Destrucción del patrimonio
El autor, que es profesional en turismo, muestra cómo están desapareciendo construcciones patrimoniales en diferentes lugares del Departamento de Potosí.
No queda duda de que mejorar las condiciones de vida es una las perspectivas a la que mucha gente aspira y, de hecho, trabaja día a día para consolidar un patrimonio basado en bienes que pueden reflejarse en la tenencia de propiedades como inmuebles, mobiliario y demás.
Ante esa aspiración, todo lo mencionado se plasma en el mejoramiento de las viviendas y, en muchos de los casos, esa sublime aspiración está acompañado de la destrucción inminente de reliquias que habían prevalecido en el tiempo, y que, para la mala ventura del patrimonio cultural, son vilmente reemplazados por construcciones modernas que, si bien la edificación implica un alto costo, desde el punto de vista patrimonial no tienen valor alguno.
El artículo 4, numeral 37, de la Ley Nº 530, Ley del Patrimonio Cultural Boliviano, destaca que el paisaje cultural es el resultado del desarrollo de actividades humanas y de sus significados a través del tiempo en un territorio concreto, que refleja la relación mutua entre naturaleza y cultura.
Desde ese contexto, muchas poblaciones, entre ellas la ciudad de Potosí, además de las capitales de provincias, municipios y otros del área rural, presentan un paisaje cuya cualidad se combina de manera armoniosa entre la naturaleza y las edificaciones que demuestran aspectos históricos y culturales como las construcciones coloniales o republicanos, que bien pueden ser aprovechados por el turismo.
Sin embargo, pueblos tan pintorescos donde el paisaje cultural demostraba contar con lugares accesibles y que no han sido intervenidos de forma moderna y agresiva por el hombre, demuestran ser, ahora, enormes construcciones sin valor patrimonial. Entonces, surge ahí la pregunta: ¿Por qué los habitantes de poblaciones del área rural destruyen su propio patrimonio? Una pregunta que parece sencilla, pero que es muy difícil de responder.
Mientras algunas ciudades y poblaciones que cuentan con inmuebles coloniales o republicanos tratan de mantener el legado patrimonial que han heredado del pasado, otros se han dado a la tarea de emplazar nuevas construcciones, sobre la base de antiguas casas que, al parecer, no tendrían valor, ocasionando un daño al paisaje cultural.
Ante esta situación, poblaciones íntegras, que son tan históricas como lo es la capital potosina, han atentado contra su propio patrimonio, probablemente no con la intención de destruir, sino todo lo contrario: con la firme intención de mostrar la visión modernista de los predios. Pero, tratándose de poblaciones del área rural, ¿estará bien construir nuevas edificaciones en áreas históricas o sitios de interés histórico?
En el presente artículo, se analiza —a través de casos puntuales— el serio daño o el gran aporte que se realiza a la imagen urbana de las localidades que cuentan con un área histórica como Pocoata y Colquechaca en el norte; Puna y Porco en la región centro, Uyuni en el sudoeste y Talina en el sur de Potosí.
Atentados al paisaje cultural
Varias poblaciones potosinas comparten los mismos problemas que al parecer no son inconvenientes para sus residentes: durante los años 80, el templo San Juan Bautista de Pocoata sufrió una de las peores agresiones patrimoniales que hasta ahora le dan una pésima vista a ese hermoso templo, su atrio fue loteado y allí se construyeron viviendas pegadas al mismo inmueble patrimonial.
Por su parte, la calle Bolívar de la ciudad de Colquechaca presenta construcciones republicanas donde relucen balcones y portadas con elementos arquitectónicos neoclásicos. En esa vía se encuentran la casa de Patiño, el hotel París y otros inmuebles patrimoniales, sin embargo, a medida que pasa el tiempo, estos predios son modernizados por sus habitantes, ocasionando una pérdida irreversible para el municipio.
Otra población es Porco, que ha perdido totalmente su cualidad patrimonial, practicante no existe una armonía entre la naturaleza y la población. Al ser un pueblo netamente minero, vanos son los mensajes que el municipio pregona: “Porco, 500 años de historia”, si bien es un pueblo con amplia historia minera, sus construcciones no demuestran aquello. De hecho, incluso el interior del templo de San Bartolomé ha sido depredado al punto de perder toda cualidad patrimonial.
Por otro lado, la ciudad de Uyuni, una población que en el pasado tenía una vocación ferroviaria, contaba con viviendas de estilo inglés, construcciones muy singulares que planteaban una temática muy diferente al resto de las otras poblaciones, pero hoy se ve sumida por el modernismo que le quita todo valor patrimonial al centro histórico que a diario se moderniza.
Mientras que en Puna, la capital de la provincia Linares, el templo Inmaculada Concepción, cuya edificación es de estilo renacentista, se puede apreciar que en los últimos años, su paisaje ha sido gravemente dañado por construcciones modernas que incluso superan el colosal tamaño de este inmueble patrimonial, demostrando la falta de conciencia de sus habitantes hacia su misma historia y su patrimonio.
En la región sur del departamento de Potosí, y aunque por problemas contrarios a las mencionadas, el pueblo histórico de Talina, en el municipio de Tupiza, sufre un alto grado deterioro, donde sus construcciones coloniales y republicanas están al borde del colapso, hecho que sucede por el abandono repentino de sus residentes, lo que también implica una pérdida del paisaje cultural que al parecer es inminente.
A esta lista se incluye la ciudad capital, declarada como Patrimonio de la Humanidad el año de 1987, título que en la actualidad aún ostenta pese a estar inscrito en la lista de patrimonio en peligro. Las políticas de preservación y revitalización de áreas históricas que se viene realizando en la actualidad han desembocado en la creación de la primera Unidad de Paisaje Cultural dentro de la comuna potosina, cuya repartición tendrá la intención de mantener y precautelar el paisaje histórico del casco viejo de la ciudad de Potosí.
(*) Elvis Fuertes es socio de número de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí (SIHP).