Pedro Ignacio de Rivera: Mizque
La cuna de un gran revolucionario de Bolivia y Argentina
Pedro Ignacio de Rivera nació en Mizque, Alto Perú (hoy Bolivia), en 1753, y ocupó un lugar prodigioso en la historiografía de la independencia de este lado del continente americano. Abalado por su sólida y amplia formación académica y su notable participación política en un período de fuertes transformaciones sociales, políticas y económicas, que marcaron un antes y después en la historia del subcontinente sudamericano, su larga trayectoria refleja un compromiso leal y fuerte con las ideas revolucionarias que por entonces se iniciaban.
Contexto sociopolítico colonial
El contexto en el que nace y se cría el Dr. Pedro Ignacio de Rivera está íntimamente vinculado a la Mizque colonial, una región bella y estratégica del Alto Perú de aquellos años. Este territorio, ubicado en un eje comercial importante entre Cochabamba, Charcas y Santa Cruz, no solamente era un núcleo económico importante basado en la producción de textiles y productos agrícolas —donde Rivera también participó—, sino también una cuna cultural e ideológica que alimentaría las bases del pensamiento independentista en el país.
Además, Mizque adquirió mucha relevancia como sede del Obispado de Santa Cruz, en algún tiempo, dotado de una importante guarnición militar que también lideró De Rivera en épocas independentistas. Así, se consolidó como un centro neurálgico para la administración religiosa y militar de la región.
En este escenario, De Rivera no solo comprendió los problemas propios de un sistema colonial débil y en crisis, sino que también desarrolló una visión tajante y crítica frente a las desigualdades que marcaron la vida de las colonias en Sudamérica. Este pensamiento se consolidaría durante su formación intelectual y su posterior aventura en el ámbito político.
Formación y trayectoria en Charcas
De Rivera, de ascendencia española, se dirigió a La Plata e ingresó a la Universidad Mayor Real y Pontificia de San Francisco Xavier de Chuquisaca, una de las instituciones por excelencia del continente. Allí cursó las carreras de Teología, Derecho Civil y Filosofía, con las que pudo comprender las complejidades e irregularidades del sistema colonial. En 1793, tras obtener su grado en Derecho, se unió como abogado en la Real Audiencia de Charcas, cargo que le permitió tener una visión cercana de las dinámicas de poder y las crecientes tensiones que estaban sucediendo entre criollos y peninsulares.
Trabajó algún tiempo en Mizque, donde fue conocido y querido por ser “el abogado de los pobres”, pues conocía del contexto indígena que había alrededor de aquel pueblo con un ideal que posteriormente intentará ejecutar: siempre intentó velar por los más necesitados.
Luego, ejerció como catedrático de la Universidad de Charcas. Allí, tuvo acceso a los pliegos reservados que traía Goyeneche, enviados por Carlota Joaquina, al presidente García Pizarro y al arzobispo Moxo. Además, tuvo en su poder textos con corrientes ilustradas y las primeras manifestaciones de un pensamiento emancipador.
Por ende, los debates académicos en los que participaba y adquiría más conocimiento en las redes de intelectuales, así como su exposición a documentos importantísimos, ya moldeaban su personalidad, sabiendo que la historia se estaba por proyectar hacia una reconfiguración política del continente.
Revolución de Charcas e insurgentes
La Revolución del 25 de Mayo de 1809 en Charcas-Chuquisaca marcó un punto decisivo en la vida de Pedro Ignacio de Rivera. Fue uno de los firmantes del “Acta de los Doctores”, donde defendió y respaldó la resistencia criolla frente a las pretensiones lusitanas y españolas y, además, sentó un precedente sobre la emancipación con la metrópoli colonial. También participó en el levantamiento de La Paz, liderado el 16 de julio por Pedro Domingo Murillo y luego sofocado por las tropas españolas, que lo llevó al exilio y al encarcelamiento en el Callao junto a Manuel y Jaime de Zudáñez.
Allí se hicieron muy amigos.
Estas fuertes experiencias, lejos de desairarlo, reafirmaron su convicción moral de que la independencia era no solo deseable, sino algo inevitable. Su presencia y notoriedad en estos movimientos independentistas reflejó su valentía personal, y su capacidad para articular y dar propuestas en contextos de alta volatilidad social y política.
En el Congreso de Tucumán
Varios representantes fueron enviados a las asambleas constituyentes y posterior al Congreso de Tucumán, donde el Alto Perú envió por Cochabamba, Santa Cruz, La Plata, Potosí, La Paz y Mizque donde este último recordando la importancia de tuve aquel territorio hoy provincia cochabambina envió al Dr. Pedro Ignacio de Rivera luego de ser liberado de su apresamiento.
En Salta se consolidó la elección de Pedro Ignacio de Rivera como representante de su natal Mizque en la Asamblea General Constituyente de 1812, en Buenos Aires. En el Congreso de Tucumán, al que se unió el 26 de marzo de 1816, asumió la vicepresidencia por voto unánime, y también logró destacarse por su excelente oratoria y su perspicacia para afianzar alianzas en un momento crucial para la independencia sudamericana.
El 9 de julio de 1816 firmó el Acta de Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata. El historiador y posterior presidente argentino Bartolomé Mitre, en sus crónicas, destaca las penurias enfrentadas por los congresistas en su traslado a Tucumán, un relato que ilustra las adversidades que De Rivera tuvo que superar en un viaje desde Mizque hasta aquel lejano poblado (luego se supo que fue el que gastó más por su traslado, pero no se rindió por su deber patriótico e independentista). En Tucumán se hospedó en la casa de una viuda y al término de todas las sesiones, se encontró sin dinero para pagar el alojamiento.
—Lo único que poseo es mi libertad —argumentó—. Se la entrego con gusto en pago de mi deuda. Y casarme con la patrona.
Posteriormente, contrajo matrimonio.
Provincias Unidas del Río de la Plata
En el ámbito legislativo, Rivera propuso e intentó audazmente la instauración de una monarquía constitucional bajo una idea de dinastía incaica, una idea transcendental que buscaba reconciliar las tradiciones indígenas con los principios ilustrados de soberanía popular. Aunque este planteamiento no prosperó, constituye un testimonio de una visión integradora y de su esfuerzo por diseñar un modelo político que logre responder a las diversidades culturales y sociales de América del Sur.
Asimismo, en su alto cargo político diseñó un proyecto para la creación de un ejército nacional, afianzado en una contribución del 5% del total de la población de cada provincia. Este plan estratégico no solo reflejaba su interés por la equidad cultural, sino también su entendimiento de las necesidades estratégicas de las nacientes repúblicas. Su participación en la redacción y la proclamación de la Constitución de 1819 reafirmó su compromiso con la institucionalización de los ideales independentistas en el continente.
Últimos años y legado histórico
Tras la culminación del Congreso de Tucumán se asentó en Buenos Aires, donde prosiguió en actividades políticas, sociales y académicas. En 1826, publicó un relato en el periódico El Investigador, medio en el que ofreció su perspectiva lúcida y crítica sobre todos los acontecimientos revolucionarios y los desafíos que profetizaba del naciente Estado argentino.
Pedro Ignacio de Rivera falleció el 17 de febrero de 1833 en Buenos Aires. Pudo ver al fin libre a su país natal. Su legado trascendió todos los documentos y proyectos que él audazmente impulsó. Su nombre y memoria se perpetúan como un gran símbolo de los ideales independentistas y del arduo camino hacia la construcción de una nación soberana, tanto en Bolivia como en Argentina.
Opinión final
La vida de este personaje ilustra el fuerte entrelazamiento entre la acción individual y las transformaciones estructurales en contextos de cambio socialpolítico e histórico. Como abogado, académico y líder político, De Rivera encarna aquel paradigma del intelectual boliviano comprometido con las demandas de su tiempo; dio a la talla en tan fuertes acontecimientos.
La historia nunca lo olvidará. En su honor se fundó un complejo educativo en su natal Mizque mientras que en Argentina, donde tuvo sus años gloriosos como representante del Alto Perú, una calle de Buenos Aires lleva su nombre.
En última instancia, su legado invita a reflexionar sobre la importancia de la acción colectiva, el pensamiento crítico y la resistencia inquebrantable a las adversidades como pilares para la construcción de una sociedad más justa e inclusiva •
* José Guadalupe Verduguez M. es estudiante de la carrera de Historia de la Universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca.