Errores de Disney
La multinacional del ratón cosecha fracasos por su inclusión forzada e incentiva los discursos de odio.
“Con Blanca Nieves comenzó el dominio de Disney y con Blanca Nieves comenzó su decadencia”: Esa frase, que nos recuerda la atribuida a Ramón García Pizarro cuando fue detenido por los revolucionarios de Chuquisaca, es la que mejor grafica lo que está pasando con el imperio que todavía hoy es uno de los gigantes del entretenimiento mundial.
The Walt Disney Company es la empresa fundada por Walter Elías Disney, un dibujante que, según la leyenda que se labró para justificar sus derechos sobre su personaje más famoso, estaba pasándola muy mal en Hollywood cuando un ratón le robó el escaso alimento que le quedaba. En venganza, él hizo una caricatura del roedor que después debutó en unas tiras cómicas, pero ganó la fama en los primeros intentos de animación de dibujos para el cine.
Hoy ya se sabe que esa historia era falsa porque, por un lado, Walter no era un dibujante quebrado, sino que estaba intentando potenciar la empresa Disney Brother Studios, que fundó con su hermano Roy, y, por otro, la caricatura del ratón —que, como todos se habrán percatado, era Mickey Mouse— fue, en realidad, una creación de Ub Iwerks, un socio que Walt tuvo antes de fundar su empresa familiar (ver ECOS del 14 de enero de 2024).
Lo que sí es cierto es que el ratón, ya apropiado por Disney, consiguió éxito a partir el corto “Steamboat Willie” y se convirtió en un hito de la animación, que pasó a ser la característica de la empresa de Walter que ahora es la transnacional que, para fines legales, se llama Disney Enterprises, Inc.
ÉXITOS ROTUNDOS
Pero otro hito sería “Snow White and the seven dwarfs”, la película que en los países de habla española se conoció por su traducción, “Blanca Nieves y los siete enanitos”, aunque ‘dwarfs’ no es un diminutivo, así que su traducción literal es “enanos”.
Estrenada en 1937, “Blanca Nieves…” fue un fenómeno tecnológico, puesto que se trató de la primera película de animación de largo metraje, y su éxito económico determinó que la empresa de Walter, que desde 1923 ya era The Walt Disney Company, produjera otras cintas como “Pinocho”, “Fantasía” (1940), “Dumbo” (1941) y “Bambi” (1942) que, en conjunto, lograron ganancias que fueron la base del imperio mediático que subsiste hasta nuestros días.
No obstante su éxito, la pionera, “Blanca Nieves”, no pudo eludir la polémica que acompañó a esa película incluso desde su versión de 1937.
“BLANCA COMO LA NIEVE”
El primer largometraje animado de Disney se basaba en un cuento de los hermanos Grimm que tenía un solo nombre, “Schneewittchen”, que se traduce como “Blancanieves”, todo junto, y, a su vez, se basaba en tradiciones orales alemanas que devenían de las historias reales de la baronesa Maria Sophia von Erthal y la condesa Margaretha von Waldeck. Esta última habría sido amante de un rey español muy conocido en Hispanoamérica, Felipe II.
El idioma original del cuento es el alemán y es curioso lo que dice “una reina que se dedicaba a la costura sentada cerca de una ventana con marco de ébano negro” y se pinchó el dedo con la aguja, provocando que unas gotas caigan sobre la nieve:
—Hätt' ich ein Kind, so weiß wie Schnee, so rot wie Blut und so schwarz wie das Holz an dem Rahmen! (¡Ojalá tuviera una niña tan blanca como la nieve, tan roja como la sangre y tan negra como la madera del marco!).
Como se puede leer en la traducción del original, los hermanos Grimm no escribieron la versión actualizada: “¡Ojalá tuviera una niña con la piel tan blanca como la nieve, los labios tan rojos como la sangre y la cabellera tan negra como el ébano!”. Hago notar este detalle porque los colores son uno de los elementos de la controversia de la versión de Disney más reciente de Blanca Nieves.
Aunque ovacionada, “Blanca Nieves” fue acumulando críticas a medida que pasaba el tiempo y los valores que expuso en 1937 se hacían anacrónicos. Así, Ariel Dorfman y Armand Mattelart, que destrozaron a Disney y su Pato Donald en 1971, dejaron dicho que, en el universo Disney, “a la mujer únicamente se le concede dos alternativas (que no son tales): ser Blanca Nieves o ser la Bruja, la doncella ama de casa o la madrastra perversa. Hay que elegir entre dos tipos de olla: la cazuela hogareña o la poción mágica horrenda. Y siempre cocinan para el hombre, su fin último es atraparlo de una u otra manera”.
CAMBIAR LA HISTORIA
No solo “Blanca Nieves” sino otras películas de Disney cayeron en estereotipos que las convirtieron en blancos de críticas. Ahí está, por ejemplo, su versión de “Peter Pan” en la que los nativos americanos son caricaturizados de manera tal que marcaron línea para posteriores percepciones de los pueblos indígenas de Norteamérica.
Su tendencia a mostrar a una mujer generalmente sometida a labores de casa, o como una princesa necesitada de que la salve un caballero (hombre), era una de las debilidades de Disney que Dorfman y Mattelart atacaron con sarcasmo: “Si no es bruja, no se preocupe, madre: siempre podrá ocuparse en profesiones adscritas a la ‘naturaleza femenina’: modista, secretaria, decoración de interiores, enfermera, arreglos florales, vendedora de perfumes, azafata. Y si no les gusta el trabajo, siempre pueden ser la presidenta del club de beneficencia local”.
Durante décadas, esas críticas socavaron el prestigio de la multinacional del ratón, pero como sus productos eran mayoritariamente exitosos, sus ejecutivos no hacían mayor caso, hasta que surgió la moda ‘woke’ que, como se puede ver desde hace algunos años, tiene un notorio peso en las decisiones de sus directorios. Pero, como también se puede ver ahora, ese cambio de enfoque no se limitó a dejar de reproducir modelos machistas y estereotipos con inocultable racismo, sino a intentar cambios radicales en apariencias y hasta en historias.
Uno de los cambios positivos fue que las mujeres retratadas en las producciones de Disney dejaron de ser jovencitas vulnerables y comenzaron a mostrarse con personalidades fuertes y, en ocasiones, poderosas, como Elsa, una de las protagonistas de “Frozen” (2013).
La diversidad marcó producciones como “Aladino” (1992), “Pocahontas” (1995) y “Mulán” (1998), pero lo hizo de manera natural, ya que las protagonistas de esas películas, comenzando por la princesa Jazmín de la adaptación “milunanochesca”, eran el producto evidente de las historias que se adaptaba/cambiaba para las películas: árabe, nativa americana y japonesa.
“Aunque los films fueron criticados en su momento por diversos motivos — sobre todo la poca exactitud histórica de ‘Pocahontas’ —, el hecho es que Disney logró abrir un espacio para historias frescas con un alto contenido de inclusión y reflexión sobre la diversidad cultural, que dotó a la década de una brillante y renovada mirada sobre escenarios y formas de comprender a sus personajes”, dice la escritora Aglaia Berlutti.
Pero uno de los grandes defectos de Disney es que, a título de adaptación, cambia las cosas y muchas veces de manera radical. Productos de esa misma temporada duramente criticados son “Hércules”, de 1997, que cambia groseramente las historias del héroe mitológico griego y “The Emperor's New Groove” (“Las locuras del emperador”), de 2000, cuya rocambolesca interpretación del imperio incaico no fue reclamada por Perú solo porque, de todas maneras, le sumó visitas.
Tal vez porque, con cambios y errores, las taquillas seguían respondiendo, la empresa del ratón se fue demasiado lejos.
AMABLEMENTE A LA FUERZA
Mientras la inclusión natural cosechaba buenos resultados en franquicias como “Shrek”, Disney comenzó a forzarla y eso motivó un evidente rechazo en su público, especialmente de los sectores conservadores.
El beso lésbico en “Buzz Lightyear” (2022) fue una de las razones por las que esa película no tuvo el éxito de taquilla esperado, pero la empresa del ratón no hizo caso a esa advertencia y, al año siguiente, lanzó la versión ‘live action’ (adaptación de un producto animado con actrices y actores de carne y hueso) de “The Little Mermaid” (“La Sirenita”) con una Ariel cuyo color de piel distaba mucho, no solo de la versión animada, sino del cuento original de Hans Cristian Andersen.
Las protestas, expresadas desde la difusión de los avances, subieron de tono, pero Disney las ignoró por completo. Entonces vino su apuesta más fuerte de inclusión forzada: cambios radicales en “Blanca Nieves”, su película más icónica. La personalidad de la protagonista, de una mujer fuerte y empoderada, fue pasada por alto frente al asunto de la apariencia: Blanca (Nieves) no era blanca y eso no era ir demasiado lejos, sino rebasar todos los límites.
El mayor rechazo provino de los sectores conservadores de EEUU, y eso fue bien aprovechado en la campaña de Donald Trump, y aunque era evidente su tono racista, muchos argumentos se respaldaban en la historia original: como ya hemos visto, las nobles europeas que inspiraron el cuento eran alemanas y el texto de los hermanos Grimm dice claramente “una niña tan blanca como la nieve”, pero, y aquí está el detalle, también dice “tan roja como la sangre y “tan negra como la madera del marco”.
Más allá de los argumentos, la versión ‘live action’ de “Blancanieves” (que es como debería escribirse, si nos atenemos a su texto original) es uno de los mayores fracasos en la historia del imperio Disney que ahora es “blanco” de duros ataques, especialmente en las despiadadas redes sociales.
Mientras, el anuncio del estreno de “Shrek 5” ya se ha teñido de polémica porque un avance insinuaría que una de las hijas del ogro verde sería transexual. “La hermanastra más fea sí; pero la hija de Shrek, no”, es la consigna en las redes en las que el odio y la intolerancia son más grandes que cualquier imperio del entretenimiento.