La liberación de Bolivia

La conmemoración de los 200 años de la Batalla de Tumusla reavivó las controversias que existen sobre ese episodio histórico incluso desde el siglo XIX, pero, esta vez, dejó en claro que este sí ocurrió, y ya no se debe dudar de su veracidad.

Actos conmemorativos en Tumusla.

Actos conmemorativos en Tumusla. Foto: GADP

Actos conmemorativos en Tumusla.

Actos conmemorativos en Tumusla. Foto: GADP

Actos conmemorativos en Tumusla.

Actos conmemorativos en Tumusla. Foto: GADP


    Juan José Toro Montoya
    Ecos / 03/04/2025 04:08

    El 1 de abril se conmemoró el bicentenario de la Batalla de Tumusla, un episodio de nuestra historia que ha provocado controversia desde el siglo XIX, tanto que todavía quedan algunos autores que ponen en duda que haya ocurrido. Es probable que el detalle no haya merecido tanta atención de no mediar una afirmación de los defensores de la acción de Tumusla como un hecho histórico verídico: que el territorio hoy boliviano consiguió su libertad con esa batalla.

    ¿Cómo es que un hecho como ese logró liberar a nuestro país? ¿Solo porque en esa batalla fue aniquilado Pedro Antonio de Olañeta, que era el último oficial español que defendía la causa del rey Fernando VII? ¿Y qué pasó, entonces, con las batallas de Junín y Ayacucho, que fueron libradas en 1824? La respuesta es un poco más compleja.

    Para empezar, es preciso señalar que Olañeta no era cualquier oficial español: tenía el grado de mariscal de campo y, meses antes de la Batalla de Tumusla, se había proclamado virrey del Río de la Plata y el rey ratificó ese nombramiento, aunque lo hizo cuando aquel ya estaba muerto, porque todavía no había recibido la noticia. Por tanto, en Tumusla cayó el último virrey español.

    De virrey a virrey

    Al firmar la capitulación de Ayacucho, José de La Serna perdió automáticamente su condición de virrey del Perú, puesto que cedió el mando de su territorio al ejército libertador. Al saber la noticia, Pedro Antonio comenzó a actuar desembozadamente como virrey, aunque sin precisar si lo era del Perú o del Río de la Plata.

    No obstante, tal y como prueba el decreto real del 27 de mayo de 1825, el rey Fernando VII ya había decidido darle a Olañeta el título de “Virrey, Gobernador y Capitán General de las provincias del Río de la Plata y presidente de su Real Audiencia”, así que el autonombramiento fue ratificado, aunque tarde porque, para entonces, Pedro Antonio ya había muerto como consecuencia de las heridas recibidas en la batalla de Tumusla donde combatió como mariscal de campo y lució, por última vez, los cargos referidos. 

    Por ello, entre el 9 de diciembre de 1824 y el 1 de abril de 1825, Olañeta actuó como virrey de facto, aunque las fuerzas que mandaba habían menguado notoriamente.

    El 24 de febrero, las tropas de Olañeta comienzan su retirada de Potosí, con una división que se lleva cañones y termina de retirarse cuatro días después. El 3 de marzo, su esposa parte rumbo a Tupiza, acompañada de otros españoles y el 24 llega un emisario de Antonio José de Sucre a intimarle rendición, pero solo provocó que apresure su retirada y la de las tropas que quedaban. Los Anales de Potosí dicen que el 28 de marzo salió de la Villa Imperial “llevándose, fuera de lo que existía en la Moneda, además todo el dinero de las Cajas Reales, Banco, Aduana, Correos, Estanco de Tabacos, etc., etc. (…) Este mismo día a h. 8 p.m llegó la vanguardia del ejército libertador, compuesta de 500 hombres, de los que 200 eran de caballería y 300 de infantería”.

    Sucre había llegado hasta Potosí con el grueso del Ejército Unido Libertador del Sur y, desde Salta, una división encabezada por José María Pérez de Urdininea había partido con la intención de recuperar el Alto Perú para las Provincias Unidas del Río de la Plata. Con estos movimientos, las tropas de Pedro Antonio de Olañeta estaban acorraladas. El 29 de marzo, el coronel Carlos Medinaceli, que comandaba el Batallón Cazadores de Chichas, le escribió a Olañeta que ya no le obedecería, a menos que capitule. La respuesta del español fue disparar contra los chicheños y tomar preso a uno de sus oficiales. Eso provocó una batalla que fue librada en Tumusla el 1 de abril de 1825. Como fue el bando de Olañeta el que rompió hostilidades, no se puede calificar a esa acción de armas como un motín. 

    El tiro de gracia

    En Tumusla terminó la Guerra de la Independencia. Si ese momento todavía quedaban focos de resistencia realista, estos no tenían la trascendencia del ejército del Alto Perú que comandaba Olañeta, no solo como mariscal de campo sino como virrey y directo representante de la corona española. 

    Para el análisis del significado de la Batalla de Tumusla se debe tomar en cuenta que la Audiencia de Charcas, denominada Alto Perú durante la Guerra de la Independencia, siempre fue un territorio demasiado alejado de Lima, durante el Virreinato del Perú, y de Buenos Aires, cuando pasó a depender del Virreinato d el Río de la Plata, lo que determinó que se manejara como un territorio prácticamente independiente, con un gobernador que respondía directamente a los virreyes. En 1821, el entonces general Pedro Antonio de Olañeta aprovecha esta circunstancia, y su indudable poder económico, para comenzar a gobernar de facto el Alto Perú. Las batallas de Junín y Ayacucho, libradas por el Ejército Libertador Unido del Sur, liberaron al “Bajo Perú” del dominio español, pero ese efecto no llegó al Alto Perú, que seguía al mando del mariscal Olañeta. La Batalla de Tumusla puso fin a ese mandato de facto, puesto que Olañeta pereció a consecuencia de ella, así que el efecto inmediato fue la liberación del Alto Perú, hoy Bolivia.

    La importancia de esta batalla se refleja en publicaciones de la época, como El Sol del Cuzco, la Gaceta del Gobierno de Lima y la Gaceta de Colombia. Además, es nombrada en el Acta de la Independencia de las provincias del Alto Perú.

    Es curioso, por decir menos, que todavía haya voces que se atrevan a afirmar que no ocurrió la Batalla de Tumusla, pero es igualmente sospechoso que historiadores e investigadores de La Paz ignoren el hecho o lo minimicen.

    Pero, mientras eso pasa en Bolivia, España ya ha aceptado, hace mucho, que los sucesos de Tumusla fueron una batalla. 

    Así, en una publicación de 2023 del Ministerio de Defensa de España, se incluye estos apuntes para el año de 1825, en un recuadro de las guerras de independencia en la América española: Rendición de los realistas en Tumusla. Muerte de Olañeta. Declaración de independencia.

    Y es que, a la luz de tantas pruebas, seguir negando la veracidad de la Batalla de Tumusla, minimizándola, ya sería necedad… o algo peor •

    El Acta de la Independencia

    El proyecto del Acta de la Independencia de las provincias del Alto Perú ya estaba redactado para el 5 de agosto pues ese día, en sesión secreta, se discutió si se lo iba a enviar o no al Mariscal de Ayacucho. 

    Ya en la sesión ordinaria, del 6 de agosto de 1825, y luego de rechazar la adhesión al Perú, el proyecto se puso en consideración de la Asamblea y fue aprobado por unanimidad. Por ese texto, el Alto Perú “se erige en un Estado soberano é independiente de todas las naciones, tanto del viejo como del nuevo mundo”. En su párrafo tercero, el documento dice que “los altoperuanos han abatido el estandarte de los déspotas en Aroma y la Florida, en Chiquitos, Tarabuco, Sinti, en los valles de Sicasica y Ayopaya, Tumusla, y en otros puntos diferentes”.

    Entonces, sin importar quién haya redactado al acta, al momento de aprobarla, los diputados de la Asamblea de 1825 reconocieron y valoraron a Tumusla, no como un motín sino como una de las batallas o acciones más importantes en la lucha por la libertad que se coronaba aquel 6 de agosto de 1825.

     

    * Juan José Toro es cronista de ECOS y fundador de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí (SIHP).

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