Biosensor de litio
El proyecto del joven médico chuquisaqueño Alex Ríos Salinas aterrizará en el Karolinska Institutet de Estocolmo.
El joven médico chuquisaqueño Alex Ríos Salinas se proyecta como un destacado profesional a nivel internacional gracias a un proyecto científico con el litio, el recurso natural con mayores proyecciones para Bolivia por tenerlo en grandes cantidades en el Salar de Uyuni.
Este sucrense surgido de la promoción 2016 del Colegio Don Bosco, luego graduado de la Facultad de Medicina de la Universidad San Francisco Xavier en diciembre pasado, hizo su internado en los hospitales Santa Bárbara y de la Mujer. Él apunta a ser médico genetista.
Actualmente, representa en América Latina a la Fundación iGEM (International Genetically Engineered Machine Foundation), que trabaja también en Francia. “Es una fundación que nace del Massachusetts Institute of Technology (MIT, en Estados Unidos), en la que se desarrollan competencias de genética y biotecnología”, explica a ECOS.
En 2021, Bolivia participó por primera vez en una de estas competencias: iGEM (International Genetically Engineered Machine Competition). En ella, Ríos y otros representantes de universidades del país ganaron una medalla de oro con un biosensor de arsénico. “Desde entonces, a mí interesó mucho el tema de la biotecnología”, confiesa.
Ahora, se encuentra abocado a su proyecto de biosensor de litio “EXCALIBUR: Extended Chemosensory Array for LIthium BInding and Ultimate Recovery (Biosensor sintético para detección de litio en ámbitos clínicos y de biominería)”, así como a su beca en Suecia, para la cual ha sido seleccionado y que le servirá en su propósito de desarrollarlo.
BECADO EN SUECIA
Ríos ganó una Beca del Instituto Sueco para Profesionales Globales, denominada Swedish Institute Scholarship for Global Professionals (SISGP), a la que se postulan jóvenes de todo el mundo.
Esta es una de las becas más competitivas en temas de desarrollo global y desarrollo sostenible y el chuquisaqueño es el único médico de Bolivia que la obtuvo. “Me va a pagar el Master's Programme in Translational Physiology and Pharmacology (Programa de Maestría en Fisiología y Farmacología Traslacional) para estudiar en el Karolinska Institutet, de Estocolmo, la universidad donde se reciben los Premios Nobel y cuyo enfoque es la medicina”, comenta a continuación.
Cubre prácticamente todo, desde los pasajes, la inscripción y la manutención hasta la estadía en el campus universitario por dos años. “No es obligatorio que vuelva después a Bolivia, me permiten quedarme, pero yo tengo toda la intención de volver para aplicar todos los conocimientos que adquiera para beneficio de los pacientes aquí”.
Alex demuestra tener no solo un compromiso con su profesión, sino un profundo sentimiento de pertenencia con su patria. Directo, pero medido, lo sintetiza con la precisión quirúrgica de sus palabras: “Yo creo que para eso uno estudia Medicina, para los pacientes… En el Internado uno ve la realidad de Bolivia y, es muy dura. La tecnología, las nuevas ciencias son armas muy importantes para la salud de la población”.
Parte a Suecia en agosto próximo.
BIOMINERÍA
“Este nuevo biosensor es, básicamente, una nueva molécula, como un anticuerpo que se pega al litio. Pero estamos explorando también la posibilidad de aplicarlo para una biominería”, explica a esta revista, antes de indicar que su objetivo es atacar el problema de la contaminación de las tecnologías actuales, considerando además que consumen mucha agua.
Se trata de una alternativa con buen prospecto para la extracción de litio.
La idea del biosensor de litio nació en la competencia de París, hace cuatro años. Aquella vez era de arsénico, un metal pesado que contamina en zonas mineras. “Me pareció interesante explorar otros elementos y ahora, ya teniendo el financiamiento del MIT, pues, he aplicado a este tema para mi rubro, que es la medicina; pero, estudiando ya en el laboratorio, hemos visto que es posible aplicar esta molécula fuera de los ámbitos clínicos, para la minería sostenible”.
En efecto, un curso global de biología sintética en el MIT le abrió las puertas al primer mundo de la ciencia. “Hemos trabajado con varios laboratorios; aparte del MIT, con el Laboratorio Designer Cells de la Universidad de Yonsei de Corea del Sur, donde hemos hecho un biosensor de litio, así como entablamos convenios de investigación con el Laboratorio SynBio Genetics de la Universidad de San Francisco de Quito (Ecuador)”.
Hablamos de una tecnología muy versátil. “La molécula diseñada actúa como un anticuerpo, pero es mucho más barata y fácil de producir. Los anticuerpos —como recordamos del tiempo del covid-19— se pegan a una molécula como una llave con el candado; entonces, esta molécula solo se pega al litio y, cuando lo agarras, lo puedes aislar”, ejemplifica antes de anunciar que buscará probar su idea en el Salar de Uyuni, “para ver que se pueda aislar el litio directamente, sin todos los procesos industriales que actualmente son caros y, además, requieren mucha agua”.
En laboratorios, con muestras, aclara Ríos, la molécula funciona, “tenemos resultados promisorios”. Ahora resta probarla en el terreno mismo.
Con el financiamiento obtenido podrá terminar su proyecto en el Karolinska Institutet, pero él, por su parte, dice que está interesado en seguir haciendo pruebas en Bolivia y formar un equipo de trabajo.
“A pesar de que estas tecnologías democratizan mucho el desarrollo tecnológico, aproximadamente ahora tenemos unos 20.000 dólares con los cuales hemos empezado como capital semilla y estamos trabajando con eso, ya una buena parte, en estudios de laboratorio. Ahora, la parte que más nos interesa es la de campo, en el Salar de Uyuni, y yo, personalmente, estoy muy interesado en aplicarlo en pacientes, es decir, en estudiar su eficacia para que los pacientes no tengan el tema de la intoxicación por litio”.
Utiliza el plural porque participó en dicho curso en representación de GenIA, el nombre de su empresa familiar que desarrolla tecnología para medicina personalizada. “Queremos que la medicina sea cada vez más precisa usando las mejores tecnologías para que los pacientes tengan una salud afín a su estilo de vida”, dice al describir ese emprendimiento. Porque de eso se trata, de unir su empresa con un propósito social: “Quiero emprender, que este producto sea accesible para la mayor cantidad de personas que lo necesiten”.
GenIA es el acrónimo de genética e inteligencia artificial.
Con el mencionado monto pudieron cubrir los costos del uso de reactivos, personal, acceso a software y robots de laboratorio y material genético.
MEDICINA
“(Desde el MIT) nos han dado el apoyo financiero para hacer un trabajo en estos laboratorios, principalmente para una aplicación clínica, porque el carbonato de litio se usa para pacientes con trastorno de bipolaridad o con depresión mayor, como estabilizador del ánimo, pero es muy tóxico. Entonces, para evitar esta toxicidad hemos creado este biosensor”, explica después.
Así, comenta la doble función de esta molécula: no solo puede servir para contrarrestar la contaminación por el recurso natural que abunda en el salar, sino también a quienes atraviesan por problemas de salud mental y toman medicamentos con carbonato de litio. Al estar expuestos a la contaminación, los médicos deben revisar constantemente sus niveles de litio en sangre, lo cual implica pedir exámenes de laboratorio que son costosos, incómodos y, muchas veces, inaccesibles para pacientes alejados de grandes hospitales. “Entonces, con esta molécula estamos creando un sensor que, con una gota de sangre, podemos tener una lectura precisa de niveles de litio para evitar que llegue a niveles tóxicos”, puntualiza el galeno investigador.
APOYO FAMILIAR Y PROFESIONAL
Alex Ríos Salinas tiene dos hermanos menores y todos, junto con sus padres Javier Ríos y Marlene Salinas, han ideado GenIA, el proyecto familiar del que él es su chief research officer.
Sus padres: Marlene Salinas y Javier Ríos, me han ayudado siempre en el interés por la ciencia, es muy importante el apoyo de la familia
Antes de finalizar la entrevista, Alex desea expresar un agradecimiento especial a sus padres y hermanos, por estar siempre a su lado, y a la Dra. Lidya Quevedo, la Dra. Carolina Terán y el Dr. Enver Beltrán, docentes de la Facultad de Medicina que le han apoyado durante toda su carrera en la Sociedad Científica y con cartas de recomendación al momento de aplicar a la beca para que pueda continuar sus estudios en el exterior.
También a su alma mater, la Universidad San Francisco Xavier, en general.
ALGUNOS CONSEJOS
En cuanto a su experiencia personal, que comparte para quienes probablemente piensan seguir su mismo camino o uno similar, cree que apuntar a grandes objetivos no es nada fácil, sino el producto de un trabajo de varios años.
“Yo quería hacer investigación, que cambie la medicina; me he dado cuenta de que no se puede hacer todo desde un solo lugar. Tenemos que ir a los mejores lugares, donde hay la mejor infraestructura, la mejor tecnología y, entonces, uno se prepara para estas becas: no solo sacar buenas notas, también hacer muchas actividades extracurriculares, investigación… todo un proceso”, detalla, sin olvidarse de destacar la importancia de dominar el idioma inglés.
De hecho, aplicó a varios lugares antes de escoger la universidad sueca. Y tuvo la oportunidad de irse a Oxford, para un master en medicina genómica, que descartó porque era solo un año y no le ofrecían las facilidades que sí tendrá en Estocolmo.
¿Algún consejo para otros jóvenes que, como él, desean hacer un master u cumplir su sueño de especializarse en otro país? “Uno necesita enfocarse mucho, tiene que tener la curiosidad de adentrarse en el mundo de la ciencia, hablar con gente que ha ganado antes estas becas y tener redes que te apoyen, que te ayuden en este proceso”.
En su caso, su mentora fue una científica boliviana reconocida en el mundo, la doctora paceña Tania Pozo, quien fundó el equipo Bolivia en 2021. Ella, que ganó la beca de Suecia hace 20 años y se la recomendó al considerar que reunía el perfil adecuado, actualmente hace investigación en EEUU.