Santa Vera Cruz Tatala
El origen mítico de la Santa Vera Cruz Tatala remite al hallazgo de una piedra de forma triangular, en la cual se percibe una veta que semeja una cruz
Bolivia es un país profundamente marcado por una herencia cultural que se entrecruza entre lo ancestral y lo colonial. Esta compleja interacción ha dado lugar a múltiples formas de sincretismo, especialmente en el ámbito religioso, donde las creencias indígenas no fueron erradicadas por completo tras la conquista europea, sino reinterpretadas y transformadas dentro de nuevas estructuras simbólicas.
En este contexto, la festividad de la Santa Vera Cruz Tatala emerge como una de las expresiones más singulares de esta fusión simbólica. Celebrada entre el 1 y el 3 de mayo en la zona sur de la ciudad de Cochabamba (km 7 de la avenida Petrolera, sector Valle Hermoso) aunque actualmente ya se celebra en todo el valle alto y bajo cochabambino, esta fiesta reúne elementos profundamente enraizados en la cosmovisión andina, junto con otros introducidos por la evangelización católica. A través de esta celebración, se manifiesta una forma de religiosidad popular que no solo persiste, sino que se adapta a nuevas realidades, manteniendo viva una memoria cultural en constante reconfiguración.
Fundamentos míticos y cosmovisión andina
El origen mítico de la Santa Vera Cruz Tatala remite al hallazgo de una piedra de forma triangular, en la cual se percibe una veta que semeja una cruz. En la cosmovisión andina, este tipo de acontecimientos no es interpretado como casual, sino como revelación. La piedra es concebida como una w’aka, es decir, un objeto sagrado, habitado por energía vital (ajayu) y dotado de conciencia. Según Catherine Allen (1988), en el mundo andino todo elemento de la naturaleza —piedras, montañas, lagunas— puede contener camac o fuerza anímica, que le otorga poder espiritual.
Esta piedra, hallada en lo que hoy se conoce como Valle Hermoso, no representa un simple soporte físico, sino un modo de conexión entre lo humano y lo divino. El respeto hacia estos elementos sagrados ha sido una constante en las culturas prehispánicas de los Andes, como lo evidencia también la práctica del culto a los apus o montañas tutelares.
Contrario a la creencia común, la cruz no fue una figura introducida exclusivamente por el cristianismo. En el mundo andino ya existía la chakana, o cruz andina, símbolo cósmico que expresa la articulación entre los distintos niveles del universo y los puntos cardinales. La chakana representa el equilibrio, el tránsito y la reciprocidad —valores fundamentales de la cultura andina—. Así, la aparición de una cruz en la piedra no fue percibida como algo ajeno, sino como parte del lenguaje simbólico propio.
Evangelización, sincretismo y resignificación
Con la llegada de los conquistadores españoles y el proceso sistemático de evangelización impulsado por las órdenes religiosas —principalmente franciscanos y jesuitas— se introdujeron nuevas imágenes, ritos y discursos en el espacio sagrado andino. No obstante, este proceso no fue simplemente un reemplazo cultural, sino una negociación simbólica. En el caso de la Santa Vera Cruz Tatala, la piedra no fue destruida ni eliminada; fue reinterpretada dentro del marco cristiano.
Se colocó un crucifijo sobre la piedra triangular, transformando su significado: el Cristo crucificado pasó a representar al Tatala o Tatita, una figura paternal, cercana, indulgente y poderosa. Así, la comunidad fusionó dos sistemas religiosos en un solo símbolo, sin sacrificar su espiritualidad originaria.
Transculturación religiosa
Este fenómeno puede entenderse a través del concepto de transculturación religiosa, propuesto por Fernando Ortiz (1940), quien explicó cómo en contextos coloniales las culturas subalternas no solo asimilan elementos foráneos, sino que los reelaboran y los integran a su propio universo simbólico. En este sentido, el Tatala es una creación cultural híbrida que condensa el poder telúrico de la w’aka y el carácter redentor del Cristo cristiano.
No se trata de un sincretismo superficial, sino de una síntesis profunda que da lugar a una religiosidad popular autónoma, capaz de articular las necesidades espirituales, sociales y políticas de la comunidad andina.
Dimensión simbólica y prácticas rituales
La Santa Vera Cruz Tatala es una festividad eminentemente ritual, cuyo eje central es la petición de fertilidad: para la tierra, los animales, las familias y la vida en comunidad. Se trata de un momento en el que se invoca la abundancia mediante ofrendas simbólicas.
Uno de los elementos más característicos de la celebración es el uso de miniaturas, que representan anhelos concretos: bebés para quienes desean hijos, casas para quienes sueñan con un hogar, vehículos para quienes aspiran a movilidad o progreso económico. Esta práctica se basa en el principio de analogía mágica, en el cual se cree que, representando simbólicamente un deseo, se puede facilitar su concreción.
Otro elemento fundamental es la mesa ritual o q’oa, una ofrenda que combina elementos como bosta seca, incienso, alcohol y azúcar. Estos productos son dispuestos sobre brasas encendidas, liberando humo que “alimenta” a los espíritus tutelares. Este acto refleja el principio de reciprocidad o ayni, esencial en la cosmovisión andina: se ofrece a los dioses para recibir a cambio sus bendiciones.
Durante los tres días de la fiesta, la comunidad se activa de manera integral: se baila, se canta, se bebe, se ofrenda. No se trata de una celebración pasiva, sino de una acción ritual colectiva que busca restablecer el equilibrio cósmico y fortalecer los lazos comunales. Esta participación activa del cuerpo y la emoción refuerza el sentido de pertenencia y la conexión con lo sagrado.
Coplas y oralidad femenina: la voz subversiva del pueblo
Uno de los aspectos más fascinantes de la festividad es el protagonismo de las mujeres en la creación y transmisión de coplas. Estas composiciones poéticas, cantadas en quechua y español, mezclan humor, crítica social, erotismo y espiritualidad. A través de ellas, las mujeres dialogan con el Tatala, piden favores, reprochan negligencias, o incluso le coquetean con ternura y picardía.
Este espacio de expresión oral es también un espacio de agencia femenina. En un contexto donde la religión institucional tiende a relegar a las mujeres, la fiesta les permite ocupar el centro de la escena ritual. Como indica Silvia Rivera Cusicanqui, las festividades populares constituyen “zonas de fractura” donde lo subalterno puede hablar, aunque sea brevemente, en sus propios términos.
Las coplas no son simplemente rezos disfrazados de canto; son también formas de crítica social. A través del uso de metáforas graciosas o descaradas, las mujeres evidencian sus deseos, frustraciones y demandas. Estas canciones permiten nombrar aquello que, en otros espacios, estaría prohibido o reprimido. Así, el canto se convierte en un medio de resistencia cultural y de subversión simbólica.
Las coplas
Las coplas que podrían llamarse clásicas de la fiesta, son las siguientes:
*Para pedir la multiplicación de sus animales:
Santa Vera Cruz Tatala
waway waway nillawanqni
chay wawayqui chayamuni
imatataj dotawanqui.
Corral juntta Luisata
corral juntta waquillata
waquillataj tusurisaj
luisapaj muyurisaj
TRADUCCION
Señor de la Santa Vera Cruz
mi hijo, mi hijo nomás me dices
ese tu hijo ha llegado
ahora con qué le vas a dotar.
Llena mi corral de ovejas
llena mi corral de vaquillas
para las vaquillas bailaré
para las ovejas daré vueltas.
LUISAS-. En algunas regiones de Cochabamba, como Pairumani, los campesinos llaman Luisas a las ovejas.
*Para pedir más fuerzas y entusiasmo en el trabajo. Cuando el hombre de campo no tiene buenas cosechas y él mismo está convencido que más se debe a su poca diligencia en el laboreo de la tierra que, a otra circunstancia, casi colérico le canta la siguiente copla:
Santa Vera Cruz Tatito
qhella, qhella nillawanqui,
kayllamankanqui qhella,
sayaspalla jisp'askanqui.
TRADUCCION
Padrecito de la Santa Vera Cruz
flojo, flojo, tú me dices,
y tú si que eres el flojo,
porque hasta de parado estás orinando.
*Si el indígena en sus coplas primeras trata de caer en gracia al santo, es para pedirle después, algo muy personal. Sus coplas de halago no son almibaradas y al que desconoce el alma valluna parecería un insulto, pero no es así. En sus metáforas representa todo lo que, a su alma, simple e ingenua, le agrada, por lo gracioso, por lo bribón o por lo bello:
Santa Vera Cruz Tatito
jukucha uya machito
muko suaj simisitu
warmi khawaj ñawisitu.
TRADUCCION
Padrecito de la Santa Vera Cruz
cara de ratón viejito
boquita de ladrón de muko
ojitos de mirar mujeres.
*Se acerca el hombre al altar y de pie, acompañado de la música tradicional, pide al santo le ayude a encontrar compañera, pero que no sea cualquiera, sino con las cualidades más convenientes para la mentalidad campesina:
Santa Vera Cruz Tatito
uj warmita yuyaykuay
manka chikan umayojta
wirkji chikan siquiyojta.
TRADUCCION
Padrecito de la Santa Vera Cruz
dame una mujer que tenga
la cabeza del tamaño de una olla
y el poto del tamaño de un cántaro.
*Le habla así, familiarmente, diciéndole palabras graciosas, como haría en la vida ordinaria cuando conoce a un amigo, confidencialmente y sin ningún prejuicio. Las coplas de carácter jocoso son innúmeras, las siguientes son un ejemplo:
Santa Vera Cruz Tatala
qhella, qhella, nillawanqui
qhanllaman qhella canqui
sayaspalla puñusqhanqui.
Santa Vera Cruz Tatala
imatataj dotawanqui
mana ni ima dotawajtiyqui
loqho sapa nimusqhayqui
TRADUCCION
Señor de la Santa Vera Cruz
flojo, flojo, tú me dices
y tú si que eres el flojo
porque de parado estás durmiendo.
Señor de la Santa Vera Cruz
que es lo que me vas a dotar
y si nada me vas a dotar
estás ahí con tu sombrero de sonso
(Fragmentos extraídos de Folklore en el Valle de Cochabamba por Antonio Paredes Candia)
Reconocimiento estatal y función identitaria
El 3 de diciembre de 2012, mediante la Ley N.º 323, el Estado Plurinacional de Bolivia declaró la Fiesta de la Santa Vera Cruz Tatala como Patrimonio Cultural Inmaterial. Esta declaratoria representa un paso importante en la valorización de las culturas indígenas y mestizas que sostienen la memoria colectiva del país.
El reconocimiento oficial, sin embargo, debe ir acompañado de políticas que garanticen la preservación del patrimonio vivo, la participación comunitaria y el respeto a la espiritualidad popular. Más que un símbolo folklórico, esta fiesta es una práctica cultural profundamente enraizada que transmite conocimientos, valores y formas de vida.
La Santa Vera Cruz Tatala es una celebración que condensa siglos de historia, lucha y creatividad cultural. En ella convergen el mito indígena, la imagen cristiana, la práctica ritual andina, la poesía oral femenina y la lucha por la afirmación identitaria. Es una fiesta que no busca esconder sus contradicciones, sino que las transforma en síntesis simbólica.
Más que una simple tradición religiosa, se trata de una manifestación viva de resistencia cultural, que nos enseña cómo los pueblos originarios han sabido dialogar con la historia, reconfigurar los símbolos del poder y preservar sus mundos espirituales a través de la creatividad, la colectividad y la fe.
En tiempos en que la homogeneización cultural amenaza con borrar las diferencias, la Santa Vera Cruz Tatala nos recuerda la fuerza de lo diverso, lo comunitario y lo profundamente humano.