Fredy Hofmann, galerista
La Galería de Arte y Cultura Sucre se cierra después de 10 años de mucho esfuerzo por dotar a la capital del país de un espacio para los artistas
La única galería de arte permanente en Sucre cierra sus puertas después de 10 años de mucho esfuerzo por dotar a la capital del país de un espacio dedicado exclusivamente a los artistas locales y nacionales. Sin lugar a dudas, deja un vacío enorme que las autoridades y los principales interesados tendrán que llenar de algún modo.
La “Galería de Arte y Cultura Sucre” estuvo a cargo del textilero suizo Fredy Hofmann y su familia, cuya vinculación con la ‘Ciudad de los Cuatro Nombres’ tiene notas muy emotivas.
“Como para escribir un libro”
La de Hofmann es una historia de amor. De amor romántico-familiar, de una pareja entre un ciudadano suizo y una boliviana que se conocieron en Oruro, en medio de un viaje de un Fredy juvenil, y también de amor a un país al que un día decidió adoptar como suyo, pese a las costumbres totalmente extrañas a las suyas.
Generoso, de sonrisa permanente y un perfil bajo, trabajador incansable, Fredy se hizo un lugar en el corazón de los sucrenses que lo aprecian y lo respetan como alguien entregado a su vida de fomento a los productos del arte y la cultura de Chuquisaca y de Bolivia.
Habiendo nacido en Aarau y crecido en Lenzburg, en 1976, con 26 años, se largó desde un puerto de Italia junto a sus dos hermanas, un cuñado y su hija, en barco, hasta Buenos Aires. Llegaban con una miniván Volkswagen, con la que recorrieron toda la Argentina y cruzaron la frontera ingresando por Villazón y no pararon hasta La Paz.
Viajó unos meses por Sudamérica como mochilero y se asentó primero en la sede del Gobierno, donde trabajó en una fábrica de textiles, casi tres años, hasta el golpe de Luis García Meza (1980). Soltero aún, le llegó una muy buena oferta de Oruro, de otra textilera. Al año siguiente, su vida daría un giro definitivo.
En pleno Carnaval de Oruro de 1981, Fredy conoció a Elvy Soto de La Vía, la mujer que lo acompaña hasta el día de hoy. A los dos años se comprometieron y el 12 de diciembre pasado cumplieron 40 años de casados.
Ella, proveniente de un hogar tradicional, cuenta ahora entre risas que por entonces las cosas se pusieron difíciles, porque “un gringo no era para la familia”. Luego, se emociona un poco: “Es algo que ni él ni yo hubiéramos pensado… nuestra historia es como para escribir un libro”.
En 1985 nació Jonny y, agobiados por los coletazos de la hiperinflación, al año siguiente decidieron partir a Suiza. Allí tuvieron más hijos, que crecieron y se profesionalizaron en Europa. Pero antes, Fredy se hizo un poco chuquisaqueño…
Un “tarabuqueño” en Oruro
Trabajando para la textilera Rocket, Fredy Hofmann y sus compañeros un día de 1982 se plantearon “hacer algo para el Carnaval”. Querían crear una agrupación y, juntamente con los dueños, pensaban que debía ser novedosa, de algún ritmo que no se bailara en ese momento. Entonces, se les ocurrió fundar el “Pujllay Oruro”. Bailó durante cuatro años que recuerda como un desafío: “¡Pesaba 45 kilos!”, dice al mismo tiempo que muestra una fotografía de papel donde se lo ve diminuto, con vestimenta típica.
“¡Te mantienes con alcohol al final!”, agrega riéndose “El gringuito”, como comenta Elvy que le decían entonces. “Ese tiempo de Oruro fue un lindo tiempo. Así conocí Sucre, conocí los tejidos y un poco de la cultura”, complementa él.
A manera de anécdota, recuerda que el primer año entraron con banda y que recibieron críticas. Pero aprendió de ellas. Cuando corría 1985, en una peta (otro Volkswagen) surcaron las imposibles carreteras bolivianas, sin asfalto, para llegar en tres días a Sucre y ponerse en manos del Tata Roberto Sahonero, de Los Masis. Le pidió que les ayudasen, prometiéndole que el siguiente año entrarían con ojotas y espuelas de hierro fundido, 2,5 kilos en cada pie. Compraron ropa e instrumentos autóctonos de Tarabuco y cumplieron.
“Para mí es una tristeza el cierre de la galería. Fredy es amigo ante todo, muy sencillo, muy noble, una persona integradora porque siempre nos ha llamado para reunirnos. Educado, respetuoso, integrado a nosotros. Muy querendón de Sucre y de nosotros”
Gustavo López
Time & Coffee (fundador de los “Camioncitos del Arte” junto a Fredy Hofmann y otros más)
De vuelta en Bolivia
En 2009 vuelven a Bolivia, pero esta vez directo a Sucre. “En sí, ya no quería trabajar, decía: ‘Vamos a disfrutar de la vida’. Pero me convencieron para trabajar para una ONG suiza. Inca Pallay estaba buscando un textilero y comencé a trabajar 100% para ayudarles. Hemos hecho muchas cosas lindas”.
Con Elvy, su esposa, instalaron el sector de la marroquinería, mientras él tomaba contacto con los pueblos indígenas para obtener los tejidos. Así fue que la tienda prosperó. “Teníamos casi todas las culturas: artesanía de Santa Cruz y prendas de alpaca, de todas partes, y se fue agrandando más y más hasta 2014, cuando se cortó el financiamiento externo y el negocio se volvió autosostenible”. Esa aventura duró algo más de cuatro años; después, se embarcaron en otra… Como su actividad estaba ligada al turismo, los visitantes con frecuencia les preguntaban por galerías de arte. Fredy dice que los mandaba a museos, pero “era todo antiguo”. Faltaba algo contemporáneo…
La galería de arte
El 4 de julio de 2015, Fredy, Elvy y su hijo ‘Jonny’ abren la “Galería de Arte y Cultura Sucre”, originalmente en la calle Audiencia Nº 89. Allí soportaron estoicamente la cuarentena por la pandemia y después se trasladaron a la Grau Nº 146, a la segunda planta de donde funcionaba La Quimba. Por último, se instalaron en la plazuela Cochabamba, antes de que la familia se armara de valor y cerrara las puertas definitivamente.
La primera exposición llegó en 2016 con Mario Sarabia y Ramón Tito (fallecido hace dos años). Mario Ayaviri, Jaime Mejía, Nanet Zamora, Silvia Saravia y Johnny Jordan estuvieron entre los que les siguieron.
Por la galería pasearon los mejores artistas plásticos de Bolivia; también muchos emergentes y no pocos extranjeros. Fredy los recuerda prácticamente a todos: Mamani Mamani, Raymundo Mendieta, Guido Köller, Ivo Kukoc, Reinaldo Chávez, Jaime Mejía, Lucía Rivero, Consuelo Sanz, Mario Ayaviri, Edwin Lambertín, Sixto Sandoval, Edgar Urioste, Rodrigo León de Ponce, Carol Alemán y Andrés Kaliman, por mencionar algunos porque la lista —solo de pintura— suma más de treinta.
En su galería permanente cobijó también las obras de ceramistas como Mario Sarabia, Johnny Jordán y Isabel Garrón. Y siempre tuvo un lugar para la escultura de piedra (Ramón Tito, Jacinto Gonzalo Condarco, entre otros); para la escultura de madera (Marco Barrientos, Eduardo Rojas, Juan Carlos de la Cruz…), para la escultura de fierro (Marcelo Cuiza y muchos más), para el tejido y el cuero, para la fotografía, la joyería y la artesanía.
“Mayormente vivimos del turismo extranjero”, reconoce Fredy, mientras lamenta la falta de tino de los diferentes gobiernos a la hora de planificar esta área fundamental para Bolivia. Con el covid-19, el número de visitantes empezó a bajar y, después, comenzaron a gastar menos. De todos modos, algunos compraban obras de arte por Internet. “Dije: ‘Va a funcionar’”, confiesa Fredy. Pedían por PayPal y todo marchaba bien, hasta que dos entregas llegaron perforadas a Inglaterra; y, para colmo de males, un cuadro de Mamani Mamani se perdió en el camino rumbo a Texas. “Me desanimé”.
Por entonces, aconteció el escándalo de las piezas de la artista plástica Ejti Stjh (denunció a efectivos de la Felcn de haber destruido sus cuadros en Viru Viru). En paralelo, los alquileres se volvían cada vez más caros y el turismo seguía inestable.
Trataron de reinventarse combinando la galería con un agradable ambiente de café, que el público solía acompañar de pastelería suiza los “Miércoles en vivo” mientras disfrutaba de la música de artistas locales.
“La ABAP ha participado en muchas exposiciones en su galería que, con su cierre, nos está cortando una comunicación a nivel internacional: no hay otra institución, el mismo Estado no fomenta aquello… Estamos perdiendo un gran amigo, una galería bellísima…”
Melvin González
Presidente de ABAP – filial Chuquisaca
“Lo sentimos mucho”
“Lo sentimos mucho; realmente, no nos gusta irnos. Estamos bien aquí, desde hace 15 años. Sucre es una linda ciudad y es linda su gente. Es una pena que tengamos que irnos, no es un gusto; no me gusta, para nada”, se le quiebra la voz a Fredy Hofmann, “pero, son las circunstancias que nos obligan un poquito y, al otro año nos estamos jubilando también: de todos modos la galería no era para toda la eternidad…”.
Cuenta que adelantaron la fecha medio año. ¿Las razones? “Principalmente la salud y circunstancias familiares, pero también políticas y económicas, que no nos dejan tranquilos”.
Su idea era pasar el Bicentenario en Sucre y cerrar la galería a fines de 2025, como jubilación. “Quiero hacer algunas cosas más”, pensaba Fredy, pero comenzaron los problemas de la falta de los dólares y los bancos les querían pagar su renta suiza a un cambio desfavorable. “Vimos las malas señales como en el 82”.
Además, complementa Elvy, “estamos mayorcitos para estas odiseas”.
El apoyo estatal al arte
“En todo este tiempo, ¿recibieron apoyo en Bolivia?”. Fredy, sin pensarlo, responde: “Nunca era la idea recibir apoyo, solo necesitábamos que no hubiera bloqueos, que haya turismo, que se baje la criminalidad, nada más. El resto es nuestro esfuerzo”.
Recuerda que “en el grupo de los espacios culturales independientes de Sucre había, a veces, apoyo para algunos eventos, pero una o dos veces… Para nosotros, ese no era el asunto, queríamos ser independientes y autónomos; o sea, no tener que depender de que nos den plata, o alguna cosa así”.
¿Un consejo?
Si alguien estuviera pensando en abrir una galería de arte en Sucre, ¿qué le recomendarías?
“Recomendar, no me atrevo (se ríe). Yo hablo con los artistas, hacen sus exposiciones en la Casa de la Libertad, en la Casa de la Cultura, en La Sombrerería, pero ellos saben, no es lo mismo porque después de dos semanas salen y, necesitas más paciencia para vender tus cosas. Es muy dura la vida del artista: vivir del arte aquí es casi tan imposible, como para el galerista; estamos en el mismo bote. Pero se necesita eso, tiene que haber”.
Él considera que es posible apoyar al arte y a los artistas desde el ámbito público, estatal, y una buena forma de hacerlo sería devolviéndole a la Asociación Boliviana de Artistas Plásticos (ABAP) uno de los salones de la Casa de la Cultura que le fue cedido en calidad de préstamo hace dos décadas, durante la gestión del alcalde Germán Gutiérrez, según confirma a ECOS el actual presidente de esa organización, Melvin González, en Chuquisaca. “Lo principal es que no paguen alquiler”, dice Fredy con su vasta experiencia.
“Camioncitos del Arte”
Ayuda mucho el financiamiento de la publicidad, y pone de ejemplo a los “Camioncitos del Arte”, un exitoso proyecto itinerante del que fue uno de sus fundadores y que en su hora se benefició con fondos del Programa de Intervenciones Urbanas (PIU).
Recuerda con cariño el año en que se reunieron con Gabriela Sahonero (Los Masis), Mercedes ‘Piti’ Campos (entonces con La Guarida), Francisco Barrios (La Quimba), Jorge Valverde (Takubamba) y Gustavo (Time & Coffee), allá por 2017, cuando se sentaron a discutir qué hacer juntos para sacar adelante sus iniciativas culturales, y así nacieron los ‘Camioncitos…’, que continúan con nuevos circuitos hasta hoy.
“No estoy seguro —cavila—, pienso que tiene que ser independiente, para no depender de nadie, que nadie te pueda decir lo que tienes que hacer, y tienes que estar abierto. Lo que yo siempre les dije a los artistas: ‘Aquí, en esta galería, todos están bienvenidos. Y si hubiera algún problema (de los artistas) con la Alcaldía u otra institución, eso a mí no me importa: este lugar es neutral. A mí no me vengan a preguntar si soy bueno o no, yo no entiendo de arte, ustedes son los artistas, yo sé si lo vendo o no lo vendo”.
Pero Fredy, por su formación como Mecánico Textilero en Europa, más su dedicación en La Paz, Oruro y Sucre, claro que sabe de arte y conoce como pocos en Bolivia a los artistas y su trabajo, por eso concluye: “Yo creo que tiene que haber una galería de arte permanente, con una o dos salas, privada o pública… que dejen a los artistas manejarla”.
La capital del país siente mucho el cierre de este espacio cultural único en la ciudad, agradece la perseverancia de Fredy y Elvy y extrañará la calidad humana de ambos. ¡Hasta pronto, amigos! •