Tumusla: ¿Batalla o motín?
La Batalla de Ayacucho fue el momento culminante de una guerra fratricida de tres lustros de contienda.
La Batalla de Ayacucho fue el momento culminante de una guerra fratricida de tres lustros de contienda. A principios del siglo XIX, las batallas estaban marcadas por tácticas, sobre todo por una combinación de disciplina, maniobras en formación y el uso de tecnología militar de la época.
Se desarrollaban en formaciones cerradas, como líneas de arcabuceros en columnas de avance y en cuadros para repeler el ataque de la caballería del enemigo. La artillería jugaba un papel importante, para bombardear posiciones enemigas antes de los asaltos. La caballería, igualmente, y en muchos casos, era determinante para hacerse de la victoria, la punta de lanza, y se constituían también en una fuerza para evitar la fuga de las tropas derrotadas.
Importante era el Comando del Ejército, puesto que de ellos dependía la estrategia en el desarrollo de la batalla; contaban para hacer llegar las órdenes oportunas de mensajeros, señales con banderas, con tambores y cornetas.
Las batallas podían durar varias horas, comenzando con un intercambio de artillería, seguido por movimientos de infantería y caballería para atacar o flanquear al enemigo. La columna vertebral de los ejércitos se componía, principalmente, de la ‘infantería de línea’, que combatía en formación cerrada y estaba equipada de mosquetes y bayonetas; la ‘infantería ligera’ era más móvil y destinada a hostigar al enemigo, actuar como exploradores y proteger los flancos; mientras que la ‘caballería pesada’ tenía como propósito realizar cargas para romper líneas enemigas o perseguir a la tropa en retirada.
Al respecto, la Enciclopedia Universal editada en España en 1929 (ABNB. Espasa Calpe SA. Madrid-España. 1929. Pág. 1.136) señala:
Batalla: La general y decisiva entre dos ejércitos completos en un terreno que puede abrazarse el conjunto de las maniobras que se ejecutan. Por consiguiente las batallas son enfrentamientos organizados y generalmente de gran escala entre fuerzas militares opuestas, que forman parte de una guerra o conflicto más amplio.
Combate: Es cualquier enfrentamiento directo entre individuos o pequeños grupos armados. Es más limitado en alcance y duración que una batalla, y puede ocurrir dentro de una batalla o de manera independiente.
Motín: Es una rebelión o insurrección liderada por un grupo (habitualmente dentro de una organización militar, marítima o civil) que se opone a la autoridad establecida.
Tumusla
Gracias a documentos primarios custodiados en el Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia (ABNB), contamos con testimonios primarios de la época que nos permiten conocer la verdad de los hechos de Tumusla.
La Batalla de Ayacucho selló definitivamente la independencia de los pueblos de América, glorioso triunfo en el que se midieron dos poderosos ejércitos “según los estados tomados al enemigo, su fuerza disponible en esta jornada, era de nueve mil doscientos diez hombres, nuestros en el ejército libertador formaba cinco mil setecientos ochenta. Antonio José de Sucre” (La Gaceta del Gobierno de Lima. 1º. De enero 1825).
El ejército vencedor al mando del Mariscal Sucre ingresó a Charcas el 6 de febrero, instalando posteriormente su comando en la ciudad de La Paz, que ya estaba ocupada por las fuerzas guerrilleras del comandante José Miguel Lanza; por consiguiente, ya no existían los mandos y tropa del ejército del rey.
Al interior de la Audiencia se sucedieron varios amotinamientos en contra del gobierno español. En Cochabamba, el 16 de enero se amotinaron “a las dos de la mañana del día de ayer fue asaltado el cuartel de caballería de esta plaza, por los mismos jefes del ejército español, teniente coronel don Casimiro Bellota, comandante don José Martínez y los oficiales […] ha sido sujetada la plaza con más de ochocientos hombres que la guarnecían” (Gaceta de Lima, jueves 24 de febrero de 1825).
En Chuquisaca, capital de la Audiencia de Charcas, se amotinó la guarnición española con su comandante coronel Francisco López: “El 22 del pasado jure la independencia y di libertad a Charcas con cincuenta bravos dragones hoy con 200 de esto sostengo la plaza, y reunido con la fuerza en marcha de Oruro, destruiré al acobardado pero tenaz español que aun forza Potosí […]. Plata Libre, marzo 12 de 1825” (Casa de la Libertad. Biblioteca y Archivo. 4021-06-0305).
Otra guarnición amotinada fue la de Santa Cruz, que en parte oficial lo manifestó el general Sucre: “Ejército Unido Libertador del Perú. Cuartel general en la Paz á 2 de marzo de 1825. Al Señor general Prefecto del departamento de Arequipa. Señor general. Las tropas del ejército español que oprimían al valle grande, han jurado la independencia resultado de este suceso la libertad de las provincias de Santa Cruz, Mojos y Chiquitos. Un escuadrón de doscientos hombres selectos, se ha incorporado por este acontecimiento al ejército libertador. […] Al comunicar a V.S. esta plausible noticia, creo darle un rato de placer, asegurándole que la guerra va a concluir, muy breve, para siempre de una manera completa. Dios guarde a V. Antonio José de Sucre, Ejército Unido Libertador. Cuartel general en la Paz, a 4 de marzo de 1825” (La Gaceta de Lima del viernes 25 de marzo de 1825).
En Charcas, el comandante del ejército español, general Pedro Antonio de Olañeta, se encontraba en la ciudad de Potosí, disminuido en su contingente militar. Las guarniciones españolas de cuatro intendencias se habían amotinado contra el régimen español, y, al norte se encontraba un poderoso ejército libertario. Para Olañeta y su pequeña tropa, se acercaba su final.
El general Antonio José de Sucre, en correspondencia expedida a la Prefectura del Departamento de Arequipa, había manifestado: “Cuartel general en Potosí a 29 de marzo de 1825. Señor general. El general enemigo Olañeta ha evacuado esta villa a las once, y hoy á entrado el ejército libertador. En su retirada lleva perdidos más de cien hombres de los cuatrocientos que saco por la fuerza, están también con nosotros ocho oficiales de quince que en el punto de la Lava intentaron aprenderlo. […] Puedo asegurar a U.S. que la guerra de la independencia está concluida para siempre. [...] Dios guarde a U.S. Antonio José de Sucre” (Gaceta de Lima. No. 37. Miércoles 27 de abril de 1825).
Así, disminuido en fuerzas castrenses, reducida a la cantidad de 400 hombres entre infantería y caballería, y además de tener 5.000 hombres del ejército libertador en su retaguardia, el general Olañeta arribo al sector de Tumusla, en donde tuvo que enfrentarse el 1º de abril de 1825 con el coronel amotinado Carlos Medinaceli.
A mediados del mes de abril el oficial Soto, había presentado una solicitud dirigida al Mariscal de Ayacucho y luego de una espera perentoria, nuevamente reiteraba su pedido en la forma siguiente: “Exmo Se. Gral. en Jefe del Ejército Libertador. El Teniente Coronel Mayor de Caballería D. Fernando de Soto ante la notoria justificación de V. Exa con arreglo a derecho digo: Que habiendo llegado el tiempo suspirado en que pudiese libremente como verdadero Peruano manifestar las ideas patrióticas que por tiempos había abrigado en mi corazón lo verifique superando todos los obstáculos que el tiempo y las circunstancias opusieron cuando se dio la acción gloriosa en el memorable campo de Tumusla. Es verdad que milite bajo las órdenes del finado general Olañeta, pero siempre ansiaba por cooperar en los triunfos de las armas patriotas; llegó la ocasión, resolví invariablemente morir, o ser libre, con este objeto hice conocer con mi ejemplo y conceptos a sus tropas la Santa causa de nuestra Libertad. Habiendo invitado a este mismo fin al comandante Santibañez para que con los Usares de la Guardia que comandaba abrase en consorcio mío, no lo conseguí, y me vi precisado á despojarlo de esta fuerza. Posesionado de ella marche en compañía de Sr. Coronel Medinaceli hacia el punto de Tumusla seguros de la protección del bravo Sr. Coronel D. José María Pérez de Urdidinea. Allí fue donde el primero de abril sucumbió y desapareció para siempre el último tirano del Perú: allí la caballería de mi mando derroto y rindió la División del enemigo; allí tomé posición de todos los pertrechos de guerra, algún numerario, ocho cargas de barras de plata, allí finalmente tuve la gloria de ver realizados mis proyectos, y haber entregado las indicadas especies sin desfalco alguno al Sr. Coronel Medinaceli […] Potosí, 5 de julio de 1825” (ABNB. TCN-3365. Negrilla del autor).
El documento que antecede, custodiado en el ABNB, sin lugar a dudas se constituye en una fuente primaria de un valor altamente histórico, puesto que se trata de un testimonio irrefutable de un alto jefe militar que participó en los hechos de Tumusla, dirigido al Mariscal de Ayacucho. Narró los sucesos de forma sumamente explícita. En el documento, expresado al borde, se encuentra el proveído del general Sucre: “Se dan las gracias al suplicante por los servicios que prestó a la Patria en los momentos de terminar la guerra: Concediéndole la licencia final que pide, puede retirarse a su casa. Sucre”.
La deserción de la totalidad de la Caballería de los Usares fue determinante para la derrota de Olañeta. Por consiguiente, el vencedor de los hechos de Tumusla fue claramente el coronel Fernando de Soto.
En los acontecimientos de Tumusla hubo la presencia, además de Soto, de cuatro militares españoles que participaron en la contienda. Ellos en ningún momento traicionaron a su comandante y a su soberano rey. Fueron fieles militares que estuvieron hasta el final.
Los coroneles Rufino Vercolme, Pedro Iraseburu, José Rodrigo del Villar (Comandante del Ejército Real) y el coronel Santibañez, que menciona el coronel Soto; ellos, en notas dirigidas al Mariscal de Ayacucho como firmantes de la capitulación, expresaron respectivamente: “[…] La situación es cara en que se halla (ilegible) de la derrota padecida en Tumusla, […] comprendido en la capitulación del 1º de abril en Tumusla, […] Siendo uno de los oficiales comprendidos en la capitulación hecha en el río de Tumusla el 1º de abril”. Solicitaban al Mariscal “la paga de un mes de sueldo que dicha capitulación expresa” (ABNB. TNC-3125. Págs. 19, 22, 38).
Ninguno de los cuatro oficiales españoles protagonistas en la acción de Tumusla menciona que fue una batalla; por consiguiente, podemos afirmar con la documentación presentada que Tumusla tuvo todas las características de un amotinamiento (rebelión, sedición, insurrección y sublevación).
Medinaceli
Los capitanes Carlos Medinaceli y Juan Baptista Baspineiro —los dos, chicheños— fueron los principales comandantes españoles en los sectores de los Chichas y los Cintis.
En un parte de guerra del capitán Baspineiro se lee: “Ayer a las dos de la mañana 3 de julio con 2 compañías de Chichas y 80 de hombres de las milicias de Vitichi, a buscar al enemigo”. “De los siete presos insurgentes acabo de hacer pasar por las armas a 6 de ellos en la plaza de este pueblo. Al prisionero capitán Moreno de los fusileros mando a poner su cabeza en un palo al medio de la plaza. Calcha, 3 de julio de 1816” (ABNB. PZ. Gaceta de Lima. Sábado, 24 de agosto de 1816).
El general español Ramírez de Orosco, en parte al señor Virrey, señalaba: “Habiendo recibido por mis espías que el caudillo Gonzales trataba de ocupar este punto con los caudillos Cardozo y Fuentes en Chanchacclli, encargue al capitán Medinaceli y al capitán Baspineiro para que les interceptaran y fue el 4 de septiembre que ocurrió el enfrentamiento en donde perecieron 63 hombres y entre ellos el caudillo Carreño, hubo 50 prisioneros, de ellos en el acto pasó por las armas a 17 de ellos, hubo también 2 muertos españoles bien parecidos, murieron también los capitanes Andrés Condori del pueblo de Noata y Matías Flores de Vila Vila que fueron fusilados. La Cabeza de Carreño se ha colocado en la plaza de Tuctapari, lugar de su nacimiento. Cotagaita, 13 de septiembre de 1816” (Gaceta de Lima. Jueves 31 de octubre de 1816).
Medinaceli y Baspineiro, para las autoridades castrenses de ejército español, eran considerados como “militares de honor” y fieles vasallos del rey. Medinaceli, a lo largo de la Guerra de la Independencia, en ningún momento puso sus armas en contra del ejército del rey. En Tumusla, tuvo que contener al general Olañeta por las circunstancias que avizoraban el fin de la guerra.
El potosino coronel patriota don Esteban Fernández no se equivocó al señalar “al mando del desnaturalizado Medinaceli”. Fue sañudo contra los patriotas chicheños y cinteño; victimó a muchos de ellos en crueles enfrentamientos.
Es importante recordar a los comandantes patriotas chicheños como los hermanos Roberto y José Martínez, agricultores de Vitiche y Calcha; igualmente a don Chorolque, esposa e hijos y muchos más; a ellos, verdaderos patriotas que al mando de sus bravos guerrilleros chicheños enfrentaron a las poderosas tropas del rey. De ninguna manera podemos ignorarlos, sería una afrenta rendir homenajes a sus verdugos.
Estando a escasos cinco meses de conmemorar el Bicentenario de nuestra patria, es justo rendir homenaje a los patriotas que ofrendaron sus vidas a la causa de la independencia, a los chicheños y cinteños. A ellos, nuestro tributo y homenaje póstumo.
De ninguna manera podemos ser permisibles a que se magnifique un encuentro militar entre españoles y, menos aún a un militar que fue durante la Colonia fiel vasallo del rey. La ética y la moral nos mandan a preservar la verdad histórica •
* Es autor del libro “La Guerra de la Independencia en las Intendencias de Chuquisaca y Potosí” (2016).