Grandes dichos de grandes bichos

Cuando nos enteramos qué nuestra ciudad tendría un nuevo comandante de los verdeolivos, nos pusimos fríos de arrebato y por nuestra espalda un ¡razzzz! recorrió de arriba hasta muy abajo


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La Gran Siete / 06/03/2015 06:19

POR FAVOR,ÓIGANOS, MI COMANDANTERÁN
Cuando nos enteramos qué nuestra ciudad tendría un nuevo comandante de los verdeolivos, nos pusimos fríos de arrebato y por nuestra espalda un ¡razzzz! recorrió de arriba hasta muy abajo; Tatay amituy, nos dijimos, ojalá que el nuevo comandante de los Chachapumas que llegue sea buen tipo y traiga  un k’epi de sorpresitas de última hora.

Pasados los días finalmente llegó el esperado, nos llevamos una sorpresa, se trataba, para suerte nuestra, de otro k’arapanza como nosotros y recién nos regresó el alma al cuerpo… ¡Jesús, gracias a Dios! dijimos para nuestros adentros.

No estamos en contra de nadie y peor de los comandantes que se fueron, pero para más seguridad es mejor uno de los nuestros, pues al final lo conocemos y si no sabemos nada de él, qué nos cuesta preguntar a sus vecinos de la calle Ravelo o a su señorita de primaria, seguro que ellos nos darán mejor información que los agentes encubiertos que conocemos.

Seguros que, como k’arapanza que es, seguirá algunos consejillos que le demos para que no tenga arrebatos en lo posterior, pues a decir verdad algunos de sus subalternos son unos bandiscos, a cualquiera le sacan de las casillas y por cansancio hacen que se jubile o deje la institución del orden. Por eso; mi Comandante cuídese de esos Chachapumas que alguuunas veces salen a controlar el tráfico vehicular en las mañanas, entregar boletas de infracción hasta de lo que bostezan los conductores; machos son para pedir casco cuando por sus narices pasan los micreros con escape por los suelos dejando humo a gil y mil y con las puertas abiertas de par en par, además se socapan entre ellos cuando se encuentran por la calle haciendo nada en sus movilidades y nadie tiene el cinturón de seguridad puesto.
Algunos Chachapumas les tienen tirria, odio, desprecio, animadversión, inquina y repulsión a las choferas y las macanean de todo y sin motivo alguno, suficiente es que sea mujer y listo, pero si se les pone un pantalonudo, tiemblan como gato mojado.

Si de perseguir ladrones se trata, muchos por el exceso de peso se hacen a los giles, otros miran al techo y se hacen a los opas tal cual no pasara nada; a los primeros hágales enflaquecer a trote limpio y a jaripeo intenso y a los otros inmólelos a palos.

Si seguimos con esta misiva, seguro que le dolerá su cabeza por el colerón, por eso paramos aquí, no sin antes advertirle que volveremos sobre el tema para que ponga orden entre esos sujetos que no quieren a la institución verde olivo, organismo que se ocupa de vez en cuando de perseguir a los pillos, pandilleros y bandidos.

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