producción en Bolivia, pero estos siguen siendo muy inferiores a los de otros países donde sus gobiernos sí fomentan la agricultura.
El presidente de Anapo, Fernando Romero, dice que Bolivia tiene un retraso tecnológico de por lo menos 20 años y este es la consecuencia de los excesivos retrasos de los gobiernos al autorizar el uso de productos para combatir a las plagas.
Debido a ello, la producción no mejora como debiera. El 20 por ciento de la producción de los afiliados a Anapo es suficiente para cubrir el mercado interno, así que el resto se destina a la exportación. Eso significa ingreso de divisas al país, pero el gobierno parece no entenderlo, porque, en lugar de fomentar la agricultura, le pone trabas. Cuando los incendios forestales, por ejemplo, se responsabilizó a los productores cruceños de haber provocado el fuego con el fin de ampliar la frontera agrícola.
Los directivos rechazaron la acusación ya que las quemas son prácticas que los productores de oleaginosas reprochan. “La quema es pecado”, dicen, y prefieren orientar sus esfuerzos a la biotecnología •
Más de medio siglo
Anapo se fundó el 15 de mayo de 1974 y su nombre oficial es Asociación de Productores de Oleaginosas y Trigo.
Un total de 23 personas e instituciones figuran como fundadores: Carlos La Torre, la Cooperativa Los Andes Ltda., Humberto Bustamante, Wayne Green, Cooperativa Agropecuaria Nueva Moka Ltda., Carlos Gonzales, Javier Calderón, Víctor Hugo Lozada, Oscar Añez, Antonio Carrasco, Oscar Nagel, Augusto Ischu, Marco Lozada, Gilberto Lolas, Cooperativa Agropecuaria El Cerro Ltda., Vicente Roca, Luis Levy, Sociedad Agrotécnica S.R.L., Guillermo Alarcón, Sociedad Gebio Ltda., Luis Lavayen, Max Cabrera y Cooperativa Agrícola Río Grande Ltda.
En su libro conmemorativo se afirma que “Hoy Anapo, a sus 50 años, está integrada por más de 14 mil productores de soya de Santa Cruz: cambas, potosinos, cochabambinos, paceños, orureños, argentinos, japoneses, chapacos, peruanos, rusos y brasileños, entre otros, agrupados en diversas filiales y convencidos de que la asociatividad y la mutua solidaridad potencian los emprendimientos privados: pequeños, medianos y grandes”.