Sin querer, queriendo
Se supone que la producción televisiva está basada en la autobiografía de Roberto Gómez Bolaños, pero hemos encontrado demasiadas diferencias con el libro.
Con cinco de ocho capítulos estrenados, Florinda Meza tiene razón en el asunto central: “Sin querer queriendo” no es la vida de Chespirito.
Esa afirmación está a contrarruta de la tendencia en las redes, que acepta como verdad irrefutable lo que se ve en la serie que es emitida por HBO Max, pero es la conclusión inevitable de una comparación entre el argumento de aquella y lo que se puede leer en la autobiografía de Roberto Gómez Bolaños que lleva el mismo título: “Sin querer queriendo”.
En la serie existe un hilo argumental que no se percibe en el libro y esta no es la típica controversia de cuál producto es mejor, o de cuántas libertades se toma el audiovisual respecto al libro en que se basa. La verdad es que la serie presenta una historia y en el libro se encuentra otra.
Pero tampoco vale quejarse porque, desde que comienza a correr, el producto televisivo nos muestra una clara advertencia: “serie inspirada en hechos reales, basada en la autobiografía de Roberto Gómez Bolaños. ‘Sin querer queriendo – Memorias’- Algunos de los personajes, relaciones personales y profesionales, eventos y tramas son ficcionados y fueron creados para dramatización. Cualquier similitud con personas y/o eventos de la vida real es pura coincidencia”.
Y aunque ese aviso se parece a muchos de los que preceden otras producciones, la verdad es que detrás de este hay una larga historia de “relaciones personales y profesionales, eventos y tramas” que fueron de dominio público en los tiempos en que “El Chavo del 8” y “El Chapulín Colorado” alcanzaron el cénit de su gloria y ahora recobran actualidad para difundirse masivamente a través de las redes sociales. En otras palabras, el asunto central es el divorcio de Gómez Bolaños para hacer oficial su relación extramatrimonial con Florinda Meza y ese es un hecho que no se puede negar, ni justificar.
¿QUIÉN NO QUIERE Y QUIÉN QUIERE?
Con el argumento de que “algunos de los personajes, relaciones personales y profesionales, eventos y tramas son ficcionados y fueron creados para dramatización”, la serie presenta hechos que no aparecen, y ni siquiera son insinuados en el libro en el cual se habría basado.
Hay mucho de ficción y hasta aparecen personajes inventados, como José “Pepe” Jamaica, el rival de amores de Chespirito que aprovecha su puesto intermedio en Publicidad D’arcy para perjudicarlo, pero lo que ha impactado es la tolerancia y el grado de participación que tuvo la exesposa de Gómez, Graciela Fernández, en algunos de los logros del artista.
Lo que se ve en el tercer capítulo es que el traje del Chapulín Colorado, que inicialmente debía ser verde, lo diseñó Chelita, que era su apelativo familiar, y lo tuvo que rehacer cuando la pareja se enteró de que ese color no podía usarse por cuestiones de croma. Ella habría diseñado el escudo del héroe de pacotilla, como resultado de un corazón en el que estaban “CH y CH”, por Chela y Chespirito, y le habría puesto las antenitas de vinil sacando dos pedazos de su corpiño: algo más: una de sus hijas inspiró la frase “que no panda el cúnico” y otra lo rebautizó como colorado. Es probable que estas cosas hayan ocurrido en la vida familiar de Chespirito, pero no están en el libro.
Entonces, es inevitable preguntarse quién, quiénes y cuánto de verdad se dice, o quién, quiénes y cuánto se miente. ¿Quién no quiere mostrar las cosas como realmente fueron? ¿quién no quiere decir la verdad? ¡Es que, a título de “ficcionar”, se puede decir verdades sin querer o se puede mentir queriendo?
Sería fácil decir que la serie la producen los hijos, así que están contando su versión de la historia. Fueron ellos los más afectados por la decisión que tomó Chespirito de divorciarse de Chela para hacer su vida con Florinda Meza, así que la “bio-pic” refleja su visión, y esta no está en el libro, pero… ¿qué tan cierto es el contenido del libro?
La autobiografía de Roberto Gomez Bolaños se publicó en 2006 y, al referirse a Florinda Meza, se deshace en elogios porque, para su autor, ella lo es todo: buena cantante, productora, actriz, etc. “Y su presencia me dejó más que impresionado aun antes de saber que tenía un caudal extra de cualidades, entre las que destacaba un talento excepcional para cantar, bailar, escribir, producir, etcétera, todo acompañado de una disciplina y un esfuerzo que pronto la harían sobresalir en cualquier cosa que emprendiera. En aquellos momentos, yo tampoco sabía lo mucho que significaría en mi futuro; pero fue entonces cuando empecé a transitar por el sendero que me conduciría al privilegiado destino llamado Florinda Meza”, dejó escrito Chespirito en el décimo capítulo de su libro.
Más que una declaración de amor, esas líneas son una confesión: la de que Roberto se enamoró de Florinda desde que la conoció, así que el contacto diario, por el trabajo, derivó inevitablemente en una relación que para él era extramatrimonial y proseguiría hasta su divorcio de Graciela Fernández, a quien dejó con seis hijos, aunque muy bien compensada con bienes.
SIN QUERER, PERO QUERIENDO
Por mucho amor que haya de por medio, es muy difícil justificar una infidelidad y la de Chespirito no fue la excepción. Cuando se divorció, la mayoría de sus fans sabían que era por Florinda Meza y, por eso, no fue tan traumático ver luego a la pareja comportándose públicamente como tal. Como suele ocurrir en países machistas como México y Bolivia, la condena pública recae sobre la mujer, así que ella se justificó con un argumento que también sacó a relucir en estos días: Roberto era un mujeriego empedernido desde antes de conocerla. Este es un hecho que ya publicamos en esta revista en septiembre de 2024 (Ver ECOS No. 677).
Y, si revisamos la autobiografía, no solo confirmaremos la apreciación de Florinda, sino que encontraremos la causa de su infidelidad: Chespirito tenía un complejo de inferioridad derivado de su tamaño. Eso lo dijo él mismo, cuando explicó por qué tenía tendencia de agarrarse a golpes con cualquiera durante su juventud: “la respuesta constituye una auténtica paradoja: se debía a que yo era bajo de estatura y de constitución débil. Sí, porque la desventaja física me generaba un complejo de inferioridad que sólo podía ser superado (o al menos compensado) de esa manera: demostrando, a fuerza de golpes, que los más altos y los más pesados no eran superiores a mí”.
Pero a eso hay que sumar un detalle importantísimo: el padre de Roberto, Francisco Gómez Linares, era un mujeriego compulsivo que murió joven por sus excesos, de sífilis, y eso se lo contó su madre. Apenas en la página 5 de su autobiografía ya se hace referencia a la infidelidad del pater familis que, cuando se estaba casando con su madre, y el cura preguntó si había alguien que se oponía a la boda, una mujer con un niño en brazos levantó la mano y dijo que lo hacía porque el bebé era hijo del novio. Pese a lo inusitado del hecho, la boda se celebró y consumó.
Entonces, además de lidiar con la discriminación, que inevitablemente ocasiona a quienes tenemos baja estatura, Chespírito tenía que competir con la figura paterna en un medio en el que, como cuenta en su autobiografía, los hombres estaban obligados a tener una novia bonita para ser socialmente aceptados: “También era de vital importancia el prestigio social (llamémoslo así) que representaba el tener una novia hermosa. Porque si la novia no era suficientemente bonita, uno tenía que dar explicaciones a los amigos: ‘Es nada más para pasar el rato’, por ejemplo. O bien: ‘Me dio tanta lástima la pobrecita’”.
Es probable que, durante la juventud de Roberto, esas concepciones discriminatorias y machistas hayan sido normales, pero resultan inaceptables hoy en día.
¿Cómo fue el divorcio? En su libro, Chespirito revela que fue Florinda quien le pidió que la besara, cuando estaban grabando en Acapulco, pero la exime de culpa por su divorcio:
“Mi relación con Graciela se había ido deteriorando paulatinamente. Al igual que en la gran mayoría de los casos semejantes de otras parejas, la culpa debía ser repartida entre los dos; pero lo más probable es que a mí me correspondía el porcentaje mayor de dicha culpa, pues mientras ella cometía fallas de mediana dimensión, como carencia de apoyo o falta de interés, mis errores se extendían hasta el campo de la infidelidad. Durante las giras, como ya he dicho, éramos frecuentemente asediados por damas que no se conformaban con el recuerdo que representaba un autógrafo, sino que solicitaban un testimonio más íntimo”.
Es difícil saber cuántos “testimonios íntimos” dio Roberto Gómez Bolaños a sus admiradoras, cuando realizaba sus giras, ya que, a diferencia de lo que se ve en la serie, en su libro cuenta que alcanzó la fama antes de “El Chapulín Colorado” y “El Chavo”, cuando era libretista y hasta llegó a ser actor en los programas de Viruta y Capulina, con quienes viajó por varios países. Es difícil, también, saber cuánta influencia tuvo Florinda Meza en la que fue presentada como “autobiografía”.
Este reportaje fue escrito cuando se había estrenado tres de los ocho capítulos de la serie “Sin querer queriendo” así que lo más seguro es que las partes faltantes nos den mayores elementos de juicio, pero los usuarios de redes sociales deben reconocer que, al igual que Florinda Meza, comenzaron a opinar desde que se emitió el primer episodio. Y no todos leyeron el libro.
Anécdotas cuestionables
LAS NOVIAS. Compartíamos los tiempos libres en compañía de otros amigos de la colonia Del Valle, como eran Roberto ("Capullo Chico", hermano de Alfonso) y Agustín de la Garza. Ahí conocí a una pecosa deliciosa que en muy poco tiempo hizo que yo me olvidara de la Cucus (un clavo saca otro clavo, dicen).
(…)
Cuando conocí a Graciela, aún le faltaban unos días para cumplir 15 años, mientras que yo ya rebasaba los 22. Por tanto, en aquellos momentos yo estaba muy lejos de imaginar lo mucho que aquella muchachita llegaría a significar en mi vida.
ESCULTOR. ¡La que se armó en la escuela cuando fui sorprendido en el acto de modelar en plastilina el cuerpo de una mujer desnuda! Es verdad que hice esto cuando aún no había terminado la primaria, pero también es verdad que a pesar de eso me quedó bastante bien modelada (o sea: la mujer estaba bastante buena). (20)
MUSLOS. Cuando al viajar en un transporte público se sentaba frente a mí una dama que cruzaba la pierna dejando ver parte de esa perturbadora región que comprende los muslos. (Tómese en cuenta que por aquel entonces yo tenía 17 años, una edad durante la cual hasta la letra "B" hace pensar en nalgas femeninas y la "V" hace pensar en mujer con las piernas abiertas en compás. A esto añádase la circunstancia de que en aquellos tiempos todavía no se había alcanzado el adelanto tecnológico que representa la invención de la minifalda, de modo que resultaba insólita la oportunidad de ver esa región de los muslos).
CIRCUNCISIÓN. El desconcierto se acrecentó hasta el máximo cuando supe a qué zona se había referido (mi tío) con eso de "afeitar". Y más cuando me di cuenta de que quien se disponía a ejecutar la tarea era nada menos que la guapa enfermera que auxiliaba a mi tío. Entonces, para poder enjabonar de un lado, la mujer tuvo que apartar delicadamente lo que le estorbaba. Y yo no podía ver si sus femeninas manos estaban cubiertas o no por guantes de hule, pero de cualquier manera yo sentía lo que ella estaba haciendo, de modo que no pude evitar que mis hormonas funcionaran (esto lo entiendo ahora) ordenándole a mi cerebro que enviara la remesa de sangre que precisaba el ilustre miembro para erguirse como evidente testimonio de su masculinidad (lo cual demuestra que no existe Viagra ni nada parecido que pueda competir con una enfermera guapa).
Fuente: Autobiografía de Roberto Gómez Bolaños