A 155 años del nacimiento y bautizo de Simeón Roncal

Quienes cultivamos el recuerdo de los tiempo de oro de la actividad cultural en general y de la música en particular no podemos dejar que el manto del olvido cubra una importante fecha, cual es la del 20 de abril, en el calendario local.

Profesor de Música  Don Simeón Tadeo Roncal Gallardo. Reproducción de Douglas Gonzales, 1975.

Profesor de Música Don Simeón Tadeo Roncal Gallardo. Reproducción de Douglas Gonzales, 1975. Foto: Guillermo Calvo Ayaviri

Partitura del Himno a Chuquisaca. Segundo premio de la convocatoria de la música del Himno en homenaje al Primer Centenario del 25 de Mayo de 1809 – 1909. Autor Simeón Roncal.

Partitura del Himno a Chuquisaca. Segundo premio de la convocatoria de la música del Himno en homenaje al Primer Centenario del 25 de Mayo de 1809 – 1909. Autor Simeón Roncal. Foto: Guillermo Calvo Ayaviri

Sello profesional del Maestro Simeón Roncal.

Sello profesional del Maestro Simeón Roncal. Foto: Guillermo Calvo Ayaviri


    Guillermo Calvo Ayaviri
    Ecos / 06/05/2025 03:07

    Quienes cultivamos el recuerdo de los tiempo de oro de la actividad cultural en general y de la música en particular no podemos dejar que el manto del olvido cubra una importante fecha, cual es la del 20 de abril, en el calendario local.

    Ese maravillo día del año 1870, hace 155 años nacía en Sucre Simeón Tadeo Roncal Gallardo, que tantas glorias ha dado al país en el cautivante campo del arte musical, en el que introdujo un elegante y aristocrático estilo en la melodía y la armonía de sus señoriales cuecas.

    Con misticismo y más noble sentimiento de admiración rindo mi homenaje al excelso artista con esta crónica biográfica, esperando que en alguna medida se hagan partícipes los maestros y alumnos de los establecimientos emplazados en las ciudades de Sucre y Potosí, y que llevan su nombre, y todos quienes consagran parte de su vida al cultivo de la música.

    Rasgos biográficos

    Fue hijo de Juan Roncal, maestro de Capilla de la Catedral Metropolitana de La Plata, organista y cantor de la Iglesia Matriz de Potosí, y de Rosa Gallardo, una hacendosa ama de casa dedicada con todo cariño al cuidado y atención de su modesto hogar. 

    Con Virginia Cortes contrajo matrimonio y fue alegrado con el nacimiento de seis hijos: Julia, Rosa, Raquel, Virginia, Simeón y Ramón.

    En el Archivo-Biblioteca Arquidiocesanos ‘Monseñor Taborga’ - Serie Archivo Parroquial, se custodia el libro de Bautismos de españoles e indios de la Parroquia de San Sebastián, año 1870 y en el folio 123 vuelta, se lee la siguiente partida:

    “…En el año del Señor de mil ochocientos setenta a veintiuno de Abril. Yo el Presbítero Hilarión Garnica, Teniente de Cura del Párroco D. Bernardo Campero, bauticé, puse Óleo y Crisma a Simeón Tadeo de un día, hijo natural de D. Juan Roncal y Da. Rosa Gallardo de la Parroquia de San Miguel, fue padrino el Dr. José Manuel Ramallo, a quien le advertí su obligación y parentesco espiritual, para que conste lo firmé - Hilarión Garnica…”.

    Simeón fue iniciado de niño en el estudio de la música. Su padre puso especial empeño en inculcarle el conocimiento de las técnicas musicales en forma metódica y constante, con el propósito de darle formación de un verdadero músico que interprete las mejores obras del repertorio universal, orientándoles al mismo tiempo en el difícil campo de la composición.

    A los nueve años era ya organista de la Catedral Metropolitana de Sucre y, en efecto, Juan Roncal, su padre, fue su primer profesor. Posteriormente el maestro Eduardo Berdecio, quien en el curso del tiempo tuvo en Simeón un buen apoyo en su labor de difusión artística en el ambiente chuquisaqueño desde el alto estrado en que se situó la famosa “Filarmónica Sucre” cuyo centro de actuación estaba en el Palacio de la Filarmónica, el Foyer del Teatro Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho.

    Fallecido su progenitor, el joven Roncal comenzó a frecuentar los modos y costumbres de la vida típica de la capital junto con grupos de estudiantes universitarios, ansiosos de participar en festividades típicas de la Ciudad Blanca, con gentes de estamentos populares, vivaces, donairosos y entregados a la alegría.

    El músico comenzó a tamizar sus horas entre las prácticas serias del repertorio clásico y de la música sacra, y por otro lado, en las noches, durante los bailes, con música popular. Ahí reside el secreto de su inclinación a componer magistralmente sus cuecas, incomparables por su técnica pianística por el desarrollo perfecto del tema musical.

    Miguel Ángel Valda, discípulo de Roncal, reconocía que este tenía una capacidad de mnemónica admirable, que le permitía componer íntegramente una pieza musical sin que le falte una nota, y la interpretaba muchas veces puliendo frases, aumentando o suprimiendo acordes, hasta estar seguro de haber depurado la magistral obra musical.

    En el eximio compositor, intérprete y templador de varios instrumentos sobresalía no solamente su dominio y la suficiencia técnica, sino que puso en sus piezas un hondo caudal del sentimiento popular, en sus expresiones más sinceras y profundas.

    En Potosí

    Simeón Roncal se trasladó a la ciudad de Potosí pasada la primera década del año 1910. Integró el cuerpo docente de la Escuela Alonzo de Ibáñez y el Colegio Nacional de Pichincha. Como profesor de Música, siempre participaba con fervor cívico y fe patriótica en todos los actos que la escuela organizaba para solemnizar las fiestas patrias o rendir homenaje a los héroes. Dicha escuela celebró un festival en el Teatro ‘Modesto Omiste Tinajeros’ el 18 de mayo de 1918 en homenaje al capitán vicuña Alonzo de Ibáñez.

    Uno de los números sobresalientes fue la representación escolar titulada “Corazones son triunfo”, escrita para este evento sobre pasajes de la época de Alonzo de Ibáñez por el profesor Carlos Medinaceli con música del artista Simeón Roncal, y otro número, alegoría dramática titulada “Hacia el mar”, trama del director de la escuela, Jesús Salinas, letra de Carlos Medinaceli y música del inmortal Roncal.

    Roncal compuso la música al Himno a Alonzo de Ibáñez en gratitud por los servicios prestados a su querida escuela, cuyos alumnos la cantan con todo civismo.

    Uno de sus premios

    Por su talento, el maestro logró adjudicarse muchos premios. Uno de los más importantes fue el conferido por los Amigos de la Ciudad, “La Kantuta de Oro”, por la composición de la cueca “Implorando”. El acta de premiación se publicó en el periódico El Diario, de la ciudad de La Paz, el año 1934, y señala: “‘Implorando’ es la composición que obtuvo el Primer Premio. La rueda y Boquerón los segundos; Kaluyo, Flor del Lago y Chuquiago Marka los terceros.

    Después de un laborioso examen de 114 piezas de música remitidas al concurso convocado por los Amigos de la Ciudad, el Jurado Calificador remitió el día viernes un dictamen concebido en los siguientes términos.

    En la ciudad de La Paz a horas once del día 22 de diciembre de 1933, reunido el Jurado Calificador del concurso de música nacional, organizada por la agrupación. Amigos de la Ciudad, para entregar el ‘PRIMER PREMIO A IZQUIERDO’ autor de la producción que lleva el título de ‘IMPLORANDO’. Firmando; Genaro Sáenz Ribero, Manuel B. Sagarnaga, Alicia Palza y Guillermina Dalenz”.

    Y sobre el particular, un columnista de El Diario, que firma bajo el seudónimo de Bonjour, dice: “El concurso convocado por los Amigos de la Ciudad el maestro Roncal ha obtenido el Primer Premio de la ‘Kantuta de Oro’ con su creación musical ‘Implorando’. Tal vez se trate de una congoja intima, como implorando justicia y derecho en amparo al olvido en que se encuentra ‘Una campaña en favor del Roncal sería muy honrosa para la Prensa’. No es posible dejar de escuchar voz tan sentida como la anterior. Y no es posible porque descubre una ingratitud muy negra para el autor de las cuecas, de los bailecitos, kaluyos que conmueven el espíritu de los bolivianos. Hay que amparar al maestro Roncal y sustraerlo de la miseria en que vive, muchas veces acaso sin tener con que pagar su alimento ni con que satisfacer su único deleite, que es el cigarrillo”.

    Algunas de sus obras

    Entre sus obras se cuentan más de veinte cuecas, algunas inéditas, piezas musicales para concierto, una marcha fúnebre para piano dedicada a su esposa, tres kaluyos, una pieza de jazz impresa y dedicada a su amigo potosino Armando Palmero Nava.

    Otras obras son: “Recuerdos de Oruro”, “Última cuenca”, “Sucre”, “Hacia el Chaco”, “25 de Mayo”, “Implorando”, además de los himnos de las escuelas Alonzo de Ibáñez y Daniel Campos, o el vals “Berta”.

    Pasados algunos años, concluida la Guerra del Chaco, el profesor de música, acompañado de sus hijos menores Raquel, Julia y Simeón, se trasladó a La Paz con su pequeña jubilación de docente. Y en la sede del Gobierno vivió sus últimos años, invitado muchas veces  a participar en las audiciones de la radio Illimani.

    Hace 72 años, un 13 de enero de 1953, el meritorio preceptor falleció, precisamente, en esa ciudad. Simeón Roncal, como maestro, consagró su vida a la enseñanza de niños y jóvenes; como artista, cosechó aplausos de propios y extraños, quienes se deleitaban con sus arpegios llenos de dulzura, sentimiento y armonía vconsagrados en las tradicionales cuecas de salón.

     

    * Guillermo Calvo es docente de la Universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca.

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